Muchas flores produce un árbol, dijo a Brígida la santísima Virgen, pero no todas vienen a dar fruto; así también hay muchas obras virtuosas, pero no todas merecen el fruto del cielo, si no se hacen con amor y discreción; porque ayunar, orar, visitar los cuerpos de los santos y sus iglesias, son obras de virtud; pero valen poco para alcanzar los bienes eternos, si no las hace el hombre creyendo que solamente por la humildad puede entrar en el reino de los cielos, y se reputa siervo inútil, teniendo discreción en todo.
Considera dos hombres, uno que vive en obediencia y todas las cosas hace con ella, y otro que vive según su libertad. Si el que es libre ayuna, tendrá por su ayuno una simple paga; pero si el otro que vive sujeto a la obediencia, come aquel mismo día carne, según la regla de su orden y por obediencia, tendrá doblada paga que el primero: una, por la obediencia, y otra, por su buen deseo y no haber cumplido su voluntad.
Tú, hija mía, has de ser como la esposa que adorna el aposento para cuando venga su esposo; como la madre que prepara la ropilla para el hijo que ha de nacer; como el árbol que primero lleva la flor que el fruto, y como un vaso limpio para recibir la bebida antes que se vierta.
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