CAMINO DE PERFECCIÓN (2): Santa Teresa de Avila
Contenido
En que declara qué es oración mental.
NOTAS
Trata cómo se ha de rezar oración vocal con perfección, y cuán junta anda
con ella la mental.
En que declara qué es oración de recogimiento, y pónense algunos medios para
acostumbrarse a ella.
Prosigue en la misma materia. -Es muy bueno para después de haber recibido
el Santísimo Sacramento.
Acaba la materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno.
Trata de estas palabras del paternóster: «Dimitte nobis debita nostra».
Dice cómo procurando siempre andar en amor y temor de Dios, iremos seguras
entre tantas tentaciones.
Que habla del temor de Dios, y cómo nos hemos de guardar de pecados
veniales.
CAPÍTULO 22
En que declara
qué es oración mental.
1. Sabed, hijas, que no está la falta para ser o no ser
oración mental en tener cerrada la boca. Si hablando, estoy enteramente
entendiendo y viendo que hablo con Dios con más advertencia que en las
palabras que digo, junto está oración mental y vocal. Salvo si no os dicen
que estéis hablando con Dios rezando el Paternóster y pensando en el mundo;
aquí callo. Mas si habéis de estar, como es razón se esté, hablando con tan
gran Señor, que es bien estéis mirando con quién habláis y quién sois vos,
siquiera para hablar con crianza. Porque ¿cómo podéis llamar al rey Alteza,
ni saber las ceremonias que se hacen para hablar a un grande (1), si no
entendéis bien qué estado tiene y qué estado tenéis vos? Porque conforme a
esto se ha de hacer el acatamiento, y conforme al uso, porque aun esto es
menester también que sepáis. Si no, enviaros han para simple (2) y no
negociaréis cosa.
Pues ¿qué es esto, Señor mío? ¿Qué es esto, mi Emperador? ¿Cómo se puede
sufrir? Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis.
Cuando en el Credo se dice «vuestro reino no tiene fin», casi siempre me es
particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro
reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por
bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca.
2. ¿Qué es esto, cristianos, los que decís no es menester oración mental,
entendéisos? (3) Cierto, que pienso que no os entendéis, y así queréis
desatinemos todos: ni sabéis cuál es oración mental ni cómo se ha de rezar
la vocal ni qué es contemplación, porque si lo supieseis no condenaríais por
un cabo lo que alabáis por otro.
3. Yo he de poner siempre junta oración mental con la vocal, cuando se me
acordare, porque no os espanten, hijas; que yo sé en qué caen (4) estas
cosas, que he pasado algún trabajo en este caso, y así no querría que nadie
os trajese desasosegadas, que es cosa dañosa ir con miedo este camino.
Importa mucho entender que vais bien, porque en diciendo a algún caminante
que va errado y que ha perdido el camino, le hacen andar de un cabo a otro,
y todo lo que anda buscando por dónde ha de ir se cansa y gasta el tiempo y
llega más tarde.
¿Quién puede decir es mal, si comenzamos a rezar las Horas o el rosario, que
comience a pensar con quién va a hablar y quién es el que habla, para ver
cómo le ha de tratar? Pues yo os digo, hermanas, que si lo mucho que hay que
hacer en entender estos dos puntos se hiciese bien, que primero que
comencéis la oración vocal que vais a rezar, ocupéis harto tiempo en la
mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido
que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como quiera que
nos hablaren va bien (5).
4. Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé
hablar con él, no por eso me deja de oír ni me deja de llegar a sí ni me
echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la
condición de su Rey, que gusta más de estas groserías de un pastorcito
humilde que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y
letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad (6).
Así que no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Siquiera
para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es
bien que procuremos conocer su limpieza y quién es. Es verdad que se
entiende luego en llegando, como con los señores de acá, que con que nos
digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y el dictado (7),
no hay más que saber. Porque acá no se hace cuenta de las personas para
hacerlas honra, por mucho que merezcan, sino de las haciendas.
5. ¡Oh miserable mundo! Alabad mucho a Dios, hijas, que habéis dejado cosa
tan ruin, adonde no hacen caso de lo que ellos en sí tienen, sino de lo que
tienen sus renteros y vasallos; y si ellos faltan, luego falta de hacerle
honra. Cosa donosa es ésta para que os holguéis cuando hayáis todas de tomar
alguna recreación, que éste es buen pasatiempo, entender cuán ciegamente
pasan su tiempo los del mundo.
6. ¡Oh Emperador nuestro, sumo poder, suma bondad, la misma sabiduría, sin
principio, sin fin, sin haber término en vuestras obras, son infinitas, sin
poderse comprender, un piélago sin suelo de maravillas, una hermosura que
tiene en sí todas las hermosuras, la misma fortaleza! ¡Oh, válgame Dios!
¡quién tuviera aquí junta toda la elocuencia de los mortales, y sabiduría
para saber bien -como acá se puede saber, que todo es no saber nada, para
este caso- dar a entender alguna de las muchas cosas que podemos considerar
para conocer algo de quién es este Señor y bien nuestro!
7. Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o
con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de
entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan
delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón
será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro
Esposo y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener.
¡Oh, válgame Dios!, pues acá, cuando uno se casa, primero sabe con quién,
quién es y qué tiene. Nosotras, ya desposadas, antes de las bodas, que nos
ha de llevar a su casa, pues acá no quitan estos pensamientos a las que
están desposadas con los hombres (8), ¿por qué nos han de quitar que
procuremos entender quién es este hombre y quién es su Padre y qué tierra es
ésta adonde me ha de llevar y qué bienes son los que promete darme, qué
condición tiene, cómo podré contentarle mejor, en qué le haré placer, y
estudiar cómo haré mi condición que conforme con la suya? Pues si una mujer
ha de ser bien casada, no le avisan otra cosa sino que procure esto, aunque
sea hombre muy bajo su marido.
8. Pues, Esposo mío, ¿en todo han de hacer menos caso de
Vos que de los hombres? Si a ellos no les parece bien esto, dejen os
vuestras esposas, que han de hacer vida con Vos. Es verdad que es buena
vida. Si un esposo es tan celoso que quiere no trate con nadie su esposa,
¡linda cosa es que no piense en cómo le hará este placer y la razón que
tiene de sufrirle y de no querer que trate con otro, pues en él tiene todo
lo que puede querer!
Esta es oración mental, hijas mías, entender estas
verdades. Si queréis ir entendiendo esto y rezando vocalmente, muy
enhorabuena. No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que
esto hace no entender qué cosa es oración mental. Creo va dado a entender.
Plega al Señor lo sepamos obrar, amén (9).
NOTAS
1 Hablar un grande, escribió la Santa. Seguimos la
enmienda de Fray Luis de León (p. 128).
2 Por simple, decía la 1ª redacción, en la cual se lee a
continuación un episodio acaecido a la Santa durante su permanencia en el
palacio de Dña. Luisa de la Cerda (cf. Vida c. 34): Y más habréis menester
si no lo sabéis bien, de informaros y aun de deletrear lo que habéis de
decir. A mí me acaeció una vez; no tenía costumbre a hablar con señores, e
iba por cierta necesidad a tratar con una que había de llamar «señoría», y
es así que me lo mostraron deletreado. Yo como soy torpe y no lo había
usado, en llegando allá no lo acertaba bien. Acerté decirle lo que pasaba y
echarlo en risa, porque tuviese por bueno llamarla «merced»; y así lo hice.
3 La 1ª redacción proseguía: que querría dar voces y
disputar -con ser la que soy- con los que dicen que no es menester oración
mental.
4 En qué caen: en qué vienen a parar.
5 En la 1ª redacción: ... primero que comencéis la
oración vocal -que es rezar las horas o el rosario-, ocupéis hartas horas en
la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar con un príncipe como con un
labradorcillo o como con una pobre como nosotras, que no va más que nos
llamen tú que vos.
6 En la 1ª redacción escribió: gusta más de estas
groserías ... que de las 'teulogías' muy ordenadas, si no van con tanta
humildad.
7 Los cuentos de renta: millones de renta. -El dictado:
el título de dignidad al que correspondía el «tratamiento»: merced, señoría,
alteza, majestad...
8 Fray Luis en su edición (p. 132) creyó necesario
completar el original, redondeando el primer período: «pues acá cuando uno
se casa, primero sabe con quién... nosotras ya desposadas... no pensaremos
en nuestro esposo? -Su enmienda ha sido seguida por casi todos los editores,
a pesar de ser francamente superflua. Nótese el paralelo entre la 1ª
redacción: Pues acá, si uno se casa, primero sabe quién es y cómo y qué
tiene. Nosotras estamos desposadas y todas las almas por el bautismo. Antes
de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado -pues no quitan acá
estos pensamientos con los hombres- ¿por qué nos han de quitar que
entendamos nosotras quién es este hombre? -Para la recta inteligencia del
texto teresiano, téngase en cuenta su precisión lexical y el ceremonial
matrimonial de entonces: «desposados» y «esposos» eran los dos prometidos
después del «desposorio» y antes de las «bodas» o matrimonio, con el cual
pasaban a ser «casados». Ya antes de las «bodas» era de rito que el «esposo»
llevase la esposa a la propia casa, para completar las «vistas».
9 La 1ª redacción concluía así: No os espante nadie con
esos temores. Alabad a Dios, que es poderoso sobre todos y que no os lo
pueden quitar. Antes la que no pudiere rezar vocalmente con esta atención,
sepa que no hace lo que es obligada; y que lo está -si quiere rezar con
perfección- de procurarlo con todas sus fuerzas, so pena de no hacer lo que
debe a esposa de tan gran rey. -Suplicadle, hijas, me dé gracia para que lo
haga como os lo aconsejo, que me falta mucho. Su Majestad lo provea por
quien es.
CAPÍTULO 23
Trata de lo
que importa no tornar atrás quien ha comenzado camino de oración, y torna a
hablar de lo mucho que va en que sea con determinación.
1. Pues digo que va muy mucho en comenzar con gran
determinación, por tantas causas que sería alargarme mucho si las dijese.
Solas dos o tres os quiero, hermanas, decir: (1)
La una es que no es razón que a quien tanto nos ha dado y continuo da, que
una cosa que nos queremos determinar a darle, que es este cuidadito (no,)
cierto, sin interés, sino con tan grandes ganancias), no se lo dar con toda
determinación sino como quien presta una cosa para tornarla a tomar. Esto no
me parece a mí dar, antes siempre queda con algún disgusto a quien han
emprestado una cosa cuando se la tornan a tomar, en especial si la ha
menester y la tenía ya como por suya, o que si son amigos y a quien la
prestó debe muchas dadas sin ningún interés: con razón le parecerá poquedad
y muy poco amor, que aun una cosita suya no quiere dejar en su poder,
siquiera por señal de amor.
2. ¿Qué esposa hay que recibiendo muchas joyas de valor de su esposo no le
dé siquiera una sortija, no por lo que vale, que ya todo es suyo, sino por
prenda que será suya hasta que muera? Pues ¿qué menos merece este Señor,
para que burlemos de él, dando y tomando una nonada que le damos? Sino que
este poquito de tiempo que nos determinamos de darle de cuanto gastamos en
nosotros mismos y en quien no nos lo agradecerá, ya que aquel rato le
queremos dar, démosle libre el pensamiento y desocupado de otras cosas, y
con toda determinación de nunca jamás se le tornar a tomar, por trabajos que
por ello nos vengan, ni por contradicciones ni por sequedades; sino que ya
como cosa no mía tenga aquel tiempo y piense me le pueden pedir por justicia
cuando del todo no se le quisiere dar.
3. Llamo «del todo», porque no se entiende que dejarlo algún día, o algunos,
por ocupaciones justas o por cualquier indisposición, es tomársele ya. La
intención esté firme, que no es nada delicado mi Dios: no mira en
menudencias. Así tendrá qué os agradecer; es dar algo. Lo demás, bueno es a
quien no es franco, sino tan apretado que no tiene corazón para dar; harto
es que preste. En fin, haga algo, que todo lo toma en cuenta este Señor
nuestro; a todo hace como lo queremos. Para tomarnos cuenta no es nada
menudo, sino generoso; por grande que sea el alcance, tiene El en poco
perdonarle. Para pagarnos es tan mirado, que no hayáis miedo que un alzar de
ojos con acordarnos de El deje sin premio.
4. Otra causa (2) es porque el demonio no tiene tanta mano para tentar. Ha
gran miedo a ánimas determinadas, que tiene ya experiencia le hacen gran
daño, y cuanto él ordena para dañarlas, viene en provecho suyo y de los
otros y que sale él con pérdida. Y ya que no hemos nosotros de estar
descuidados ni confiar en esto, porque lo habemos con gente traidora, y a
los apercibidos no osan tanto acometer, porque es muy cobarde; mas si viese
descuido, haría gran daño. Y si conoce a uno por mudable y que no está firme
en el bien y con gran determinación de perseverar, no le dejará a sol ni a
sombra. Miedos le pondrá e inconvenientes que nunca acabe. Yo lo sé esto muy
bien por experiencia, y así lo he sabido decir, y digo que no sabe nadie lo
mucho que importa.
5. La otra cosa es -y que hace mucho al caso- que pelea con más ánimo. Ya
sabe que, venga lo que viniere, no ha de tornar atrás. Es como uno que está
en una batalla, que sabe, si le vencen, no le perdonarán la vida, y que ya
que no muere en la batalla ha de morir después; pelea con más determinación
y quiere vender bien su vida -como dicen- y no teme tanto los golpes, porque
lleva adelante lo que le importa la victoria y que le va la vida en vencer.
Es también necesario comenzar con seguridad de que, si no nos dejamos
vencer, saldremos con la empresa; esto sin ninguna duda, que por poca
ganancia que saquen, saldrán muy ricos. No hayáis miedo os deje morir de sed
el Señor que nos llama a que bebamos de esta fuente. Esto queda ya dicho
(3), y querríalo decir muchas veces, porque acobarda mucho a personas que
aún no conocen del todo la bondad del Señor por experiencia, aunque le
conocen por fe. Mas es gran cosa haber experimentado con la amistad y regalo
que trata a los que van por este camino, y cómo casi les hace toda la costa
(4).
6. Los que esto no han probado, no me maravillo quieran seguridad de algún
interés. Pues ya sabéis que es ciento por uno, aun en esta vida, y que dice
el Señor: «Pedid y daros han» (5). Si no creéis a Su Majestad en las partes
de su Evangelio que asegura esto, poco aprovecha, hermanas, que me quiebre
yo la cabeza a decirlo. Todavía digo que a quien tuviere alguna duda, que
poco se pierde en probarlo; que eso tiene bueno este viaje (6), que se da
más de lo que se pide ni acertaremos a desear. Esto es sin falta, yo lo sé.
Y a las de vosotras que lo sabéis por experiencia, por la bondad de Dios,
puedo presentar por testigos (7).
NOTAS
1 Dirá tres: nn. 1, 4, 5. -En la 1ª redacción alegaba la
razón de su brevedad: En otros libros están dichas.
2 Cf. la 1ª en el n. 1.
3 En el c. 19, n. 15.
4 Les hace toda la costa: paga los gastos.
5 Doble alusión a Mt 19, 29 y Lc 11, 9.
6 Este viaje: el camino de oración (cf. n. 5 fin).
7 La 1ª redacción concluía:
Esto es sin falta; yo sé que es así. Si no hallaren ser verdad, no me crean
cosa de cuantas os digo. Ya vosotras, hermanas, lo sabéis por experiencia y
os puedo presentar por testigos, por la bondad de Dios. Por las que vinieren
es bien esto que está dicho.
CAPÍTULO 24
Trata cómo se
ha de rezar oración vocal con perfección, y cuán junta anda con ella la
mental.
1. Ahora, pues, tornemos (1) a hablar con las almas que
he dicho que no se pueden recoger ni atar los entendimientos en oración
mental ni tener consideración. No nombremos aquí estas dos cosas, pues no
sois para ellas, que hay muchas personas en hecho de verdad que sólo el
nombre de oración mental o contemplación parece las atemoriza, [2] y porque
(2) si alguna viene a esta casa, que también, como he dicho, no van todos
por un camino.
Pues lo que quiero ahora aconsejaros (y) aun puedo decir
enseñaros, porque, como madre, con el oficio de priora que tengo, es lícito)
(3), cómo habéis de rezar vocalmente, porque es razón entendáis lo que
decís. Y porque quien no puede pensar en Dios puede ser que oraciones largas
también le cansen, tampoco me quiero entremeter en ellas, sino en las que
forzado habemos de rezar, pues somos cristianos, que es el Paternóster y
Avemaría; porque no puedan decir por nosotras que hablamos y no nos
entendemos, salvo si no nos parece basta irnos por la costumbre, con sólo
pronunciar las palabras, que esto basta. Si basta o no, en eso no me
entremeto, los letrados lo dirán (4). Lo que yo querría hiciésemos nosotras,
hijas, es que no nos contentemos con solo eso. Porque cuando digo «credo»,
razón me parece será que entienda y sepa lo que creo; y cuando «Padre
nuestro», amor será entender quién es este Padre nuestro y quién es el
maestro que nos enseñó esta oración.
3. Si queréis decir que ya os lo sabéis y que no hay para qué se os acuerde,
no tenéis razón; que mucho va de maestro a maestro, pues aun de los que acá
nos enseñan es gran desgracia no nos acordar; en especial, si son santos y
son maestros del alma, es imposible, si somos buenos discípulos (5). Pues de
tal maestro como quien nos enseñó esta oración y con tanto amor y deseo que
nos aprovechase, nunca Dios quiera que no nos acordemos de El muchas veces
cuando decimos la oración, aunque por ser flacos no sean todas.
4. Pues cuanto a lo primero, ya sabéis que enseña Su Majestad que sea a
solas; que así lo hacía El siempre que oraba (6), y no por su necesidad,
sino por nuestro enseñamiento. Ya esto dicho se está que no se sufre hablar
con Dios y con el mundo, que no es otra cosa estar rezando y escuchando por
otra parte lo que están hablando, o pensar en lo que se les ofrece sin más
irse a la mano; salvo si no es algunos tiempos que, o de malos humores -en
especial si es persona que tiene melancolía- o flaqueza de cabeza, que
aunque más lo procura no puede, o que permite Dios días de grandes
tempestades en sus siervos para más bien suyo, y aunque se afligen y
procuran quietarse, no pueden ni están en lo que dicen, aunque más hagan, ni
asienta en nada el entendimiento, sino que parece tiene frenesí, según anda
desbaratado.
5. Y en la pena que da a quien lo tiene, verá que no es a culpa suya. Y no
se fatigue, que es peor, ni se canse en poner seso a quien por entonces no
le tiene, que es su entendimiento, sino rece como pudiere; y aun no rece,
sino como enferma procure dar alivio a su alma: entienda en otra obra de
virtud.
Esto es ya para personas que traen cuidado de sí y tienen
entendido no han de hablar a Dios y al mundo junto.
Lo que podemos hacer nosotros es procurar estar a solas, y plega a Dios que
baste, como digo, para que entendamos con quién estamos y lo que nos
responde el Señor a nuestras peticiones. ¿Pensáis que está callado? Aunque
no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón.
Y bien es consideremos somos cada una de nosotras a quien
enseñó esta oración y que nos la está mostrando, pues nunca el maestro está
tan lejos del discípulo que sea menester dar voces, sino muy junto. Esto
quiero yo entendáis vosotras os conviene para rezar bien el Paternóster: no
se apartar de cabe el Maestro que os le mostró.
6. Diréis que ya esto es consideración, que no podéis ni aun queréis sino
rezar vocalmente; porque también hay personas mal sufridas y amigas de no se
dar pena, que como no lo tienen de costumbre, esla recoger el pensamiento al
principio; y por no cansarse un poco, dicen que no pueden más ni lo saben,
sino rezar vocalmente.
Tenéis razón en decir que ya es oración mental. Mas yo os
digo, cierto, que no sé cómo lo aparte (7), si ha de ser bien rezado lo
vocal y entendiendo con quién hablamos. Y aun es obligación que procuremos
rezar con advertencia. Y aun plega a Dios que con estos remedios vaya bien
rezado el Paternóster y no acabemos en otra cosa impertinente. Yo lo he
probado algunas veces, y el mejor remedio que hallo es procurar tener el
pensamiento en quien enderezó las palabras. Por eso tened paciencia y
procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria (8).
NOTAS
1 Cf. c. 19, n. 2 s, cuyo tema ahora reanuda; cf. además
el c. 21, n. 3.
2 Léase por (cf. Fr. Luis p. 139). -Como he dicho: cf. c.
17, n. 2; c. 20, n. 1 s; c. 19, n. 9.
3 Súplase es (cf. Fr. Luis p. 139: lo que ahora quiero
aconsejaros... es cómo habéis de rezar).
4 En la 1ª redacción escribió: si os basta o no, no me
entrometo. Eso es de letrados: ellos lo dirán a las personas que les diere
Dios luz para que se lo quieran preguntar. Y en los que no tienen nuestro
estado no me entremeto.
5 ... y si es maestro del alma y somos buenos discípulos,
es imposible [no nos acordar de él], sino tenerle mucho amor y aun honrarnos
de él y hablar en él muchas veces. -Así, en la 1ª redacción.
6 Doble alusión bíblica: a Mt 6, 6 y a Lc 6, 12 y 22, 41.
-En el ms. de Toledo la propia Autora enmendó esta afirmación demasiado
perentoria, así: que así lo hacía Su Majestad muchas veces. -Con las
palabras lo primero la Santa se refiere al «cómo habéis de rezar vocalmente,
que se propuso tratar en el n. 1-2: su plan abarca dos puntos: el 1o,
exponer la oración vocal en general; el 2o, cómo rezar en especial el
paternóster y avemaría. De hecho, sólo expondrá la oración dominical,
omitiendo el comentario a la salutación angélica (cf. c. 42, nota 7).
7 No sé cómo lo aparte: no sé cómo se pueda separar la
oración mental de la vocal.
8 La 1ª redacción concluía así: Por eso, tened paciencia,
que esto es menester para ser monjas y aun para rezar como buenos
cristianos, a mi parecer.
CAPÍTULO 25
En que dice lo
mucho que gana un alma que reza con perfección vocalmente, y cómo acaece
levantarla Dios de allí a cosas sobrenaturales.
1. Y porque no penséis se saca poca ganancia de rezar
vocalmente con perfección, os digo que es muy posible que estando rezando el
Paternóster os ponga el Señor en contemplación perfecta, o rezando otra
oración vocal; que por estas vías muestra Su Majestad que oye al que le
habla, y le habla su grandeza, suspendiéndole el entendimiento y atajándole
el pensamiento (1), y tomándole -como dicen- la palabra de la boca, que
aunque quiere no puede hablar si no es con mucha pena; [2] entiende que sin
ruido de palabras le está enseñando este Maestro divino, suspendiendo las
potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si obrasen.
Gozan sin entender cómo gozan. Está el alma abrasándose en amor y no
entiende cómo ama. Conoce que goza de lo que ama y no sabe cómo lo goza.
Bien entiende que no es gozo que alcanza el entendimiento a desearle.
Abrázale la voluntad sin entender cómo. Mas en pudiendo entender algo, ve
que no es éste bien que se puede merecer con todos los trabajos que se
pasasen juntos por ganarle en la tierra. Es don del Señor de ella y del
cielo, que en fin da como quien es.
Esta, hijas, es contemplación perfecta.
3. Ahora entenderéis la diferencia que hay de ella a la oración mental, que
es lo que queda dicho: (2) pensar y entender qué hablamos y con quién
hablamos y quién somos los que osamos hablar con tan gran Señor. Pensar esto
y otras cosas semejantes de lo poco que le hemos servido y lo mucho que
estamos obligados a servir es oración mental. No penséis es otra algarabía,
ni os espante el nombre. Rezar el Paternóster y Avemaría o lo que
quisiereis, es oración vocal.
