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1. Por bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia,
donaire, complexión corporal y todas las demás dotes corporales; y
tambien en el alma, buen entendimiento, discreción, con las demás
cosas que pertenecen a la razón.
En todo lo cual poner el hombre el gozo, (porque el o los que a el
pertenecen tengan tales partes y no más), y no dar antes gracias a
Dios, que las da para ser por ellas más conocido y amado, y sólo
por eso gozarse, vanidad y engaño es, como lo dice Salomón (Pv.
31, 30), diciendo: Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la
que teme a Dios, esa será alabada. En lo cual se nos enseña que
antes en estos dones naturales se debe el hombre recelar, pues por
ellos puede el hombre fácilmente distraerse del amor de Dios y
caer en vanidad, atraído de ellos, y ser engañado. Que, por eso,
dice que la gracia corporal es engañadora, porque en la vía al
hombre engaña y le atrae a lo que no le conviene, por vano gozo y
complacencia de sí o del que la tal gracia tiene; y que "la
hermosura es vana", pues que al hombre hace caer de muchas maneras
cuando la estima y en ella se goza, pues sólo se debe gozar en si
sirve a Dios en el o en otros por el; mas antes debe temer y
recelarse (que) no, por ventura, sean causa de sus dones y gracias
naturales que Dios sea ofendido por ellas, por su vana presunción
o por extrema afición poniendo los ojos en ellas.
Por lo cual debe tener recato y vivir con cuidado el que tuviere
las tales partes, que no de causa a alguno, por su vana
ostentación, que se aparte un punto de Dios su corazón. Porque
estas gracias y dones de naturaleza son tan provocativas y
ocasionadas, así al que las posee como al que las mira, que apenas
hay quien se escape de algún lacillo y liga de su corazón en
ellas. Donde, por este temor, habemos visto que muchas personas
espirituales, que tenían algunas partes de estas, alcanzaron de
Dios con oraciones que las desfigurase, por no ser causa y ocasión
a sí o a otras personas de alguna afición o gozo vano.
2. Ha, pues, el espiritual de purgar y oscurecer su voluntad en
este vano gozo, advirtiendo que la hermosura y todas las demás
partes naturales son tierra, y que de ahí vienen y a la tierra
vuelven; y que la gracia y donaire es humo y aire de esa tierra; y
que, para no caer en vanidad, lo ha de tener por tal y por tal
estimarlo, y en estas cosas enderezar el corazón a Dios en gozo y
alegría de que Dios es en sí todas esas hermosuras y gracias
eminentísimamente, en infinito sobre todas las criaturas; y que,
como dice David (Sal. 101, 27), todas ellas, como la vestidura, se
envejecerán y pasarán, y sólo el permanece inmutable para siempre.
Y por eso, si en todas las cosas no enderezare a Dios su gozo,
siempre será falso y engañado; porque de este tal se entiende
aquel dicho de Salomón (Ecli. 2, 2), que dice hablando con el gozo
acerca de las criaturas, diciendo: Al gozo dije: ¿Por que te dejas
engañar en vano?; esto es, cuando se deja atraer de las criaturas
el corazón.
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