CONDÚCETE: Exhortación Pastoral en la Jornada de Reflexión sobre el Tráfico (verano 2003)
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El domingo día 6 de julio, la Iglesia en España celebra la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico. Si es verdad que en cualquier época del año el pulso del movimiento circulatorio es intenso, en las vacaciones veraniegas ese ritmo se hace más precipitado.
La Iglesia, llama a proyectar la luz evangélica a esta realidad tan significativa de la sociedad contemporánea, se aplica así misma las palabras del Espíritu al diácono Felipe: “Date prisa y acércate a ese coche para anunciarle la Buena Noticia de Jesús” (cfr. Act. Ap. 5, 29. 25). Como en años anteriores, la Dirección Nacional de Apostolado de la Carretera, encuadrada en la Comisión Episcopal de Migraciones, organiza –este año en Logroño- la celebración de una eucaristía especialmente destinada a las gentes del tráfico y que será retransmitida por TVE-2. Además dirige a la comunidad cristiana y a la sociedad un sencillo mensaje que nos ayude a reflexionar sobre algún aspecto importante del rico fenómeno del tráfico.
No podemos menos de comenzar dirigiendo, un año más, un saludo lleno de afecto, admiración y gratitud a los muchos profesionales del volante: conductores de autobuses y camiones, taxistas, recadistas... Sin su trabajo diario, endurecido por el creciente tráfico de nuestras carreteras, la sociedad actual no podría subsistir. Llegue también nuestro saludo a cuantos con su ciencia, técnica y vigilancia velan por la mejora del tráfico.
EL LEMA DE ESTE AÑO: ¡CONDÚCETE!
Este lema nos invita a preocuparnos del recto dominio de nosotros mismos, tanto o más que del volante y del vehículo. Ya lo dijo en 1996 el episcopado belga: “el problema de la circulación es fundamentalmente una cuestión moral y de la conciencia”. Se suele decir: “Si quieres saber el grado de caballerosidad de una persona, ponla al volante”. Este dicho, expresión de la sabiduría popular, nos indica que con frecuencia algo importante cambia en la conducta de una persona cuando ésta se pone al volante. Su psicología y comportamiento sufren una alteración muy acusada: personas que en su vida ordinaria son educadas, corteses y pacientes, se convierten con frecuencia en seres exigentes, nerviosos, intolerantes ante los errores y fallos de los demás, hasta groseros y agresivos en palabras y gestos.
DOMINA EL COCHE, NO TE DEJES DOMINAR POR ÉL
Un buen vehículo proporciona, sin duda, al conductor sensaciones de satisfacción y de euforia, de liberación de un horario atenazador, de una vida encasillada. Puede incluso despertar en él un instinto de dominio y prepotencia, cuando, embriagado por velocidades insospechadas, contempla el rápido desfile de personas, árboles, paisajes. Un secreto afán de ostentación puede impulsarle a pisar improcedentemente el acelerador para sobrepasar a otros vehículos, con el vanidoso regusto interior de “¡Que coche tan potente el mío! ¡Que buen conductor soy! ¡Nadie me puede!” .
Pero el verdadero buen conductor es aquél que domina bien su vehículo, sin dejarse dominar por éste. “¡Condúcete!” no es solamente un consejo cargado de razón, sino una norma básica de conducta, tanto para los conductores como para toda clase de usuarios de la calzada. Significa mantener a raya las insensatas inclinaciones de avasallar y de aparentar ser más que los demás, no ceder al mahumor y a los malos modales ante un fallo humano –propio o ajeno- , ser paciente ante un atasco inesperado, ante un imprevisible retraso, conocer previamente las condiciones de la ruta y del tiempo, tomar las debidas precauciones si por enfermedad, sueño o fatiga, ingestión de bebidas o medicamentos la conducción puede quedar afectada.
La falta de dominio de sí mismo, el afán desmedido de velocidad, la impaciencia y la irritación pueden arrastrarnos también a trasgredir las normas de la circulación y de la convivencia, a asumir graves riesgos para la vida y la integridad corporal de nosotros mismos y de los demás, a sumar un accidente más aun balance tan estremecedor: en la pasada Semana Santa, 130 muertos; el año 2002, 4.026 en 3.434 accidentes en la carretera, en el siglo XX se calcula que en el mundo han muerto 35 millones de personas en accidentes de tráfico, siendo los heridos más de 1.500 millones. Ni la sociedad ni la Iglesia pueden permanecer indiferentes ante el gran drama causado por los accidentes viales. Sin duda, sigue siendo demasiado alto el precio pagado en vidas y sufrimientos humanos por este elemento del progreso que es la creciente circulación rodada.
