5 consejos sobre cómo leer a G.K. Chesterton
Tod Worner, aleteia
Página tras página, es una profunda sabiduría proveniente de un
asombroso sentido común que salta a la vista
“¿Qué debería leer para familiarizarme con Chesterton?”.
Una pregunta sincera de una buena amiga.
Sin duda, es una lectora ávida que devora un surtido ecléctico de obras,
desde Middlemarch de George Eliot a Alaska de Michener, pasando por El
regreso del nativo de Thomas Hardy o Tarzán de los monos de Burroughs. Y
además dispone de la paciencia suficiente como para esperar a que lleguen de
la biblioteca, y la tenacidad de leer incluso los más áridos hasta la
ultimísima página. Ahora, quiere abordar al periodista inglés y católico
converso G. K. Chesterton.
“¿Por dónde debería empezar?”.
Dado que siento una gran devoción y profunda deuda hacia Chesterton (por mi
fe católica y su entendimiento transformador de la vida) y dado que he
escrito y hablado con efusión sobre este gigante intelectual y espiritual
(¡y también físico!), me tomé la pregunta muy en serio. Y me hizo pensar…
para un hombre que escribió miles de ensayos, casi 100 libros, una digna
colección de obras de teatro y poemas y que podía aportar una perspectiva
sabia e ingeniosa sobre temas tan variados, desde el queso al catolicismo,
la pregunta esencial no es precisamente “qué leer” sino “cómo leer a G. K.
Chesterton”.
Ahora bien, debo admitir que abarcar del todo a Chesterton es una tarea
abrumadora. Además de la inmensa cantidad de escritos, hay que vérselas
también con el peculiar estilo de Chesterton. Es una combinación de encanto
risueño y honda sabiduría, en ciertos momentos críptico y a continuación
claro como el agua. Sumergirse directamente en Ortodoxia (su mejor obra, en
mi humilde opinión) sin tener experiencia previa con Chesterton es algo
parecido a que un nadador neófito que contonee fanfarrón hacia el trampolín
más alto, ajeno a las inmensurables profundidades que se abren bajo él.
(Para mi experiencia personal, por favor lean esto).
Entonces… si Chesterton es en realidad tan abrumador, ¿merece la pena?
Sin duda alguna… sí.
K. Chesterton vivió entre 1874 y 1936. Su vida abarcó los años menguantes de
la reina Victoria y los inicios de la crisis de abdicación del rey Eduardo
VIII. Presenció y discrepó vehementemente del avieso auge de los
bolcheviques y los fascistas, así como de la devastadora caída del mercado
bursátil en 1929. Fue testigo de los estragos de la Primera Guerra Mundial,
de la decadencia de los años 20 y del creciente desdén hacia Dios. Y a
medida que Chesterton maduraba en una cultura cada vez más estridente,
ensimismada y cínica, se transformó de un agnóstico insignificante a un
católico devoto y reflexivo. Quizás el mayor don de G. K. Chesterton fue el
de su capacidad para ver y pensar con claridad. Página tras página, asalta
al lector una profunda sabiduría nacida de un sorprendente sentido común. Su
lectura merece el esfuerzo.
Así que, ¿cómo se lee a G. K. Chesterton?
30
frases de Chesterton para un mundo de locos como el de hoy
Primero, tomar a Chesterton en pequeñas dosis.
No consigo recordar si fue William F. Buckley o Richard John Neuhaus, pero
se maravillaba al darse cuenta que, leyendo a Chesterton, únicamente podía
asimilar unos pocos párrafos antes de sentir la necesidad de levantarse y
alejarse caminando. Y lo hacía sólo para poder pensar, digerir, ponderar y
reflexionar sobre las múltiples capas de sabiduría que encontraba en su
lectura. Yo mismo no podría estar más de acuerdo. Considere tan solo algunas
de estas perlas:
“El ideal cristiano no ha sido probado y hallado insuficiente. Se lo halló
difícil y se lo abandonó sin probarlo”.
“Los hombres no difieren mucho acerca de qué cosas llaman maldades; se
distinguen enormemente en cuanto a qué maldades llaman excusables”.
“Las falacias no dejan de ser falacias solo porque estén de moda”.
