Escrito está, dijo san Ambrosio a santa Brígida, que antiguamente los amigos de Dios clamaban a Él y le pedían que rompiese los cielos y bajase a librar su pueblo de Israel. De la misma manera claman en estos tiempos los siervos de Dios y le dicen: Oh benignísimo Dios; vemos perecer innumerable gente en las tempestuosas olas, porque sus codiciosos superiores quieren siempre llevarlos a aquellas tierras, donde calculan que han de sacar mayor lucro de ellos. Encamínanse ellos y los que los siguen adonde hay más peligrosos escollos, sin conocer la navegación ni la seguridad del puerto, y por esto perecen miserablemente muchos, y es raro el que llega al puerto de salvación. Te rogamos, pues, Rey de toda gloria, que seas servido poner un farol y luz en el puerto, para que pueda el pueblo evitar los peligros, y no tenga que obedecer a inicuos gobernadores, sino que con tu bendita luz lleguen a puerto seguro.
Por estos gobernadores entiendo todos los señores que en el mundo tienen potestad espiritual o temporal; porque no pocos de éstos aman tanto su propia voluntad, que engolfados en las tempestades y borrascas del mundo, en la soberbia, en la codicia y en los placeres, no atienden al provecho de las almas de sus súbditos. Y los sigue el miserable vulgo, creyendo ir por el camino recto, y de esta suerte perecen ellos juntamente con sus súbditos, siguiendo cada uno el apetito de su voluntad.
Por el puerto, entiendo el conocimiento de la verdad, que en los presentes tiempos se halla tan obscurecido para muchos, que si alguien dijere que el camino para el puerto de la patria celestial es el Santísimo Evangelio de Jesucristo, le dirán que miente, y prefieren seguir las obras de los que a cada paso pecan, antes que creer a los que enseñan la verdad del Evangelio.
La luz que piden los amigos de Dios, es que se sirva el Señor renovar la verdad en el mundo, para que se reanime el amor de Dios en los corazones de los hombres, y no se olvide ni menosprecie su justicia. Y por esto fué del agrado de Dios, por su misericordia y a ruego de sus amigos, alumbrarte con la luz del Espíritu Santo, para que veas, oigas y entiendas cosas espirituales, y todo lo que oyeres en espíritu, debas manifestarlo a los otros según la voluntad de Dios.
|