VITA CHRISTI: De las penas del Infierno
Fray Luís de Granada
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Después de esta sentencia irán los justos a la vida eterna, y los malos al fuego eterno.
Pues para entender la condición de ésta pena, debes imaginar el lugar del infierno por algunas semejanzas que los santos para esto nos dejaron. Imagina, pues, que el infierno es una oscuridad y un caos horribilísimo, y un lago que está debajo de la tierra abominabilísimo, y un pozo profundísimo lleno de llamas de fuego. Imagina también que es una ciudad horrible y oscura, la cual está ardiendo con terribles llamas, cuyos moradores están día y noche rompiendo el cielo con alaridos y desesperaciones, por la grandeza de los dolores que en ella padecen.
Piensa luego en la acerbidad de las penas que allí se pasan, y en la muchedumbre y duración de ellas. Y cuanto a la acerbidad, mira cuán intolerable tormento será el de aquel fuego, con el cual comparado este nuestro de acá, se dice que es como pintado. Y lo mismo has de entender del frío y del hedor que hay en aquel detestable lugar. La acerbidad de estas penas se declara por el crujir de dientes, y por el gemido y llanto, y por las blasfemias y rabias que allí dice la Escritura que hay.
Piensa también en la muchedumbre de estas penas. Porque allí hay fuego que no se puede apagar, y frío que no se puede sufrir, hedor horrible y tinieblas palpables, como eran las de Egipto, y mucho más. Allí padecerán y penarán todos los sentidos, cada uno con su propio tormento: los ojos, con la vista horrible de los demonios, los oídos, con los gemidos y clamores lamentables de aquella miserable compañía y de aquellos crueles atormentadores, que ni se cansan de atormentar, ni saben qué es compasión, los cuales entonces escarnecerán y darán grita a los malos, diciéndoles: ¿Dónde esta ahora la gloria y el fausto de vuestros estados? ¿Dónde las manadas de criados y lisonjeros que traídes al derredor de vosotros? Así también padecerá el gusto y el tacto, con todo lo demás; y no menos padecerán todos los otros miembros que fueron armas y instrumentos del pecado, cada uno conforme a la cualidad de su delito.
Después de las penas exteriores del cuerpo, piensa en las interiores del ánima, especialmente en aquel gusano que no muere, que es el remordimiento perpetuo de la conciencia, por razón de la mala vida pasada. Mas ¿quién será suficiente para pensar que tan grande será el despecho y rabia que allí padecerán los malos, cuando consideren con cuán pequeños y cortos trabajos pudieran excusar tan grandes y tan intolerables tormentos? Y no menos los atormentará la memoria de las prosperidades y deleites pasados; por donde vendrán a decir aquellas palabras de la Sabiduría: ¿Qué nos aprovecho nuestra soberbia y el fausto de nuestras riquezas? Pasaron todas estas cosas como sombra que vuela, o como el correo que va por la posta(17).
Sobre todo esto considera la duración de estas penas, las cuales nunca tendrán fin, ni después de mil años, ni de mil cientos de millares de años, ni después de tantos años cuantos se pueden contar con todos los números: porque allí ni habrá término, ni fin, ni redención, ni revista, ni apelación, ni año de jubileo, ni lugar de penitencia, ni remisión de culpa, sino perpetuo dolor y desesperación en todos los siglos de los siglos. Pues dime, hombre loco, si tener la mano sola sobre unas brasas de fuego por espacio de un credo te parecería intolerable tormento, y no habría cosa que no hicieses por excusar esta pena, ¿cómo no haces algo por no estar acostado en esta cama de fuego que durará eternamente en los siglos de los siglos?
Notas
17. Sb 5,9 [Regresar]