San Ammonas Carta VI: La paternidad espiritual II. La oración por los hijos en la fe
Noche y día rezo para que la fuerza de Dios crezca en ustedes y les revele
los grandes misterios de la divinidad, de los que no puedo hablar con la
lengua, porque son grandes; no son de este mundo, y se revelen sólo a
quienes tienen el corazón purificado de toda mancha y de toda vanidad de
este mundo; a quienes han tomado su cruz y que junto con esto se odian a sí
mismos, y han sido obedientes a Dios en todo. En estos habita la divinidad y
ella alimenta su alma. En efecto, al igual que los árboles no crecen si no
los alcanza la fuerza del agua, del mismo modo el alma no puede crecer si no
recibe la alegría celestial. Y entre quienes la reciben, hay algunos a los
cuales Dios les revela los misterios celestiales, les muestra su lugar,
mientras ellos todavía están en el cuerpo y les concede todas sus
peticiones.
He aquí, pues, cuál es mi oración noche y día: que ustedes lleguen a ese
grado y que conozcan la infinita riqueza de Cristo (Efe 3,8), pues son poco
numerosos los que han sido hechos perfectos. Y son aquellos para los cuales
han sido preparados los tronos, a fin de que se sienten con Jesús para
juzgar a los hombres. Porque en cada generación se encuentran hombres
llegados a esa medida, para juzgar cada uno a su generación[58]. Esto es lo
que pido incesantemente para ustedes en virtud del amor que les tengo. El
bienaventurado Pablo les decía, a los que él amaba: Quiero darles no sólo el
evangelio de Cristo, sino también nuestra vida, porque nos han llegado a ser
muy queridos (1 Ts 2,8). Les envié a mi hijo, hasta que Dios me conceda a mí
también llegar corporalmente hasta ustedes, para que les ayude a progresar
aún más. Pues cuando los padres reciben hijos, Dios está en medio de ellos
de ambos lados.
Permanezcan en paz y compórtense bien en el Señor.