La meditación, paso a paso
¿Necesita ayuda para hacer su meditación
diaria? Le ofrecemos aquí una guía para que pueda realizarla.
1. Concéntrate (Oración inicial y
petición)
2. Reflexiona (Evangelio del día, por
ejemplo)
3. Conversa (Diálogo con Cristo)
4. Comprométete (Propósito)
Paso
1. Concéntrate
• Aparta tu atención de las cosas externas y de tus preocupaciones,
ponte en la presencia de Dios. Haz un acto preparatorio de fe, esperanza
y amor.
• Recuerda que Dios está verdaderamente presente escuchándote, que tiene
algo que decirte. Tú necesitas escucharlo.
• Pide a Dios la gracia que necesitas (petición).
• Elige el mejor tiempo y lugar adecuado para tu meditación.
• Prepara desde la noche anterior lo que vas a meditar.
Señor, sé que estás aquí y que nunca me dejas. Tú eres fiel. Gracias
Señor por estar aquí. Gracias por todos los dones que me has dado: la
vida, mi fe católica, mi vocación. Oh, Señor, tú eres rey eterno y me
has hecho ciudadano de tu Reino. Sólo ahí seré feliz. Y eso es lo que
deseo, ser feliz. Para eso me has creado y por eso mi espíritu me
impulsa hacia Ti. Sé que nunca dejas de llamarme para que esté más cerca
de Ti. Guía mis pensamientos esta mañana, llena mi corazón de amor por
Ti, fortalece mi fe. Te ofrezco esta pequeña oración para glorificarte y
para que tu Reino se extienda. Te pido que me ayudes a aumentar la
virtud de la paciencia en mi corazón, mientras paso este tiempo
meditando en tu palabra. Enséñame a ser manso y humilde de corazón como
Tú eres.-
Paso 2. Reflexiona
• Selecciona la Palabra de Dios, que se encuentra en la Biblia, escritos
de santos, documentos de la Iglesia o escritos espirituales, etc., de
acuerdo con tu programa de vida espiritual.
• Lee despacio y reflexivamente el texto que vas a meditar. Léelo
nuevamente buscando descubrir lo que Dios quiere de ti en el aquí y el
ahora de tu vida. Ejercita toda tu mente: memoria, imaginación e
inteligencia; deja que tus emociones participen.
• No se trata de aprender nuevas verdades, sino que las comprendas con
más claridad, con mayor profundidad, saboréandolas, contemplándolas.
• Dios sabe qué gracias necesitas más. Busca cuáles son en este rato de
meditación.
• Escucha con atención lo que el Espíritu Santo te inspira.
• Reflexiona en una o dos luces que te han llamado más la atención. Si
has encontrado muchas, no te apresures, mantén la calma y reflexiona un
punto a fondo, hasta que tu corazón esté satisfecho. Sólo entonces pasa
al siguiente aspecto.
Me pongo a buscar el libro de meditaciones que he estado usando y me doy
cuenta de que lo olvidé en casa una vez más. Afortunadamente hay un
misal en la banca de enfrente. Lo tomo y leo el pasaje del Evangelio del
domingo anterior. Habla sobre no poner vino nuevo en odres viejos, y no
poner un parche nuevo en un paño viejo. Lo leo una vez más y nada me
llama la atención. Lo leo una vez más lentamente, pero sólo escucho la
respiración de la persona que está sentada atrás de mí. ¡Señor, enséñame
qué me quieres decir hoy! - Miro una vez más la custodia en donde estás
silenciosamente presente pero ninguna idea aparece. Traigo a mi mente mi
salmo favorito (131) y lo recito en silencio dentro de mi corazón.
