Alabanzas que la Virgen María hace de la dulzura y misericordia del corazón de su divino Hijo, y medios de conseguir esta misericordia.
REVELACIÓN 77

El corazón de mi Hijo, dice nuestra Señora, es más suave y más dulce que la misma miel, y más limpio que una clara y cristalina fuente, porque de él sale todo lo bueno y virtuoso, como de su fuente y principio. ¿Qué puede haber más grato para un hombre juicioso que considerar el amor de Dios en criarlo y en redimirlo, en los trabajos que padeció por él y en la doctrina que le enseñó, en las mercedes que le hace y en la paciencia con que le sufre? Su amor no es pasajero como el agua, sino amplio y duradero, porque permanece con el hombre hasta el último extremo, de manera que aun cuando estuviese un pecador a las puertas de la muerte y de su perdición, si desde allí clamase con propósito de la enmienda, lo oiría Dios y lo libraría de la condenación eterna.

Dos caminos hay por donde se puede ir al corazón de Dios. El primero es la humildad de la verdadera contrición, la cual lleva al hombre al corazón de Dios y le proporciona que pueda tener coloquio espiritual. El segundo es considerar la Pasión de mi Hijo, la cual ablanda la dureza del corazón del hombre y le hace correr con alegría al corazón de Dios.