EL SACERDOTE Y EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Prof. Silvio Cajiao, Bogotá
En el contexto del Universalis Presbyterorum Conventus, tenido en Malta, y
cuyo tema fue: “Sacerdotes forjadores de santos para el nuevo milenio.
Siguiendo las huellas de Pablo”, se me ha solicitado este aporte sobre el
sacerdote y el sacramento de la reconciliación. Precisamente con las
ponencias que aportaron sobre la identidad sacerdotal a la luz del
sacerdocio de Jesucristo, y de las exhortaciones que sostuvieron en las
respectivas celebraciones de la reconciliación los Eminentísimos Señores
Cardenales Francisco Álvarez Martínez, Marian Jaworski Jean-Louis Tauran y
Peter Kodwo Appiah Turkson, he considerado que conviene destacar algunos de
sus enriquecedores aportes.
El sacerdote si quiere ser instrumento de santificación de sus hermanos ha
de tomar conciencia de su llamado radical a la santidad y a estar atento
para responder a la inspiración del Señor que ante todo llama a la
conversión. Esta aceptación de nuestra "condición pecadora" nos sitúa, como
Pastores, en la humilde postura que nos corresponde delante de Dios. Veraces
con nosotros mismos hemos de reconocer, sin embargo, nuestras faltas y
desórdenes, lo que precisamente nos sitúa en humildad ante nuestra persona y
ministerio. En esta postura el Sacramento de la Penitencia nos ofrece la
conversión desde el Evangelio que predicamos, que muy particularmente a
nosotros se nos revela como "fuerza de Dios para la salvación de todo el que
cree" (cf. Rom 1,16).
Tal percepción de pecado en nuestra vida de pastores, ha de llevarnos al
humilde reconocimiento de nuestras debilidades. Pero lo haremos “confesando”
ante todo el amor misericordioso de ese Padre dador de vida que con su
perdón nos transforma y confirma como sus hijos. Y, solamente, quienes
tengan la misma actitud de fe que descubre en la humanidad de Jesús la
fuerza de la salvación de Dios que perdona, podrá también descubrir, en la
humilde humanidad de la Iglesia, el ministerio de nuestra reconciliación.
Hemos de recordar que en la Exhortación Apostólica Reconciliatio et
Poenitencia el Papa Juan Pablo II ha formulado la doctrina sobre el
sacramento de la Penitencia, con el peso de su suprema autoridad magisterial
y disciplinar nos recuerda que: "Con este llamamiento a la doctrina y a la
ley de la Iglesia deseo inculcar en todos los Pastores el vivo sentimiento
de responsabilidad, que debe guiarnos al tratar las cosas sagradas, que no
son propiedad nuestra, como es el caso de los sacramentos, o que tienen
derecho a no ser dejadas en la incertidumbre y en la confusión, como es el
caso de las conciencias. Cosas sagradas, repito, son unas y otras -los
sacramentos y las conciencias-, y exigen por parte nuestra ser servidas en
la verdad" (R et P, n. 33)
Llamado a la disponibilidad para que los presbíteros ejerzan este servicio
al pueblo de Dios y no lo evadan pues traerá como consecuencia el abandono
por parte de los fieles quienes disminuirán su capital importancia para
recibir la gracia de la vida de Dios si se ha perdido o esta se encuentra
lánguida y enferma. Ejercicio igualmente de la consolación para el pueblo
que busca en Jesús actuando en sus sacramentos al Buen Pastor que está
dispuesto a cargar sobre sus hombros a la oveja perdida para fortalecerla y
reincorporarla al redil (Cfr. Lc. 15).
El ministro ha de ser un sabio pedagogo para con el pueblo de Dios para que
ellos logren el ejercicio de esa cuádruple reconciliación, con Dios, con los
hermanos, con nosotros mismos y con la naturaleza pues en Cristo estaba Dios
reconciliándolo todo consigo mismo.