¿A qué hora deben volver por la noche los hijos?
Salvador Aragonés, aleteia.org
Cuando los hijos son adolescentes y buscan su propia autonomía, una de las
cuestiones que plantean es la hora de volver a casa por la noche, cuando a
divertirse los fines de semana. Hacer larga la noche es una debilidad, una
gran tentación para un adolescente –de entre 14 y 18 años-- que necesita
mantener una relación más profunda con sus amigos y amigas y encuentra que
no hay nada tan propicio como las horas nocturnas del fin de semana.
No entraremos a medir los temas de salud o psicológicos que originan el
dormir poco, no dormir o saltarse los biorritmos cambiando bruscamente las
horas de dormir de un día para otro. En este análisis utilizaremos solamente
la opinión que hemos consultado de expertos educadores de los más diversos
campos que van desde la educación familiar (Cursos de Orientación Familiar),
hasta psiquiatras e investigadores. Se ha hecho la misma pregunta a cada uno
de ellos y se ha pedido una respuesta muy sintética.
Veremos que los criterios no son únicos, aunque sacaremos después un
denominador común de sus respuestas.
1. El director del Instituto de Ciencias de la Familia de Navarra, Dr.
Javier Escrivá Ivars, valenciano, considera que los hijos adolescentes no
pueden irse a dormir después que sus padres, y por ello debería llegar a
casa los fines de semana a lo más tardar dos horas después que sus padres.
2. No obstante, el teólogo y profesor de Teología Moral, Dr. José María
Pardo señala que “ordinariamente” los adolescentes deberían volver antes de
las doce, lo que no quiere decir que, de modo extraordinario, algún día
pudieran llegar más tarde.
3. De análogo criterio es la profesora y doctora María Rosario Sádaba
Chalezquer, también madre de familia, quien considera que los menores de 18
años han de estar en casa para las 00:30. Y que los padres no lleguen
después.
4. La directora General en España de The Family Watch (Instituto
Internacional de Estudios para la Familia), afirma también que una hora
normal ha de ser las 12:00 de la medianoche.
5. La catedrática de Teoría de la Educación, Dra. Concepción Naval, gallega,
no quiso pone una hora fija. Dijo que “es una decisión de los padres”. La
hora por la hora, dijo, “no es lo importante”, sino que hay que hablarlo con
ellos y decidir la hora. “Una hora la tiene que haber”.
6. El doctor en psiquiatría y director clínico de Madrid, Francisco Javier
Schlatter, manifestó que el problema no es la hora. Los padres y sus hijos
adolescentes deben llegar a un acuerdo y que se cumpla la hora fijada.
7. Finalmente, Victoria Cardona, Maestra y Educadora Familiar, respondió que
lo importante no es la hora, pues más importante es saber dónde van, con
quién van, qué van a hacer, y en función de todo ello decidir la hora.
Ya se ve que no hay una única receta en cuanto a la hora, visto desde un
punto cuantitativo. Sin embargo, todos insisten en que los padres tienen que
tener la sartén por el mango en la hora de vuelta de los adolescentes a sus
casas y mantenerse despiertos para cuando regresen.
Los adolescentes se sienten más seguros si saben que sus padres siguen sus
pasos, pues en el fondo el adolescente se siente inseguro y el respaldo que
dan sus padres a lo que hacen les proporciona seguridad, un respaldo, un
acompañamiento, que no ha de confundirse con una vigilancia férrea, que hace
sentirse a los adolescentes “perseguidos por leyes inexplicadas”. Cuando los
hijos son adolescentes y buscan su propia autonomía, una de las cuestiones
que plantean es la hora de volver a casa por la noche, cuando a divertirse
los fines de semana. Hacer larga la noche es una debilidad, una gran
tentación para un adolescente –de entre 14 y 18 años-- que necesita mantener
una relación más profunda con sus amigos y amigas y encuentra que no hay
nada tan propicio como las horas nocturnas del fin de semana.
No entraremos a medir los temas de salud o psicológicos que originan el
dormir poco, no dormir o saltarse los biorritmos cambiando bruscamente las
horas de dormir de un día para otro. En este análisis utilizaremos solamente
la opinión que hemos consultado de expertos educadores de los más diversos
campos que van desde la educación familiar (Cursos de Orientación Familiar),
hasta psiquiatras e investigadores. Se ha hecho la misma pregunta a cada uno
de ellos y se ha pedido una respuesta muy sintética.
Veremos que los criterios no son únicos, aunque sacaremos después un
denominador común de sus respuestas.
1. El director del Instituto de Ciencias de la Familia de Navarra, Dr.
Javier Escrivá Ivars, valenciano, considera que los hijos adolescentes no
pueden irse a dormir después que sus padres, y por ello debería llegar a
casa los fines de semana a lo más tardar dos horas después que sus padres.
2. No obstante, el teólogo y profesor de Teología Moral, Dr. José María
Pardo señala que “ordinariamente” los adolescentes deberían volver antes de
las doce, lo que no quiere decir que, de modo extraordinario, algún día
pudieran llegar más tarde.
3. De análogo criterio es la profesora y doctora María Rosario Sádaba
Chalezquer, también madre de familia, quien considera que los menores de 18
años han de estar en casa para las 00:30. Y que los padres no lleguen
después.
4. La directora General en España de The Family Watch (Instituto
Internacional de Estudios para la Familia), afirma también que una hora
normal ha de ser las 12:00 de la medianoche.
5. La catedrática de Teoría de la Educación, Dra. Concepción Naval, gallega,
no quiso pone una hora fija. Dijo que “es una decisión de los padres”. La
hora por la hora, dijo, “no es lo importante”, sino que hay que hablarlo con
ellos y decidir la hora. “Una hora la tiene que haber”.
6. El doctor en psiquiatría y director clínico de Madrid, Francisco Javier
Schlatter, manifestó que el problema no es la hora. Los padres y sus hijos
adolescentes deben llegar a un acuerdo y que se cumpla la hora fijada.
7. Finalmente, Victoria Cardona, Maestra y Educadora Familiar, respondió que
lo importante no es la hora, pues más importante es saber dónde van, con
quién van, qué van a hacer, y en función de todo ello decidir la hora.
Ya se ve que no hay una única receta en cuanto a la hora, visto desde un
punto cuantitativo. Sin embargo, todos insisten en que los padres tienen que
tener la sartén por el mango en la hora de vuelta de los adolescentes a sus
casas y mantenerse despiertos para cuando regresen.
Los adolescentes se sienten más seguros si saben que sus padres siguen sus
pasos, pues en el fondo el adolescente se siente inseguro y el respaldo que
dan sus padres a lo que hacen les proporciona seguridad, un respaldo, un
acompañamiento, que no ha de confundirse con una vigilancia férrea, que hace
sentirse a los adolescentes “perseguidos por leyes inexplicadas”.