Pues mirad qué mala música hará sin lo primero: (3) aun las palabras no irán
con concierto todas veces. En estas dos cosas (4) podemos algo nosotros, con
el favor de Dios; en la contemplación que ahora dije, ninguna cosa: Su
Majestad es el que todo lo hace, que es obra suya sobre nuestro natural.
4. Como está dado a entender esto de contemplación muy largamente, lo mejor
que yo lo supe declarar, en la relación que tengo dicho escribí para que
viesen mis confesores de mi vida (6) -que me lo mandaron-, no lo digo aquí
ni hago más de tocar en ello. Las que hubiereis sido tan dichosas que el
Señor os llegue a estado de contemplación, si le pudieseis haber, puntos
tiene y avisos que el Señor quiso acertase a decir, que os consolarían mucho
y aprovecharían, a mi parecer y al de algunos que le han visto, que le
tienen para hacer caso de él; que vergüenza es deciros yo que hagáis caso
del mío, y el Señor sabe la confusión con que escribo mucho de lo que
escribo. ¡Bendito sea que así me sufre! Las que -como digo- tuvieren oración
sobrenatural, procúrenle después de yo muerta; las que no, no hay para qué,
sino esforzarse a hacer lo que en éste va dicho, y deje al Señor, que es
quien lo ha de dar y no os lo negará si no os quedáis en el camino, sino que
os esforzáis hasta llegar a la fin (7)
NOTAS
1 Pensamiento, en la vaga acepción de «imaginación».
2 Queda dicho en el c. 22.
3 Sin lo primero: la oración vocal sin la mental.
4 En estas dos cosas: oración mental y vocal.
5 Al margen del autógrafo, uno de los censores anotó:
«contemplación»; pero sobrevino el segundo censor, tachó esta palabra y
enmendó el texto teresiano así: «en la contemplación que ahora dije, ninguna
cosa [podemos], si no es disponernos con la oración: Su Majestad es el que
ve lo hace, que es obra suya...».
6 La relación que tiene dicha (cf. prólogo n. 4) es el
libro de la Vida. Trató ampliamente de la contemplación en los cc. 14-21, y
en casi toda la tercera parte del libro, cc. 22-31. Cf. especialmente el c.
14, nn. 2 y 6; y c. 18, n. 14.
7 En la 1ª redacción varía todo este n.: ... como está
todo lo mejor dado a entender en el libro que digo tengo escrito, y así no
hay que tratar de ello particularmente aquí: allí dije lo que supe. Quien
llegare a haberle Dios llegado a este estado de contemplación de vosotras
-que, como dije, algunas estáis en él-, procuradle, que os importa mucho, de
que yo me muera. Las que no, no hay para qué; sino esforzarse a hacer lo que
en este libro va dicho, de ganar por cuantas vías pudiere y tener diligencia
que el Señor se lo dé con suplicárselo y ayudarse. Lo demás, el Señor mismo
lo ha de dar y no lo niega a nadie que llegue hasta el fin del camino
peleando como queda dicho.
CAPÍTULO 26
En que va
declarando el modo para recoger el pensamiento. -Pone medios para ello. -Es
capítulo muy provechoso para los que comienzan oración.
1. Ahora, pues, tornemos a nuestra oración vocal para que
se rece de manera que, sin entendernos, nos lo dé Dios todo junto, y para
-como he dicho- (1) rezar como es razón.
La examinación de la conciencia y decir la confesión y
santiguaros, ya se sabe ha de ser lo primero.
Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía. Pues ¿qué mejor que
la del mismo maestro que enseñó la oración que vais a rezar? Representad al
mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está enseñando.
Y creedme, mientras pudiereis no estéis sin tan buen amigo. Si os
acostumbráis a traerle cabe vos y El ve que lo hacéis con amor y que andáis
procurando contentarle, no le podréis -como dicen- echar de vos; no os
faltará para siempre; ayudaros ha en todos vuestros trabajos; tenerle heis
en todas partes: ¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?
2. ¡Oh hermanas, las que no podéis tener mucho discurso del entendimiento ni
podéis tener el pensamiento sin divertiros!, ¡acostumbraos, acostumbraos!
Mirad que sé yo que podéis hacer esto, porque pasé muchos años por este
trabajo de no poder sosegar el pensamiento en una cosa, y eslo muy grande.
Mas sé que no nos deja el Señor tan desiertos, que si llegamos con humildad
a pedírselo, no nos acompañe. Y si en un año no pudiéremos salir con ello,
sea en más. No nos duela el tiempo en cosa que tan bien se gasta. ¿Quién va
tras nosotros? Digo que esto, que puede acostumbrarse a ello, y trabajar
andar cabe este verdadero Maestro.
3. No os pido ahora que penséis en El ni que saquéis muchos conceptos ni que
hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os
pido más de que le miréis. Pues ¿quién os quita volver los ojos del alma,
aunque sea de presto si no podéis más, a este Señor? Pues podéis mirar cosas
muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar?
Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los ojos de vosotras. Haos sufrido
mil cosas feas y abominaciones contra El y no ha bastado para que os deje de
mirar, ¿y es mucho que, quitados los ojos de estas cosas exteriores, le
miréis algunas veces a El? Mirad que no está aguardando otra cosa, como dice
a la esposa, sino que le miremos (2). Como le quisiereis, le hallaréis.
Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya.
4. Así como dicen ha de hacer la mujer, para ser bien casada, con su marido,
que si está triste, se ha de mostrar ella triste y si está alegre, aunque
nunca lo esté, alegre (mirad) de qué sujeción os habéis librado, hermanas),
esto con verdad, sin fingimiento, hace el Señor con nosotros: que El se hace
el sujeto, y quiere seáis vos la señora, y andar El a vuestra voluntad. Si
estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar cómo salió del sepulcro
os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué hermosura! ¡Con qué majestad,
qué victorioso, qué alegre! Como quien tan bien salió de la batalla adonde
ha ganado un tan gran reino, que todo le quiere para vos, y a sí con él.
Pues ¿es mucho que a quien tanto os da volváis una vez los ojos a mirarle?
5. Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto: ¡qué
aflicción tan grande llevaba en su alma, pues con ser el mismo sufrimiento
la dice y se queja de ella! O miradle atado a la columna, lleno de dolores,
todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama; tanto padecer,
perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de
ellos, sin nadie que vuelva por El, helado de frío, puesto en tanta soledad,
que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz,
que aun no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El con unos ojos tan
hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar
los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y volváis la
cabeza a mirarle (3).
6. «¡Oh Señor del mundo, verdadero Esposo mío! -le podéis vos decir, si se
os ha enternecido el corazón de verle tal, que no sólo queráis mirarle, sino
que os holguéis de hablar con El, no oraciones compuestas, sino de la pena
de vuestro corazón, que las tiene El en muy mucho-, ¿tan necesitado estáis,
Señor mío y Bien mío, que queréis admitir una pobre compañía como la mía, y
veo en vuestro semblante que os habéis consolado conmigo? Pues ¿cómo, Señor,
es posible que os dejan solo los ángeles, y que aun no os consuela vuestro
Padre? Si es así, Señor, que todo lo queréis pasar por mí, ¿qué es esto que
yo paso por Vos? ¿De qué me quejo? Que ya he vergüenza, de que os he visto
tal, que quiero pasar, Señor, todos los trabajos que me vinieren y tenerlos
por gran bien por imitaros en algo. Juntos andemos, Señor. Por donde
fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis, tengo de pasar».
7. Tomad, hija, de aquella cruz. No se os dé nada de que os atropellen los
judíos, porque El no vaya con tanto trabajo. No hagáis caso de lo que os
dijeren. Haceos sorda a las murmuraciones. Tropezando, cayendo con vuestro
Esposo, no os apartéis de la cruz ni la dejéis. Mirad mucho el cansancio con
que va y las ventajas que hace su trabajo a los que vos padecéis, por
grandes que los queráis pintar. Y por mucho que los queráis sentir, saldréis
consolada de ellos, porque veréis son cosa de burla comparados a los del
Señor.
8. Diréis, hermanas, que cómo se podrá hacer esto, que si le vierais con los
ojos del cuerpo en el tiempo que Su Majestad andaba en el mundo, que lo
hicierais de buena gana y le mirarais siempre.
-No lo creáis, que quien ahora no se quiere hacer un poquito de fuerza a
recoger siquiera la vista para mirar dentro de sí a este Señor (que) lo
puede hacer sin peligro, sino con tantito cuidado), muy menos se pusiera al
pie de la cruz con la Magdalena, que veía la muerte al ojo. Mas ¡qué debía
pasar la gloriosa Virgen y esta bendita Santa! ¡Qué de amenazas, qué de
malas palabras y qué de encontrones, y qué descomedidas! Pues ¡con qué gente
lo habían tan cortesana! Sí, lo era del infierno, que eran ministros del
demonio. Por cierto que debía ser terrible cosa lo que pasaron; sino que,
con otro dolor mayor, no sentirían el suyo.
Así que, hermanas, no creáis erais para tan grandes trabajos, si no sois
para cosas tan pocas. Ejercitándoos en ellas, podéis venir a otras mayores
(8).
9. Lo que podéis hacer para ayuda de esto, procurad traer una imagen o
retrato de este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle en el seno y
nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con El, que El os dará qué le
decir. Como habláis con otras personas, ¿por qué os han más de faltar
palabras para hablar con Dios? No lo creáis; al menos yo no os creeré, si lo
usáis; porque si no, el no tratar con una persona causa extrañeza y no saber
cómo nos hablar con ella, que parece no la conocemos, y aun aunque sea
deudo, porque deudo y amistad se pierde con la falta de comunicación.
10. También es gran remedio tomar un libro de romance bueno, aun para
recoger el pensamiento, para venir a rezar bien vocalmente, y poquito a
poquito ir acostumbrando el alma con halagos y artificio para no la
amedrentar. Haced cuenta que ha muchos años que se ha ido de con su esposo,
y que hasta que quiera tornar a su casa es menester mucho saberlo negociar,
que así somos los pecadores: tenemos tan acostumbrada nuestra alma y
pensamiento a andar a su placer, o pesar, por mejor decir, que la triste
alma no se entiende, que para que torne a tomar amor a estar en su casa es
menester mucho artificio, y si no es así y poco a poco, nunca haremos nada.
Y tórnoos a certificar que si con cuidado os acostumbráis a lo que he dicho
(5), que sacaréis tan gran ganancia que, aunque yo os la quisiera decir, no
sabré. Pues juntaos cabe este buen Maestro, muy determinadas a deprender lo
que os enseña, y Su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas,
ni os dejará si no le dejáis. Mirad las palabras que dice aquella boca
divina, que en la primera entenderéis luego el amor que os tiene, que no es
pequeño bien y regalo del discípulo ver que su maestro le ama.
NOTAS
1 En el c. 24, n. 2.
2 Ct 2, 14.
3 Al margen del autógrafo escurialense escribió la Santa,
a modo de título del n. siguiente: exclamación.
4 En la 1ª redacción se lee: Y creed que digo verdad
-porque he pasado por ello-, que lo podréis hacer.
5 A lo que he dicho: en la 1ª redacción: ... a considerar
que traéis con vos a este Señor, y a hablar con El muchas veces...
CAPÍTULO 27
En que trata
el gran amor que nos mostró el Señor en las primeras palabras del
Paternóster, y lo mucho que importa no hacer caso ninguno del linaje las que
de veras quieren ser hijas de Dios.
1. «Padre nuestro que estás en los cielos» (1).
¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo
parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás! ¿No
fuera al fin de la oración esta merced, Señor, tan grande? En comenzando,
nos henchís las manos y hacéis tan gran merced que sería harto bien
henchirse el entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no pudiese
hablar palabra.
¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta! ¡Oh, con cuánta
razón se entraría el alma en sí para poder mejor subir sobre sí misma (2) a
que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar adonde dice que
está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas mías, que
tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después que
entendamos cuán grande es nos quedemos en la tierra.
2. ¡Oh Hijo de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la primera
palabra? Ya que os humilláis a Vos con extremo tan grande en juntaros con
nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y miserable, ¿cómo nos
dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues queréis que
nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar? (3) Obligáisle a
que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos ha de
sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos tornamos a El, como al hijo
pródigo hanos de perdonar (4), hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos
de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor
que todos los padres del mundo, porque en El no puede haber sino todo bien
cumplido (5), y después de todo esto hacernos participantes y herederos con
Vos.
3. Mirad, Señor mío, que ya que Vos, con el amor que nos tenéis y con
vuestra humildad, no se os ponga nada delante, en fin, Señor, estáis en la
tierra y vestido de ella, pues tenéis nuestra naturaleza, parece tenéis
causa alguna para mirar nuestro provecho; mas mirad que vuestro Padre está
en el cielo; Vos lo decís; es razón que miréis por su honra. Ya que estáis
Vos ofrecido (6) a ser deshonrado por nosotros, dejad a vuestro Padre libre;
no le obliguéis a tanto por gente tan ruin como yo, que le ha de dar tan
malas gracias (7).
4. ¡Oh buen Jesús, qué claro habéis mostrado ser una cosa con El (8), y que
vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! ¡Qué confesión tan clara,
Señor mío! ¡Qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis andado rodeando,
encubriendo al demonio que sois Hijo de Dios, y con el gran deseo que tenéis
de nuestro bien no se os pone cosa delante por hacernos tan grandísima
merced. ¿Quién la podía hacer sino Vos, Señor? Yo no sé cómo en esta palabra
no entendió el demonio quién erais, sin quedarle duda (9). Al menos bien
veo, mi Jesús, que habéis hablado, como Hijo regalado, por Vos y por
nosotros, y que sois poderoso para que se haga en el cielo lo que Vos decís
en la tierra. Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de
dar, que no se os pone cosa delante.
5. Pues ¿paréceos, hijas, que es buen maestro éste, pues para aficionarnos a
que deprendamos lo que nos enseña, comienza haciéndonos tan gran merced?
Pues ¿paréceos ahora que será razón que, aunque digamos vocalmente esta
palabra, dejemos de entender con el entendimiento, para que se haga pedazos
nuestro corazón con ver tal amor? Pues ¿qué hijo hay en el mundo que no
procure saber quién es su padre, cuando le tiene bueno y de tanta majestad y
señorío? Aun si no lo fuera, no me espantara no nos quisiéramos conocer por
sus hijos, porque anda el mundo tal que si el padre es más bajo del estado
en que está el hijo, no se tiene por honrado en conocerle por padre.
6. Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca plega a Dios haya acuerdo
de cosa de éstas, sería infierno; sino que la que fuere más, tome menos a su
padre en la boca. Todas han de ser iguales.
¡Oh Colegio de Cristo, que tenía más mando San Pedro con ser un pescador y
le quiso así el Señor, que San Bartolomé, que era hijo de rey! (10) Sabía Su
Majestad lo que había de pasar en el mundo sobre cuál era de mejor tierra,
que no es otra cosa sino debatir si será buena para adobes o para tapias
(11). ¡Válgame Dios, qué gran trabajo traemos! Dios os libre, hermanas, de
semejantes contiendas, aunque sea en burlas. Yo espero en Su Majestad que sí
hará. Cuando algo de esto en alguna hubiese, póngase luego remedio y ella
tema no sea estar Judas entre los Apóstoles; denla penitencias hasta que
entienda que aun tierra muy ruin no merecía ser (12).
Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús. No se conozca aquí otro padre
para tratar de él. Y procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalaros
con El, y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os echará de sí, si sois
buenas hijas. Pues ¿quién no procurará no perder tal Padre?
7. ¡Oh, válgame Dios!, y que hay aquí en qué os consolar, que por no me
alargar más lo quiero dejar a vuestros entendimientos; que por disparatado
que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el
Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo
amor, ya que no baste para esto tan gran interés.
NOTAS
1 Mt 24, 35.
2 Entrar en sí y subir sobre sí, eran expresiones
corrientes entre los espirituales contemporáneos y con significado más o
menos alambicado. Aquí la usa la Santa para designar con la primera la
acción de recogerse al interior, y con la segunda una elevación mística en
general. -En otras ocasiones critica ella misma la teoría del «subir sobre
sí» (cf. Vida c. 22, nn. 1, 4, 5, 7; y Moradas IV, c. 3, nn. 2 y 6).
3 Lc 24, 35.
4 Lc 15, 20.
5 En la 1ª redacción sigue insistiendo: hanos de regalar;
hanos de sustentar, que tiene con qué. -Siguen dos alusiones bíblicas a Ef
3, 15 y 2 Pt 1, 4.
6 Estar ofrecido: haber hecho una promesa o voto
personal, como un «romero» o peregrino; frase típica, tomada del lenguaje
popular.
7 ... y otros también hay que no se las dan buenas, añade
la 1ª redacción.
8 Alusiones a Jn 10, 30 y 8, 29.
9 Un censor tachó en el autógrafo esta afirmación de la
Santa, probablemente por escrúpulo teológico: la fe del diablo no pudo estar
exenta de dudas.
10 No sé dónde lo halló, anotó marginalmente uno de los
censores del autógrafo. -La Santa leyó esta peregrina noticia en el Flos
Sanctorum de su tiempo, que basados en la etimología de la palabra
(Bartolomaeus), hacían al Apóstol descendiente de los Ptolomeos.
11 Que no es otra cosa sino debatir ni será para bodoques
buena o para adobes, había escrito en la 1ª redacción. Bodoque era una
«pelotilla de barro que se tira con el arco o con la ballesta que llaman de
bodoque» (Cobarruvias). La Santa o quizá un corrector enmendó esa palabra
cambiándola en «lodo».
12 En la 1ª redacción: Y cuando algo de esto en alguna
hubiere, no la consintáis en casa, que es Judas entre los apóstoles. Haced
cuanto pudiéreis de libraros de tan mala compañía. Y si esto no podéis, más
graves penitencias que por otra cosa ninguna, hasta que conozca que aun
tierra muy ruin no merecía ser. Buen Padre os da el buen Jesús. No se
conozca aquí otro padre para tratar de él, si no fuere el que nos da vuestro
Esposo.
CAPÍTULO 28
En que declara
qué es oración de recogimiento, y pónense algunos medios para acostumbrarse
a ella.
1. Ahora mirad que dice vuestro Maestro: «Que estás en
los cielos».
¿Pensáis que importa poco saber qué cosa es cielo y
adónde se ha de buscar vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo que para
entendimientos derramados que importa mucho, no sólo creer esto, sino
procurarlo entender por experiencia. Porque es una de las cosas que ata
mucho el entendimiento y hace recoger el alma.
2. Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está
el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde está Dios, es el cielo.
Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad está toda la gloria.
Pues mirad que dice San Agustín que le buscaba en muchas partes y que le
vino a hallar dentro de sí mismo (1). ¿Pensáis que importa poco para un alma
derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su
Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con El, ni ha menester hablar a
voces? Por paso (2) que hable, está tan cerca que nos oirá. Ni ha menester
alas para ir a buscarle (3), sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí
y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a
padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para
ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija.
3. Se deje de unos encogimientos que tienen algunas personas y piensan es
humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey os hace una merced no
la toméis, sino tomarla y entender cuán sobrada os viene y holgaros con
ella. ¡Donosa humildad, que me tenga yo al Emperador del cielo y de la
tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse
conmigo, y que por humildad ni le quiera responder ni estarme con El ni
tomar lo que me da, sino que le deje solo. Y que estándome diciendo y
rogando le pida, por humildad me quede pobre, y aun le deje ir, de que ve
que no acabo de determinarme!
No os curéis, hijas, de estas humildades, sino tratad con El como con padre
y como con hermano y como con señor y como con esposo; a veces de una
manera, a veces de otra, que El os enseñará lo que habéis de hacer para
contentarle. Dejaos de ser bobas; pedidle la palabra, que vuestro Esposo es,
que os trate como a tal (4).
4. Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha más brevedad se
recoge el entendimiento, y es oración que trae consigo muchos bienes.
Llámase recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra
dentro de sí con su Dios, y viene con más brevedad a enseñarla su divino
Maestro y a darla oración de quietud, que de ninguna otra manera. Porque
allí metida consigo misma, puede pensar en la Pasión y representar allí al
Hijo y ofrecerle al Padre y no cansar el entendimiento andándole buscando en
el monte Calvario y al huerto y a la columna.
5. Las que de esta manera se pudieren encerrar en este cielo pequeño de
nuestra alma, adonde está el que le hizo, y la tierra (5), y acostumbrar a
no mirar ni estar adonde se distraigan estos sentidos exteriores, crea que
lleva excelente camino y que no dejará de llegar a beber el agua de la
fuente (6), porque camina mucho en poco tiempo. Es como el que va en una
nao, que con un poco de buen viento se pone en el fin de la jornada en pocos
días, y los que van por tierra tárdanse más (7).
6. Estos (8) están ya, como dicen, puestos en la mar; que, aunque del todo
no han dejado la tierra, por aquel rato hacen lo que pueden por librarse de
ella, recogiendo sus sentidos a sí mismos. Si es verdadero el recogimiento,
siéntese muy claro, porque hace alguna operación. No sé cómo lo dé a
entender. Quien lo tuviere, sí entenderá. Es que parece se levanta el alma
con el juego, que ya ve lo es las cosas del mundo (9). Alzase al mejor
tiempo y como quien se entra en un castillo fuerte para no temer los
contrarios: un retirarse los sentidos de estas cosas exteriores y darles de
tal manera de mano que, sin entenderse, se le cierran los ojos por no las
ver, porque más se despierte la vista a los del alma.
Así, quien va por este camino casi siempre que reza tiene cerrados los ojos,
y es admirable costumbre para muchas cosas, porque es un hacerse fuerza a no
mirar las de acá. Esto al principio, que después no es menester; mayor se la
hace cuando en aquel tiempo los abre. Parece que se entiende un fortalecerse
y esforzarse el alma a costa del cuerpo, y que le deja solo y desflaquecido,
y ella toma allí bastimento para contra él (10).
7. Y aunque al principio no se entienda esto, por no ser tanto -que hay más
y menos en este recogimiento-, si se acostumbra (aunque) al principio dé
trabajo, porque el cuerpo torna de su derecho (11), sin entender que él
mismo se corta la cabeza en no darse por vencido), si se usa algunos días y
nos hacemos esta fuerza, verse ha claro la ganancia y entenderán, en
comenzando a rezar, que se vienen las abejas a la colmena y se entran en
ella para labrar la miel, y esto sin cuidado nuestro; porque ha querido el
Señor que por el tiempo que le han tenido, se haya merecido estar el alma y
voluntad con este señorío, que en haciendo una seña no más de que se quiere
recoger, la obedezcan los sentidos y se recojan a ella. Y aunque después
tornen a salir, es gran cosa haberse ya rendido, porque salen como cautivos
y sujetos y no hacen el mal que antes pudieran hacer. Y en tornando a llamar
la voluntad, vienen con más presteza, hasta que a muchas entradas de éstas
quiere el Señor se queden ya del todo en contemplación perfecta.
8. Entiéndase mucho esto que queda dicho, porque, aunque parece oscuro, se
entenderá a quien quisiere obrarlo.
Así que caminan por mar; (12) y pues tanto nos va no ir
tan despacio, hablemos un poco de cómo nos acostumbraremos a tan buen modo
de proceder. Están más seguros de muchas ocasiones; pégase más presto el
fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el entendimiento,
como están cerca del mismo fuego, con una centellica que le toque se
abrasará todo. Como no hay embarazo de lo exterior, estáse sola el alma con
su Dios: hay gran aparejo para entenderse (13).
9. Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima
riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para tal
Señor; y que sois vos parte para que este edificio sea tal, como a la verdad
es así, que no hay edificio de tanta hermosura como una alma limpia y llena
de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen las piedras; y que en este
palacio está este gran Rey, que ha tenido por bien ser vuestro Padre; y que
está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón.
