“¡Aquí me tienes, mándame a mí!” - Especial (parte 2)
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parte 1
Comic: Historia de la
JMJ
A cada día que pasa, nos damos más cuenta de los desafíos de estar delante
de las nuevas generaciones. Padres y educadores, enfrentan una realidad que
para muchos se convirtió en una gran carrera, para llegar al lenguaje que
llegue a los corazones y mentes de esta nueva generación. Como dice el
propio texto base de la Campaña de la Fraternidad: “Los diferentes segmentos
de la sociedad necesitan estar atentos a los rápidos cambios que surgen a
cada día”.
En este aspecto, la Iglesia no puede estar exenta, ella como madre y
maestra, debe acompañar los cambios que se nos exigen para presentar e
insertar el Evangelio a estos jóvenes, en estos nuevos areópagos. En su
misión, intenta hacer con que comprendan que el internet, más
específicamente las redes sociales, deben servir para evangelizar a todas
las personas, haciendo de este local un lugar de comunión.
Actualmente, el modo de vivir y de comunicar de nuestros jóvenes, desafía
los paradigmas y las estructuras actuales de comunicación de nuestro
ambiente eclesial. En esta gran misión de orientar y de sostener la
participación activa de nuestra juventud, nuestras parroquias necesitan
formar parte dentro de este proceso de inclusión digital, tanto en su vida
administrativa como en el seguimiento y el desarrollo pastoral, teniendo con
ellos una “actitud educativo-interactiva”, mostrando principalmente que son
llamados a vivir en este mundo digital con una ética “que considere a la
comunicación como espacio de relaciones y de cultivo de valores que
edifiquen la existencia y la sociedad.
Esos valores, harán posible una sociedad que sepa crear leyes y
oportunidades para hacer de la red un lugar seguro y sano, evitando crímenes
cibernéticos. De esta manera es indispensable la colaboración de la familia,
escuela, Iglesia y de las autoridades públicas.
Tal y como presentamos la semana pasada, los jóvenes de hoy se expresan, se
mueven y se articulan de manera bastante diferente de cómo lo hacían algunas
generaciones anteriores, obligándonos a un esfuerzo de comprensión de lo que
sucede en su medio. Estar “con las antenas puestas, antenados” a las
cualidades y riesgos que nuestros jóvenes corren con su exposición excesiva
al mundo virtual. Debemos presentarnos como sus guías, en los valores
familiares y éticos de una sociedad correcta y buena para todos.
El texto-base de la Campaña de la Fraternidad, nos dice que el ser humano no
nace listo; se crea y se recrea de acuerdo a aquello que vive durante su
vida. Eso nos muestra que las actitudes juveniles pueden ser reflejo de lo
que se vive en el medio familiar o escolar, reflejándolo de esa manera en
todas las áreas de su vida. “Si algunos jóvenes se comportan de manera
violenta, apática o desinteresada, eso refleja los contextos sociales
engendrados por las generaciones anteriores. Si nos alejamos de nuestros
jóvenes, ellos también se pueden distanciar de lo que nosotros cultivamos
como valores, principios, conquistas culturales y sociales”. Vemos que en
los últimos tiempos, pocos son los que se disponen a acompañar a los jóvenes
de manera sistemática.
Creemos que los jóvenes tienen una gran influencia en la sociedad actual,
por eso a los adultos les queda la tarea de aproximarse de ellos, y
establecer un diálogo amigable, ofreciendo consejos prudentes y una ayuda
válida. Así, de esta manera, los jóvenes podrán corresponder a la confianza
en los adultos, ya que aún estando inclinados hacia las innovaciones, podrán
apreciar el valor de las tradiciones loables.
En el Decreto Apostolicam Actuositatem – Sobre el Apostolado de los laicos,
del Concilio Vaticano II, los jóvenes son aquéllos que deben convertirse en
los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes, ejerciendo un apostolado
personal entre los de su generación, sus compañeros. Para eso, la necesidad
de la “madurez de la conciencia de la propia personalidad, impulsados por el
ardor de la vida y del dinamismo transbordante, asumen la responsabilidad,
propia, desean ser parte de la vida social y cultural: de este celo, si está
impregnado por el espíritu de Cristo, y animado por la obediencia y amor
hacia los pastores de la Iglesia, pueden esperar frutos abundantísimos”.
Actualmente vemos una apertura en la juventud hacia una relación radical con
lo sobrenatural. Por las características propias y el vigor juvenil, son
propensos a actitudes heroicas y a un virtuosismo religioso, una búsqueda
por la santidad y una lucha constante que los podría llevar a la capacidad
de morir por una causa. Y en medio de estas actividades religiosas, surgen
las actividades caritativas, de entretenimiento y de música, que los
conducen hacia una “identidad estable”, apartándolos de la violencia.
El texto base de la Campaña de la Fraternidad, nos muestra dos realidad, que
aún ante el dinamismo de los jóvenes, nos cuestionan: una gran parte de los
jóvenes que se limitan apenas a participar de las misas dominicales, una
presencia eclesial: y los muchos grupos de jóvenes que “no se identifican
con ninguna expresión asociativa actual, pero que permanecen en nuestros
ambientes”. Ante estas afirmaciones, tenemos que, mientras somos comunidad
organizada y estructurada, crear condiciones para que los jóvenes puedan
identificarse y sentirse atraídos a vivir de manera apasionante y orientada,
sus convicciones de fe. Donde a través de nuestros grupos de jóvenes, puedan
encontrarse ellos mismos y encontrar al otro, en Dios y en el prójimo.
El Papa Francisco invita a los jóvenes a preparase
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