|
1. Mucho había de decir de la rudeza que muchas personas tienen
acerca de las imágenes; porque llega la bobería a tanto, que
algunas ponen más confianza en unas imágenes que en otras,
entendiendo que les oirá Dios más por esta que por aquella,
representando ambas una misma cosa, como dos de Cristo o dos de
Nuestra Señora. Y esto es porque tiene más afición a la una
hechura que a la otra, en lo cual va envuelta gran rudeza acerca
del trato con Dios y culto y honra que se le debe, el cual sólo
mira la fe y pureza de corazón del que ora. Porque el hacer Dios a
veces más mercedes por medio de una imagen que de otra de aquel
mismo genero, no es porque haya más en una que en otra para ese
efecto, aunque en la hechura tenga mucha diferencia, sino porque
las personas despiertan más su devoción por medio de una que de
otra; que si la misma devoción tuviesen por la una que por la
otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas mercedes
recibirían de Dios.
2. De donde la causa por que Dios despierta milagros y hace
mercedes por medio de algunas imágenes más que por otras, no es
para que estimen más aquellas que las otras, sino que para que con
aquella novedad se despierte más la devoción dormida y afecto de
los fieles a oración. Y de aquí es que, como entonces y por medio
de aquella imagen se enciende la devoción y se continúa la oración
(que lo uno y lo otro es medio para que oiga Dios y conceda lo que
se le pide), entonces, y por medio de aquella imagen, por la
oración y afecto continúe Dios las mercedes y milagros en aquella
imagen; que cierto está que no los hace Dios por la imagen, pues
en sí no es más que pintura, sino por la devoción y fe que se
tiene con el santo que representa. Y así, si la misma devoción
tuvieses tú y fe en Nuestra Señora delante de esta su imagen que
delante de aquella, que representa la misma y aun sin ella, como
habemos dicho, las mismas mercedes recibirías. Que, aun por
experiencia se ve que, si Dios hace algunas mercedes y obra
milagros, ordinariamente los hace por medio de algunas imágenes no
muy bien talladas ni curiosamente pintadas o figuradas, porque los
fieles no atribuyan algo de esto a la figura o pintura.
3. Y muchas veces suele nuestro Señor obrar estas mercedes por
medio de aquellas imágenes que están más apartadas y solitarias.
Lo uno, porque con aquel movimiento de ir a ellas crezca más el
afecto y sea más intenso el acto. Lo otro, porque se aparten del
ruido y gente a orar, como lo hacía el Señor (Mt. 14, 23; Lc. 6,
12). Por lo cual, el que hace la romería, hace bien de hacerla
cuando no va otra gente, aunque sea tiempo extraordinario; y,
cuando va mucha turba, nunca yo se lo aconsejaría, porque,
ordinariamente, vuelven más distraídos que fueron. Y muchos las
toman y hacen más por recreación que por devoción.
De manera que, como haya devoción y fe, cualquiera imagen bastará;
mas si no la hay, ninguna bastará. Que harta viva imagen era
nuestro Salvador en el mundo y, con todo, los que no tenían fe,
aunque más andaban con el y veían sus obras maravillosas, no se
aprovechaban. Y esa era la causa por que en su tierra no hacía
muchas virtudes, como dice el evangelista (Mt. 13, 58; Lc. 4, 24).
4. Tambien quiero aquí decir algunos efectos sobrenaturales que
causan a veces algunas imágenes en personas particulares, y es que
a algunas imágenes da Dios espíritu particular en ellas, de manera
que queda fijada en la mente la figura de la imagen y devoción que
causó, trayendola como presente; y cuando de repente de ella se
acuerda, le hace el mismo espíritu que cuando la vio, a veces
menos y aun a veces más; y en otra imagen, aunque sea de más
perfecta hechura, no hallará aquel espíritu.
5. Tambien muchas personas tienen devoción más en una hechura que
en otras, y en algunas no será más que afición y gusto natural,
así como a uno contentará más un rostro de una persona que de
otra, y se aficionará más a ella naturalmente, y la traerá más
presente en su imaginación, aunque no sea tan hermosa como las
otras, porque se inclina su natural a aquella manera de forma y
figura. Y así pensarán algunas personas que la afición que tienen
a tal o tal imagen es devoción, y no será quizá más que afición y
gusto natural. Otras veces acaece que, mirando una imagen, la vean
moverse, o hacer semblantes y muestras, y dar a entender cosas, o
hablar. Esta manera y la de los afectos sobrenaturales que aquí
decimos de las imágenes, aunque es verdad que muchas veces son
verdaderos afectos y buenos, causando Dios aquello, o para
aumentar la devoción, o para que el alma tenga algún arrimo a que
ande asida por ser algo flaca y no se distraiga, muchas veces lo
hace el demonio para engañar y dañar. Por tanto, para todo daremos
doctrina en el capítulo siguiente.
|
|