10. Parecerá esto al principio cosa impertinente -digo, hacer esta ficción
para darlo a entender- y podrá ser aproveche mucho, a vosotras en especial;
porque, como no tenemos letras las mujeres, todo esto es menester para que
entendamos con verdad que hay otra cosa más preciosa, sin ninguna
comparación, dentro de nosotras que lo que vemos por de fuera. No nos
imaginemos huecas en lo interior. Y plega a Dios sean solas mujeres las que
andan con este descuido; que tengo por imposible, si trajésemos cuidado de
acordarnos tenemos tal huésped dentro de nosotras, nos diésemos tanto a las
cosas del mundo, porque veríamos cuán bajas son para las que dentro
poseemos. Pues ¿qué más hace una alimaña que en viendo lo que le contenta a
la vista harta su hambre en la presa? Sí, que diferencia ha de haber de
ellas a nosotras.
11. Reiránse de mí, por ventura, y dirán que bien claro se está esto, y
tendrán razón; porque para mí fue oscuro algún tiempo. Bien entendía que
tenía alma; mas lo que merecía esta alma y quién estaba dentro de ella, si
yo no me tapara los ojos con las vanidades de la vida para verlo, no lo
entendía. Que, a mi parecer, si como ahora entiendo que en este palacio
pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces solo,
alguna me estuviera con El, y más procurara que no estuviera tan sucia. Mas
¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más
con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! (14) A la verdad, como
es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida.
12. Cuando un alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña para
tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que va ensanchándola
poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que ha de poner en ella.
Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de hacer
grande este palacio (15). Todo el punto está en que se le demos por suyo con
toda determinación, y le desembaracemos para que pueda poner y quitar como
en cosa propia. Y tiene razón Su Majestad, no se lo neguemos (16). Y como El
no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a Sí
del todo hasta que nos damos del todo.
Esto es cosa cierta y, porque importa tanto, os lo acuerdo tantas veces: ni
obra en el alma como cuando del todo sin embarazo es suya, ni sé cómo ha de
obrar; es amigo de todo concierto. Pues si el palacio henchimos de gente
baja y de baratijas, ¿cómo ha de caber el Señor con su corte? Harto hace de
estar un poquito entre tanto embarazo.
13. ¿Pensáis, hijas, que viene solo? ¿No veis que dice su Hijo: «que estás
en los cielos?». Pues un tal Rey, a osadas que no le dejen solo los
cortesanos, sino que están con El rogándole por nosotros todos para nuestro
provecho, porque están llenos de caridad. No penséis que es como acá, que si
un señor o prelado favorece a alguno por algunos fines, o porque quiere,
luego hay las envidias y el ser malquisto aquel pobre sin hacerles nada.
NOTAS
1 Alusión a los Soliloquios pseudoagustinianos, c. 31, o
a las Confesiones L. 10, c. 27. Cf. Vida c. 40, n. 6.
2 Por paso que hable: por muy bajo y suave que hable.
3 Alusión al Salmo 54, 7.
4 En la 1ª redacción: ... que os trate como tales. Mirad
que os va mucho tener entendida esta verdad: que está el Señor dentro de
nosotras, y que allí nos estemos con él.
5 Más claro en la 1ª redacción: ...cielo pequeño de
nuestra alma, adonde está el que hizo el cielo y la tierra.
6 Con el favor de Dios, añadió la Santa de su letra en el
ms. de Toledo.
7 A continuación se leía en la 1ª redacción: Es camino
del cielo; digo del cielo, que están metidos allí en el palacio del rey, no
están en la tierra, y más seguros de muchas ocasiones. En la 2ª redacción
desarrolló estos conceptos en los nn. 6, 7 y 8.
8 Estos: los que saben recogerse.
9 Se levanta con el juego: frase que ha dado lugar a
peregrinas interpretaciones. De por sí, significa apoderarse de lo ganado
(en el juego) y cesar de jugar. Este significado material parece ser exigido
por las dos alusiones siguientes: «alzarse al mejor tiempo» y «no temer a
los contrarios». Doctrinalmente, bajo la figura, quiere decir que el
recogimiento, por sí mismo, hace al alma dueña de la situación, la impulsa,
la «levanta». «Levantar» no tiene aquí significación mística por razón del
contexto. -El docto redactor o el amanuense del ms. de Toledo modificaron la
frase así: «es que parece se levanta el alma con el fuego; ya ve que lo es
las cosas de él»; la Santa no advirtió el truco, y se dejó llevar a la
corrección del propio texto así: «[fuego que ya] siente en sí de las cosas
del mundo». -En cambio, en el ms. de Madrid corrigió «fuego» en «juego».
10 Toma allí bastimento: se provee, toma
abastecimiento...
11 Torna por su derecho, decimos hoy.
12 Así que caminan por mar: alusión al principio del n.
6, refiriéndose a los que «saben recogerse».
13 También podría leerse encenderse siguiendo a fr. Luis
(p. 162) y la mayoría de los editores. Preferimos, sin embargo, entenderse
por ser lectura más probable del autógrafo, y por coincidir con la 1ª
redacción. En ésta añade: Yo querría que entendieseis muy bien esta manera
de orar, que -como he dicho-, se llama recogimiento.
14 Así quiso caber en el vientre de su sacratísima Madre.
Lo añade en la 1ª redacción.
15 Uno de los censores tachó -probablemente con cierta
displicencia de teólogo profesional-, toda esta bella digresión sobre la
inmensidad de Dios y su presencia en el alma (desde Más ¡qué cosa... hasta
todo él»).
16 Aun acá nos da pesadumbre huéspedes en casa, cuando no
podemos decirlos que se vayan. De la 1ª redacción.
CAPÍTULO 29
Prosigue en
dar medios para procurar esta oración de recogimiento. -Dice lo poco que se
nos ha de dar de ser favorecidas de los prelados.
1. Huid, por amor de Dios, hijas, de dárseos nada de
estos favores. Procure cada una hacer lo que debe, que si el prelado no se
lo agradeciere, segura puede estar lo pagará y agradecerá el Señor. Sí, que
no venimos aquí a buscar premio en esta vida. Siempre el pensamiento en lo
que dura, y de lo de acá ningún caso hagamos, que aun para lo que se vive no
es durable; que hoy está bien con la una; mañana, si ve una virtud más en
vos, estará mejor con vos, y si no, poco va en ello. No deis lugar a estos
pensamientos, que a las veces comienzan por poco y os pueden desasosegar
mucho, sino atajadlos con que no es acá vuestro reino y cuán presto tiene
todo fin.
2. Mas aun esto es bajo remedio, y no mucha perfección. Lo mejor es que
dure, y vos desfavorecida y abatida, y lo queráis estar por el Señor que
está con vos. Poned los ojos en vos y miraos interiormente, como queda
dicho; (1) hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará, antes mientras
menos consolación exterior, más regalo os hará. Es muy piadoso, y a personas
afligidas y desfavorecidas jamás falta, si confían en El solo. Así lo dice
David, que está el Señor con los afligidos (2). O creéis esto o no. Si lo
creéis, ¿de qué os matáis?
3. ¡Oh Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se nos daría nada de
nada, porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar de Vos! Creed,
amigas, que es gran cosa entender es verdad esto, para ver que los favores
de acá todos son mentira cuando desvían algo el alma de andar dentro de sí.
¡Oh, válgame Dios, quién os hiciese entender esto! No yo, por cierto. Sé que
con deber yo más que ninguno, no acabo de entenderlo como se ha de entender.
4. Pues tornando a lo que decía (3), quisiera yo saber declarar cómo está
esta compañía santa con nuestro acompañador, Santo de los Santos, sin
impedir a la soledad que ella y su Esposo tienen, cuando esta alma dentro de
sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios, y cierra la puerta tras sí a
todo lo del mundo. Digo «quiere», porque entended que esto no es cosa
sobrenatural (4), sino que está en nuestro querer y que podemos nosotros
hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni podemos de
nosotros tener un buen pensamiento. Porque esto no es silencio de las
potencias; es encerramiento de ellas en sí misma el alma.
5. Vase ganando esto de muchas maneras, como está escrito en algunos libros
(5), que nos hemos de desocupar de todo para llegarnos interiormente a Dios,
y aun en las mismas ocupaciones retirarnos a nosotros mismos. Aunque sea por
un momento solo, aquel acuerdo de que tengo compañía dentro de mí es gran
provecho. En fin, irnos acostumbrando a gustar de que no es menester dar
voces para hablarle, porque Su Majestad se dará a sentir cómo está allí.
6. De esta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente, y es quitarnos de
trabajo. Porque a poco tiempo que forcemos a nosotros mismos para estarnos
cerca de este Señor, nos entenderá por señas, de manera que si habíamos de
decir muchas veces el Paternóster, nos entenderá de una. Es muy amigo de
quitarnos de trabajo. Aunque en una hora no le digamos más de una vez, como
entendamos estamos con El y lo que le pedimos y la gana que tiene de darnos
y cuán de buena gana se está con nosotros, no es amigo de que nos quebremos
las cabezas hablándole mucho (6).
7. El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí
os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el
Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado tantos provechos de esta
costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar tanto.
Concluyo con que quien lo quisiere adquirir -pues, como
digo, está en nuestra mano-, no se canse de acostumbrarse a lo que queda
dicho (7), que es señorearse poco a poco de sí mismo, no se perdiendo en
balde; sino ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de sus sentidos para
lo interior. Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro
de sí mismo. Si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla.
En fin, traer cuenta que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena
compañía, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su Padre, que está
necesitada de él. Si pudiere, muchas veces en el día; si no, sea pocas. Como
lo acostumbrare, saldrá con ganancia, o presto o más tarde. Después que se
lo dé el Señor, no lo trocaría por ningún tesoro.
8. Pues nada se deprende sin un poco de trabajo, por amor de Dios, hermanas,
que deis por bien empleado el cuidado que en esto gastareis. Y yo sé que, si
le tenéis, en un año y quizá en medio, saldréis con ello, con el favor de
Dios. Mirad qué poco tiempo para tan gran ganancia como es hacer buen
fundamento para si quisiere el Señor levantaros a grandes cosas, que halle
en vos aparejo, hallándoos cerca de sí. Plega a Su Majestad no consienta nos
apartemos de su presencia, amén (8).
NOTAS
1 Queda dicho en el c. 28, n. 2.
2 Salmos 90, 15 y 33, 19. -En la redacción 1ª, la cita
era doble: así lo dice David «que nunca vio al justo desamparado» [36, 25],
y otra vez «que está el Señor con los afligidos» [34, 19].
3 Reanuda el tema del c. 28 (nn. 2 y 11-13).
4 Al margen del autógrafo se lee: «Quiere decir
sobrenatural lo que no está puesto en nuestro albedrío con los favores
ordinarios de Dios». Al final de la anotación se leen las iniciales: «f. D.
B.», que equivaldrían a «fray Domingo Báñez», pero que en realidad son un
amaño mal logrado. La anotación no es del ilustre dominico.
5 Probablemente alusión a B. de Laredo, Subida del Monte
Sión, P. I, cc. 10 y 22. -En la 1ª redacción desarrollaba extensamente este
pensamiento: está escrito en algunos libros [...] los que escriben oración
mental. Como yo no hablo sino en cómo ha de rezarse la vocal para ir bien
rezada, no hay para qué decir tanto; pues lo que pretendo sólo es para que
veamos y estemos con quien hablamos sin tenerle vueltas las espaldas, que no
me parece otra cosa estar hablando con Dios y pensando en mil vanidades. Y
viene todo el daño de no entender con verdad que está cerca, sino imaginarle
lejos. y ¿cuán lejos si le vamos a buscar al cielo! Pues ¿rostro es el
vuestro, Señor, para no mirarle estando tan cerca de nosotros? No parece que
nos oyen los hombres cuando hablamos, si no vemos que nos miran, y ¿cerramos
los ojos para no mirar que nos miráis Vos? ¿Cómo hemos de entender si habéis
oído lo que os decimos?
Sólo esto es lo que querría dar a entender: que para
irnos acostumbrando a con facilidad ir asegurando el entendimiento para
entender lo que habla y con quién habla, es menester recoger estos sentidos
exteriores a nosotros mismos y que les demos en qué se ocupar; pues es así
que tenemos el cielo dentro de nosotros, pues el Señor de él lo está.
6 El autógrafo de El Escorial prosigue: Por eso,
Hermanas, por amor del Señor, os acostumbréis a rezar con este recogimiento
el Paternóster y veréis la ganancia antes de mucho tiempo. Porque es modo de
orar que hace tan presto costumbre a no andar el alma perdida y las
potencias alborotadas como el tiempo os lo dirá; sólo os ruego lo probéis,
aunque os sea algún trabajo, que todo lo que no está en costumbre le da. Mas
yo os aseguro que antes de mucho os sea gran consuelo entender que sin
cansaros a buscar adonde está este santo Padre a quien pedís, le halléis
dentro de vos.
7 En el c. 28, n. 7.
8 En lugar de esta conclusión (nn. 7-8), la primera
redacción tenía un breve epílogo: Y por ventura todas os lo sabéis, mas
alguna vendrá que no lo sepa; por eso, no os pese de que lo haya aquí dicho.
-Ahora vengamos a entender cómo va adelante nuestro buen Maestro y comienza
a pedir a su santo Padre para nosotros, y qué pide, que es bien lo
entendamos.
CAPÍTULO 30
Dice lo que
importa entender lo que se pide en la oración. -Trata de estas palabras del
paternóster: «Sanctificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum». -Aplícalas a
oración de quietud y comiénzala a declarar (1).
1. ¿Quién hay, por disparatado que sea, que cuando pide a
una persona grave no lleva pensado cómo la pedir, para contentarle y no
serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha
de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos
nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudierais, Señor mío,
concluir con una palabra y decir: «dadnos, Padre, lo que nos conviene», pues
a quien tan bien lo entiende todo, no parece era menester más?
2. ¡Oh Sabiduría eterna! Para entre Vos y vuestro Padre esto bastaba, que
así lo pedisteis en el huerto; mostrasteis vuestra voluntad y temor, mas
dejásteisos en la suya (2). Mas a nosotros conocéisnos, Señor mío, que no
estamos tan rendidos como lo estabais Vos a la voluntad de vuestro Padre, y
que era menester pedir cosas señaladas para que nos detuviésemos en mirar si
nos está bien lo que pedimos, y si no, que no lo pidamos. Porque, según
somos, si no nos dan lo que queremos, con este libre albedrío que tenemos no
admitiremos lo que el Señor nos diere; porque, aunque sea lo mejor, como no
vemos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos.
3. ¡Oh, válgame Dios, qué hace tener tan dormida la fe para lo uno y lo
otro, que ni acabamos de entender cuán cierto tendremos el castigo ni cuán
cierto el premio! Por eso es bien, hijas, que entendáis lo que pedís en el
Paternóster, para que, si el Padre Eterno os lo diere, no se lo tornéis a
los ojos, y penséis muy bien si os está bien, y si no, no lo pidáis (3),
sino pedid que os dé Su Majestad luz; porque estamos ciegos y con hastío
para no poder comer los manjares que os han de dar vida, sino los que os han
de llevar a la muerte, y ¡qué muerte tan peligrosa y tan para siempre!
4. Pues dice el buen Jesús que digamos estas palabras en que pedimos que
venga en nosotros un tal reino: «Santificado sea tu nombre, venga en
nosotros tu reino» (4).
Ahora mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero
yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio
Su Majestad que no podíamos santificar ni alabar ni engrandecer ni
glorificar este nombre santo del Padre Eterno conforme a lo poquito que
podemos nosotros, de manera que se hiciese como es razón, si no nos proveía
Su Majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús lo uno cabe
lo otro, porque entendamos, hijas, esto que pedimos, y lo que nos importa
importunar por ello y hacer cuanto pudiéremos para contentar a quien nos lo
ha de dar. Os quiero decir aquí lo que yo entiendo. Si no os contentare,
pensad vosotras otras consideraciones, que licencia nos dará nuestro
Maestro, como en todo nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, y así lo hago
yo aquí (5).
5. Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo,
con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un
sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz
perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que
todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende
nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en
amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos acá,
aunque no en esta perfección, ni en un ser; (6) mas muy de otra manera le
amaríamos de lo que le amamos, si le conociésemos.
6. Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para pedir esta petición
y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino Maestro, pues tan
alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que no nos dice pidamos cosas
imposibles; que posible sería, con el favor de Dios, venir un alma puesta en
este destierro, aunque no en la perfección que están salidas de esta cárcel,
porque andamos en mar y vamos este camino; mas hay ratos que, de cansados de
andar, los pone el Señor en un sosiego de las potencias y quietud del alma,
que como por señas les da claro a entender a qué sabe lo que se da a los que
el Señor lleva a su reino. Y a los que se les da acá como le pedimos, les da
prendas para que por ellas tengan gran esperanza de ir a gozar perpetuamente
lo que acá les da a sorbos.
7. Si no dijeseis que trato de contemplación, venía aquí bien en esta
petición hablar un poco de principio de pura contemplación, que los que la
tienen la llaman oración de quietud. Mas como digo trato de oración vocal,
parece no viene lo uno con lo otro a quien no lo supiere, y yo sé que viene.
Perdonadme que lo quiero decir, porque sé que muchas personas, rezando
vocalmente -como ya queda dicho- (7) las levanta Dios, sin entender ellas
cómo, a subida contemplación. Conozco una persona (8) que nunca pudo tener
sino oración vocal, y asida a ésta lo tenía todo. Y si no rezaba, íbasele el
entendimiento tan perdido que no lo podía sufrir. Mas ¡tal tengamos todas la
mental! En ciertos Paternostres que rezaba a las veces que el Señor derramó
sangre, se estaba -y en poco más rezado- algunas horas. Vino una vez a mí
muy congojada, que no sabía tener oración mental ni podía contemplar, sino
rezar vocalmente. Preguntéle qué rezaba; y vi que, asida al Paternóster,
tenía pura contemplación y la levantaba el Señor a juntarla consigo en
unión; y bien se parecía en sus obras recibir tan grandes mercedes, porque
gastaba muy bien su vida. Así, alabé al Señor y hube envidia a su oración
vocal.
Si esto es verdad -como lo es-, no penséis los que sois
enemigos de contemplativos que estáis libres de serlo, si las oraciones
vocales rezáis como se han de rezar, teniendo limpia conciencia (9).
NOTAS
1 La Santa escribió su latín así: santificetur nomen tuun
adveniad renuun [reunun] tuun.
2 Mt 26, 39.
3 Sino advirtiendo que ha de ser conforme a la voluntad
de Dios, como se pide en esta oración; añadido por la Santa al margen del
ms. de Toledo.
4 Mt 6, 9-10.
5 La 1ª redacción era más espontánea y confidencial: ...
nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, como lo hago yo siempre (y aun esto
no os daré a leer hasta que lo vean personas que lo entiendan); al menos si
no lo fuere [acertado] no va con malicia, sino con no saber más. -Es
interesante notar que también esta vez, al revisar el texto, la Santa añadió
respetuosamente: «la santa romana Iglesia».
6 Ni en un ser: es decir, ni con estabilidad.
7 Lo ha dicho en el c. 25, n. 1.
8 Por esto pongo tanto, hijas, en que recéis bien las
oraciones vocales (1ª redacción). -También el pasaje que sigue era más
concreto en la 1ª redacción: esa persona era una monja; rezando el
Paternóster en honor de las veces que el Señor derramó su sangre se estaba
dos o tres horas; era ya vieja y había gastado su vida harto bien y
religiosamente.
9 En la 1ª redacción concluía: Así que todavía lo habré
de decir. Quien no lo quisiere oír, pase adelante.
CAPÍTULO 31
Que prosigue
en la misma materia. -Declara qué es oración de quietud. -Pone algunos
avisos para los que la tienen. -Es mucho de notar.
1. Pues todavía quiero, hijas, declarar -como lo he oído
platicar, o el Señor ha querido dármelo a entender, por ventura para que os
lo diga- esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor,
como he dicho (1), a dar a entender que oye nuestra petición y comienza ya a
darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su
nombre y procuremos lo hagan todos.
2. Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros (2) por
diligencias que hagamos. Porque es un ponerse el alma en paz, o ponerla el
Señor con su presencia, por mejor decir, como hizo al junto Simeón, porque
todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera
de entender con los sentidos exteriores, que está ya junto cabe su Dios, que
con poquito más llegará a estar hecha una misma cosa con El por unión. Esto
no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el
justo Simeón más del glorioso Niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto
y la poca gente con El que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por
hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; (3) mas dióselo el
mismo Niño a entender. Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa
claridad; porque aun ella no entiende cómo lo entiende, más de que se ve en
el reino, al menos cabe el Rey que se le ha de dar, y parece que la misma
alma está con acatamiento aun para no osar pedir. Es como un amortecimiento
interior y exteriormente, que no querría el hombre exterior (digo) el
cuerpo, porque mejor me entendáis) (4), que no se querría bullir, sino como
quien ha llegado casi al fin del camino descansa para poder mejor tornar a
caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello.
3. Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma
(5). Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin beber está
ya harta. No le parece hay más que desear. Las potencias sosegadas, que no
querrían bullirse, todo parece le estorba a amar, aunque no tan perdidas,
porque pueden pensar en cabe quién están, que las dos están libres. La
voluntad es aquí la cautiva, y si alguna pena puede tener estando así es de
ver que ha de tornar a tener libertad. El entendimiento no querría entender
más de una cosa, ni la memoria ocuparse en más. Aquí ven que ésta sola es
necesaria y todas las demás la turban. El cuerpo no querrían se menease,
porque les parece han de perder aquella paz, y así no se osan bullir. Dales
pena el hablar; en decir «Padre nuestro» una vez, se les pasará una hora.
Están tan cerca, que ven que se entienden por señas. Están en el palacio
cabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí su reino. No parece están
en el mundo ni le querrían ver ni oír, sino a su Dios. No les da pena nada,
ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura, con la satisfacción y
deleite que en sí tienen, están tan embebidas y absortas, que no se acuerdan
que hay más que desear, sino que de buena gana dirían con San Pedro: «Señor,
hagamos aquí tres moradas» (6).
4. Algunas veces en esta oración de quietud hace Dios otra merced bien
dificultosa de entender si no hay gran experiencia; mas si hay alguna, luego
lo entenderéis la que la tuviere, y daros ha mucha consolación saber qué es,
y creo muchas veces hace Dios esta merced junto con estotra. Cuando es
grande y por mucho tiempo esta quietud, paréceme a mí que si la voluntad no
estuviese asida a algo, que no podría durar tanto en aquella paz; porque
acaece andar un día o dos que nos vemos con esta satisfacción y no nos
entendemos -digo los que la tienen- y verdaderamente ven que no están
enteros en lo que hacen, sino que les falta lo mejor, que es la voluntad,
que, a mi parecer, está unida con su Dios y deja las otras potencias libres
para que entiendan en cosas de su servicio. Y para esto tienen entonces
mucha más habilidad; mas para tratar cosas del mundo están torpes y como
embobados a veces.
5. Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque vida activa y
contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor juntamente; porque
la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su contemplación; las
otras dos potencias sirven en lo que Marta; así que ella y María andan
juntas.
Yo sé de una persona que la ponía el Señor aquí muchas
veces, y no se sabía entender, y preguntólo a un gran contemplativo (7), y
dijo que era muy posible, que a él le acaecía. Así que pienso que, pues el
alma está tan satisfecha en esta oración de quietud, que lo más continuo
debe estar unida la potencia de la voluntad con el que solo puede
satisfacerla.
6. Paréceme será bien dar aquí algunos avisos para las que de vosotras,
hermanas, el Señor ha llegado aquí por sola su bondad, que sé que son
algunas.
