JUAN PABLO I: ORIENTACIONES PARA SER BUENOS
A mi derecha y a mi izquierda hay cardenales y obispos, hermanos míos en el
Episcopado. Yo soy sólo su hermano mayor. Mi saludo afectuoso a ellos y
también a sus diócesis.
RECUERDO DE PAULO VI
Hace un mes justo, moría en Castelgandolfo Pablo VI, un gran Pontífice, que
ha prestado servicios enormes a la Iglesia durante quince años. Los efectos
se notan ya ahora en parte, pero creo yo que se verán sobre todo en el
futuro. Todos los miércoles venía aquí y hablaba a la gente.
En el Sínodo de 1977 muchos obispos dijeron: « los discursos de los
miércoles que pronuncia el Papa Pablo son una auténtica catequesis adecuada
al mundo moderno ».
Trataré de imitarlo, con la esperanza de poder yo también ayudar de alguna
manera a la gente a hacerse más buena. Pero para ser buenos es necesario
estar en regla con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos.
LOS MANDAMIENTOS DE DIOS
Ante Dios, la postura justa es la de Abrahán cuando decía: « ¡Soy sólo polvo
y ceniza ante ti, Señor! ». Tenemos que sentirnos pequeños ante Dios. Cuando
digo: « Señor, creo », no me avergüenzo de sentirme como un niño ante su
madre; a la madre se le cree; yo creo al Señor y creo lo que É1 me ha
revelado.
Los mandamientos son un poco más difíciles de cumplir, a veces muy
difíciles; pero Dios nos los ha dada no por capricho ni en interés suyo,
sino muy al contrario, únicamente en interés nuestro.
Una vez, una persona fue a comprar un automóvil. Él vendedor le hizo notar
algunas cosas: Mire que el coche posee condiciones excelentes. trátelo bien:
¿sabe?. gasolina súper en el depósito, y para el motor, aceite del fino. Él
otro le contestó: No; para su gobierno le diré que de la gasolina no soporto
ni el olor, ni tampoco del aceite; en el depósito pondré champagne que me
gusto tanto, y el motor lo untaré de mermelada. Haga Ud. como le parezca,
pero no venga con lamentaciones si termina con el coche en un barranco. Él
Señor ha hecho algo parecido con nosotros: nos ha dada este cuerpo, animado
de un alma inteligente, y una buena voluntad. Y ha dicho: esta máquina es
buena, pero trátala bien.
Estos son los mandamientos. Honra al padre y a la madre, no matarás, no te
enfadarás, sé delicado, no digas mentiras, no robes... Si fuéramos capaces
de cumplir los mandamientos, andaríamos mejor nosotros y andaría mejor
también el mundo.
AMOR Y OBEDIENCIA A LOS PADRES Y A LOS SUPERIORES
Y luego, el prójimo...; pero el prójimo está a tres niveles: unos están por
encima de nosotros, otros están a nuestro nivel, y otros debajo. Sobre
nosotros están nuestros padres. Él catecismo decía: respetarlos, amarlos,
obedecerles. Él Papa debe inculcar respeto y obediencia de los hijos a los
padres.
Me dicen que están aquí los monaguillos de Malta. Que venga uno, por
favor... los monaguillos de Malta, que han prestado servicio durante un mes
en San Pedro. Veamos ¿cómo te llamas? -James.-¡James!. Dime, James, ¿no has
estado enfermo alguna vez?-No.-¿Nunca?-No.-¿Nunca has estado malo?-No. -Ni
siquiera con un poco de fiebre?-No.-¡Qué afortunado! Pero, cuando un niño se
pone enfermo, ¿quién le da un poco de caldo, alguna medicina? ¿No es la
madre? Pues bien. Después, tú te haces mayor y tu madre envejece; tú te
conviertes en un gran señor y tu pobre madre estará enferma en la cama.
Entonces, ¿quien le dará a la mamá un poco de leche y medicinas? ¿Quién?
-Mis hermanos y yo.-¡Estupendo! Sus hermanos y él, ha dicho. Me gusta. ¿Has
entendido?
Pero no sucede así siempre. Yo, de obispo en Venecia, solía ir a voces a
visitar asilos de ancianos. Una vez encontré a una enferma, una anciana. «
Señora, ¿Cómo está? ». -« Bah, comer, como bien; calor, bien también, hay
calefacción ». --« Entonces, está contenta ¿verdad? ».-« No », y casi se
echó a llorar. -« Pero, ¿por qué llora? ». -« Es que mi nuera y mi hijo no
vienen nunca a visitarme. Yo quisiera ver a los nietecitos ». No bastan la
calefacción, la comida: hay un corazón; es menestar pensar igualmente en el
corazón de nuestros ancianos. Él Señor ha dicho que los padres deben ser
respetados y amados, también cuando son ancianos.
Y además de los padres, está el Estado, están los superiores. ¿Puede
aconsejar el Papa la obediencia? Bossuet, que era un gran obispo, escribió:
« Donde ningunomanda, todos mandan. Donde todos mandan, no manda nadie ya,
sino el caos ». Se ve algo parecido a veces también en este mundo.
Respetemos, pues, a los que son superiores.
LA JUSTICIA Y LA CARIDAD
Luego están nuestros iguales. Y aquí de costumbre hay dos virtudes que
practicar: la justicia y la caridad. Pero la caridad es el alma de la
justicia. Hay que amar al prójimo, ¡el Señor nos lo ha recomendado tanto! Yo
recomiendo siempre no sólo las grandes caridades, sino las caridades
menudas. En un libro titulado « Él arte de ganar amigos », escrito por el
americano Carnegie, he leído este episodio insignificante: Una señora tenía
cuatro hombres en casa: el marido, el hermano y dos hijos ya mayores. Ella
se ocupaba de la compra, de lavar y planchar la ropa, de la cocina.... todo
ella. Un domingo, llegan a casa. La mesa está preparada, pero en los platos
hay sólo un puñado de heno. Protestan y dicen: ¡oh!, pero qué, ¿heno? Y ella
dice: « No, todo está preparado. Pero dejadme deciros esto: yo cambio el
menú, tengo todo limpio, atiendo todo. Y nunca jamás me habéis dicho ni
siquiera una vez: Nos has preparado una comida estupenda. No soy de piedra.
Se trabaja más a gusto cuando se ve agradecimiento ». Estas son las
caridades menudas. En casa todos tenemos alguna persona que espera un
detalle nuestro.
Están además los que son más pequeños que nosotros; están los niños, los
enfermos, y hasta los pecadores. Como obispo, he estado muy cerca incluso de
los que no creen en Dios. Me he convencido de que muchas veces éstos
rechazan no a Dios, sino a la idea errónea que de Dios tienen. ¡Cuánta
misericordia hay que tener! Y también los que se equivocan... Es necesario
de verdad
LA MANSEDUMBRE Y LA BONDAD
Me limito a recomendaros una virtud muy querida del Señor: ha dicho: «
Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón ».
Corro el riesgo de decir un despropósito. Pero lo digo: el Señor ama tanto
la humildad que a veces permite pecados graves. ¿Para qué? Para que quienes
los han cometido -estos pecados, digo- después de arrepentirse lleguen a ser
humildes. No viene gana de creerse medio santos, medio ángeles, cuando se
sabe que se han cometido faltas
graves.
¡Él Señor ha recomendado tanto ser humildes! Aun si habéis hecho cosas
grandes, decid: siervos inútiles somos. En cambio la tendencia de todos
nosotros es más bien lo
contrario: ponerse en primera fila. Humildes, humildes: es la virtud
cristiana que a todos
toca.