Santo Cura de Ars: Sermones
Para leer su biografía descargando formato pdf: El Cura de Ars, sacerdote ejemplar y en formato doc
El santo Cura de Ars: Sermón sobre el Juicio Final
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL ORGULLO
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL PURGATORIO.
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL RESPETO HUMANO
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA LIMOSNA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA ORACIÓN
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA PENITENCIA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LAS TENTACIONES
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL MISTERIO DE LA NAVIDAD
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL APLAZAMIENTO DE LA CONVERSIÓN
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA COMUNION
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL PECADO RENUEVA LA PASIÓN DE JESUCRISTO
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA PERSEVERANCIA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre CORPUS CHRISTI
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA SANTA MISA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA ESPERANZA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA COMUNION
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA VIRTUD VERDADERA Y FALSA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LAS LÁGRIMAS DE JESUCRISTO
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL JUICIO TEMERARIO
El santo Cura de Ars: Sermón sobre EL PRIMER MANDAMIENTO DEL DECÁLOGO
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA HUMILDAD
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA PUREZA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA TIBIEZA
El santo Cura de Ars: Sermón sobre DEBERES DE LOS PADRES HACIA SUS HIJOS
El santo Cura de Ars: Sermón sobre LA RESTITUCIÓN
PRESENTACION
Quien siga la lectura de estos sermones que el Santo Cura de Ars
predicaba a sus rústicos feligreses, se verá arrastrado a tomar en serio
la tarea de su propia santificación. Reciedumbre, sinceridad y celo por
la salvación de las almas brotan de las Palabras de estos sermones
sumamente sencillos, pero de doctrina clara y penetrante en toda clase
de almas.
Nació Juan Bautista María Vianney en 1786, cerca de Lyon. Sus padres
eran modestos labriegos. Su niñez y su mocedad fueron sacudidas por las
convulsiones de la Revolución Francesa y los trasiegos militares de
Napoleón. Abandonó el ejército v no cejo hasta conseguir entrar en el
Seminario, adonde se veía llamado por Dios de manera inexcusable.
Sus biógrafos concuerdan en afirmar las dificultades que encontraba el
joven seminarista para asimilar las disciplinas de humanidades y de
teología. Superados con enorme esfuerzo los exámenes oportunos, fue
ordenado sacerdote y condujo a lo largo de cuarenta y dos años, la
parroquia del Pequeño Pueblo de Ars. Durante toda su vida de párroco
tuvo tal sentido de responsabilidad y tal celo por la salvación, de las
almas que, con la gracia de Dios, logró transformar su parroquia en un
modelo, quizá ninguna otra vez alcanzado.
Pero la actividad sacerdotal de Vianney no se limitó sólo a sus
feligreses.
Desde 1830 a 1859, en que murió, muchos miles de personas de diversa
condición, venidas de todos los rincones de Francia y aún de muchos
países de Europa y América, acudieron a su confesionario -casi nunca
vacante a ningún momento del día y de la noche- a abrir su alma a aquel
humilde sacerdote para obtener el perdón de sus pecados y la
rectificación de sus vidas. El Santo Cura de Ars había recibido de Dios,
indudablemente, la misión de purificar un elevadísimo número de
Pecadores.
Esa extraordinaria actividad de confesionario marca, precisamente, uno
de los rasgos más característicos de las características y de las
preocupaciones pastorales que se reflejan en los sermones del Santo.
Podemos decir que San Juan Bautista María Vianney se nos presenta como
el gran enemigo del pecado. Pocos santos han llegado a mostrar una
visión tan clara de la malicia del pecado y a concebir un horror tan
grande hacia él.
En otros eximios autores de espiritualidad cristiana vemos con
frecuencia la alusión a los consuelos y gozos del amor divino. En el
Cura de Ars en cambio, el acento está constantemente en la abominación
del ultraje hecho a Dios y a la persona del Salvador y a las horrorosas
consecuencias que el pecado produce en las almas. A veces, parece casi
ahogarse en el océano de miserias que sus oídos en las diarias y casi
interminables series de confesiones que escucha en su iglesia parroquial
de Ars.
Todo ello se refleja en sus sermones de modo evidente Y explica, en
parte, la personal dureza y la extremada penitencia con que el Santo
trata a su propio cuerpo: "Yo les doy (a los pecadores) una pequeña
penitencia y cumplo el resto en lugar de ellos", decía nuestro Santo en
cierta ocasión.
La doctrina de Vianney es clara y sencilla, como era su persona y como
corresponde a la generalidad de las almas a quienes iba dirigida, que
eran sus feligreses rurales. Su lema de fondo, patente: la conversión
del pecador, para que deje de ultrajar al Buen Dios y para que obtenga
de la misericordia divina la salvación de su alma. Con frecuencia, los
acentos son duros, pero llenos de caridad, en vivo diálogo con sus
oyentes, a los que conoce perfectamente y ante quienes llena la
autoridad de su verdadero padre y maestro, de su buen pastor. Es
innegable la singular fuerza de sus palabras para convertir a toda clase
de personas a una vida de santidad y arrepentimiento de sus pecados
pasados.
Los Sermones del Santo Cura de Ars, han sido conocidos por los lectores
de habla española merced, principalmente, a los tres tomos que,
traducidos por el docto canónigo don José María Llovera, publicó en
Barcelona, el año 1927, la editorial pontificia Eugenio Subirana.
Nuestra edición está constituida, precisamente por una selección hecha
sobre la mencionada publicación. Hemos de advertir que se han suprimido
algunas frases que nuestro autor repetía constantemente, como "¡Hermanos
míos!", etc., y las consiguientes exclamaciones ("¡Ah, Oh, Ay...!")
propias de la oratoria de su tiempo. La gran frecuencia con que estas
frases se repiten en el original era indudablemente acertado en el
estilo oratorio del Santo pero, para ser leídas, resultan en general
fastidiosas o extrañas a nuestro gusto literario actual. También se han
suprimido algunos párrafos a lo largo de muchos de los sermones, por
varias razones que se han juzgado oportunas y que, de haberlos dejado,
en muchos casos habría requerida prolijas aclaraciones.
José María C.