El primero es, que como se ven en aquel contento y no saben cómo les vino,
al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar, dales esta tentación:
que les parece podrán detenerle, y aun resolgar no querrían. Y es bobería,
que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco podemos que deje de
anochecer. No es ya obra nuestra, que es sobrenatural y cosa muy sin poderla
nosotros adquirir. Con lo que más detendremos (8) esta merced, es con
entender claro que no podemos quitar ni poner en ella, sino recibirla como
indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas no con muchas
palabras, sino con un alzar los ojos con el publicano (9).
7. Bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y dejar a Su
Majestad que obre como en cosa suya; y cuanto más, una palabra de rato en
rato, suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viere que se ha
muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve de más de
matarla, a mi parecer. Digo que sea suave el soplo, porque por concertar
muchas palabras con el entendimiento no ocupe la voluntad.
8. Y notad mucho, amigas, este aviso que ahora quiero decir, porque os
veréis muchas veces que no os podáis valer con esotras dos potencias: (10)
que acaece estar el alma con grandísima quietud, y andar el entendimiento
tan remontado, que no parece es en su casa aquello que pasa; y así lo parece
entonces que no está sino como en casa ajena por huésped y buscando otras
posadas adonde estar, que aquélla no le contenta, porque sabe poco estar en
un ser. Por ventura es sólo el mío, y no deben ser así otros. Conmigo hablo,
que algunas veces me deseo morir, de que no puedo remediar esta variedad del
entendimiento. Otras parece hace asiento en su casa y acompaña a la
voluntad, que cuando todas tres potencias se conciertan, es una gloria. Como
dos casados, que si se aman, que el uno quiere lo que el otro; mas si uno es
malcasado, ya se ve el desasosiego que da a su mujer. Así que la voluntad,
cuando se ve en esta quietud, no haga caso del entendimiento más que de un
loco; (11) porque si le quiere traer consigo, forzado se ha de ocupar e
inquietar algo. Y en este punto de oración todo será trabajar y no ganar
más, sino perder lo que le da el Señor sin ningún trabajo suyo.
9. Y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadra mucho: (12)
está el alma como un niño que aún mama cuando está a los pechos de su madre,
y ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca por regalarle. Así es
acá, que sin trabajo del entendimiento está amando la voluntad, y quiere el
Señor que, sin pensarlo, entienda que está con El y que sólo trague la leche
que Su Majestad le pone en la boca y goce de aquella suavidad; que conozca
le está el Señor haciendo aquella merced y se goce de gozarla; mas no que
quiera entender cómo la goza y qué es lo que goza, sino descuídese entonces
de sí, que quien está cabe ella no se descuidará de ver lo que le conviene.
Porque si va a pelear con el entendimiento para darle parte trayéndole
consigo, no puede a todo; forzado dejará caer la leche de la boca y pierde
aquel mantenimiento divino.
10. En esto diferencia esta oración de cuando está toda el alma unida con
Dios: (13) porque entonces aun sólo este tragar el mantenimiento no hace;
dentro de sí, sin entender cómo, le pone el Señor. Aquí parece que quiere
trabaje un poquito, aunque es con tanto descanso que casi no se siente.
Quien la atormenta es el entendimiento; lo que no hace cuando es unión de
todas tres potencias, porque las suspende el que las crió; porque con el
gozo que da, todas las ocupa sin saber ellas cómo ni poderlo entender.
Así que, como digo, en sintiendo en sí esta oración, que es un contento
quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué es
señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los
contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos
de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en lo interior
de la voluntad -que otros contentos de la vida paréceme a mí que los goza lo
exterior de la voluntad, como la corteza de ella, digamos- ... Pues cuando
se viere en este tan subido grado de oración (que) es, como he dicho ya
(14), muy conocidamente sobrenatural), si el entendimiento -o pensamiento,
por más me declarar- a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él
y déjele para necio, y estése en su quietud, que él irá y vendrá; que aquí
es señora y poderosa la voluntad, ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si
quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra
él, que viene de comer y admitir aquel divino sustentamiento, y ni el uno ni
el otro ganarán nada, sino perderán entrambos. Dicen que quien mucho quiere
apretar junto, lo pierde todo; así me parece será aquí.
La experiencia dará esto a entender, que quien no la tuviere no me espanto
le parezca muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya he dicho (15), que
con poca que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de ello y alabará al
Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí.
11. Ahora, pues, concluyamos con que puesta el alma en esta oración, ya
parece le ha concedido el Padre Eterno su petición de darle acá su reino.
¡Oh dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin entenderlo! ¡Dichosa
manera de pedir! Por eso quiero yo, hermanas, que miremos cómo rezamos esta
oración del Paternóster y todas las demás vocales. Porque hecha Dios esta
merced (16), descuidarnos hemos de las cosas del mundo; porque llegando el
Señor de él, todo lo echa fuera. No digo que todos los que la tuvieren, por
fuerza estén desasidos del todo del mundo; al menos querría que entiendan lo
que les falta y se humillen y procuren irse desasiendo del todo, porque si
no, quedarse ha aquí. Y alma a quien Dios le da tales prendas es señal que
la quiere para mucho: si no es por su culpa, irá muy adelante. Mas si ve que
poniéndola el reino del cielo en su casa se torna a la tierra, no sólo no la
mostrará los secretos que hay en su reino, mas serán pocas veces las que le
haga este favor, y breve espacio.
12. Ya puede ser yo me engañe en esto, mas véolo y sé que pasa así, y tengo
para mí que por eso no hay muchos más espirituales; porque, como no
responden en los servicios conforme a tan gran merced, con no tornar a
aparejarse a recibirla, sino sacar al Señor de las manos la voluntad que ya
tiene por suya y ponerla en cosas bajas, vase a buscar adonde le quieran
para dar más, aunque no del todo quita lo dado cuando se vive con limpia
conciencia.
Mas hay personas, y yo he sido una de ellas, que está el Señor
enterneciéndolas y dándolas inspiraciones santas y luz de lo que es todo, y,
en fin, dándoles este reino y poniéndolos en esta oración de quietud, y
ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y de decir muchas
oraciones vocales muy apriesa, como quien quiere acabar su tarea, como
tienen ya por sí de decirlas cada día, que aunque, -como digo- les ponga el
Señor su reino en las manos, no lo admiten; sino que ellos con su rezar
piensan que hacen mejor, y se divierten (17).
13. Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso cuando el Señor os
hiciere esta merced. Mirad que perdéis un gran tesoro y que hacéis mucho más
con una palabra de cuando en cuando del Paternóster, que con decirle muchas
veces aprisa. Está muy junto a quien pedís, no os dejará de oír. Y creed que
aquí es el verdadero alabar y santificar de su nombre, porque ya, como cosa
de su casa, glorificáis al Señor y alabáisle con más afección y deseo, y
parece no podéis dejarle de servir (18).
NOTAS
1 En el c. 30, n. 6. -Al fin del número, la 1ª redacción
proseguía: ... y procuremos le alaben otros, aunque por tenerlo escrito en
otra parte -como he dicho- no me alargaré mucho en declararlo, diré algo.
2 En el autógrafo, un censor acotó al margen: «por
nuestra habilidad». -Es interesante notar que la propia Santa en el ms. de
Toledo tachó procurar y escribió de propia mano adquirir. -Sigue una alusión
al «nunc dimittis» (Lc 2, 29).
3 Mucho más tierna y plásticamente escribía en la 1ª
redacción: más pudiera juzgarle por romerito, hijo de padres pobres...
-Romerito: pequeño peregrino que va a la romería «con bordón y esclavina»
(así en tiempo de la Santa).
4 El paréntesis contenía en la 1ª redacción una deliciosa
ironía teresiana: digo el cuerpo, que alguna simplecita vendrá que no sepa
qué es interior y exterior.
5 Al margen del autógrafo escurialense escribió uno de
los censores: «divinamente declara esta oración de quietud... [el resto
tachado e ilegible]».
6 Mt 17, 4.
7 En el ms. de Toledo anotó la Santa: que era el P.
Francisco, de la Compañía de Jesús, que había sido duque de Gandía, y lo
sabía bien por experiencia. -Era San Francisco de Borja, y la persona que lo
consultó, la propia Santa Teresa. -Un corrector tachó el último miembro de
la anotación marginal autógrafa.
8 Detendremos, en la acepción de «retendremos».
9 Lc 18, 13.
10 Esotras dos potencias son el entendimiento y la
memoria. Ya otra vez las designó con esos términos genéricos en este mismo
capítulo (n. 5), por contraposición a la voluntad (nn. 3 y 4, única que
entra en estado de quietud». -El entendimiento tan remontado, de que hablará
en seguida, comprende en confuso a «entendimiento e imaginación». De hecho,
en el ms. de Toledo, la misma Santa escribió sobre la palabra
«entendimiento»: o imaginación. (Véase la nota que sigue).
11 En la 1ª redacción la Santa recalcó este consejo: y
nótese mucho este aviso, que importa. A su vez, al dar los últimos retoques
al texto en el ms. de Toledo, sobre la palabra «entendimiento» escribió: o
pensamiento o imaginación, que no sé lo que es. -Este titubeo entre
entendimiento y pensamiento e imaginación, le hizo introducir una acotación
similar al principio del presente número: andar el entendimiento «o
pensamiento» tan «remontado» (ms. de Toledo); y poco más adelante (n. 10):
quien la atormenta es el entendimiento -«o imaginación», vuelve a añadir la
Autora en el ms. toledano.
12 Prueba de la fruición con que escribió Santa Teresa
esta famosa «comparación» son los sucesivos retoques a que la sometió:
escribió en la 1ª redacción: Y advertid mucho a esta comparación que me puso
el Señor estando en esta oración, y cuádrame mucho. -En nuestro texto (2ª
redacción), la desarrolló ampliamente, pero omitiendo la alusión al origen
místico de la comparación. -En la redacción final (ms. de Toledo), el texto
quedó así: y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadrar [la
Santa tacha «mucho»] y que lo da a entender. -En el ms. de Salamanca quedan
huellas de otras elaboraciones del mismo pasaje. Dice así: Por esta
comparación se puede entender cómo es posible amar sin entender lo que se
ama ni qué se ama, que es dificultoso de entender. -Esa misma ampliación
había sido añadida al margen del autógrafo de Valladolid por uno de los
revisores del texto.
13 El sentido es: en esto se diferencia esta oración de
quietud, de la oración de unión. -La 1ª redacción añade: Quien tuviere esta
oración entenderá claro lo que digo, si lo mira con advertencia, después de
haber leído esto, y ¡mire que importa!; si no, parece algarabía.
14 Lo ha dicho en el n. 6. -Obsérvese de nuevo (cf. nota
al n. 8) la aclaración «o pensamiento, por más me declarar», que no existía
en la 1ª redacción. -Déjele para necio: equivale a «por necio» (cf. c. 22,
n. 1: enviaros han para simple).
15 Lo ha dicho en el n. 4. -Es interesante la variante de
la 1ª redacción: La experiencia dará esto a entender, que para entenderlo
sin que nos lo digan es menester mucha, y para hacerlo y entenderlo después
de leído, es menester poca.
16 ... hecha por Dios esta merced; hizo imprimir fr. Luis
de León (p. 185).
17 Se divierten, es decir, se distraen de la oración de
quietud.
18 La 1ª redacción terminaba inculcando: así que en esto
os aviso que tengáis mucho aviso, porque importa muy mucho.
CAPÍTULO 32
Que trata de
estas palabras del Paternóster: «Fiat voluntas tua sicut in coelo et in
terra», y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda
determinación, y cuán bien se lo paga el Señor (1).
1. Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y
enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que
acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos hermanos
suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre y qué le ofrece por nosotros y
qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos con algo tan grandes
mercedes. ¡Oh buen Jesús, que tampoco dais poco de nuestra parte como pedís
para nosotros! Dejado que ello en sí es nonada para adonde tanto se debe y
para tan gran Señor, mas cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada, y
que damos todo lo que podemos; si lo damos como lo decimos, digo.
2. «Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la
tierra» (2).
Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la
petición pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque,
cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas haciendo vuestro
Padre lo que Vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos
verdadero en dar lo que dais por nosotros; porque hecha la tierra cielo,
será posible hacerse en mí vuestra voluntad. Mas sin esto, y en tierra tan
ruin como la mía y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es
gran cosa lo que ofrecéis.
3. Cuando yo pienso esto, gusto de las personas que no osan pedir trabajos
al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego (3). No hablo en los
que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para sufrirlos; aunque
tengo para mí que quien les da amor para pedir este medio tan áspero para
mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los que por temor no
los piden de que luego se los han de dar (4), lo que dicen cuando suplican
al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por decir lo que
todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien. Mirad que parece
aquí el buen Jesús nuestro embajador y que ha querido intervenir entre
nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería razón que lo que
ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo digamos.
4. Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas: ello se ha de cumplir,
que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el cielo y en la tierra;
creedme, tomad mi parecer, y haced de la necesidad virtud. ¡Oh Señor mío,
qué gran regalo es éste para mí, que no dejaseis en querer tan ruin como el
mío el cumplirse vuestra voluntad! Bendito seáis por siempre y alaben os
todas las cosas. Sea glorificado vuestro nombre por siempre. ¡Buena
estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad
o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que no va libre de
interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello, la ganancia
que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran
ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor
en el Paternóster en esto que le ofrecemos!
5. Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar lo mucho que
ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo entendisteis. No
sea como algunas religiosas que no hacemos sino prometer, y como no lo
cumplimos, hay este reparo de decir que no se entendió lo que se prometía. Y
ya puede ser, porque decir que dejamos nuestra voluntad en otra parece muy
fácil, hasta que, probándose, se entiende es la cosa más recia que se puede
hacer, si se cumple como se ha de cumplir. Mas no todas veces nos llevan con
rigor los prelados de que nos ven flacos; y a las veces flacos y fuertes
llevan de una suerte. Acá no es así, que sabe el Señor lo que puede sufrir
cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir en él su voluntad
(5).
6. Pues quiéroos avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea
daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os
quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y quiéreoslo pagar bien,
pues os da su reino aún viviendo. ¿Queréis ver cómo se ha con los que de
veras le dicen esto? -Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando
la oración del Huerto (6). Como fue dicho con determinación y de toda
voluntad, mirad si la cumplió bien en El en lo que le dio de trabajos y
dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida
con muerte de cruz.
7. Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio; por donde se
entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en este mundo. Da
conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de estos dones más; a
los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada uno y el amor que
tiene a Su Majestad. A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho
por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida del poder
llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis,
procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor,
sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere. Porque si de otra manera
dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y rogar que la tomen, y
cuando extienden la mano para tomarla, tornarla Vos a guardar muy bien.
8. No son estas burlas para con quien le hicieron tantas por nosotros.
Aunque no hubiera otra cosa, no es razón burlemos ya tantas veces, que no
son pocas las que se lo decimos en el Paternóster. Démosle ya una vez la
joya del todo, de cuantas acometemos a dársela; es verdad que no nos da
primero, para que se la demos (7). Los del mundo harto harán si tienen de
verdad determinación de cumplirlo. Vosotras, hijas, diciendo y haciendo,
palabras y obras, como a la verdad parece hacemos los religiosos; sino que a
las veces no sólo acometemos a dar la joya, sino ponémossela en la mano, y
tornámossela a tomar. Somos francos de presto, y después tan escasos, que
valdría en parte más que nos hubiéramos detenido en el dar.
9. Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto
de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y
desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa,
no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro
estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este
servicio a su Eterno Padre. Porque nos disponemos para que con mucha
brevedad nos veamos acabado de andar el camino y bebiendo del agua viva de
la fuente que queda dicha (8). Porque sin dar nuestra voluntad del todo al
Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca deja
beber de ella.
Esto es contemplación perfecta, lo que me dijisteis os escribiese. [10] Y en
esto -como ya tengo escrito- (9) ninguna cosa hacemos de nuestra parte, ni
trabajamos, ni negociamos, ni es menester más, porque todo lo demás estorba
e impide de decir «fiat voluntas tua»: cúmplase, Señor, en mí vuestra
voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis. Si
queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y
enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro,
Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro Hijo dio en nombre
de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi parte; sino que me
hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo pueda hacer, pues él
me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra, conforme a vuestra
voluntad.
11. ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No puede menos, si va con
la determinación que ha de ir, de traer al Todopoderoso a ser uno con
nuestra bajeza y transformarnos en sí y hacer una unión del Criador con la
criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas y si tenéis buen Maestro, que,
como sabe por dónde ha de ganar la voluntad de su Padre, enséñanos a cómo y
con qué le hemos de servir.
12. Y mientras más se va entendiendo por las obras que no son palabras de
cumplimiento, más más nos llega el Señor a sí y la levanta de todas las
cosas de acá y de sí misma para habilitarla a recibir grandes mercedes, que
no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto le tiene, que ya
nosotros no sabemos qué nos pedir, y Su Majestad nunca se cansa de dar.
Porque no contento con tener hecha esta alma una cosa consigo por haberla ya
unido a sí mismo (10), comienza a regalarse con ella, a descubrirle
secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado y que conozca algo de
lo que la tiene por dar. Hácela ir perdiendo estos sentidos exteriores,
porque no se la ocupe nada. Esto es arrobamiento. Y comienza a tratar de
tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale la suya
con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad, que
manden a veces -como dicen- y cumplir El lo que ella le pide, como ella hace
lo que El la manda, y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere
y no deja de querer.
13. La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin
que se lo den. Y ésta es su mayor riqueza: quedar mientras más sirve, más
adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a tantos inconvenientes y
embarazos y atadura como trae el estar en la cárcel de este cuerpo, porque
querría pagar algo de lo que debe. Y es harto boba de fatigarse; porque,
aunque haga lo que es en sí, ¿qué podemos pagar los que, como digo, no
tenemos qué dar si no lo recibimos, sino conocernos, y esto que podemos, que
es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente? Todo lo demás, para el alma
que el Señor ha llegado aquí, le embaraza y hace daño y no provecho, porque
sola humildad es la que puede algo, y ésta no adquirida por el
entendimiento, sino con una clara verdad que comprende en un momento lo que
en mucho tiempo no pudiera alcanzar trabajando la imaginación, de lo muy
nonada que somos y lo muy mucho que es Dios (11).
14. Doos (12) un aviso: que no penséis por fuerza vuestra
ni diligencia llegar aquí, que es por demás; antes si teníais devoción,
quedaréis frías; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba
todo, decir: «fiat voluntas tua».
NOTAS
1 Fiad voluntas tua sicud yn çelo et yn terra, escribió
la Santa.
2 Mt 6, 10.
3 Y he topado algunos tan pusilánimes, que aun sin este
amparo de humildad, no tienen corazón para pedírselos [trabajos], que
piensan luego se los ha de dar; así la 1ª redacción.
4 Fray Luis (p. 188) ordenó así este pasaje: «querría
preguntar a los que por temor de que luego se los han de dar no los piden,
lo que dicen cuando suplican a el Señor cumpla su voluntad en ellos».
5 En lugar de este último pasaje, se leía en la 1ª
redacción: No sea como algunas monjas que no hacen sino prometer y, como no
cumplen nada, dicen que cuando hicieron profesión que no entendieron lo que
prometían. Así lo creo yo, porque es fácil de hablar y dificultoso de obrar;
y si pensaron que no era más lo uno que lo otro, cierto no lo entendieron.
Hacedlo entender a las que acá hicieren profesión, por larga prueba, no
piensen que ha de haber solas palabras, sino obras también. Así, quiero
entendáis con quién lo habéis -como dicen- y lo que ofrece por vos el buen
Jesús al Padre y lo que le dais vos cuando decís que se cumpla su voluntad
en vos, que no es otra cosa.
6 Mt 26, 39.
7 En la 1ª redacción quedaba claro el sentido de esta
última frase con la efusión lírica que lo seguía: ¡Oh, válgame Dios! ¡cómo
se le parece a mi buen Jesús que nos conoce! pues no dijo al principio
diésemos esta voluntad al Señor hasta que estuviésemos bien pagados de este
pequeño servicio, para con quien entiende la gran ganancia que en el mismo
servicio quiere el Señor ganemos; que aun en esta vida nos comienza a pagar,
como ahora diré...
8 En el c. 19.
9 Como ya tengo escrito: en el c. 19, n. 4, cf. nota. El
mismo censor que apostilló el pasaje del c. 19, escribió ahora al margen del
autógrafo: «que por nuestra industria y habilidad quisiéremos negociar
quietud».
10 Unido a sí mismo. En la 1ª redacción escribió:
convertido en sí. Uno de los censores tachó la frase, por demasiado atrevida
teológicamente, y la substituyó entre líneas con la otra que fue aceptada
por la Autora en la 2ª redacción.
11 En la 1ª redacción decía, en lugar de este último
párrafo: Porque -como he dicho- está ya escrito en otra parte cómo es esta
oración y lo que ha de hacer el alma entonces y cosas harto largamente
declaradas de lo que el alma siente aquí y en lo que se conoce ser Dios, no
hago más de tocar en estas cosas de oración para daros a entender cómo
habéis de rezar esta oración del paternóster. Sólo os doy un aviso...
12 Doos: os doy.
CAPÍTULO 33
En que trata
la gran necesidad que tenemos de que el Señor nos dé lo que pedimos en estas
palabras del Paternóster: «Panem nostrum quotidianum da nobis hodie» (1).
1. Pues entendiendo, como he dicho (2), el buen Jesús
cuán dificultosa cosa era ésta que ofrece por nosotros, conociendo nuestra
flaqueza y que muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la
voluntad del Señor -como somos flacos y El tan piadoso-, y que era menester
medio, porque dejar de dar lo dado vio que en ninguna manera nos conviene,
porque está en ello toda nuestra ganancia; (3) pues cumplirlo vio ser
dificultoso, porque decir a un regalado y rico que es la voluntad de Dios
que tenga cuenta con moderar su plato para que coman otros siquiera pan, que
mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto, sino a su
propósito; pues decir a un murmurador que es la voluntad de Dios querer
tanto para su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia ni basta
razón para que lo entienda; pues decir a un religioso que está mostrado a
libertad y a regalo, que ha de tener cuenta con que ha de dar ejemplo y que
mire que ya no son solas palabras con las que ha de cumplir cuando dice esta
palabra, sino que lo ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que
cumpla sus votos, y mire que si da escándalo que va muy contra ellos, aunque
no del todo los quebrante; que ha prometido pobreza, que la guarde sin
rodeos, que esto es lo que el Señor quiere; no hay remedio aun ahora de
quererlo algunos, ¿qué hiciera si el Señor no hiciera lo más con el remedio
que puso? No hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta palabra que por
nosotros dijo al Padre, de «fiat voluntas tua».
Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos
mostró el extremo de amor que nos tiene (4), y en su nombre y en el de sus
hermanos pidió esta petición: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy,
Señor».
Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide
nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y
tened en muy poco lo que habéis dado pues tanto habéis de recibir.
2. Paréceme ahora a mí -debajo de otro mejor parecer- que visto el buen
Jesús lo que había dado por nosotros y cómo nos importa tanto darlo y la
gran dificultad que había -como está dicho- (5) por ser nosotros tales y tan
inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era menester ver el
suyo para despertarnos, y no una vez, sino cada día, que aquí se debía
determinar de quedarse con nosotros. Y como era cosa tan grave y de tanta
importancia, quiso que viniese de la mano del Eterno Padre. Porque, aunque
son una misma cosa, y sabía que lo que El hiciese en la tierra lo haría Dios
en el cielo y lo tendría por bueno, pues su voluntad y la de su Padre era
una, era tanta la humildad del buen Jesús (6) que quiso como pedir licencia,
porque ya sabía era amado del Padre y que se deleitaba en El. Bien entendió
que pedía más en esto que ha pedido en lo demás, porque ya sabía la muerte
que le habían de dar, y las deshonras y afrentas que había de padecer.
3. Pues ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a su hijo, y tal
hijo, y parándole tal, quisiera consentir se quedara entre nosotros cada día
a padecer? -Por cierto, ninguno, Señor, sino el vuestro. Bien sabéis a quién
pedís.
¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aun no
me espanto tanto del buen Jesús, porque como había ya dicho «fiat voluntas
tua», habíalo de cumplir como quien es. ¡Sí, que no es como nosotros! Pues
como sabe la cumple con amarnos como a Sí, así andaba a buscar cómo cumplir
con mayor cumplimiento, aunque fuese a su costa, este mandamiento. Mas Vos,
Padre Eterno, ¿cómo lo consentisteis? ¿Por qué queréis cada día ver en tan
ruines manos a vuestro Hijo? Ya que una vez quisisteis lo estuviese y lo
consentisteis, ya veis cómo le pararon. ¿Cómo puede vuestra piedad cada día,
cada día, verle hacer injurias? ¡Y cuántas se deben hoy hacer a este
Santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le debe de ver el
Padre! ¡Qué de desacatos de estos herejes!
4. ¡Oh Señor eterno! ¿Cómo aceptáis tal petición? ¿Cómo lo consentís? No
miréis su amor, que a trueco de hacer cumplidamente vuestra voluntad y de
hacer por nosotros, se dejará cada día hacer pedazos. Es vuestro de mirar,
Señor mío, ya que a vuestro Hijo no se le pone cosa delante (7), por qué ha
de ser todo nuestro bien a su costa. ¿Porque calla a todo y no sabe hablar
por sí sino por nosotros? Pues ¿no ha de haber quien hable por este
amantísimo Cordero? (8)
He mirado yo cómo en esta petición sola duplica las palabras, porque dice
primero y pide que le deis este pan cada día, y torna a decir «dádnoslo hoy,
Señor». Pone también delante a su Padre. Es como decirle que ya una vez nos
le dio para que muriese por nosotros, que ya nuestro es, que no nos le torne
a quitar hasta que se acabe el mundo; que le deje servir cada día. Esto os
enternezca el corazón, hijas mías, para amar a vuestro Esposo, que no hay
esclavo que de buena gana diga que lo es, y que el buen Jesús parece se
honra de ello.
5. ¡Oh Padre Eterno! ¡Qué mucho merece esta humildad! ¿Con qué tesoro
compramos a vuestro Hijo? Venderle, ya sabemos que por treinta dineros; (9)
mas para comprarle no hay precio que baste. Como se hace aquí una cosa con
nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza y como señor de su
voluntad, lo acuerda a su Padre, que pues es suya, que nos la puede dar. Y
así dice: «pan nuestro». No hace diferencia de El a nosotros; mas hacémosla
nosotros de El, para no nos dar cada día por Su Majestad (10).
NOTAS
1 «Panen nostrun cotidiano da nobis odie», escribió la
Santa.
2 Como he dicho: ha sido el tema del c. anterior.
3 Este prolijo preámbulo tan teresiano y tan rebelde a
toda ley de puntuación, fue remediado por la Autora con una larga tacha y
nuevo fraseo, al preparar el texto definitivo (ms. de Toledo): pues
entendiendo el buen Jesús cuán dificultoso era esto que ofrece por nosotros,
conociendo nuestra miseria -que muchas veces hacemos entender que no
entendemos cuál es la voluntad del Señor, como somos flacos-, y que era
menester medio «para cumplirlo, pídenos al Padre Eterno remedio soberano
como este pan de cada día del Santísimo Sacramento, que da fuerza y
fortaleza». -La frase encomillada es autógrafa de la Santa. Con ella
formuló, desde el encabezamiento del capítulo su exégesis eucarística del
«panem nostrum». -Fray Luis de León arregló a su modo este pasaje (p. 196).
4 Alusión a la institución de la Eucaristía, Jn 13, 1.
5 En el c. 32.
6 Por escrúpulo teológico, el ya mencionado censor
advirtió al margen del autógrafo: «por la parte que era hombre».
7 El escrupuloso censor de otras veces sometió a dura
prueba el presente pasaje, tachando y marginando el autógrafo: «No miréis,
Hermanas, el amor de vuestro esposo, que a trueco de hacer cumplidamente la
voluntad del Padre y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer
pedazos. Vuestro era de mirar, oh Padre Eterno, por vuestro Hijo; no se le
pone cosa delante que le estorbe...». -Los cursivos corresponden a las
añadiduras del teólogo censor, y dan una idea del purismo y convencionalismo
teológicos con que chocó el ingenuo y diáfano pensar teresiano.
8 En la 1ª redacción, la Santa entraba en tierno monólogo
o plegaria al Padre: Dadme licencia, Señor, que hable yo, ya que vos
quisisteis dejarle en nuestro poder, y os suplique que pues tan de veras os
obedeció y con tanto amor se nos dio...
9 Alusión a Mt 26, 15.
10 En el ms. de Toledo la Santa rehizo así la frase
final: «pues no la hagamos nosotros, porque juntando nuestra oración con la
suya tendrá mérito delante de Dios para alcanzar lo que pidiéremos».
CAPÍTULO 34
Prosigue en la
misma materia. -Es muy bueno para después de haber recibido el Santísimo
Sacramento.
1. Pues en esta petición, «de cada día» parece que es
«para siempre». Estando yo pensando por qué después de haber dicho el Señor
«cada día», tornó a decir «dánoslo hoy, Señor» (1), ser nuestro cada día, me
parece a mí porque acá le poseemos en la tierra y le poseeremos también en
el cielo, si nos aprovechamos bien de su compañía, pues no se queda para
otra cosa con nosotros sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a
hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros.
2. El decir «hoy», me parece es para un día, que es mientras durare el
mundo, no más. ¡Y bien un día! Y para los desventurados que se condenan, que
no le gozarán en la otra, no es a su culpa (2) si se dejan vencer, que El no
los deja de animar hasta el fin de la batalla; no tendrán con qué se
disculpar ni quejarse del Padre porque se le tomó al mejor tiempo. Y así le
dice su Hijo que, pues no es más de un día, se le deje ya pasar en
servidumbre; que pues Su Majestad ya nos le dio y envió al mundo por sola su
voluntad, que El quiere ahora por la suya propia no desampararnos, sino
estarse aquí con nosotros para más gloria de sus amigos y pena de sus
enemigos; (3) que no pide más de «hoy», ahora nuevamente; que el habernos
dado este pan sacratísimo para siempre, cierto lo tenemos. Su Majestad nos
le dio -como he dicho- este mantenimiento y maná de la Humanidad, que le
hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de
hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma hallará en el
Santísimo Sacramento sabor y consolación (4). No hay necesidad ni trabajo ni
persecución que no sea fácil de pasar, si comenzamos a gustar de los suyos.
3. Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os deje «hoy» a
vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin El; que baste, para
templar tan gran contento, que quede tan disfrazado en estos accidentes de
pan y vino, que es harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni
otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé aparejo para
recibirle dignamente.
4. De otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os habéis dejado en
la voluntad de Dios; digo en estos tiempos de oración, que tratáis cosas más
importantes, que tiempos hay otros para que trabajéis y ganéis de comer (5).
Mas con el cuidado no curéis gastar en eso el pensamiento en ningún tiempo;
sino trabaje el cuerpo, que es bien procuréis sustentaros, y descanse el
alma. Dejad ese cuidado -como largamente queda dicho- (6) a vuestro Esposo,
que El le tendrá siempre.
5. Es como si entra un criado a servir; tiene cuenta con contentar a su
señor en todo. Mas él está obligado a dar de comer al siervo mientras está
en su casa y le sirve, salvo si no es tan pobre que no tiene para sí ni para
él. Acá cesa esto; siempre es y será rico y poderoso. Pues no sería bien
andar el criado pidiendo de comer, pues sabe tiene cuidado su amo de dárselo
y le ha de tener. Con razón le dirá que se ocupe él en servirle y en cómo le
contentar, que por andar ocupado el cuidado en lo que no le ha de tener no
hace cosa a derechas.
Así que, hermanas, tenga quien quisiere cuidado de pedir ese pan; nosotras
pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el nuestro pan celestial de
manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle por
estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a conocer, que
es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida (7).
6. ¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este santísimo
manjar, y gran medicina aun para los males corporales? Yo sé que lo es, y
conozco una persona de grandes enfermedades que, estando muchas veces con
graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo
(8). Esto muy ordinario, y de males muy conocidos que no se podían fingir, a
mi parecer. Y porque de las maravillas que hace este santísimo Pan en los
que dignamente le reciben son muy notorias, no digo muchas que pudiera decir
de esta persona que he dicho, que lo podía yo saber y sé que no es mentira.
Mas ésta habíala el Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas
personas decir que quisieran ser (9) en el tiempo que andaba Cristo nuestro
bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que, teniéndole tan
verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les
daba?
7. Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta,
cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos corporales
entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que, como creía
verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada, desocupábase de todas
las cosas exteriores cuanto le era posible, y entrábase con El (10).
Procuraba recoger los sentidos para que todos entendiesen tan gran bien,
digo, no embarazasen al alma para conocerle. Considerábase a sus pies y
lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con los ojos corporales le
viera en casa del fariseo. Y aunque no sintiese devoción, la fe la decía que
estaba bien allí.
8. Porque, si no nos queremos hacer bobos y cegar el entendimiento, no hay
que dudar; que esto no es representación de la imaginación, como cuando
consideramos al Señor en la cruz o en otros pasos de la Pasión, que le
representamos en nosotros mismos como pasó. Esto pasa ahora y es entera
verdad, y no hay para qué le ir a buscar en otra parte mas lejos; sino que,
pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del
pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a El. Pues, si
cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué
hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y
nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su
Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje.
9. Si os da pena no verle con los ojos corporales, mirad que no nos
conviene, que es otra cosa verle glorificado, o cuando andaba por el mundo;
no habría sujeto que lo sufriese, de nuestro flaco natural, ni habría mundo
ni quien quisiese parar en él; porque en ver esta verdad eterna, se vería
ser mentira y burla todas las cosas de que acá hacemos caso. Y viendo tan
gran majestad, ¿cómo osaría una pecadorcilla como yo, que tanto le ha
ofendido, estar tan cerca de El? Debajo de aquel pan (11) está tratable;
porque si el rey se disfraza no parece se nos daría nada de conversar sin
tantos miramientos y respetos con El; parece está obligado a sufrirlo, pues
se disfrazó. ¡Quién osara llegar con tanta tibieza, tan indignamente, con
tantas imperfecciones!
10. ¡Oh, cómo no sabemos lo que pedimos, y cómo lo miró mejor su sabiduría!
(12) Porque a los que ve se han de aprovechar de su presencia, El se les
descubre; que aunque no le vean con los ojos corporales, muchos modos tiene
de mostrarse al alma por grandes sentimientos interiores y por diferentes
vías. Estaos vos con El de buena gana. No perdáis tan buena sazón de
negociar como es la hora después de haber comulgado (13). Si la obediencia
os mandare, hermanas, otra cosa, procurad dejar el alma con el Señor; que si
luego lleváis el pensamiento a otra y no hacéis caso ni tenéis cuenta con
que está dentro de vos, ¿cómo se os ha de dar a conocer? Este, pues, es buen
tiempo para que os enseñe nuestro Maestro, y que le oigamos y besemos los
pies porque nos quiso enseñar, y le supliquéis no se vaya de con vos (14).
11. Si esto habéis de pedir mirando una imagen de Cristo que estamos
mirando, bobería me parece dejar la misma persona por mirar el dibujo (15).
¿No lo sería, si tuviésemos un retrato de una persona que quisiésemos mucho
y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda
la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es muy bueno y cosa en
que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma persona, o quiere
darnos a entender lo está con muchas sequedades, es gran regalo ver una
imagen de quien con tanta razón amamos (16). A cada cabo que volviésemos los
ojos, la querría ver. ¿En qué mejor cosa ni más gustosa a la vista la
podemos emplear, que en quien tanto nos ama y en quien tiene en sí todos los
bienes? Desventurados estos herejes que han perdido por su culpa esta
consolación, con otras.
12. Mas acabando de recibir al Señor, pues tenéis la misma persona delante,
procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraros al
corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo y muchas lo querría decir, que
si tomáis esta costumbre todas las veces que comulgareis, y procurad tener
tal conciencia que os sea lícito gozar a menudo de este bien, que no viene
tan disfrazado que, como he dicho (17), de muchas maneras no se dé a
conocer, conforme al deseo que tenemos de verle. Y tanto lo podéis desear,
que se os descubra del todo.
13. Mas si no hacemos caso de El, sino que en recibiéndole nos vamos de con
El a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer? ¿Hanos de traer por
fuerza a que le veamos que se nos quiere dar a conocer? No, que no le
trataron tan bien cuando se dejó ver a todos al descubierto y les decía
claro quién era, que muy pocos fueron los que le creyeron. Y así harta
misericordia nos hace a todos, que quiere Su Majestad entendamos que es El
el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y
comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que
entiende que mucho le desean, porque éstos son sus verdaderos amigos. Que yo
os digo que quien no le fuere y no llegare a recibirle como tal, habiendo
hecho lo que es en sí, que nunca le importune porque se le dé a conocer. No
ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia, cuando se va de su
casa y procura echarle de sí. Así que este tal, con otros negocios y
ocupaciones y embarazos del mundo, parece que lo más presto que puede, se da
prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él.
NOTAS
1 En la 1ª redacción escribió más extensamente: ... pide
a su Padre que nos le deje «cada día»; parece que es «para siempre», que
escribiendo esto he estado con deseo de saber por qué después que el Señor
dijo «cada día», tornó a decir «hoy». Quiéroos decir mi bobería; si lo
fuere, quédese por tal, que harta lo es meterme yo en esto; mas, pues ya
vamos entendiendo lo que pedimos, pensemos bien qué es, para que -como he
dicho- lo tengamos en lo que es razón, y lo agradezcamos a quien con tanto
cuidado está enseñándonos. Así que, ser nuestro «cada día» me parece a mí...
2 No es culpa del Señor, corrigió fray Luis en la edición
príncipe (p. 202). -En 1ª redacción había ampliado hermosamente este
concepto: ... para los desventurados que se han de condenar, que no le
gozarán en la otra [vida] para hacer todo lo que como de cosa suya se pueden
aprovechar y estar con ellos este «hoy» de esta vida esforzándolos; y si
dijeran vencer, no es a su culpa. Y porque se lo otorgue el Padre, tráele a
la memoria que es solo un día... Uno de los censores tildó de poco teológica
la frase «tráele a la memoria», y la Santa la sustituyó con: pónele delante.
3 Un censor tachó: y pena de sus enemigos. -Había escrito
en la 1ª redacción: que todo será un día estos malos tratamientos de
llegarse a él indignamente; que mire está obligado (pues ha ofrecido por
nosotros cosa tan grande como dejar nuestra voluntad en la suya) a ayudarnos
por todas las vías que pudiere; que nos pide más de «hoy» ahora nuevamente.
Que el habernos dado este pan sacratísimo «para siempre», cierto lo tenemos,
y que nos le dio sin pedírsele este mantenimiento y maná de la Humanidad...
-La misma Santa o acaso uno de sus catonianos censores tachó un inciso
intercalado en este mismo período: [lo tenemos] ¡y que nos le dio sin
pedírsele!.
4 Alusión al maná bíblico (Sb 16, 20). -La 1ª redacción
proseguía: que otro pan de los mantenimientos y necesidades corporales, no
quiero yo pensar se le acordó el Señor de esto, ni querría se os acordase de
vosotras. Está puesto en subidísima contemplación (que quien está en aquel
punto no hay más memoria de que está en el mundo que si no estuviese,,
cuánto más si ha de comer); y ¿había el Señor de poner tanto en pedir qué
comiésemos, para él y para nosotros? -No hace a mi propósito. Estános
enseñando a poner nuestras voluntades en las cosas del cielo y a pedir le
comencemos a gozar desde acá, y ¿habíanos de meter en cosa tan baja como
pedir de comer?- ¡Cómo que no nos conoce!, que comenzados a entrometer en
necesidad del cuerpo, se nos olvidarían las del alma. Pues ¡qué gente tan
concertada, que nos contentaremos poco y pediremos poco!, sino que mientras
más nos diere, más parece nos ha de faltar el agua. Pídanlo esto, hijas, lo
que quieren más de lo necesario. -Todo este pasaje fue tachado por uno de
los censores del primer manuscrito teresiano, que agregó al margen la
siguiente anotación: «todo lo que era sustentación del cuerpo y alma pidió
Cristo nuestro Señor, como es el pan material y la Eucaristía, y por
reverencia para el alma; y así la Iglesia lo pide en la letanía». -Esta dura
censura motivó la supresión del párrafo en la segunda redacción. Otro tanto
sucederá en el c. 36, n. 2.
5 La 1ª redacción insistía en el tema descartado por el
censor: tiempos hay otros para que la que tiene encargo tenga cuidado de lo
que habéis de comer, digo de daros lo que tuviere. No hayáis miedo que os
falte si no faltáis vosotras en lo que habéis dicho de dejaros en la
voluntad de Dios. Y por cierto, hijas, de mí os digo que si de eso faltare
ahora con malicia -como otras veces lo he hecho muchas-, que yo no le
suplicase me diese ese pan ni otra cosa para comer. Déjenme morir de hambre;
¡para qué quiero vida, si con ella voy cada día más ganando muerte eterna?.
A continuación, en el ms. de El Escorial, para introducir el símil del
criado y el señor, escribió la Santa entre líneas: «comparación».
6 Queda dicho en los cc. 2 y 8.
7 La 1ª redacción insistía de nuevo en el tema de la
pobreza de espíritu: que para sustentar la vida, más veces que queremos la
vendremos a desear y a pedir, aun sin sentirnos. No es menester despertarnos
para ello; que nuestra inclinación ruin a cosas bajas despertará -como digo-
más veces que queramos. Mas de advertencia no curemos poner nuestro cuidado
sino en suplicar al Señor lo que tengo dicho; que teniendo esto, lo
tendremos todo.
8 Habla de sí misma. En la 1ª redacción aludía también a
otros muchos efectos que hacía [la comunión] en esta alma que no hay para
qué decirlos.
9 Querrían ser: «vivir» o «estar».
10 Fray Luis de León (p. 101) redujo a ley gramatical el
libre fraseo teresiano: ... esforzar la fe, para (como creía verdaderamente
que entraba este Señor en su pobre posada) desocuparse de todas las cosas...
11 Por escrúpulo teológico, fray Luis corrigió esta frase
en la edición príncipe: «debajo de aquellos accidentes de pan...» (p. 207).
12 Alusión a la respuesta de Jesús a Santiago y San Juan
(Mt 20, 22).
13 La 1ª redacción añadía: Estaos vos con El de buena
gana. Mirad que es esta hora de gran provecho para el alma, y en que se
sirve mucho el buen Jesús que le tengáis compañía. Tened gran cuenta, hijas,
de no la perder.
14 También aquí suprimió la Santa un bello pasaje de la
primera redacción: No digo que no recéis (porque no me asgáis a palabras y
digáis que trato de contemplación, salvo si el Señor no os llevare a ella),
sino que si rezaréis el Paternóster, entendáis con cuánta verdad estáis con
quien os lo enseñó y le beséis los pies por ello y le pidáis os ayude a
pedir y no se vaya de con vos.
15 Al margen del autógrafo escurialense escribió la
Autora: comparación.
16 En la 1ª redacción era más explícita: Para cuando está
ausente la misma persona, es gran regalo ver una imagen de nuestra Señora o
de algún santo a quien tenemos devoción -cuánto más la de Cristo-, y cosa
que despierta mucho y cosa que a cada cabo querría ver que volviese los
ojos.
17 Lo ha dicho en los nn. 5 y 10.
CAPÍTULO 35
Acaba la
materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno.
1. Heme alargado tanto en esto, aunque había hablado en
la oración del recogimiento de lo mucho que importa este entrarnos a solas
con Dios, por ser tan importante (1). Y cuando no comulgareis, hijas, y
oyereis misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo
provecho, y hacer lo mismo de recogeros después en vos, que es mucho lo que
se imprime el amor así de este Señor. Porque aparejándonos a recibir, jamás
por muchas maneras deja de dar que no entendemos (2). Es llegarnos al fuego
que, aunque le haya muy grande, si estáis desviadas y escondéis las manos,
mal os podéis calentar, aunque todavía da más calor que no estar adonde no
haya fuego. Mas otra cosa es querernos llegar a El, que si el alma está
dispuesta -digo que esté con deseo de perder el frío- y se está allí un
rato, para muchas horas queda con calor.
2. Pues mirad, hermanas, que si a los principios no os hallareis bien (que)
podrá ser, porque os pondrá el demonio apretamiento de corazón y congoja,
porque sabe el daño grande que le viene de aquí), haraos entender que
halláis más devoción en otras cosas y aquí menos. No dejéis este modo; aquí
probará el Señor lo que le queréis. Acordaos que hay pocas almas que le
acompañen y le sigan en los trabajos; pasemos por El algo, que Su Majestad
os lo pagará. Y acordaos también qué de personas habrá que no sólo quieran
no estar con El, sino que con descomedimiento le echen de sí. Pues algo
hemos de pasar para que entienda le tenemos deseo de ver. Y pues todo lo
sufre y sufrirá por hallar sola un alma que le reciba y tenga en sí con
amor, sea ésta la vuestra. Porque, a no haber ninguna, con razón no le
consintiera quedar el Padre Eterno con nosotros; sino que es tan amigo de
amigos y tan señor de sus siervos, que, como ve la voluntad de su buen Hijo,
no le quiere estorbar obra tan excelente y adonde tan cumplidamente muestra
el amor que tiene a su Padre (3).
3. Pues, Padre santo que estás en los cielos, ya que lo queréis y lo
aceptáis, y claro está no habíais de negar cosa que tan bien nos está a
nosotros, alguien ha de haber -como dije al principio- (4) que hable por
vuestro Hijo, pues El nunca tornó de Sí. Seamos nosotras, hijas, aunque es
atrevimiento siendo las que somos; mas confiadas en que nos manda el Señor
que pidamos, llegadas a esta obediencia (5), en nombre del buen Jesús
supliquemos a Su Majestad que, pues no le ha quedado por hacer ninguna cosa
haciendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, que quiera su piedad
y se sirva de poner remedio para que no sea tan maltratado. Y que pues su
santo Hijo puso tan buen medio para que en sacrificio le podamos ofrecer
muchas veces, que valga tan precioso don para que no vaya adelante tan
grandísimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba este
Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos
tantos sacerdotes, quitados los sacramentos (6).
4. Pues ¡qué es esto mi Señor y mi Dios! O dad fin al mundo, o poned remedio
en tan gravísimos males; que no hay corazón que lo sufra, aun de los que
somos ruines. Suplícoos, Padre Eterno, que no lo sufráis ya Vos. Atajad este
fuego, Señor, que si queréis podéis. Mirad que aún está en el mundo vuestro
Hijo; por su acatamiento cesen cosas tan feas y abominables y sucias; por su
hermosura y limpieza, no merece estar en cosa adonde hay cosas semejantes.
No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo merecemos; hacedlo por vuestro
Hijo. Pues suplicaros que no esté con nosotros, no os lo osamos pedir: ¿qué
sería de nosotros? Que si algo os aplaca, es tener acá tal prenda. Pues
algún medio ha de haber, Señor mío, póngale Vuestra Majestad.
5. ¡Oh mi Dios! ¡quién pudiera importunaros mucho y haberos servido mucho
para poderos pedir tan gran merced en pago de mis servicios, pues no dejáis
ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor; antes por ventura soy yo la que
os he enojado de manera que por mis pecados vengan tantos males. Pues ¿qué
he de hacer, Criador mío, sino presentaros este Pan sacratísimo y, aunque
nos le disteis, tornárosle a dar y suplicaros, por los méritos de vuestro
Hijo, me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo tiene merecido? Ya,
Señor, ya ¡haced que se sosiegue este mar! No ande siempre en tanta
tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío, que perecemos
(7).