“Estos son los días en los que se espera que el cristiano alabe todo credo
excepto el suyo propio”.
“Sólo conozco dos tipos de personas: los dogmáticos que saben que lo son y
los dogmáticos que no saben que lo son”.
Segundo, leer el relato de una amiga y colega
Aunque existen innumerables libros sobre G. K. Chesterton, ninguno supera la
biografía escrita por su amiga y editora Maisie Ward. El libro Gilbert Keith
Chesterton logra todo aquello a lo que aspiran las biografías: una memoria
cálida y personal rica en anécdotas y empapada de las propias palabras de
Chesterton. Ward (de la famosa pareja católica y la vez casa editorial Sheed
& Ward, que trajo al mundo a Christopher Dawson, Ronald Knox, Jacques
Maritain, Hilaire Belloc y Evelyn Waugh) sitúa a Chesterton en su contexto,
lo cual es una proeza en sí cuando nos enfrentamos a un genio de millones de
palabras e incontables reflexiones. (El subcampeón es Joseph Pearce y su
maravillosa G. K. Chesterton: Sabiduría e inocencia).
Tercero, disfrutar de un ensayo de Chesterton
Un ensayo que me caló hondo durante mi travesía hacia el catolicismo fue
Por qué soy católico.
Únicamente en este ensayo, el número de meditaciones penetrantes que
derrocaron mi intransigencia hacia el catolicismo es deslumbrante. Entre
otros de mis ensayos favoritos se encuentran La emancipación de la
domesticidad, Correr tras el propio sombrero y The Diabolist. Los ensayos de
Chesterton concentran su desbordante y arrolladora mente sin neutralizar su
sagacidad. Existen numerosas ediciones y traducciones de los ensayos de
Chesterton, así como estupendas compilaciones.
Cuatro, pasa tiempo con los que aman a Chesterton
La American Chesterton Society, por ejemplo, es un encantador grupo de
admiradores de Chesterton que se reúne periódicamente para profundizar en
las palabras y reflexiones de G. K. Chesterton. Entre sus miembros se
incluyen hombres y mujeres religiosos, profesores universitarios,
sacerdotes, actores, escritores y un variado etcétera. Esta animada
organización fue mi primera y verdadera introducción a los prodigios de
Chesterton. Bajo la guía del brillante y travieso Dale Ahlquist, la ACS ha
obrado maravillas para acercar a G. K. Chesterton a una nueva generación y,
por ello, les debemos gratitud. Nadie debería perderse publicaciones como la
Gilbert Magazine de la ACS, The Chesterton Review de Seton Hall, St. Austin
Review de Joseph Pearce y cualquier cosa que escriba sobre Chesterton fray
James Schall.
Por último, acurrucarse con un buen libro de Chesterton
Mis obras favoritas de Chesterton (si es que debiera limitar una selección)
son Ortodoxia, Lo que está mal en el mundo, los misterios del Padre Brown,
El hombre que fue jueves, La Iglesia católica y la conversión y La Cosa.
¡Pero recuerden! Cuando lean los libros de Chesterton, apliquen mi primera
recomendación: dosis pequeñas. Y luego vuelvan una y otra vez a su lectura.
Si tienen problemas con su escritura, perseveren y luego revisítenlo en otra
ocasión, pero ¡no se rindan! Para parafrasear a una sabio pensador, “Cuando
lea a Chesterton, no es Chesterton el que está a prueba, ES USTED”.
Así que, dichos quedan: cinco consejos sobre cómo leer a Chesterton. Confío
en que los encuentren útiles.
En cuanto a mí, ni que decir tiene que mi cariño hacia G. K. Chesterton no
conoce límites. Sinceramente, ha cambiado mi vida. Divertido y santo,
vivaracho y comedido, aniñado y brillante, extravagante y sabio, Chesterton
encarnó el júbilo que descubrió en una Verdad eterna. Y esa Verdad es la Fe
católica. G. K. Chesterton descubrió a la Iglesia católica y me ayudó a mí
también a descubrirla.
Así que podría preguntarse usted que cómo leo yo a Chesterton.
Pues lo leo con gratitud.
Con mucha gratitud.