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1. Admirables son los provechos que el alma saca de la negación de
este gozo: de ellos, son espirituales, y de ellos, temporales.
2. El primero es que, recogiendo el alma su gozo de las cosas
sensibles, se restaura acerca de la distracción en que por el
demasiado ejercicio de los sentidos ha caído, recogiendose en
Dios; y conservase el espíritu y virtudes que ha adquirido, y se
aumentan y va ganando.
3. El segundo provecho espiritual que saca en no se querer gozar
acerca de lo sensible es excelente, conviene a saber: que podemos
decir con verdad que de sensual se hace espiritual, de animal se
hace racional y aún que de hombre camina a porción angelical, y
que de temporal y humano se hace divino y celestial; porque, así
como el hombre que busca el gusto de las cosas sensuales y en
ellas pone su gozo no merece ni se le debe otro nombre que estos
que habemos dicho, es a saber: sensual, animal, temporal,
etcetera, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles,
merece todos estos, conviene a saber: espiritual, celestial, etc.
4. Y que esto sea verdad, está claro; porque, como quiera que el
ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga,
como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio
espiritual, de aquí es que, menguando y acabando las unas de estas
fuerzas, han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias,
por cuyo impedimento no crecían, y así, perfeccionándose el
espíritu, que es la porción superior del alma que tiene respecto y
comunicación con Dios, merece todos los dichos atributos, pues que
se perfecciona en bienes y dones de Dios espirituales y
celestiales.
Y lo uno y lo otro se prueba por san Pablo (1 Cor. 2, 14), el cual
al sensual, que es el que el ejercicio de su voluntad sólo trae en
lo sensible, (le llama) animal, que no percibe las cosas de Dios;
y a esotro, que levanta a Dios la voluntad, llama espiritual, y
que este lo penetra y juzga todo hasta los profundos de Dios. Por
tanto, tiene aquí el alma un admirable provecho de una grande
disposición para recibir bienes de Dios y dones espirituales.
5. Pero el tercer provecho es que con grande exceso se le aumentan
los gustos y el gozo de la voluntad temporalmente; pues, como dice
el Salvador (Mt. 19, 29), en esta vida por uno le dan ciento. De
manera que, si un gozo niegas, ciento tanto te dará el Señor en
esta vida temporal y espiritualmente; como tambien, por un gozo
que de esas cosas sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de
pesar y sinsabor. Porque, de parte del ojo ya purgado en los gozos
de ver, se le sigue al alma gozo espiritual, enderezado a Dios en
todo cuanto ve, ahora sea divino, ahora profano lo que ve. De
parte del oído purgado en el gozo de oír, se le sigue al alma
ciento tanto de gozo muy espiritual y enderezado a Dios en todo
cuanto oye, ahora sea divino, ahora profano lo que oye; y así en
los demás sentidos ya purgados; porque, así como en el estado de
la inocencia a nuestros primeros padres todo cuanto veían y
hablaban y comían en el paraíso les servía para mayor sabor de
contemplación, por tener ellos bien sujeta y ordenada la parte
sensitiva a la razón, así el que tiene el sentido purgado y sujeto
al espíritu de todas las cosas sensibles, desde el primer
movimiento saca deleite de sabrosa advertencia y contemplación de
Dios.
6. De donde al limpio todo lo alto y lo bajo le hace más bien y le
sirve para más limpieza, así como el impuro de lo uno y de lo
otro, mediante su impureza, suele sacar mal; mas el que no vence
el gozo del apetito, ni gozará de serenidad de gozo ordinario en
Dios por medio de sus criaturas. El que no vive ya según el
sentido, todas las operaciones de sus sentidos y potencias son
enderezadas a divina contemplación, porque, siendo verdad en buena
filosofía que cada cosa, según el ser que tiene o vida que vive,
es su operación, si el alma vive vida espiritual, mortificada la
animal, claro está que sin contradicción, siendo ya todas sus
acciones y movimientos espirituales de vida espiritual, ha de ir
con todo a Dios. De donde se sigue que este tal, ya limpio de
corazón, en todas las cosas halla noticia de Dios gozosa y
gustosa, casta, pura, espiritual, alegre y amorosa.
7. De lo dicho infiero la siguiente doctrina, y es: que hasta que
el hombre venga a tener tan habituado el sentido en la purgación
del gozo sensible, que de primer movimiento saque el provecho que
he dicho, de que le envíen las cosas luego a Dios, tiene necesidad
de negar su gozo y gusto acerca de ellas para sacar de la vida
sensitiva al alma; temiendo que, pues el no es espiritual, sacará,
por ventura, del uso de estas cosas más jugo y fuerza para el
sentido que para el espíritu, predominando en su operación la
fuerza sensual, que hace más sensualidad y la sustenta y cría;
porque, como Nuestro Salvador dice (Jn. 3, 6), lo que nace de
carne, carne es; y lo que nace del espíritu, espíritu es.
Y esto se mire mucho, porque es así la verdad. Y no se atreva el
que no tiene aún mortificado el gusto en las cosas sensibles
aprovecharse mucho de la fuerza y operación del sentido acerca de
ellas, creyendo que le ayudan al espíritu; porque más crecerán las
fuerzas del alma sin estas sensitivas, esto es, apagando el gozo y
apetito de ellas, que usando de el en ellas.
8. Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por el
negamiento de este gozo, no hay necesidad de decirlo; porque,
demás que los dotes corporales de gloria, como son agilidad y
claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se
negaron, así el aumento de la gloria esencial del alma, que
responde al amor de Dios por quien negó las dichas cosas
sensibles, por cada gozo que negó momentáneo y caduco, como dice
San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obrará en el
eternamente.
Y no quiero ahora referir aquí los demás provechos, así morales
como temporales y tambien espirituales, que se siguen a esta noche
de gozo; pues son todos los que en los demás quedan dichos, y con
más eminente ser, por ser estos gozos que se niegan más conjuntos
al natural, y por eso adquiere este tal más íntima pureza en la
negación de ellos.
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