DATOS BIOGRÁFICOS DE GABRIELA BOSSIS
El y yo Diario pdf
Gabriela Bossis nació en Fresne, Francia, el 26
de febrero de 1874. Murió el día 9 de junio de 1950. La mayor parte de su
vida la pasó en las regiones de Fresne-sur-Loire y Maine-et- Loire, su
tierra natal.
Hija de padres cristianos fue la menor de una familia
de cuatro hijos. Niña de mucha sensibilidad y timidez, lloraba fácilmente;
le asustaban los juegos bruscos y evitaba las reuniones familiares. La gente
le imponía un poco, por lo que acostumbraba rehuir las visitas. Tuvo una
niñera llamada Jenny que fue un buen refugio durante sus primeros años. Un
temperamento así debía ser tratado suavemente, sin disciplina excesiva para
evitar convertir a esta niña en una persona insegura de sí misma, débil o
rebelde. Sus padres supieron educarla convenientemente.
Estudió en el colegio de las Damas Negras, congregación
de "Las Fieles Compañeras de Jesús". Entre estas religiosas hubo
especialmente una, Johanna Lhermitte, paralizada de las dos piernas, que
ejerció una influencia muy benéfica sobre Gabriela.
En ese mismo colegio hizo su primera comunión, el 10 de
junio de 1886. Llegó a ser presidenta de la Congregación de los Santos
Angeles y, posteriormente, de la Congregación de la Santísima Virgen.
Esa timidez innata de la niña se iría transformando con
los años en una rigurosa discreción. Jamas hablaría de sí misma, razón por
la cual hay muy pocas anécdotas de su vida. Si se conocen algunos dates, se
debe a los "Diálogos". Nuestro Señor le iría recordando algunos sucesos de
su infancia: "¿Te acuerdas cuando eras pequeña y me buscabas? Te escondías
dentro de un tapiz enrollado que se encontraba en el cuarto detrás de la
cocina de tu abuela. Si alguien preguntaba, ¿donde está Gabriela?, tú
pensabas: estoy con el Buen Dios". Pronto aprendió a hacer labores de
bordado, pintaba y esculpía. Tocaba música y cantaba. En todo esto no
rebasaba el nivel de la mayoría de las muchachas "bien" de principios de
siglo en el ambiente tradicional de las provincias de Francia.
Tenía diploma de enfermera y prestó servicios en la
Misión de Camerún que le valieron una condecoración de la que nunca hablaba.
Escribía comedias y poseía dotes extraordinarias de
actriz. Su sentido para la escena era increíble, y sus movimientos muy
graciosos. A la vez reservada y sorprendente, se ransformaba bajo trajes
cómicos o patéticos, según lo requerían los diferentes papeles que
representaba.
Llegó a ser una persona comunicativa a quien agradaban
las reuniones sociales que antes le habían asustado tanto. Sabía apreciar la
belleza de las cosas naturales; personalmente se ocupaba del arreglo de su
jardín. Su casa estaba siempre abierta a familiares y amigos a quienes
colmaba de atenciones.
Físicamente, aunque no se podría decir que fuera una
belleza clásica, era atractiva, alta, de cabellera rubia dorada. Sumamente
activa, su paso era flexible y seguro. Su principal encanto residía en su
sonrisa.
Entre los 20 y los 24 años, de acuerdo con la Biografía
de Mme. Bouchaud, Gabriela pasó por grandes pruebas interiores: "Me creían
ligera en mi juventud, pero fue entonces cuando experimenté las más
profundas penas del alma". La influencia de un religioso franciscano que
buscaba inclinarla a la vida religiosa —algo muy comprensible dada la
riqueza espiritual de la joven— la hizo sufrir mucho, ya que
ella no sentía esa inclinación. Fue también por esa época cuando cambió su
actitud reservada de la infancia por una vivacidad y alegría inusitadas en
ella. Parece como si esos años hubieran sido la preparación para su misión
futura. Ella en una ocasión había escrito: "¿Qué son los siervos de Dios
sino especie de juglares que guían los corazones al Señor?".
Fue el Padre Olive, su director espiritual y párroco de
Fresne, quien la lanzó a la acción. Un día le pidió que le escribiera una
comedia para los jóvenes. Era el año de 1923; ella tendría cuarenta y nueve
años cuando compuso y representó su primera obra: "El Encanto". Esta comedia
recorrería varias otras parroquias de la localidad. Muchas otras le
seguirían, todas ellas de buen gusto y moral perfecta. Un público cada vez
más numeroso acogía estas representaciones con entusiasmo creciente; tanto
es así que Gabriela fue invitada a representar a lugares tan distantes como
el norte de África, Karacha, Túnez, Cartago, Argelia, Oasis de Golea, y
también algunas ciudades de Italia, Canadá, etc. Todo ello en respuesta a lo
que Dios le pedía.
