Matrimonios que resisten a vientos y mareas: el secreto es la cruz
¡Siempre existirán! En la ciudad de Siroki-Brieg (a 30 km de Medjugorje), los registros de la parroquia no indican un solo divorcio entre sus 13.000 fieles. Desde tiempo inmemorial, ni una sola familia se ha destruido. ¿La Herzegovina goza de algún favor excepcional del Cielo? ¿Los recién casados pronuncian alguna fórmula secreta durante la ceremonia? ¿Existe algún poder mágico que aleja de sus hogares el demonio de la división?
¡La respuesta es mucho más simple! Durante siglos esos pueblos han sufrido cruelmente porque se les ha querido arrancar su fe cristiana y borrar para siempre el precioso nombre de Nuestro Señor Jesucristo, muerto en la cruz y resucitado para abrir a los hombres las puertas de la vida eterna. Saben por experiencia que su salvación procede de la cruz de Cristo. La salvación no proviene de los Cascos Azules, de los proyectos de desarme, de la ayuda humanitaria, de los tratados de paz o de las cláusulas de la ONU, aun cuando a veces esas realidades sirvan de canalizaciones para algunos beneficios. ¡La fuente de toda salvación es la cruz de Cristo! Esta gente posee la inteligencia de los pobres, esta magnífica sabiduría que consiste en no dejarse engañar cuando se trata de la vida o de la muerte. Es por ello que han ligado indisociablemente el matrimonio a la cruz de Cristo. Han cimentado el matrimonio que da la vida humana sobre la cruz que da la vida divina.
Cuando un joven se prepara para el matrimonio, no se le dice que ha encontrado a la persona ideal, al mejor partido. ¡No! ¿Qué le dice el sacerdote? "Has encontrado tu cruz. Y es una cruz para ser amada, para ser llevada, una cruz que no deberás desechar, sino querer tiernamente." Estas palabraspronunciadas en una parroquia de Francia o en el Perú dejarían al novio mudo de estupor. Pero en Herzegovina la cruz despierta el mayor amor, y el crucifijo es el tesoro de la casa.
El Padre Jozo explica con frecuencia a los peregrinos que, en su país, cuando los novios llegan a la iglesia traen consigo un crucifijo. Este crucifijo es bendecido por el sacerdote y reviste una importancia central durante el intercambio de las promesas matrimoniales[1].
En efecto, la novia pone su mano derecha sobre la cruz; a su vez, el novio pone la suya sobre la de su novia, y las dos manos se encuentran así reunidas sobre la cruz, asentadas sobre ella. El sacerdote coloca entonces su estola sobre las manos de los futuros esposos. Ellos pronuncian su consentimiento y se juran fidelidad según el rito clásico propuesto por la Iglesia. Luego los novios no se besan, sino que besan la cruz. Saben que así besan la fuente del amor. Aquel que se acerca y ve sus dos manos extendidas sobre la cruz comprende que si el marido abandona a su mujer, o viceversa, abandona la cruz. Y cuando uno ha soltado la cruz, nada queda, todo se ha perdido, porque se ha soltado a Jesús, se ha perdido a Jesús.
[1] Desde hace algunos años, ofrezco una cruz a mis amigos como regalo de casamiento, proponiéndoles adoptar esta hermosa tradición para el intercambio de sus votos matrimoniales. ¡Qué bendición para estas jóvenes parejas que cuelgan la cruz de Cristo en sus hogares y la veneran! Cuando los crucifijos reaparezcan en nuestros hogares, el divorcio, con su seguidilla de estragos, desaparecerá poco a poco.