|
1. Para concluir, pues, con este negocio de la memoria, será bien
poner aquí al lector espiritual en una razón el modo que
universalmente ha de usar para unirse con Dios según este sentido;
porque, aunque (en) lo dicho queda bien entendido, todavía,
resumiendoselo aquí, lo tomará más fácilmente.
Para lo cual ha de advertir que, pues lo que pretendemos es que el
alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que
se espera es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de
otras cosas, más capacidad hay y más habilidad para esperar lo que
se espera y consiguientemente más esperanza, y que cuantas más
cosas se poseen, menos capacidad y habilidad hay para esperar, y
consiguientemente menos esperanza, y que, según esto, cuanto más
el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables
que no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía
la tendrá para esperar de el el lleno de su memoria. Lo que ha de
hacer, pues, para vivir en entera y pura esperanza de Dios, es que
todas las veces que le ocurrieren noticias, formas e imágenes
distintas, sin haber asiento en ellas, vuelva luego el alma a Dios
en vacío de todo aquello memorable con afecto amoroso, no pensando
ni mirando en aquellas cosas más de lo que le bastan las memorias
de ellas para entender (y hacer) lo que es obligado, si ellas
fueren de cosa tal. Y esto, sin poner (en ellas) afecto ni gusto,
porque no dejen efecto de si en el alma. Y así, no ha de dejar el
hombre de pensar y acordarse de lo que debe hacer y saber, que,
como no hay aficiones de propiedad, no le harán daño. Aprovechan
para esto los versillos del Monte que están en el capítulo (13)
del primer libro.
2. Pero hase de advertir aquí que no por eso convenimos, ni
queremos convenir en esta nuestra doctrina con la de aquellos
pestíferos hombres que, persuadidos de la soberbia y envidia de
Satanás, quisieron quitar de delante de los ojos de los fieles el
santo y necesario uso e ínclita adoración de las imágenes de Dios
y de los Santos, antes esta nuestra doctrina es muy diferente de
aquella; porque aquí no tratamos que no haya imágenes y que no
sean adoradas, como ellos, sino damos a entender la diferencia que
hay de ellas a Dios, y que de tal manera pasen por lo pintado, que
no impidan de ir a lo vivo, haciendo en ello más presa de la que
basta para ir a lo espiritual.
Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como
lo son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así
cuando se toma y se repara en el medio más que por solo medio,
estorba e impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa
diferente; cuánto más que en lo que yo más pongo la mano es en las
imágenes y visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen
muchos engaños y peligros.
Porque acerca de la memoria y adoración y estimación de las
imágenes, que naturalmente la Iglesia Católica nos propone, ningún
engaño ni peligro puede haber, pues en ellas no se estima otra
cosa sino lo que representan. Ni la memoria de ellas dejará de
hacer provecho al alma, pues aquella no se tiene sino con amor de
al que representan; que, como no repare en ellas más que para
esto, siempre le ayudarán a la unión de Dios, como deje volar al
alma, cuando Dios la hiciere merced, de lo pintado a Dios vivo, en
olvido de toda criatura y cosa de criatura.
|
|