Se conocen sus recorridos, que fueron muchos y notables
si tenemos en cuenta la época, sólo por la mención que hace Gabriela de los
lugares en los que recibe "palabras interiores". Su experiencia espiritual
proseguía durante todos estos años. El mundo no era un obstáculo. Ella
escribiría sobre esa perfecta comunicación con Dios esencial al amor.
En una ocasión había escuchado estas palabras: "Tus
viajes irán trazando el camino del pequeño libro".
Gabriela comenzó a escribir sus Diálogos en el año de
1936, a bordo del barco He de France que la llevaba al Canadá, en obediencia
al Señor.
Sus éxitos como escritora y actriz fueron tan grandes
que hubo un momento en el que pensó hacer también cine. Pero fue el mismo
Jesús quien la detuvo diciéndole: "Te guardo para Mí". A pesar de eso, su
humildad era muy grande: "Si un día hay algo de bueno en mí, Señor, haz que
no lo sepa". Nada impediría la escucha de esa Voz Divina que le hablaba en
lo más profundo de su alma pidiéndole que transcribiera sus palabras.
Algo notable era su sonrisa y alegría. Un famoso
director de la época que la vio actuar le preguntó que si su risa, que
contagiaba a toda la concurrencia, era algo aprendido o natural. Gabriela le
respondió simplemente: "Señor, no tengo más que esta risa".
En sus últimos años Gabriela conoció la soledad por una
especial solicitud que le hizo Cristo, como preparación para su muerte. Ya
había experimentado algo similar en su infancia, pues perdió muy pronto a
sus padres y a su hermana mayor. Cuando murió su fiel sirvienta María, Jesús
le pidió que no la reemplazara por nadie. Esto no impediría que Gabriela
siguiera gozando de una alegria y una paz interior muy grandes. Sin embargo,
nunca le faltaron sabios y prudentes sacerdotes que la estimularan y
dirigieran su vida espiritual, velando por ella desde su primera juventud
hasta su muerte. Esto lo anotaría ella en sus Cuadernos de 1948, recién
muerto uno de ellos. En cierto lugar de sus Diálogos escribe las siguientes
palabras que escuchó de Cristo: "Tú has estado siempre bajo mi dirección".
Desde 1939 su vida interior se va perfeccionando por
las Horas Santas que Cristo le pide. Sus palabras propias son cada vez más
escasas y son las de Jesús las que tienen toda la relevancia hasta su
muerte.
En el año de 1949 tiene que sujetarse a una operación
quirúrgica. Un ganglio infectado en el pecho la obliga a entrar al hospital.
Ella pensó entonces que muy bien podría estar próximo su fin, pero no fue
así. Logró recuperarse y, según la opinión de los médicos, no perdió el buen
humor y alegría que le eran propios. Parece que fue entonces cuando empezó a perder la vista, pero sin que disminuyera ese
entusiasmo propio de un temperamento jovial como el suyo. Un año después
volvió a enfermar de pleuresía que le impedía respirar. Esta asfixia llegó a
quitársele. No obstante, sus palabras, pronunciadas en voz muy baja, fueron
siempre reconfortantes para los amigos que de muchas partes venían a
visitarla. Conservó su lucidez hasta los últimos momentos.
En abril de 1950, dos meses antes de morir, le comunicó
el doctor que no volvería a levantarse. Ella se pregunta: ¿Por qué entonces
hay que esperar tanto?". Y, dado su temperamento alegre e impulsivo,
responde en seguida: "Puesto que esta muerte está decidida, que se decida".
La Voz le había dicho: "Tú has organizado muchas
fiestas, hazme el honor de creer que Yo sé organizar las mías". "Yo cortaré
el más dulce de tus dulces suspiros".
Pocos días antes de su muerte le envía al Padre
Parvulez la pluma con la que había escrito "El y yo", y le ofrece los
cuadernos originales para que le fuera más fácil leerlos. Una pequeña
recopilación de dichos cuadernos se publicó en vida de Gabriela; los demás
tomos que componen todas las notas sobre las "palabras interiores" se
publicaron después de su muerte.
Este mismo sacerdote le había asegurado en una carta,
que sus representaciones gustaban, no sólo al auditorio visible sino también
al invisible de Dios y de los ángeles. Y otro sacerdote, el Padre Olive,
hizo de ella este comentario: "Alma grande, tan compleja y trascendente".
En la noche que siguió a la fiesta de Corpus, del 8 al
9 de junio del mismo año de 1950, vino la cuidadora a vigilar su estado
hacia las cuatro de la mañana; estaba entera y todo parecía normal dentro de
su gravedad. La cuidadora se retiró a descansar a otro cuarto y se
adormeció. Cuando regresó al lecho de Gabriela, poco tiempo después, la
encontró todavía tibia, pero inmóvil. Y fue así, en la Divina soledad de El
y ella como el Señor vino "a recoger el más dulce de sus suspiros". Gabriela
fue enterrada con su hábito de Terciaria Franciscana, tal como habían sido
sus deseos. Sus sobrinos se encargaron de cumplir la voluntad de su tía tan
querida.