Es cierto también que en España, a pesar del crecimiento constante del número de viajes y del parque automovilístico -25 millones de vehículos en la actualidad-, el número de accidentes ha descendido por segundo año consecutivo. Noticia que ha de llenarnos de gozo y esperanza, pero que no nos permite desacelerar la marcha hacia ese utópico objetivo cero, con la colaboración de conductores, peatones, fabricantes, educadores, autoescuelas y Administración. Cada vida humana, la propia y ajena , es demasiado bella y valiosa para que pueda quedar prematuramente segada o seria dañada por culpables fallos humanos. Así no lo ha pedido recientemente el Pontificio Consejo para las Migraciones: “De cara a esta tragedia, debe resultar urgente, incluso agobiante, el empeño común de la sociedad civil y de la Iglesia y de las comunidades eclesiales, así como de los líderes de los creyentes de diferentes religiones, hacia una educación vial desde la primera infancia, hacia una atención a las familias de los fallecidos en carretera y hacia los heridos, en disponibilidad a la mutua comprensión y perdón...” .
CONDÚCETE COMO CRISTIANO
Para un cristiano, discípulo de Aquel que “paso haciendo el bien”, la carretera debe ser también una plataforma especial para ejercer sus virtudes, cimentadas, sobre todo, en la prudencia y en la caridad. Ya nos lo dijo en 1960 el hoy beato Papa Juan XXIII: Las normas de circulación están confiadas al buen sentido, a la cortesía, a la paciente y vigilante aplicación de todos”. Su antedecesor, el Papa Pío XII, nos había advertido: “El desarrollo normal de la virtud de la caridad lleva consigo necesariamente la comprensión, la benevolencia y los buenos modales. Y es de lamentar cómo, en la conducta de muchos, desciende notablemente la práctica de estas virtudes cuando ponen sus manos al volante”. El cristiano, en efecto, debe dejarse llevar siempre, no por los bajos instintos, sino por el Espíritu ( cfr. Gal. 5, 19-24). Si así lo hace, la carretera se convertirá para él en camino de santificación.
PRIMER CONGRESO EUROPEO EN ROMA
La Iglesia que peregrina en España lleva ya más de 40 años tratando de potenciar la pastoral de la carretera, gracias, sobre todo, a la generosa dedicación de beneméritos pioneros en diversas diócesis. Reconozcamos, sin embargo, que también en este campo “la mies es mucha, pero los obreros pocos”. Conscientes de ellos, uniendo oración, esfuerzo y creatividad, procuremos impulsar entre todos este apostolado en bien de tantos hermanos nuestros.
La Santa Sede nos anima a ello. El pasado mes de febrero, y convocados por el Pontificio Consejo para las Migraciones, nos reunimos por primera vez en Roma obispo promotores y directores nacionales del apostolado de la carretera de once naciones europeas para reflexionar sobre este problema común y comunicarnos nuestras experiencias. La Iglesia, consciente de su deber de escrutar los signos de los tiempos, quiere promover una cultura cristiana de la carretera, vislumbrando un campo nuevo y vasto del apostolado. Nuestras carreteras, arterias de paso o tránsito, han de ser también lugares de encuentro de personas, incluso plazas y areópagos de esa “nueva civilización”, tan reclamada por el Papa Juan Pablo II. Ello exige que con toda urgencia se formen nuevos agentes pastorales que sepan hacer presente y testimoniar el evangelio de Jesucristo con métodos de apostolado adecuados y creativos. Es preciso que la movilidad del mundo moderno corresponda la movilidad de la caridad pastoral de la Iglesia.
Encomendemos estos buenos propósitos a la intercesión de María, la “Virgen del Camino”, y de San Cristóbal, popular patrono de los automovilistas.
Bilbao, 31 de mayo de 2003, Fiesta de la Visitación de Nuestra Señora
Carmelo Echenagusía Uribe
Obispo promotor de la Pastoral de la Carretera