Cuando se presentan a un señor nueces, dice la Virgen, varias de ellas suelen estar vacías, las cuales para que sean más aceptables al señor, deben llenarse. Así también acontece en las obras espirituales; pues muchos hacen contritos bastantes obras buenas, con lo que se destruye el pecado, de suerte que no van al infierno. Con todo, antes de esas buenas obras y entre ellas mismas, hubo mucho tiempo vacío, que es necesario se llene, si todavía hay lugar de trabajar; pero si no le hubiere, la contrición y el amor de Dios suplen todas las faltas.
De esta suerte María Magdalena ofreció a Dios nueces de buenas obras, entre las cuales hubo algunas vacías, que fueron las malas obras que había hecho en el largo tiempo que fué pecadora; pero perseverando en el bien, llenólas todas con la paciencia y con el trabajo.
San Juan Bautista ofreció a Dios nueces casi llenas, porque desde su primera juventud sirvió a Dios, dedicándole todo su tiempo. Mas los apóstoles ofrecieron a Dios nueces no tan llenas; porque antes de su conversión tuvieron muchas faltas e imperfecciones. Pero yo que soy la Madre de Dios, le ofrecí nueces muy llenas y más dulces que la miel, porque desde mi niñez me llenó Dios de su gracia y me conservó en ella. Y así digo que, aunque se le haya perdonado al hombre el pecado, con todo, mientras el hombre tenga lugar, los tiempos anteriormente vacíos deben desquitarse con la paciencia y con el trabajo por amor de Dios.
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