CAPÍTULO VIII. DE LA MEDITACIÓN

Se sigue después de la lección la meditación del paso que habemos leído. Y ésta unas veces es de cosas que se pueden figurar con la imaginación, como son todos los pasos de la vida y pasión de Cristo, el juicio final, el infierno, el paraíso. Otras es de cosas que pertenecen más al entendimiento que a la imaginación, como es la consideración de los beneficios de Dios, de su bondad o misericordia, o cualquiera otra de sus perfecciones.

Esta meditación se llama intelectual, y la otra imaginaria. Y de la una y de la otra solemos usar en estos ejercicios, según que la .materia de las cosas lo requiere. Y cuando la meditación es ima- ginaria, habemos de figurar cada cosa de éstas de la manera que ella es, o de la manera que pasaría, y hacer cuenta que en el propio lugar donde estamos pasa todo aquello en presencia nuestra, porque con esta representación de las cosas sea más viva la consideración y asentimiento de ellas, y aun imaginar que pasan estas cosas dentro de nuestro corazón es mejor, que pues caben en él ciudades y reinos, mejor cabrá la representación de estos misterios, y ayudará esto mucho para traer el ánima recogida, ocupándose dentro de sí mismo (como abeja dentro de su corcho) en labrar su panal de miel; porque ir con el pensamiento a Jerusalén a meditar las cosas que allí pasaron en sus propios lugares, es cosa que suele enflaquecer y hacer daño a las cabezas; y por esta misma razón no debe el hombre hincar mucho la imaginación en las cosas que piensa, por no fatigar con esta vehemente aprensión la naturaleza.




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