- «No está inflado, Señor, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he tomado
un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos. No,
mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de
su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí! Espera, Israel, en el
Señor desde ahora y por siempre!»” -
Como siempre, encuentro mucho material para considerar en estas simples
palabras. Tener confianza en Dios y entregarle el control de mi vida. Yo
siempre me estoy preocupando por tener el control de todo, especialmente
de mi futuro; pero es Dios quien realmente tiene el control. Él me ha
creado, tiene un plan para mí y quiere que confíe en Él. Vino al mundo
para ganarse mi confianza. Él está ahora aquí presente en la Eucaristía
para reafirmar su amor y su omnipotencia. Debo confiar en Él. Necesito
dejar que la quietud y el silencio penetren mi corazón.
Paso 3. Conversa
• La oración nunca es pasiva ni exhaustiva. Tú recibes la verdad y la
gracia de la revelación de Dios y das tu propia respuesta, conversas con
Dios de corazón a corazón, y esto, es el alma de la meditación.
• Tus respuestas pueden ser palabras de amor, gratitud, alabanza,
arrepentimiento o petición. En ocasiones serán un torrente de palabras y
en otras sólo repetirás frases cortas o incluso una palabra.
• Este paso consiste principalmente abrir tu corazón para que la palabra
de Dios penetre ahí, regenere e inflame con su luz los recovecos más
profundos y secretos de tu vida.
Mi amado Señor, Tú eres el centro del universo y tienes el control de
todas las cosas. Sé que tienes un plan para mi vida y que, cualquiera
que éste sea, será lo mejor para mí, para mi familia, para la Iglesia.
Tú me has creado para algo y deseas que lo haga. Quiero conocer tu plan
sobre mí y seguirlo. Oh, Señor, soy tan débil. Me preocupo tanto cuando
no puedo tener todo bajo control. ¿Por qué no me dices cuál es tu plan
en vez de que trate de adivinarlo, me preocupe y luche para descubrir lo
que quieres de mí? (Pausa para escuchar).
Tus caminos son misteriosos, pero Tú eres Dios, yo no. Mi parte consiste
sólo en hacer todo lo mejor posible y en confiar en Ti para todo lo
demás. Hoy, por lo menos, sé qué quieres que haga. Tengo mis
obligaciones, y a pesar de que Tú sabes que preferiría eludirlos e irme
a descansar, no lo haré. Trataré de hacerlos lo mejor que pueda porque
eso es lo que Tú quieres, Señor, y Tú siempre quieres lo que es mejor
para mí. (Silencio para poder escuchar).
Paso 4. Comprométete
• Hacia el final de la meditación hay que concluir y renovar tu
compromiso con la misión que Dios te ha dado. Este paso es el puente
entre la oración y la acción.
• Si puedes enlaza este compromiso con las tareas específicas de tu día.
Algunas veces el Espíritu Santo te impulsará a un acto concreto de
caridad (visitar a un enfermo) o de autocontrol (pedir disculpas).
• Termina tu meditación renovando tu compromiso con Cristo y, si te
ayuda, dedica un tiempo a escribir las luces que Dios te inspiró durante
la meditación y agradéceselas.
• Brevemente revisa cómo te fue en la meditación, qué te ayudó o qué
obstáculos encontraste.
• Termina con una oración vocal breve como el padrenuestro, el avemaría,
o cualquiera otra de tus oraciones favoritas.
Miro una vez más la Hostia en la custodia. - ¿Qué puedo hacer hoy para
mostrarte mi amor, Señor? No se me ocurre nada. En mi programa de vida
estoy trabajando en la virtud de la paciencia. Siempre la pierdo cuando
hablo con… acerca de la Iglesia. No podemos ponernos de acuerdo. Hoy
comeremos juntos. No lo voy a contradecir y trataré de desviar la
conversación lejos de estos puntos en que discutimos. Señor, te prometo
que no discutiré hoy. Quiero que mi sinceridad y gentileza reflejen las
tuyas. Ayúdame a ser más como Tú. Padre Nuestro…
Extracto adaptado del libro LA MEJOR
PARTE, del P. John Bartunek, L.C.