Alabanza que da Dios al ángel custodio de santa Brígida, y cuánto importa a los justos padecer en esta vida.
REVELACIÓN 27

Oraba el ángel custodio por santa Brígida, y díjole Jesucristo: Tú eres como un buen soldado del Señor que nunca abandona su escudo ni vuelve las espaldas al enemigo; eres firme como un monte y encendido como una llama; eres tan limpio, que no hay en ti la menor mancha. Pides misericordia para mi esposa, aunque todas las cosas las sepas y veas en mí; mas a fin de que esta lo oiga, di qué misericordia pides para ella, porque hay tres clases diferentes. Una es con la que se castiga el cuerpo sin tocar el alma, como se ejecutó en Job, mi siervo, cuya carne fué atormentada con dolores, pero el alma no recibió daño alguno. Otra misericordia tiene lugar perdonando al cuerpo y al alma, cual fué la de aquel rey que toda su vida la pasó entre placeres, sin padecer en su alma ni en su cuerpo trabajo alguno ni dolor. Uso también de otra tercera clase de misericordia, con la que castigo el cuerpo y el alma, para que tenga tribulación la carne y dolor el corazón, como fué con san Pedro, san Pablo y otros santos; y esto es así, porque hay también tres clases distintas de hombres en el mundo. Unos hay que caen en pecado, pero se levantan de él, y a estos les doy trabajos en el cuerpo, para que su alma se salve. Otros hay que de buena gana vivirían en el mundo para siempre sin fin, y no cesaran jamás de pecar; éstos emplean toda su voluntad en el mundo, y si algo hacen por mí, es para que les dé cosas temporales y del mundo. Estos no padecen trabajos en el cuerpo, ni muchas triblulaciones en el alma mientras viven, sino que los dejo a su albedrío , porque quiero pagarles acá el poco bien que hicieron, a fin de que en la otra vida sean atormentados sin fin; pues así como su voluntad es eterna para pecar, así también la pena les será eterna. Finalmente, hay otros hombres que más temen el ofenderme y pecar que cuantas penas y trabajos se les puedan ofrecer, y antes escogerían ser atormentados con intolerable pena para siempre jamás, que con malicia y conocimiento ofenderme ni provocarme a ira. A estos les doy trabajos en el cuerpo y en el alma para enmienda y castigo de lo que pecaron, como a san Pedro, san Pablo y otros santos, o para que padeciendo sea mayor su gloria y sirvan de ejemplo a los demás. De estas tres misericordias he usado en este reino con las tres personas que tú sabes. Ahora, ángel siervo mío, escoge cuál de estas quieres que use con mi esposa.

Señor, contestó el ángel, la tercera. Dadle mientras viviere trabajos en el alma y en el cuerpo, castigadle todas sus faltas, para que cuando aparezca en tu tribunal, todo lo traiga purgado.
Hágase como lo has pedido, dijo el Señor, y prosiguió hablando con la Santa: Y tú, esposa mía, pues te he escogido para mí, haré de ti lo que yo quisiere. No ames nada tanto como a mí; purifícate de tus pecados cada hora con consejo de aquellos a quienes te he encargado. No les encubras ningún pecado; examínalos todos; ninguno tengas por leve ni lo permitas en ti, porque te haré cargo de él y te lo castigaré. Pero si confesares todos tus pecados e hicieres penitencia de ellos, ninguno será presentado ante mí en el día de tu muerte; y no haciéndolo así, habrás de padecer en el purgatorio, o según otro oculto juicio mío, hasta que enteramente los satisfagas.