LA LUZ DE LA INTELIGENCIA: 1. ¿Hay de verdad un Dios en el Cielo?
Cardenal Paul Poupard,
Presidente del Pontificio Consejo
para la Cultura
Quisiera comenzar haciendo referencia al libro del Papa Juan Pablo II,
Cruzando el umbral de la esperanza. El capítulo cuarto se titula: «¿Hay de
verdad un Dios en el Cielo?». El periodista que edita el libro, Vittorio
Messori, le pregunta al Papa: «Santidad, situándonos en una perspectiva sólo
humana... ¿puede el hombre, y cómo, llegar a la convicción de que Dios
verdaderamente existe?» (2).
La actualidad de la pregunta es innegable, y es muy interesante la respuesta
que da el Papa. Para el Santo Padre, ésta «no es sólo una cuestión que
afecte al intelecto; es, al mismo tiempo, una cuestión que abarca toda la
existencia humana..., más aún, es una cuestión del corazón humano (las
raisons du coeur de Blas Pascal)» (3). De todos modos, añade, el pensamiento
humano está en condiciones de decir algo válido sobre Dios, como recuerda la
Constitución conciliar Dei Verbum (4). A fin de cuentas, ya el Libro de la
Sabiduría y la Carta a los Romanos indican este camino. Por ello, el mismo
Santo Tomás no abandona la vía de los filósofos, sino que inicia la Summa
Theologiae (5) con la pregunta: An Deus sit? ¿Existe Dios?
Para el Papa, el intento filosófico de Santo Tomás es válido y hasta
provechoso. Lo defiende con las siguientes palabras: «Pienso que es injusto
considerar que la postura de Santo Tomás se agote en el solo ámbito
racional. Hay que dar la razón, es verdad, a Étienne Gilson cuando dice con
Tomás que el intelecto es la creación más maravillosa de Dios; pero eso no
significa en absoluto ceder a un racionalismo unilateral. Tomás es el
esclarecedor de toda la riqueza y complejidad de todo ser creado, y
especialmente del ser humano. No es justo que su pensamiento se haya
arrinconado en este período postconciliar; él realmente no ha dejado de ser
el maestro del universalismo filosófico y teológico. En este contexto deben
ser leídas sus quinque viae, es decir, las cinco vías que llevan a responder
a la pregunta An Deus sit?» (6).
Esta respuesta es rica y matizada. Pone de manifiesto el carácter vital de
la cuestión, y al mismo tiempo mantiene el valor que la tradición siempre le
ha reconocido al intelecto humano. Le reconoce la capacidad de llegar hasta
Dios, de llegar al Dios verdadero. Sin embargo, en el capítulo siguiente,
Messori, con la incisividad propia del periodista, "vuelve a la carga"
diciéndole al Papa: «Permítame una pequeña pausa. No discuto, es obvio,
sobre la validez filosófica, teorética, de todo lo que acaba de exponer;
pero ¿esta manera de argumentar tiene todavía un significado concreto para
el hombre de hoy? ¿Tiene sentido que se pregunte sobre Dios, Su existencia,
Su esencia?» (7).
Estas preguntas introducen maravillosamente nuestro tema. Lo que en ellas se
pone en cuestión es el alcance de la inteligencia humana, la capacidad de la
inteligencia humana de llegar a Dios. Y para ello se apela al «hombre de
hoy», un hombre que quizás no ve siquiera el sentido de trascender su
existencia concreta para elevarse hasta el conocimiento del Creador.
Notas
1. Conferencia pronunciada en la Universidad
Popular Autónoma del Estado de Puebla, Puebla de los Ángeles, México, el 15
de junio de 1998.
2. Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la
esperanza, Plaza & Janés, Barcelona 1994, p. 49.
3. Allí mismo, p. 52.
4. Ver Dei Verbum, 3.
5. Ver S.T., I, q. 2, a. 3.
6. Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la
esperanza, Plaza & Janés, Barcelona 1994, p. 52.
7. Allí mismo, p. 53.