Amor y Enamoramiento: 'Patología' del Corazón
Alfredo Ortega-Trillo
La Cruz de California
El amor y el
enamoramiento a menudo se nos confunden. La única definición que tenemos del
amor es una tautología contundente y rotunda: "Dios es amor". Fuera de ella,
sólo podemos hablar del amor por sus efectos: el sacrificio de los "hombres
topo" en el terremoto de México, la madre que se quita el pan de la boca
para dárselo al hijo, el héroe de Nacozari que estalló el tren fuera del
pueblo, la anciana que cuida del marido desahuciado en un hospital.
Del enamoramiento, en cambio, podríamos construir un tratado con rigor
clínico. El enamoramiento es una patología del corazón bien conocida, que
embota los sentidos y hace perder el apetito y el sueño, entre otros
trastornos. Se conoce su etiología en hombres y mujeres y hasta la forma en
que pega según los cuatro temperamentos aristotélicos y sus 12
combinaciones. Pero lo más extraño de esta enfermedad que aqueja al 62.7% de
la población mundial es su condición siniestra de apoderarse de la voluntad
del enfermo quien, a diferencia del agripado que estornuda y se cubre la
boca con un pañuelo por consideración a los demás o por mera urbanidad,
insiste en contagiar a la persona amada. Pero aquí viene perfectamente al
calce el lugar común de la sabiduría de la naturaleza, la que se vale de un
misterioso mecanismo de defensa para impedir que la mayoría de los
enamorados contagien a los objetos de su enamoramiento, algo que nunca
comprendieron quienes ya se han pegado un tiro al no ser correspondidos.
Una notable diferencia Si los medios de comunicación tienen la culpa de casi
todos los males que afligen al mundo, no es ocioso endilgarles también la
culpa de esta confusión que existe entre enamoramiento y amor. Todos los
días nos bombardean con canciones, programas y películas de amores
equivocados, de cosas que no son amor sino deseo, necesidad, necedad y
tequieros tequileros. En el enamoramiento, cuando el amante dice al amado
"te quiero", es que está borracho de su propio sentimiento y en el fondo
sólo se está amando a sí mismo, usando el puente del otro. Decir "te quiero"
es cosificar a la otra persona y hacerla propiedad; decir "te quiero"
equivale a decir "te necesito", "me agarro a ti porque llenas mi vacío, mi
necesidad y apego". ¿No es esto en el fondo egoísmo y engaño?
Confundidos bajo el hechizo del enamoramiento que nos impele a buscar la
felicidad en otra persona es fácil equivocarnos. La felicidad y el amor no
son cosas que nadie nos pueda dar. Son bienes, como la fe en Dios, que sólo
pueden nacer y crecer dentro de nosotros.
Pero la naturaleza del amor es salir y no quedarse dentro del que ama. Si en
el enamoramiento el enamorado espera recibir la felicidad de otra persona;
en el amor la dirección lleva sentido contrario. Cuando se ama
verdaderamente el amante sólo desea salir de sí y dar su amor a la persona
amada sin esperar nada a cambio.