NOTAS
1 El último inciso falta en la redacción de Valladolid:
lo añadió la Santa de propia mano en el ms. de Toledo.
2 Fray Luis de León ordenó así la frase: jamás dejar de
dar por muchas maneras que no entendemos (p. 211), tomándola de la primera
redacción del Camino.
3 En la 1ª redacción añadía: en haber buscado tan
admirable invención para mostrar lo que nos ama y para ayudarnos a pasar
nuestros trabajos.
4 Alude a la «exclamación» del c. 3, n. 8-10. -La frase
siguiente (pues El nunca tornó de Sí [= por Sí]) fue tachada en el
autógrafo, probablemente por un censor.
5 Uno de los censores tachó «obediencia» y escribió al
margen «audiencia»; pero la corrección no fue admitida en las copias
autorizadas por la Santa.
6 En la 1ª redacción había escrito más expresivamente:
que parece le quieren ya tornar a echar del mundo, quitanto de los templos,
perdidos tantos sacerdotes, profanadas tantas iglesias, aún entre los
cristianos, que a las veces van allá más con intención de ofenderle que no
de adorarle.
7 Alusión a Mt 8, 25-26.
CAPÍTULO 36
Trata de estas
palabras del paternóster: «Dimitte nobis debita nostra».
1. Pues viendo nuestro buen Maestro que con este manjar
celestial todo nos es fácil, si no es por nuestra culpa, y que podemos
cumplir muy bien lo que hemos dicho al Padre de que se cumpla en nosotros su
voluntad, dícele ahora que nos perdone nuestras deudas, pues perdonamos
nosotros. Y así, prosiguiendo en la oración que nos enseña, dice estas
palabras: «Y perdónanos, Señor, nuestras deudas, así como nosotros las
perdonamos a nuestros deudores» (1).
2. Miremos, hermanas, que no dice «como perdonaremos», porque entendamos que
quien pide un don tan grande como el pasado y quien ya ha puesto su voluntad
en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho, y así dice: «como nosotros las
perdonamos». Así que quien de veras hubiere dicho esta palabra al Señor,
«fiat voluntas tua», todo lo ha de tener hecho, con la determinación al
menos.
Veis aquí cómo los santos se holgaban con las injurias y persecuciones,
porque tenían algo que presentar al Señor cuando le pedían. ¿Qué hará una
tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y tanto hay que se me
perdone?
Cosa es ésta, hermanas, para que miremos mucho en ella: que una cosa tan
grave y de tanta importancia como que nos perdone nuestro Señor nuestras
culpas, que merecían fuego eterno, se nos perdone con tan baja cosa como es
que perdonemos. Y aun de esta bajeza tengo tan pocas que ofrecer, que de
balde me habéis, Señor, de perdonar (2). Aquí cabe bien vuestra
misericordia. Bendito seáis Vos, que tan pobre me sufrís, que lo que vuestro
Hijo dice en nombre de todos, por ser yo tal y tan sin caudal, me he de
salir de la cuenta.
3. Mas, Señor mío, ¿si habrá algunas personas que me tengan compañía y no
hayan entendido esto? Si las hay, en vuestro nombre les pido yo que se les
acuerde de esto y no hagan caso de unas cositas que llaman agravios, que
parece hacemos casas de pajitas, como los niños, con estos puntos de honra.
¡Oh, válgame Dios, hermanas, si entendiésemos qué cosa es honra y en qué
está perder la honra! Ahora no hablo con nosotras, que harto mal sería no
tener ya entendido esto, sino conmigo el tiempo que me precié de honra sin
entender qué cosa era; íbame al hilo de la gente (3). ¡Oh, de qué cosas me
agraviaba, que yo tengo vergüenza ahora! Y no era, pues, de las que mucho
miraban en estos puntos; mas erraba en el punto principal, porque no miraba
yo ni hacía caso de la honra que tiene algún provecho, porque ésta es la que
hace provecho al alma. Y qué bien dijo quien dijo, que honra y provecho no
podían estar juntas, aunque no sé si lo dijo a este propósito. Y es al pie
de la letra, porque provecho del alma y esto que llama el mundo honra nunca
puede estar junto. Cosa espantosa es qué al revés anda el mundo. Bendito sea
el Señor que nos sacó de él (4).
4. Mas mirad, hermanas, que no nos tiene olvidadas el demonio; también
inventa sus honras en los monasterios y pone sus leyes, que suben y bajan en
dignidades como los del mundo. Los letrados deben de ir por sus letras -que
esto no lo sé-, que el que ha llegado a leer teología (5), no ha de bajar a
leer filosofía, que es un punto de honra que está en que ha de subir y no
bajar. Y aun si se lo mandase la obediencia, lo tendría por agravio y habría
quien tornase de él, que es afrenta. Y luego el demonio descubre razones que
aun en ley de Dios parece lleva razón. Pues entre nosotras, la que ha sido
priora ha de quedar inhabilitada para otro oficio más bajo; un mirar en la
que es más antigua, que esto no se nos olvida, y aun a las veces parece
merecemos en ello, porque lo manda la Orden.
5. Cosa es para reír, o para llorar, que lleva más razón. Sí, que no manda
la Orden que no tengamos humildad. Manda que haya concierto. Mas yo no he de
estar tan concertada en cosas de mi estima, que tenga tanto cuidado en este
punto de orden como de otras cosas de ella, que por ventura guardaremos
imperfectamente; no esté toda nuestra perfección de guardarla en esto; otras
lo mirarán por mí, si yo me descuido. Es el caso que como somos inclinadas a
subir -aunque no subiremos por aquí al cielo-, no ha de haber bajar. ¡Oh
Señor, Señor! ¿Sois Vos nuestro dechado y maestro? Sí, por cierto. ¿Pues en
qué estuvo vuestra honra, honrador nuestro? ¿No la perdisteis, por cierto,
en ser humillado hasta la muerte? No, Señor, sino que la ganasteis para
todos.
6. ¡Oh, por amor de Dios, hermanas!, que llevamos perdido el camino, porque
va errado desde el principio (6), y plega a Dios que no se pierda algún alma
por guardar estos negros puntos de honra sin entender en qué está la honra.
Y vendremos después a pensar que hemos hecho mucho si perdonamos una cosita
de éstas, que ni era agravio ni injuria ni nada; y muy como quien ha hecho
algo, vendremos a que nos perdone el Señor, pues hemos perdonado. Dadnos, mi
Dios, a entender que no nos entendemos y que venimos vacías las manos, y
perdonadnos Vos por vuestra misericordia. Que en verdad, Señor, que no veo
cosa (pues) todas las cosas se acaban y el castigo es sin fin) que merezca
ponérseos delante para que nos hagáis tan gran merced, si no es por quien os
lo pide (7).
7. Mas ¡qué estimado debe ser este amarnos unos a otros del Señor! Pues
pudiera el buen Jesús ponerle delante otras, y decir: «perdonadnos, Señor,
porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho y ayunamos y lo
hemos dejado todo por Vos y os amamos mucho»; y no dijo «porque perderíamos
la vida por Vos» (8), y -como digo- otras cosas que pudiera decir, sino sólo
«porque perdonamos». Por ventura, como nos conoce por tan amigos de esta
negra honra y como cosa más dificultosa de alcanzar de nosotros y más
agradable a su Padre (9), la dijo y se la ofrece de nuestra parte.
«Efectos que deja el buen espíritu».
8. Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: «como perdonamos»; ya
como cosa hecha, como he dicho (10). Y advertid mucho en esto, que cuando de
las cosas que Dios hace merced a un alma en la oración que he dicho (11) de
contemplación perfecta no sale muy determinada y, si se le ofrece, lo pone
por obra de perdonar cualquier injuria por grave que sea, no estas naderías
que llaman injurias, no fíe mucho de su oración; (12) que al alma que Dios
llega a Sí en oración tan subida no llegan (13) ni se le da más ser estimada
que no. No dije bien, que sí da, que mucha más pena le da la honra que la
deshonra, y el mucho holgar con descanso que los trabajos. Porque cuando de
veras le ha dado el Señor aquí su reino, ya no le quiere en este mundo; y
para más subidamente reinar, entiende es éste el verdadero camino, y ha ya
visto por experiencia la gran ganancia que le viene y lo que se adelanta un
alma en padecer por Dios. Porque por maravilla llega Su Majestad a hacer tan
grandes regalos sino a personas que han pasado de buena gana muchos trabajos
por El. Porque, como dije en otra parte de este libro (14), son grandes los
trabajos de los contemplativos, y así los busca el Señor gente
experimentada.
9. Pues entended, hermanas, que como éstos tienen ya entendido lo que es
todo, en cosa que pasa no se detienen mucho. Si de primer movimiento da pena
una gran injuria y trabajo, aún no lo ha bien sentido cuando acude la razón
por otra parte, que parece levanta la bandera por sí y deja casi aniquilada
aquella pena con el gozo que le da ver que le ha puesto el Señor en las
manos cosa que en un día podra ganar más delante de Su Majestad de mercedes
y favores perpetuos, que pudiera ser ganará él en diez años por trabajos que
quisiera tomar por sí. Esto es muy ordinario, a lo que yo entiendo, que he
tratado muchos contemplativos y sé cierto que pasa así; que como otros
precian oro y joyas, precian ellos los trabajos y los desean, porque tienen
entendido que éstos les han de hacer ricos.
10. De estas personas está muy lejos estima suya de nada. Gustan entiendan
sus pecados y de decirlos cuando ven que tienen estima de ellos. Así les
acaece de su linaje, que ya saben que en el reino que no se acaba no han de
ganar por aquí. Si gustasen ser de buena casta, es cuando para más servir a
Dios fuera menester; cuando no, pésales los tengan por más de lo que son, y
sin ninguna pena desengañan, sino con gusto. Es el caso que debe ser a quien
Dios hace merced de tener esta humildad y amor grande a Dios, que en cosa
que sea servirle más ya se tiene a sí tan olvidado, que aun no puede creer
que otros sienten algunas cosas ni lo tienen por injuria.
11. Estos efectos que he dicho a la postre son de personas ya más llegadas a
perfección, y a quien el Señor muy ordinario hace mercedes de llegarle a Sí
por contemplación perfecta. Mas lo primero, que es estar determinados a
sufrir injurias, y sufrirlas aunque sea recibiendo pena, digo que muy en
breve lo tiene quien tiene ya esta merced del Señor de tener oración hasta
llegar a unión. Y que si no tiene estos efectos y sale muy fuerte en ellos
de la oración, crea que no era la merced de Dios, sino alguna ilusión y
regalo del demonio, porque nos tengamos por más honrados.
12. Puede ser que al principio, cuando el Señor hace estas mercedes, no
luego el alma quede con esta fortaleza; mas digo que si las continúa a
hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no la tenga en
otras virtudes, en esto de perdonar sí. No puedo yo creer que alma que tan
junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y lo mucho que
le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede
allanada en quedar muy bien con quien la injurió. Porque tiene presente el
regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y
alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno.
13. Torno a decir que conozco muchas personas que las ha
hecho el Señor merced de levantarlas a cosas sobrenaturales, dándoles esta
oración o contemplación que queda dicha, y aunque las veo con otras faltas e
imperfecciones, con ésta no he visto ninguna ni creo la habrá, si las
mercedes son de Dios, como he dicho (15). El que las recibiere mayores, mire
en sí cómo van creciendo estos efectos; y si no viere en sí ninguno, témase
mucho y no crea que esos regalos son de Dios -como he dicho- (16) que
siempre enriquece el alma adonde llega. Esto es cierto, que aunque la merced
y regalo pase presto, que se entiende despacio en las ganancias con que
queda el alma. Y como el buen Jesús sabe bien esto, determinadamente dice a
su Padre Santo que «perdonamos nuestros deudores».
NOTAS
1 Mt 6,12.
2 En la 1ª redacción este pasaje era mucho más extenso y
personal ... se nos perdonen con tan baja cosa como es que perdonemos
nosotras cosas que ni son agravios ni son nada. Porque ¿qué se puede decir
ni qué injuria se puede hacer a una como yo, que merecía que los demonios
siempre me maltratasen, en que me traten mal en este mundo? -Que es cosa
justa. En fin, Señor mío, que por esta causa no tengo qué os dar para
pediros perdonéis mis deudas. Perdóneme vuestro Hijo, que nadie me ha hecho
injusticia, y así no he tenido qué perdonar por vos, si no tomáis, Señor, mi
deseo; que me parece cualquier cosa perdonar ayo porque vos me perdonarais a
mí, o por cumplir vuestra voluntad sin condición. Mas no sé qué hiciera
venida a la obra, si me condenaran sin culpa. Que ahora véome tan culpada
delante de vuestros ojos, que todos quedan cortos; aunque los que no saben
la que soy, como Vos lo sabéis, piensan que me agravian. -La supresión de
este hermoso pasaje en la 2ª redacción fue debida a la actitud de uno de los
censores que lo tachó íntegro en el ms. escurialense, y anotó al margen: «no
son verdaderos agravios y injurias las que nos hacen, aunque mayores
pecadores seamos; mas hanse de perdonar porque El nos perdona a nosotros».
-La misma suerte cupo a este pasaje en la 2ª redacción: fue tachado (quizá
por la propia Autora, como opina el P. Silverio) desde «cosa es esta» hasta
entendido esto?» (n. 3).
3 Por lo que, añadía la primera redacción, aclarando la
frase.
4 La 1ª redacción proseguía: Plegue a Su Majestad quien
esté siempre tan fuera de esta casa como está ahora; porque ¡Dios nos libre
de monasterios adonde hay puntos de honra! nunca en ellos se honra mucho a
Dios. ¡Válgame Dios, qué desatino tan grande!, que ponen los religiosos su
honra en unas cositas que yo me espanto! -Esto no lo sabéis, hermanas; mas
quiérooslo decir porque os guardéis de ello...
5 Leer teología o filosofía equivalía a ser profesor
de...
6 En una copia de Toledo añadió la Santa al margen: que
llevaremos perdido el camino si fuésemos por aquí, que ahora -¡bendito sea
Dios!- no lo van, ni se tome por esta casa, porque sería levantárselo, que
la que ha sido priora es después la que más se humilla, sino que se usan
tanto en los monasterios que temo no nos tiente el demonio por aquí, que lo
tengo por tan peligroso que plega a Dios no se pierda algún alma por guardar
estos negros puntos de honra.
7 Que tiene razón, que es siempre el agraviado y el
ofendido, añade la 1ª redacción. En cambio en el autógrafo de la 2ª
redacción (Valladolid), todo este período («que en verdad... lo pide») fue
borrado, quizá por la misma Autora.
8 Alusión a Mt 26, 35.
9 Y también este inciso («y más agradable a su Padre»)
fue tachado en el autógrafo. El inciso no existía en la 1ª redacción. y no
pasó a las restantes copias revisadas por la Santa (Toledo, Salamanca,
Madrid).
10 En el n. 2. -Al margen del pasaje que sigue escribió
la Santa: efectos que deja el buen espíritu. Y volvió a escribir la misma
nota marginal en el ms. de Salamanca. Coincide con el epígrafe del título
correspondiente de la 1ª redacción que comenzaba justamente a principio de
este número 8, y decía: «En que trata de los efectos que hace la oración
cuando es perfecta». -En el autógrafo escurialense (1ª redacción), uno de
los censores escribió a grandes trazos, cruzando de abajo arriba el margen
derecho: «¡Oh gran señal!». Quizá se deba a esta nota la ampliación de este
pasaje en la 2ª redacción (nn. 9-13).
11 En el c. 25 y siguiente.
12 El inciso en cursiva fue añadido por fray Luis de León
(p. 219) para completar el sentido. Figuraba ya en el ms. de Toledo,
revisado por la Santa.
13 No llegan las injurias.
14 Dedicó a este tema el c. 18.
15 En los nn. 8-9.
16 En el n. 8.
CAPÍTULO 37
Dice la
excelencia de esta oración del Paternóster, y cómo hallaremos de muchas
maneras consolación en ella.
1. Es cosa para alabar mucho al Señor cuán subida en
perfección es esta oración evangelical, bien como ordenada de tan buen
Maestro, y así podemos, hijas, cada una tomarla a su propósito. Espántame
ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección
encerrada, que parece no hemos menester otro libro sino estudiar en éste.
Porque hasta aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración y de alta
contemplación, desde los principiantes a la oración mental y de quietud y
unión, que a ser yo para saberlo decir, se podía hacer un gran libro de
oración sobre tan verdadero fundamento (1). Ahora ya comienza el Señor a
darnos a entender los efectos que deja cuando son mercedes suyas, como
habéis visto.
2. Pensado he yo cómo no se había Su Majestad declarado más en cosas tan
subidas y oscuras para que todos lo entendiésemos. Hame parecido que, como
había de ser general para todos esta oración, que porque pudiese pedir cada
uno a su propósito y se consolase, pareciéndonos le damos buen entendimiento
(2), lo dejó así en confuso, para que los contemplativos que ya no quieren
cosas de la tierra, y personas ya muy dadas a Dios, pidan las mercedes del
cielo que se pueden por la bondad de Dios dar en la tierra; y los que aún
viven en ella y es bien que vivan conforme a sus estados, pidan también su
pan, que se han de sustentar y sustentar sus casas, y es muy justo y santo,
y así las demás cosas, conforme a sus necesidades.
3. Mas miren que estas dos cosas, que es darle nuestra voluntad y perdonar,
que es para todos. Verdad es que hay más y menos en ello, como queda dicho:
(3) los perfectos darán la voluntad como perfectos y perdonarán con la
perfección que queda dicha; nosotras, hermanas, haremos lo que pudiéremos,
que todo lo recibe el Señor (4). Porque parece una manera de concierto que
de nuestra parte hace con su Eterno Padre, como quien dice: «haced Vos esto,
Señor, y harán mis hermanos estotro». Pues a buen seguro que no falte por su
parte. ¡Oh, oh, que es muy buen pagador y paga muy sin tasa!
4. De tal manera podemos decir una vez esta oración, que como entienda no
nos queda doblez, sino que haremos lo que decimos, nos deje ricas. Es muy
amigo tratemos verdad con El. Tratando con llaneza y claridad, que no
digamos una cosa y nos quede otra, siempre da más de lo que le pedimos.
Sabiendo esto nuestro buen Maestro, y que los que de veras llegasen a
perfección en el pedir habían de quedar tan en alto grado con las mercedes
que les había de hacer el Padre, entendiendo que los ya perfectos o que van
camino de ello, -que no temen ni deben, como dicen-, tienen el mundo debajo
de los pies, contento el Señor de él (como) por los efectos que hace en sus
almas pueden tener grandísima esperanza que Su Majestad lo está), embebidos
en aquellos regalos, no querrían acordarse que hay otro mundo ni que tienen
contrarios.
5. ¡Oh Sabiduría eterna! ¡Oh buen Enseñador! Y qué gran
cosa es, hijas, un maestro sabio, temeroso, que previene a los peligros. Es
todo el bien que un alma espiritual puede acá desear, porque es gran
seguridad. No podría encarecer con palabras lo que importa esto. Así que
viendo el Señor que era menester despertarlos y acordarlos que tienen
enemigos, y cuán más peligroso es en ellos ir descuidados, y que mucha más
ayuda han menester del Padre Eterno, porque caerán de más alto, y para no
andar sin entenderse, engañados, pide estas peticiones tan necesarias a
todos mientras vivimos en este destierro: «Y no nos traigas, Señor, en
tentación; mas líbranos de mal.
NOTAS
1 En la 1ª redacción se remitía al libro de la Vida: que
-a no estar escrito de ella en otra parte, y también por no me largar, que
será enfado-, se hiciera un gran libro de oración...
2 Buen entendimiento, es decir, buen sentido.
3 Lo ha dicho en el n. 2.
4 En el lugar del pasaje que precede y la mitad del n.
anterior, había escrito en la 1ª redacción: ¿Bendito sea su nombre por
siempre jamás amén! Y por El suplico yo al Padre Eterno perdone mis deudas y
grandes pecados (pues yo no he tenido a quien perdonar ni qué, y cada día
tengo de qué me perdone) y me dé gracia para que algún día tenga yo algo que
poner delante para pedir. -Pues habiendo el buen Jesús enseñándonos una
manera de oración tan subida, y pedido por nosotros un ser ángeles en este
destierro (si con todas nuestras fuerzas nos esforzamos a que sean con las
palabras las obras) en fin a parecer en algo ser hijos de tal padre y
hermanos de tal hermano, sabiendo Su Majestad que haciendo -como digo- lo
que decimos no dejará el Señor de cumplir lo que le pedimos y traer a
nosotros su reino, y ayudar con cosas sobrenaturales -que son la oración de
quietud y contemplación perfecta y todas las demás mercedes que el Señor
hace en ella a nuestras diligencias-, que todo es poquito lo que podemos
procurar y granjear de nuestra parte; mas como sea lo que podemos, es muy
cierto ayudarnos el Señor, porque nos los pide su Hijo... -La supresión de
este largo párrafo en la 2ª redacción se debió al mismo censor que intervino
en el c. 36, n. 2; ahora tachó varias líneas de la Santa (ms. de El
Escorial) y anotó al margen: «injurias son y agravios los que uno hace
contra otro, aunque merezca mil infiernos».
CAPÍTULO 38
Que trata de
la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre eterno nos conceda lo que
pedimos en estas palabras: «Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos
a malo», y declara algunas tentaciones. -Es de notar (1).
1. Grandes cosas tenemos aquí, hermanas, que pensar y que
entender, pues lo pedimos. Ahora mirad que tengo por muy cierto los que
llegan a la perfección que no piden al Señor los libre de los trabajos ni de
las tentaciones ni persecuciones y peleas. Que éste es otro efecto muy
cierto y grande de ser espíritu del Señor, y no ilusión, la contemplación y
mercedes que Su Majestad les diere; porque, como poco ha dije (2), antes los
desean y los piden y los aman. Son como los soldados, que están más
contentos cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia. Si
no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.
2. Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen
contemplación y tratan de oración, no ven la hora que pelear; nunca temen
mucho enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la fuerza que en
ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencedores y con
gran ganancia; nunca los vuelven el rostro. Los que temen, y es razón teman
y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos enemigos que hay
traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; (3) vienen
disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma, no se dejan conocer,
sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes, y andamos en
la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pidamos, hijas, y
supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no
consienta andemos en tentación; que no nos traigan engañadas, que se
descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta
razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!
(4)
3. Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis que es sólo en
hacernos entender que los gustos que pueden fingir en nosotros y regalos son
de Dios, que éste me parece el menos daño, en parte, que ellos pueden hacer;
antes podrá ser que con esto hagan caminar más aprisa, porque, cebados de
aquel gusto, están más horas en la oración; y como ellos están ignorantes
que es del demonio y como se ven indignos de aquellos regalos, no acabarán
de dar gracias a Dios, quedarán más obligados a servirle, esforzarse han a
disponerse para que les haga más mercedes el Señor, pensando son de su mano.
4. Procurad, hermanas, siempre humildad y ver que no sois dignas de estas
mercedes, y no las procuréis. Haciendo esto, tengo para mí que muchas almas
pierde el demonio por aquí, pensando hacer que se pierdan, y que saca el
Señor del mal que él pretende hacer, nuestro bien. Porque mira Su Majestad
nuestra intención, que es contentarle y servirle estándonos con El en la
oración, y fiel es el Señor (5). Bien es andar con aviso no haga quiebra en
la humildad o engendrar alguna vanagloria. Suplicando al Señor os libre en
esto, no hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho de
nadie, sino de Sí.
5. Adonde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle, es haciéndonos
creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia (6).
Porque en los gustos y regalos parece sólo que recibimos y que quedamos más
obligados a servir; acá parece que damos y servimos y que está el Señor
obligado a pagar, y así poco a poco hace mucho daño. Que por una parte
enflaquece la humildad, por otra descuidámonos de adquirir aquella virtud,
que nos parece la tenemos ya ganada.
Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor es lo que nos
enseña nuestro Maestro: oración y suplicar al Padre Eterno que no permita
que andemos en tentación (7).
[6]. También os quiero decir otro alguno: que, si nos parece el Señor ya nos
la ha dado, entendamos que es bien recibido y que nos le puede tornar a
quitar, como, a la verdad, acaece muchas veces y no sin gran providencia de
Dios. ¿Nunca lo habéis visto por vosotras, hermanas? Pues yo sí: unas veces
me parece que estoy muy desasida, y en hecho de verdad, venido a la prueba,
lo estoy; otra vez me hallo tan asida y de cosas que por ventura el día de
antes burlara yo de ello, que casi no me conozco. Otras veces me parece
tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios no volvería el
rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día viene que no
me hallo con él para matar una hormiga por Dios si en ello hallase
contradicción. Así, unas veces me parece que de ninguna cosa que me
murmurasen ni dijesen de mí no se me da nada; y probado, algunas veces es
así, que antes me da contento; vienen días que sola una palabra me aflige y
querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy
sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo y sé que pasa
así.
7. Pues esto es, ¿quién podrá decir de sí que tiene virtud ni que está rica,
pues al mejor tiempo que haya menester la virtud se halla de ella pobre?
-Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y no nos adeudemos sin
tener de qué pagar; porque de otra parte ha de venir el tesoro, y no sabemos
cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria sin darnos nada; y
si teniéndonos por buenas nos hacen merced y honra -que es el emprestar que
digo-, quedaránse burlados ellos y nosotras. Verdad es que, sirviendo con
humildad, en fin nos socorre el Señor en las necesidades; mas si no hay muy
de veras esta virtud, a cada paso -como dicen- os dejará el Señor. Y es
grandísima merced suya, que es para que la tengáis y entendáis con verdad
que no tenemos nada que no lo recibimos.
8. Ahora, pues, notad otro aviso: hácenos entender el demonio que tenemos
una virtud, digamos de paciencia, porque nos determinamos y hacemos muy
continuos actos de pasar mucho por Dios; y parécenos en hecho de verdad que
lo sufriríamos, y así estamos muy contentas, porque ayuda el demonio a que
lo creamos. Yo os aviso no hagáis caso de estas virtudes, ni pensemos las
conocemos sino de nombre, ni que nos las ha dado el Señor, hasta que veamos
la prueba; porque acaecerá que a una palabra que os digan a vuestro
disgusto, vaya la paciencia por el suelo. Cuando muchas veces sufriereis,
alabad a Dios que os comienza a enseñar esta virtud, y esforzaos a padecer,
que es señal que en eso quiere se la paguéis, pues os la da, y no la tengáis
sino como en depósito, como ya queda dicho (8).
9. Trae otra tentación, que nos parecemos muy pobres de espíritu, y traemos
costumbre de decirlo, que ni queremos nada ni se nos da nada de nada. No se
ha ofrecido la ocasión de darnos algo -aunque pase de lo necesario- cuando
va toda perdida la pobreza de espíritu. Mucho ayuda el traer costumbre de
decirlo, a parecer que se tiene.
Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para
entender esta tentación, así en las cosas que he dicho, como en otras
muchas; porque cuando de veras da el Señor una sólida virtud de éstas, todas
parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar (9) que,
aunque os parezca la tenéis, temáis que os engañáis. Porque el verdadero
humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le
parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos.
NOTAS
1 Et ne nos ynducas yn tentacionem, sed libera nos a
malo, escribió la Santa.
2 Véase el c. 36, nn. 8-10.
3 Alusión a 2 Cr 11, 14.
4 Al margen escribió el censor de turno: «Esta es
doctrina de San Agustín.
5 Alusión al texto paulino, 1 Cr 10, 13.
6 En lugar de los nn. 5, 6, 7, 8 y mitad del 9, la 1ª
redacción decía: Que sin sentiros, pareciéndonos vamos seguros, damos con
nosotros en un hoyo que no podemos salir de él, que, aunque no sea de
conocido pecado mortal para llevarnos al infierno todas veces, es que nos
jarreta las piernas para no andar este camino de que comencé a tratar -que
no se me ha olvidado-. Ya veis cómo de andar uno, metido en una gran hoya:
allí se le acaba la vida, y harto hará si no ahonda hacia abajo para ir al
infierno; mas nunca medra. Ya que esto no es, ni aprovecha a sí ni a los
otros, antes daña; porque, como se está el hoyo hecho, muchos que van por el
camino pueden caer en él. Si sale y le tapa con tierra, no hace daño ni a sí
ni a los otros. Mas yo os digo que es bien peligrosa esta tentación; yo sé
mucho de esto por experiencia, y así os lo sabré decir, aunque no tan bien
como quisiera:
Háceos el demonio entender que sois pobre (y tiene alguna
razón, porque habéis prometido pobreza, -con la boda se entiende-), y, aun a
otras personas que tienen oración. Digo «con la boca», porque es imposible
que si con el corazón entendiésemos lo que prometimos y lo prometiésemos,
que aquí nos pudiese traer 20 años y toda nuestra vida el demonio en esta
tentación; sí, que veríamos que engañamos el mundo y a nosotros mismos.
Ahora bien, prometida la pobreza, o diciendo el que
piensa que es pobre: «Yo no quiero nada». «Esto tengo porque no puedo pasar
sin ello». En fin, he de vivir para servir a Dios». «El quiere que
sustentemos estos cuerpos...»; mil diferencias de cosas que el demonio
enseña aquí como ángel, (porque todo esto es bueno), y así hácele entender
que ya es pobre y tiene esta virtud, que todo está hecho. -Ahora vengamos a
la prueba; que esto no se conocerá de otra manera sino andándole siempre
mirando a las manos; y si hay cuidado, muy presto da señal: tiene demasiada
renta para lo que ha menester (entiéndese lo necesario, y no que si puede
pasar con un mozo traiga tres); pónenle un pleito por algo de ello, o déjale
de pagar el pobre labrador: tanto desasosiego le da y tanto pone en aquello,
como si sin ello no pudiera vivir. -Dirá que «porque no se pierda por mal
recaudo», que luego hay una disculpa. -No digo yo que lo deje; sino que lo
procure si fuere bien; y si no, también. Porque el verdadero pobre tienen en
tan poco estas cosas, que ya que por algunas causas las procura, jamás le
inquieta, porque nunca piensa le ha de faltar. Y que le falte, no se le da
mucho; tiénelo por cosa accesoria y no principal. Como tiene pensamientos
más altos, a fuerza de brazos se ocupa de estotros.
Pues un religioso o religiosa (que ya está averiguado que
lo es, al menos que lo ha de ser) no posee nada porque no lo tiene a las
veces; mas si hay quién se lo dé, por maravilla le parece le sobra. Siempre
gusta de tener algo guardado, y si puede tener un hábito de fino paño no le
pide de ruin; alguna cosilla que pueda empeñar o vender, aunque sean libros,
porque si viene una enfermedad, ha menester más regalo del ordinario.
¡Pecadora de mí! ¡Qué!, ¿eso es lo que prometísteis?
-Descuidar de vos y dejar a Dios, venga lo que viniere; porque si andáis
proveyéndoos para lo porvenir, más sin distraeros tuviérais renta cierta.
Aunque esto se pueda hacer sin pecado, es bien que nos vamos entendiendo
estas imperfecciones, para ver que nos falta mucho para tener esta virtud, y
la pidamos a Dios y la procuremos; porque, con pensar que la tenemos,
estamos descuidados y engañados, que es lo peor.
Así nos acaece en la humildad; que nos parece no queremos
honra ni se nos da nada de nada. Viene la ocasión de tocaros en un punto;
luego, en lo que sentís y hacéis, se entenderá que no sois humilde; porque,
si algo os viene para más honra, no lo desecháis -ni aun los pobres que
hemos dicho- para más provecho. Y ¡plega a Dios no lo procuren ellos! Y
traen ya tan en la boca «que no quieren nada ni se les da nada de nada» como
de hecho de verdad lo piensan así; que aun la costumbre de decirlo les hace
más que lo que crean.
7 Alusión a Mc 14, 38 y 6, 28; y Mt 6, 13.
8 Lo ha dicho en los nn. 6-7-.
9 La Santa escribió elidiendo: tórnoos avisar.
CAPÍTULO 39
Prosigue la
misma materia, y da avisos de tentaciones algunas de diferentes maneras, y
pone los remedios para que se puedan librar de ellas (1).
1. Pues guardaos también, hijas, de unas humildades que
pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados, que
suele apretar aquí de muchas maneras, hasta apartarse de las comuniones y de
tener oración particular (por) no lo merecer, les pone el demonio); y cuando
llegan al Santísimo Sacramento, en si se aparejaron bien o no, se les va el
tiempo que habían de recibir mercedes. Llega la cosa a término de hacer
parecer a un alma que, por ser tal, la tiene Dios tan dejada, que casi pone
duda en su misericordia. Todo le parece peligro lo que trata, y sin fruto lo
que sirve, por bueno que sea. Dale una desconfianza que, se le caen los
brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que lo es en los
otros, en ella es mal.
2. Mirad mucho, hijas, en este punto que os diré, porque algunas veces podrá
ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y otras grandísima tentación.
Porque yo he pasado por ella, la conozco. La humildad no inquieta ni
desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino viene con paz y
regalo y sosiego. Aunque uno, de verse ruin, entienda claramente merece
estar en el infierno, y se aflige y le parece con justicia todos le habían
de aborrecer , y que no osa casi pedir misericordia, si es buena humildad,
esta pena viene con una suavidad en sí y contento, que no querríamos vernos
sin ella. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata y hace hábil para
servir más a Dios. Estotra pena todo lo turba, todo lo alborota, toda el
alma revuelve, es muy penosa. Creo pretende el demonio que pensemos tenemos
humildad, y si pudiese, a vueltas, que desconfiásemos de Dios.
3. Cuando así os hallarais, atajad el pensamiento de vuestra miseria lo más
que pudiereis, y ponedle en la misericordia de Dios y en lo que nos ama y
padeció por nosotros. Y si es tentación, aun esto no podréis hacer, que no
os dejará sosegar el pensamiento ni ponerle en cosa, sino para fatigaros
más. Harto será si conocéis es tentación (2).
Así es en penitencias desconcertadas, para hacer entendernos que somos más
penitentes que las otras y que hacéis algo. Si os andáis escondiendo del
confesor o prelada, o si diciéndoos que lo dejéis no lo hacéis, es clara
tentación. Procurad -aunque más pena os dé- obedecer, pues en esto está la
mayor perfección.
4. Pone otra bien peligrosa, que es una seguridad de parecernos que en
ninguna manera tornaríamos a las culpas pasadas y contentos del mundo; «que
ya le tengo entendido y sé que se acaba todo y que más gusto me dan las
cosas de Dios». Esta, si es a los principios, es muy malo, porque con esta
seguridad no se les da nada de tornarse a poner en las ocasiones, y hácenos
dar de ojos, y plega a Dios que no sea muy peor la recaída. Porque, como el
demonio ve que es alma que le puede dañar y aprovechar a otras, hace todo su
poder para que no se levante.
Así que, aunque más gustos y prendas de amor el Señor os
dé, nunca tanto andéis seguras que dejéis de temer podéis tornar a caer, y
guardaros de las ocasiones.
5. Procurad mucho tratar esas mercedes y regalos con quien os dé luz, sin
tener cosa secreta. Y tened este cuidado: que en principio y fin de la
oración, por subida contemplación que sea, siempre acabéis en propio
conocimiento. Y si es de Dios, aunque no queráis ni tengáis este aviso, lo
haréis aun más veces, porque trae consigo humildad y siempre deja con más
luz para que entendamos lo poco que somos.
No me quiero detener más, porque muchos libros hallaréis de estos avisos. Lo
que he dicho es porque he pasado por ello y vístome en trabajo algunas
veces. Todo cuanto se puede decir no puede dar entera seguridad.
6. Pues, Padre Eterno, ¿qué hemos de hacer sino acudir a Vos y suplicaros no
nos traigan estos contrarios nuestros en tentación? Cosas públicas vengan,
que con vuestro favor mejor nos libraremos. Mas esas traiciones ¿quién las
entenderá, Dios mío? Siempre hemos menester pediros remedio. Decidnos,
Señor, alguna cosa para que nos entendamos y aseguremos. Ya sabéis que por
este camino no van los muchos, y si han de ir con tantos miedos, irán muy
menos.
7. Cosa extraña es ésta, ¡como si para los que no van por camino de oración
no tentase el demonio!, y que se espanten más todos de uno que engaña de los
que van más llegados a perfección, que de cien mil que ven en engaños y
pecados públicos, que no hay que andar a mirar si es bueno o malo, porque de
mil leguas se entiende es Satanás.
A la verdad, tienen razón, porque son tan poquísimos a
los que engaña el demonio de los que rezaren el Paternóster como queda
dicho, que como cosa nueva y no usada da admiración; que es cosa muy de los
mortales pasar fácilmente por lo continuo que ven, y espantarse mucho de lo
que es muy pocas veces o casi ninguna. Y los mismos demonios los hacen
espantar, porque les está a ellos bien, que pierden muchos por uno que se
llega a la perfección (3).
NOTAS
1 Uno de los censores anotó sobre el título: «El capítulo
40 es mucho de notar, así para los tentados de humildades falsas, como para
los confesores». Los amanuenses incluyeron la observación en el texto, y
dentro de él la conservó fray Luis de León (p. 235).
2 El lugar de los períodos que preceden, en la 1ª
redacción se leía: Pues guardaos, hijas, de unas humildades que pone el
demonio, con gran inquietud, de la gravedad de los pecados pasados: «si
merezco llegarme al Sacramento», «si me dispuse bien», «que no soy para
vivir entre buenos», cosas de éstas, que viniendo con sosiego y regalo y
gusto, como el trae consigo el conocimiento propio, es de estimar; mas si
viene con alboroto e inquietud y apretamiento de alma y no poder sosegar el
pensamiento, creed que es tentación, y no os tengáis por humildes, que no
viene de ahí.
3 La 1ª redacción concluía así el capítulo: Y digo que es
tan de espantar, que no me maravillo se espanten; porque, si no es muy por
su culpa, van tan más seguros que los que van por otro camino, como los que
están en el cadalso mirando al toro o los que andan poniéndosele en los
cuernos. Esta comparación he oído, y paréceme al pie de la letra.
No hayáis miedo, hermanas, de ir por estos caminos, que
muchos hay en la oración, porque unos aprovechan en uno y otros en otro,
como he dicho; camino seguro es; mas aina os libraréis de la tentación
estando cerca del Señor, que no estando lejos. Suplicádselo y pedídselo,
como lo hacéis tantas veces al día en el Paternóster.
CAPÍTULO 40
Dice cómo
procurando siempre andar en amor y temor de Dios, iremos seguras entre
tantas tentaciones.
1. Pues, buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo
vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa.
El que podemos tener, hijas, y nos dio Su Majestad es
«amor y temor»; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará
ir mirando adónde ponemos los pies para no caer por camino adonde hay tanto
en que tropezar como caminamos todos los que vivimos. Y con esto a buen
seguro que no seamos engañadas.
2. Diréisme que en qué veréis que tenéis estas dos virtudes tan grandes. Y
tenéis razón, porque cosa muy cierta y determinada no la puede haber; porque
siéndolo de que tenemos amor, lo estaremos de que estamos en gracia (1). Mas
mirad, hermanas: hay unas señales que parece los ciegos las ven; no están
secretas; aunque no queráis entenderlas, ellas dan voces que hacen mucho
ruido, porque no son muchos los que con perfección las tienen, y así se
señalan más. ¡Como quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos
castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios.
3. Quien (2) de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno
quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los buenos se
juntan siempre y los favorecen y defienden. No aman sino verdades y cosa que
sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible quien muy de veras ama a Dios
amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni
honras; ni tiene contiendas ni envidias. Todo porque no pretende otra cosa
sino contentar al Amado. Andan muriendo porque los ame, y así ponen la vida
en entender cómo le agradarán más.
¿Esconderse? (3) -¡Oh, que el amor de Dios, si de veras es amor, es
imposible! Si no, mirad un San Pablo, una Magdalena: en tres días el uno
comenzó a entenderse que estaba enfermo de amor; éste fue San Pablo. La
Magdalena desde el primer día, ¡y cuán bien entendido! Que esto tiene, que
hay más o menos; y así se da a entender como la fuerza que tiene el amor: si
es poco, dase a entender poco; y si es mucho, mucho; mas poco o mucho, como
haya amor de Dios, siempre se entiende.
4. Mas de lo que ahora tratamos más, que es de los engaños e ilusiones que
hace el demonio a los contemplativos, no hay poco; siempre es el amor mucho
-o ellos no serán contemplativos-, y así se da a entender mucho y de muchas
maneras. Es fuego grande, no puede sino dar gran resplandor. Y si esto no
hay, anden con gran recelo, crean que tienen bien que temer, procuren
entender qué es, hagan oraciones, anden con humildad y supliquen al Señor no
los traiga en tentación; que, cierto, a no haber esta señal, yo temo que
andamos en ella. Mas andando con humildad, procurando saber la verdad,
sujetas al confesor y tratando con él con verdad y llaneza, que, -como está
dicho- (4), con lo que el demonio os pensare dar la muerte os da la vida,
aunque más cocos e ilusiones os quiera hacer (5).
5. Mas si sentís este amor de Dios que tengo dicho y el temor que ahora
diré, andad alegres y quietas, que por haceros turbar el alma para que no
goce tan grandes bienes, os pondrá el demonio mil temores falsos y hará que
otros os los pongan. Porque ya que no puede ganaros, al menos procura
hacernos algo perder, y que pierdan los que pudieran ganar mucho creyendo
son de Dios las mercedes que hace tan grandes a una criatura tan ruin, y que
es posible hacerlas, que parece algunas veces tenemos olvidadas sus
misericordias antiguas (6).
6. ¿Pensáis que le importa poco al demonio poner estos temores? -No, sino
mucho, porque hace dos daños: el uno, que atemoriza a los que lo oyen (7) de
llegarse a la oración, pensando han también de ser engañados. El otro, que
se llegarían muchos más a Dios, viendo que es tan bueno -como he dicho- (8),
que es posible comunicarse ahora tanto con los pecadores. Póneles codicia -y
tienen razón- que yo conozco algunas personas que esto los animó y
comenzaron oración, y en poco tiempo salieron verdaderos, haciéndolos el
Señor grandes mercedes.
7. Así que, hermanas, cuando entre vosotras viereis hay alguna que el Señor
las haga, alabad mucho al Señor por ello, y no por eso penséis está segura,
antes la ayudad con más oración; porque nadie lo puede estar mientras vive y
anda engolfado en los peligros de este mar tempestuoso.
Así que no dejaréis de entender este amor adonde está, ni sé cómo se pueda
encubrir (9). Pues si amamos acá a las criaturas, dicen ser imposible y que
mientras más hacen por encubrirlo, más se descubre, siendo cosa tan baja que
no merece nombre de amor, porque se funda en nonada; ¿y habíase de poder
encubrir un amor tan fuerte, tan justo, que siempre va creciendo, que no ve
cosa para dejar de amar, fundado sobre tal cimiento como es ser pagado con
otro amor, que ya no puede dudar de él por estar mostrado tan al
descubierto, con tan grandes dolores y trabajos y derramamiento de sangre,
hasta perder la vida, porque no nos quedase ninguna duda de este amor? ¡Oh,
válgame Dios, qué cosa tan diferente debe ser el un amor del otro a quien lo
ha probado!
8. Plega a Su Majestad nos le dé antes que nos saque de esta vida, porque
será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgadas de quien
habemos amado sobre todas las cosas (10). Seguras podremos ir con el pleito
de nuestras deudas. No será ir a tierra extraña, sino propia, pues es a la
de quien tanto amamos y nos ama (11). Acordaos, hijas mías, aquí de la
ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida no le tener, que nos
pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan enemigas de todo
bien y tan amigas de todo mal.
9. ¿Qué será de la pobre alma que, acabada de salir de tales dolores y
trabajos como son los de la muerte, cae luego en ellas? ¡Qué mal descanso le
viene!; ¡qué despedazada irá al infierno!; ¡qué multitud de serpientes de
diferentes maneras!; ¡qué temeroso lugar!; ¡qué desventurado hospedaje! Pues
para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona regalada (que)
(12) son los que más deben de ir allá), pues posada de para siempre, para
sin fin, ¿qué pensais sentirá aquella triste alma?
Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala
posada. Alabemos a Dios. Esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas
¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no
ha de ir al purgatorio! ¡Cómo desde acá aun podrá ser comience a gozar de la
gloria! No verá en sí temor sino toda paz.
10. Ya que no lleguemos a esto, hermanas (13),
supliquemos a Dios, si vamos a recibir luego penas, sea adonde con esperanza
de salir de ellas las llevemos de buena gana, y adonde no perdamos su
amistad y gracia, y que nos la dé en esta vida para no andar en tentación
sin que lo entendamos (14).
NOTAS
1 Al margen del manuscrito añadió uno de los censores,
por escrúpulo teológico: «Lo cual no es posible sino por especial
privilegio».
2 Quien por «quienes»: uso frecuente en la Santa.
3 «Del todo», añadió al margen el mismo censor del número
2, por el mismo escrúpulo, tachando a continuación la frases alusivas a S.
Pablo y a la Magdalena, hasta: ... bien entendido.
4 Está dicho en el c. 38, nn. 3-4-. -En la 1ª redacción
alegaba de nuevo el pensamiento de S. Pablo («fiel es el Señor» 1 Cr 10,
13), y recomendaba estar sujetas a todo lo que tiene la Iglesia...
5 Hablará de él en el c. 41.
6 Alusión al Salmo 88, 50.
7 «Y temen», añadió el censor.
8 Alude a lo dicho en el c. 16, nn. 6-8; y c. 25, nn.
1-2.
9 «Del todo», acotó el censor; y en la frase siguiente:
...ser imposible «se encubra el amor». Poco más abajo, el mismo escrúpulo
teológico de otras veces lo indujo a recortar dos frases: con otro amor «del
cual ya no puede dudar», hasta perder la vida «por nosotros y» porque no nos
quedase ninguna duda de este amor «del Señor».
El presente pasaje era más vivaz y expresivo en la 1ª
redacción: como digo, luego se conoce adonde está [este amor]; pues no se
puede encubrir si se ama un hombrecillo o una mujercilla, sino que mientras
más lo encubren parece más se descubre -con no tener que amar sino un
gusano, ni merece nombre de amor, porque se funda en nonada, y es asco poner
esta comparación-, y ¿habíase de poder encubrir un amor tan fuerte como el
de Dios, fundado sobre tal cimiento, teniendo tanto que amar y tantas causas
por qué amar? En fin, es amor y merece este nombre, que hurtado se le deben
tener acá las vanidades del mundo.
10 Será gran cosa a la hora de la muerte - «que vamos
adonde no sabemos», añadió en la 1ª redacción; pero el censor se creyó en la
necesidad de tachar no sabemos y escribir «creemos». -Todo este número es un
delicado mosaico de reminiscencias bíblicas.
11 En la 1ª redacción: Que esto tiene mejor -con todo lo
demás- que los queredes de acá: que en amándole, estamos bien seguras que
nos ama.
12 El tenaz censor tachó el que y escribió «como».
13 El amanuense del ms. de Toledo copió: «Y que no
lleguemos a esto, hermanas», y la Santa añadió: siendo posible, gran
cobardía será.
14 La conclusión de la 1ª redacción era más compendiosa:
Alabemos a Dios, y siempre cuidado de suplicarle nos tenga de su mano, y a
todos los pecadores, y no nos traiga en estas ocultas tentaciones.
CAPÍTULO 41
Que habla del temor de Dios, y cómo nos hemos de guardar de pecados veniales.
1. ¡Cómo me he alargado! Pues no tanto como quisiera,
porque es cosa sabrosa hablar en tal amor. ¿Qué será tenerle? (1) El Señor
me le dé, por quien Su Majestad es.
Ahora vengamos al temor de Dios (2). Es cosa también muy
conocida de quien le tiene y de los que le tratan. Aunque quiero entendáis
que a los principios no está tan crecido, si no es algunas personas, a quien
-como he dicho- (3) el Señor hace grandes mercedes, que en breve tiempo las
hace ricas de virtudes. Y así no se conoce en todos, a los principios, digo.
Vase aumentando el valor creciendo más cada día; aunque desde luego se
entiende, porque luego se apartan de pecados y de las ocasiones y de malas
compañías y se ven otras señales. Mas cuando ya llega el alma a
contemplación -que es de lo que más ahora aquí tratamos-, el temor de Dios
también anda muy al descubierto, como el amor; no va disimulado, aun en lo
exterior. Aunque mucho con aviso se miren estas personas, no las verán andar
descuidadas, que por grande que le tengamos a mirarlas, las tiene el Señor
de manera que, si gran interés se le ofreciese, no harán de advertencia un
pecado venial. Los mortales temen como al fuego.
Y éstas son las ilusiones que yo querría, hermanas, temiésemos mucho, y
supliquemos siempre a Dios no sea tan recia la tentación, que le ofendamos,
sino que nos la dé conforme a la fortaleza que nos ha de dar para vencerla.
Esto es lo que hace al caso; este temor es el que yo deseo nunca se quite de
nosotras, que es lo que nos ha de valer.
2. ¡Oh, que es gran cosa no tener ofendido al Señor, para que sus siervos y
esclavos infernales estén atados!; (4) que, en fin, todos le han de servir,
mal que les pese, sino que ellos es por fuerza y nosotros de toda voluntad.
Así que, teniéndole contento, ellos estarán a raya, no harán cosa con que
nos puedan dañar, aunque más nos traigan en tentación y nos armen lazos
secretos.
3. Tened esta cuenta y aviso -que importa mucho- que no os descuidéis (5)
hasta que os veáis con tan gran determinación de no ofender al Señor, que
perderíais mil vidas antes que hacer un pecado mortal, y de los veniales
estéis con mucho cuidado de no hacerlos; esto de advertencia, que de otra
suerte, ¿quién estará sin hacer muchos? Mas hay una advertencia muy pensada;
otra tan de presto, que casi haciéndose el pecado venial y advirtiendo, es
todo uno, que no nos pudimos entender. Mas pecado muy de advertencia, por
chico que sea, Dios nos libre de él (6). ¡Cuánto más que no hay poco, siendo
contra una tan gran Majestad y viendo que nos está mirando! Que esto me
parece a mí es pecado sobrepensado, y como quien dice: «Señor, aunque os
pese, haré esto; ya veo que lo veis, y sé que no lo queréis y lo entiendo;
mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no vuestra voluntad». Y que en
cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parece, por leve que sea la
culpa, sino mucho y muy mucho (7).
4. Mirad, por amor de Dios, hermanas, si queréis ganar
este temor de Dios, que va mucho entender cuán grave cosa es ofensa de Dios
y tratarlo en vuestros pensamientos muy ordinario, que nos va la vida y
mucho más tener arraigada esta virtud en nuestras almas. Y hasta que
entendáis muy de veras que le tenéis (8), es menester andar siempre con
mucho mucho cuidado, y apartarnos de todas las ocasiones y compañías que no
nos ayuden a llegarnos más a Dios. Tener gran cuenta con todo lo que
hacemos, para doblar en ello nuestra voluntad, y cuenta con que lo que
hablare vaya con edificación; huir de donde hubiere pláticas que no sean de
Dios.
Ha menester mucho que en sí quede muy impreso este temor;
aunque si de veras hay amor, presto se cobra. Mas en teniendo el alma visto
con gran determinación en sí, que -como he dicho- (9) por cosa criada no
hará una ofensa de Dios, aunque después se caiga alguna vez, porque somos
flacos y no hay que fiar de nosotros; (cuando) más determinados, menos
confiados de nuestra parte, que de donde ha de venir la confianza ha de ser
de Dios); cuando esto que he dicho entendamos de nosotros, no es menester
andar tan encogidos ni apretados, que el Señor nos favorecerá, y ya la
costumbre nos será ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa
libertad, tratando con quien fuere justo y aunque sean distraídas (10).
Porque las que antes que tuvieseis este verdadero temor de Dios os fueran
tóxico y ayuda para matar el alma, muchas veces después os la harán para
amar más a Dios y alabarle porque os libró de aquello que veis ser notorio
peligro. Y si antes fuerais parte para ayudar a sus flaquezas, ahora lo
seréis para que se vayan a la mano en ellas por estar delante de vos, que
sin quereros hacer honra acaece esto.
5. Yo alabo al Señor muchas veces, y pensando de dónde vendrá por qué, sin
decir palabra, muchas veces un siervo de Dios ataja palabras que se dicen
contra El, debe ser que así como acá, si tenemos un amigo, siempre se tiene
respeto, -si es en su ausencia-, a no hacerle agravio delante del que saben
que lo es, y como aquél está en gracia, la misma gracia debe hacer que, por
bajo que éste sea, se le tenga respeto y no le den pena en cosa que tanto
entienden ha de sentir, como ofender a Dios. El caso es que yo no sé la
causa, mas sé que es muy ordinario esto.
Así que no os apretéis, porque si el alma se comienza a encoger, es muy mala
cosa para todo lo bueno, y a las veces dan en ser escrupulosas, y veisla
aquí inhabilitada para sí y para los otros. Y ya que no dé en esto, será
buena para sí, mas no llegará muchas almas a Dios, como ven tanto
encogimiento y apretura. Es tal nuestro natural, que las atemoriza y ahoga y
huyen de llevar el camino que vos lleváis, aunque conocen claro ser de más
virtud.
6. Y viene otro daño de aquí, que es juzgar a otros: como no van por vuestro
camino, sino con más santidad por aprovechar el prójimo tratan con libertad
y sin esos encogimientos, luego os parecerán imperfectos. Si tienen alegría
santa, parecerá disolución, en especial en las que no tenemos letras ni
sabemos en lo que se puede tratar sin pecado. Es muy peligrosa cosa y un
andar en tentación continuo y muy de mala digestión, porque es en perjuicio
del prójimo. Y pensar que si no van todos por el modo que vos,
encogidamente, no van tan bien, es malísimo.
Y hay otro daño: que en algunas cosas que habéis de hablar y es razón
habléis, por miedo de no exceder en algo no osaréis sino por ventura decir
bien de lo que sería muy bien abominaseis.
7. Así que, hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios procurad ser
afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que
amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar y no se
atemoricen y amedrenten de la virtud. A religiosas importa mucho esto:
mientras más santas, más conversables con sus hermanas, y que aunque sintáis
mucha pena si no van sus pláticas todas como vos las querríais hablar, nunca
os extrañéis de ellas, si queréis aprovechar y ser amada. Que es lo que
mucho hemos de procurar: ser afables y agradar y contentar a las personas
que tratamos, en especial a nuestras hermanas.
8. Así que, hijas mías, procurad entender de Dios en verdad que no mira a
tantas menudencias (11) como vosotras pensáis, y no dejéis que se os encoja
el ánima y el ánimo, que se podrán perder muchos bienes. La intención recta,
la voluntad determinada, como tengo dicho (12), de no ofender a Dios. No
dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de procurar santidad sacará
muchas imperfecciones que el demonio le pondrá por otras vías y, como he
dicho (13), no aprovechará a sí y a las otras tanto como pudiera.
9. Veis aquí cómo con estas dos cosas -amor y temor de
Dios- podemos ir por este camino sosegados y quietos, aunque, como el temor
ha de ir siempre delante, no descuidados; que esta seguridad no la hemos de
tener mientras vivimos, porque sería gran peligro. Y así lo entendió nuestro
Enseñador cuando en el fin de esta oración dice a su Padre estas palabras
(14), como quien entendió bien eran menester.
NOTAS
1 La 1ª redacción proseguía: ¡Oh Señor mío, dádmele Vos!
No vaya yo de esta vida hasta que no quiera cosa de ella, ni sepa qué cosa
es amar fuera de Vos, ni acierte a poner este nombre en nadie, pues todo es
falso, pues lo es el cimiento, y así no dura el edificio.
No sé por qué nos espantamos: cuando oigo decir «aquél me
pagó mal», «estotro no me quiere», yo me río entre mí; ¿qué os ha de pagar,
ni qué os ha de querer? En esto veréis quién es el mundo, que vuestro mismo
amor os da después el castigo; y eso es lo que os deshace, porque siente
mucho la voluntad de que la hayáis traído embebida n juego de niños.
A ahora vengamos al temor, aunque se me hace de mal no
hablar en este amor de mundo un rato, porque le conozco bien, por mis
pecados, y quisiéraosle dar a conocer porque os librarais de él para
siempre. Mas porque salgo de propósito lo habré de dejar. -Fray Luis incluyó
este hermoso pasaje en su edición (pp. 246-247), aunque muy retocado.
2 Véase la división del tema en el c. 10, n. 1.
3 Lo ha dicho en el c. 40, n. 3, y c. 16, nn. 6-9.
4 Estén atados: para completar la frase añadió fray Luis
esas dos palabras (p. 248), tomándolas a su vez de la edición de Evora (p.
136 v).
5 Que hasta que, escribió por descuido la Santa.
6 Yo no sé cómo tenemos tanto atrevimiento como es ir
contra un tan gran Señor, aunque sea en muy poca cosa. Así la 1ª redacción.
7 La 1ª redacción continuaba: Por amor de Dios, hijas,
que nunca os descuidéis en esto, como ahora -¡gloria sea al Señor!- lo
hacéis.
8 Por el reiterado escrúpulo teológico de la no certeza
del estado de gracia, el censor tachó en el autógrafo: «entendáis muy de
veras». Fray Luis aceptó la corrección del censor (p. 250).
9 Lo ha dicho en los nn. 1 y 3. -En el ms. de Toledo
añadió la Santa: no se desanime, que quizá lo permite para que más se
conozca; sino procure luego pedir perdón. -En la 1ª redacción era más
tajante: ... que por cosa criada, ni por medio de mil muertes no haría un
pecado venial...
10 Personas distraídas (1ª redacción).
11 Cf. 23, 3.
12 Lo ha dicho en el n. 3.
13 En los nn. 5-6.
14 Estas palabras, es decir, la última petición del
Paternóster. -He aquí la hermosa conclusión del capítulo en la 1ª redacción:
Veis aquí cómo con estas dos cosas, de amor y temor de Dios, podéis ir con
quietud por este camino y no pareciendo que veis a cada paso el hoyo adonde
caer, que nunca acabaréis de llegar. -Mas, porque aun esto no se puede saber
cierto si es verdad que tenemos estas dos cosas como son bien menester,
habiéndonos el Señor lástima de que vivimos en vida tan incierta y entre
tantas tentaciones y peligros, dice bien Su Majestad, enseñándonos que
pidamos, y El lo pide para Sí: «Mas líbranos del mal. Amen».
CAPÍTULO 42
En que trata de estas postreras palabras del Paternóster: «Sed libera nos a malo. Amen». Mas líbranos del mal. Amén.
1. Paréceme tiene razón el buen Jesús de pedir esto para
Sí, porque ya vemos cuán cansado estaba de esta vida cuando dijo en la cena
a sus Apóstoles: «Con deseo he deseado cenar con vosotros» (1), que era la
postrera cena de su vida. Adonde se ve cuán cansado debía ya estar de vivir.
Y ahora no se cansarán los que han cien años, sino siempre con deseo de
vivir más. A la verdad, no la pasamos tan mal ni con tantos trabajos como Su
Majestad la pasó, ni tan pobremente. ¿Qué fue toda su vida sino una continua
muerte, siempre trayendo la que le habían de dar tan cruel delante de los
ojos? Y esto era lo menos; mas ¡tantas ofensas como se hacían a su Padre y
tanta multitud de almas como se perdían! Pues si acá una que tenga caridad
le es esto gran tormento, ¿qué sería en la caridad sin tasa ni medida de
este Señor? Y ¡qué gran razón tenía de suplicar al Padre que le librase ya
de tantos males y trabajos y le pusiese en descanso para siempre en su
reino, pues era verdadero heredero de él!
2. «Amén» (2). Que el amén entiendo yo que pues con él se acaban todas las
cosas, que así pide el Señor seamos librados de todo mal para siempre (3). Y
así lo suplico yo al Señor me libre de todo mal para siempre, pues no me
desquito de lo que debo, sino que puede ser por ventura cada día me adeudo
más. Y lo que no se puede sufrir, Señor, es no poder saber cierto que os
amo, ni si son aceptos mis deseos delante de Vos. ¡Oh Señor y Dios mío,
libradme ya de todo mal, y sed servido de llevarme adonde están todos los
bienes! ¿Qué esperan ya aquí a los que Vos habéis dado algún conocimiento de
lo que es el mundo y los que tienen viva fe de lo que el Padre Eterno les
tiene guardado?
3. El pedir esto con deseo grande y toda determinación es un gran efecto
para los contemplativos de que las mercedes que en la oración reciben son de
Dios. Así que los que lo fueren, ténganlo en mucho (4). El pedirlo yo no es
por esta vía; digo que no se tome por esta vía, sino que, como he tan mal
vivido, temo ya de más vivir, y cánsanme tantos trabajos. Los que participan
de los regalos de Dios, no es mucho deseen estar adonde no los gocen a
sorbos y que no quieran estar en vida que tantos embarazos hay para gozar de
tanto bien y que deseen estar adonde no se les ponga el sol de justicia (5).
Haráseles todo oscuro cuanto después acá ven, y de cómo viven me espanto. No
debe ser con contento quien ha comenzado a gozar y le han dado ya acá su
reino y no ha de vivir por su voluntad, sino por la del rey.
4. ¡Oh, cuán otra vida debe ser ésta para no desear la muerte! ¡Cuán
diferentemente se inclina nuestra voluntad a lo que es la voluntad de Dios!
Ella quiere queramos la verdad, nosotros queremos la mentira; quiere que
queramos lo eterno, acá nos inclinamos a lo que se acaba; quiere queramos
cosas grandes y subidas, acá queremos bajas y de tierra; querría quisiésemos
sólo lo seguro, acá amamos lo dudoso: que es burla, hijas mías, sino
suplicar a Dios nos libre de estos peligros para siempre y nos saque ya de
todo mal. Y aunque no sea nuestro deseo con perfección, esforcémonos a pedir
la petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho, pues pedimos a poderoso? (6) Mas,
por que más acertemos, dejemos a su voluntad el dar, pues ya le tenemos dada
la nuestra. Y sea para siempre santificado su nombre en los cielos y en la
tierra, y en mí sea siempre hecha su voluntad. Amén (7)
5. Ahora mirad, hermanas, cómo el Señor me ha quitado de
trabajo enseñando a vosotras y a mí el camino que comencé a deciros, dándome
a entender lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración evangelical. Sea
bendito por siempre, que es cierto que jamás vino a mi pensamiento que había
tan grandes secretos en ella, que ya habéis visto encierra en sí todo el
camino espiritual, desde el principio hasta engolfar Dios el alma y darla
abundosamente a beber de la fuente de agua viva que dije estaba al fin del
camino (8). Parece nos ha querido el Señor dar a entender, hermanas, la gran
consolación que está aquí encerrada, y es gran provecho para las personas
que no saben leer. Si lo entendiesen, por esta oración podían sacar mucha
doctrina y consolarse en ella.
6. Pues deprendamos, hermanas, de la humildad con que nos enseña este
nuestro buen Maestro, y suplicadle me perdone, que me he atrevido a hablar
en cosas tan altas. Bien sabe Su Majestad que mi entendimiento no es capaz
para ello, si El no me enseñara lo que he dicho. Agradecédselo vosotras,
hermanas, que debe haberlo hecho por la humildad con que me lo pedisteis y
quisisteis ser enseñadas de cosa tan miserable.
7. Si el Padre Presentado Fray Domingo Báñez (9), que es
mi confesor, a quien le daré antes que le veáis, viere es para vuestro
aprovechamiento y os le diere, consolarme he que os consoléis. Si no
estuviere para que nadie lo vea, tomaréis mi voluntad, que con la obra he
obedecido a lo que me mandasteis; que yo me doy por bien pagada del trabajo
que he tenido en escribir, que no por cierto en pensar lo que he dicho.
Bendito sea y alabado el Señor, de donde nos viene todo
el bien que hablamos y pensamos y hacemos. Amén (10).
NOTAS
1 Lc 22, 15. -Uno de los censores del autógrafo fue
limando teológicamente los conceptos teresianos de este pasaje: ... tiene
razón «en alguna manera» de pedir esto para Sí. -Tachó: cuán cansado, y
escribió: «gana de despedirse de esta vida». Tachó de nuevo cuán cansado
debía ya estar, y escribió «poca gana debía ya tener». -A causa, quizá, de
estas censuras, la Santa corrigió a fondo este pasaje en el ms. toledano:
tachó el primer período y escribió: Como sabe nuestro buen Maestro los
peligros y trabajos de esta vida, pide esta petición para nosotros, y aun
había probado por experiencia cuán penosa es. -Borró asimismo «cansado debía
estar de vivir» y escribió: [cuán] sabrosa le era la muerte.
2 Amén: escrito al margen, probablemente por mano
extraña.
3 Aquí la propia Santa arrancó una hoja entera de su
autógrafo, limitándose a retocar las frases siguientes para llenar la
laguna. El texto suprimido dice así en la 1ª redacción:
Excusado es, hermanas, pensar que mientras vivimos
podemos estar libres de muchas tentaciones e imperfecciones y aun pecados,
pues se dice que quien pensare está sin pecado se engaña [1 Jn 1, 10] y es
así. Pues si echamos a males del cuerpo y trabajos, ¿quién está sin muy
muchos de muchas maneras? Ni es bien pidamos estarlo.
Pues entendamos qué pedimos aquí, pues este decir «de
todo mal» parece imposible: o de cuerpo -como he dicho-, o de imperfecciones
y faltas en el servicio de Dios. De los santos no digo nada: todo lo podrán
en Cristo, como decía San Pablo [Fp 4, 13]. Mas los pecadores como yo, que
me veo rodeada d flojedad y tibieza y poca mortificación y otras muchas
cosas, veo que me cumple pedir al Señor remedio. -Vosotras, hijas, pedid
como os pareciere; yo no le hallo viviendo, y así le pido al Señor que me
libre de todo mal para siempre. ¿Qué bien hallamos en esta vida, hermanas,
pues carecemos de tanto bien, y estamos ausentes de él?
Libradme, Señor, de esta sombra de muerte, libradme de
tantos trabajos, libradme de tantos dolores, libradme de tantas mudanzas, de
tantos cumplimientos como forzado hemos de tener los que vivimos, de tantas,
tantas, tantas cosas que me cansan y fatigan, que cansaría a quien esto
leyese si las dijese todas. No hay ya quien sufra vivir. Debe de venirme
este cansancio de haber tan mal vivido, y de ver que aun lo que vivo ahora
no es como he de vivir, pues tanto debo.
4 La Santa completó así el pensamiento en el ms. de
Toledo: ... son de Dios, «no siendo por huir los trabajos, sino sólo por
gozar de El: a quien nuestro Señor los diere» ténganlo en mucho.
5 Alusión al texto litúrgico tomado de Ml. 4, 2. -Todo el
presente pasaje fue profundamente reelaborado por la Autora. En la 1ª
redacción concluía: ¡bonico es el mundo para gustar de él quien ha comenzado
a gozar de Dios y le han dado ya acá su reino y no ha de vivir por su
voluntad, sino por la del rey! -La revisión del n. siguiente se debió a
escrúpulos teológicos: ¡Cuán diferentemente se inclina la voluntad de Dios a
la nuestra! Ella desea la verdad, la nuestra la mentira; desea lo eterno,
acá lo que se acaba; desea cosas grandes y subidas, acá bajas y de tierra;
desea todo lo seguro, acá todo lo dudoso.
6 Vergüenza sería pedir a un emperador un maravedí,
-añadía la 1ª redacción.
7 La 1ª redacción proseguía: Veis aquí, amigas, cómo es
el rezar vocalmente con perfección: mirando y entendiendo a quién se pide y
quién pide y qué es lo que se pide. -Cuando os dijeren no es bien tengáis
otra oración sin vocal, no os desconsoléis: leed esto muy bien, y lo que no
entendiéreis de oración, suplicad a Dios os lo dé a entender. Que rezar
vocalmente no os lo puede quitar nadie: ni no rezar el Paternóster de
corrida y sin entenderos tampoco. -Si os lo quitaren alguna persona u os lo
aconsejare, no le creáis; creed que es falso profeta, y mirad que en estos
tiempos no habéis de creer a todos; que, aunque de los que ahora os pueden
aconsejar no hay que temer, no sabemos lo que está por venir.
También pensé deciros algo de cómo habéis de rezar el
Avemaría; mas heme alargado tanto, que se quedará. Y basta haber entendido
cómo se rezará bien el Paternóster para todas las oraciones vocales que
hubiereis de rezar.
8 Alude al c. 19. -La 1ª redacción contenía en
este lugar una interesante declaración personal de la Santa, seguida de una
alusión velada a los decretos inquisitoriales que prohibieron los «libros en
romance»: ... la fuente de agua viva de que hablamos. Y así es que, salida
de ella -digo de esta oración del Paternóster-, no sé ya más ir adelante.
-Parece ha querido el Señor entendamos, hermanas, la gran consolación que
aquí está encerrada y que, cuando os quitaren libros, no nos pueden quitar
este libro, que es dicho por la boca de la misma verdad, que no puede errar.
Y pues tantas veces, como he dicho, decimos al día el Paternóster,
regalémonos con él, y procuremos aprender de tan excelente Maestro la
humildad con que ora y todas las demás partes que quedan dichas.
Añade en seguida un texto alusivo al libro de la Vida,
suprimido íntegramente en la 2ª redacción: Pues, hermanas, ya parece no
quiere [el Señor] diga más, porque no sé qué, aunque pensé ir adelante; pues
el Señor os ha enseñado el camino y a mí que en el libro pusiese -que he
dicho está escrito [libro de la Vida]- cómo se han de haber llegadas a esta
fuente de agua viva, y qué siente allá el alma, y cómo la harta Dios y la
quita la sed de las cosas de acá y la hace que crezca en las cosas del
servicio de Dios, que para las que hubieren llegado a ella será de gran
provecho y les dará mucha luz; procuradle, que el Padre fray Domingo Báñez,
presentado de la Orden de santo Domingo (que, como he dicho, es mi confesor,
y es a quien daré éste), le tiene. Si éste va para que le veáis y os le da,
también os dará el otro.
9 Un censor -quizás el P. García de Toledo- tachó
«Presentado fray Domingo Báñez». Otro tanto había hecho en el prólogo del
libro (véase la nota al prólogo, n. 1). -En cambio, la Santa, siempre bien
informada de los títulos profesorales de su gran teólogo, al preparar el
texto para la estampa en el ms. toledano, tachó la palabra Presentado y
escribió Maestro; y a continuación del nombre completó el título añadiendo:
de la Orden de Santo Domingo.
10 He aquí dos variantes que matizan esta conclusión en
la redacción primera: ... no por cierto en pensar lo que había de decir en
lo que el Señor me había dado a entender de los secretos de esta oración
evangelical, que me ha sido gran consuelo. -Sea bendito y alabado sin fin.
Amén Jesús. -En el ms. toledano, la Santa duplicó de su propia letra: Amén,
amén.
FIN DEL CAMINO DE PERFECCIÓN