IMITACIÓN DE CRISTO por TOMAS A KEMPIS: Libro 3
LIBRO TERCERO:
DE LA CONSOLACIÓN INTERIOR
1.- DEL HABLA INTERIOR DE CRISTO AL ALMA FIEL.
El alma:
1. Oiré lo que habla el Señor Dios en mí.
Bienaventurada el alma que oye al Señor que le habla, y de su boca recibe
palabras de consolación.
Bienaventurados los oídos que perciben los raudales de las inspiraciones
divinas, y no cuidan de las murmuraciones mundanas.
Bienaventurados los oídos que no escuchan la voz que oyen de fuera, sino la
verdad que enseña de dentro.
Bienaventurados los ojos que están cerrados a las cosas exteriores, y muy
atentos a las interiores.
Bienaventurados los que penetran las cosas interiores, y estudian con
ejercicios continuos en prepararse cada día más y más a recibir los secretos
celestiales.
Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan
de todo impedimento del mundo.
¡Oh alma mía! Considera bien esto, y cierra las puertas de tu sensualidad,
para que puedas oír lo que te habla el Señor tu Dios.
2. Esto dice tu amado:
Jesucristo: Yo soy tu salud, tu paz y tu vida.
Consérvate cerca de mí, y hallarás paz.
Deja todas las cosas transitorias, y busca las eternas.
¿Qué es todo lo temporal sino engañoso? Y ?qué te valdrán todas las
criaturas, si fueres desamparado del Criador?
Por esto, dejadas todas las cosas, hazte fiel y grata a tu Criador, para que
puedas alcanzar la verdadera bienaventuranza.
2.- CÓMO LA VERDAD HABLA DENTRO DEL ALMA SIN SONIDO DE
El Alma:
1. Habla, Señor, porque tu siervo escucha. Yo soy tu siervo, dame
entendimiento, para que sepa tus verdades.
Inclina mi corazón a las palabras de tu boca: descienda tu habla así como
rocío.
Decían en otro tiempo los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú y oiremos:
no nos hable el Señor, porque quizá moriremos.
No así, Señor, no así te ruego: sino más bien como el Profeta Samuel, con
humildad y deseo te suplico: Habla, Señor, pues tu siervo oye.
No me hable Moisés, ni alguno de los Profetas; sino bien háblame Tú, Señor
Dios, inspirador y alumbrador de todos los Profetas: pues Tú solo sin ellos
me puedes enseñar perfectamente; pero ellos sin Ti ninguna cosa
aprovecharán.
2. Es verdad que pueden pronunciar palabras; mas no dan espíritu.
Elegantemente hablan; mas callando Tú no encienden el corazón.
Dicen la letra; mas Tú abres el sentido.
Predican misterios; mas Tú ayudas a cumplirlos.
Muestran el camino; pero Tú das esfuerzo para andarlo.
Ellos obran por de fuera solamente; pero Tú instruyes y alumbras los
corazones.
Ellos riegan la superficie; mas Tú das la fertilidad.
Ellos dan voces; pero Tú haces que el oído las perciba.
3. No me hable, pues, Moisés, sino Tú, Señor Dios mío, eterna verdad, para
que por desgracia no muera y quede sin fruto, si solamente fuere enseñado de
fuera y no encendido por adentro.
No me sea para condenación la palabra oída y no obrada, conocida y no amada,
creída y no guardada.
Habla, pues, Tú, Señor; pues tu siervo oye, ya que tienes palabras de vida
eterna.
Háblame para dar algún consuelo a mi alma, para la enmienda de toda mi vida,
y para eterna alabanza, honra y gloria tuya.
3.- LAS PALABRAS DE DIOS
Que las palabras de Dios se deben oír con humildad, y cómo muchos no las
consideran como deben.
Jesucristo:
1. Oye, hijo, mis palabras, palabras suavísimas que exceden toda la ciencia
de los filósofos y sabios de este mundo.
Mis palabras son espíritu y vida, y no se pueden ponderar por la razón
humana. No se deben traer para vana complacencia, sino oírse en silencio, y
recibirse con toda humildad y grande afecto.
El Alma: 2. Dijo David: Bienaventurado aquel a quien Tú, Señor, instruyeres,
y a quien mostrares tu ley; porque le guardes de los días malos, y no sea
desamparado en la tierra.
Jesucristo: 3. Yo, dice Dios, enseñaré a los Profetas desde el principio, y
no ceso de hablar a todos hasta ahora, pero muchos son duros y sordos a mi
voz.
Oyen con más gusto al mundo que a Dios; y más fácilmente siguen el apetito
de su carne, que el beneplácito divino.
El mundo promete cosas temporales y pequeñas, y con todo eso le sirven con
grande ansia: Yo prometo cosas grandes y eternas, y entorpécense los
corazones de los mortales.
¿Quién Me sirve a Mí, y obedece en todo con tanto cuidado, como al mundo y a
sus señores se sirve?
Avergüénzate, Sidón, dice el mar. Y si preguntas la causa, oye el por qué.
Por un pequeño beneficio van los hombres largo camino, y por la vida eterna
con dificultad muchos levantan una vez el pie del suelo.
Buscan los hombres viles ganancias; por una moneda pleitean a las veces
torpemente; por cosas vanas, y por una corta promesa no temen fatigarse de
noche y de día.
4. Mas ¡ay dolor! que emperezan de fatigarse un poco por el bien que no se
muda, por el galardón que inestimable, y por la suma gloria sin fin.
Avergüénzate, pues, siervo perezoso y descontentadizo, de que aquellos se
hallen más dispuestos para la perdición que tú para la vida.
Alégranse ellos más por la vanidad que tú por la verdad.
Porque algunas veces les miente su esperanza; pero mi promesa a nadie
engaña, ni deja frustrado al que confía en Mí.
Daré lo que he prometido; cumpliré lo que he dicho, si alguno perseverare
fiel en mi amor hasta el fin.
Yo soy remunerador de todos los buenos, y fuerte examinador de todos los
devotos.
5. Escribe tú mis palabras en tu corazón, y considéralas con mucha
diligencia, pues en el tiempo de la tentación te serán muy necesarias.
Lo que no entiendes ahora, cuando lo lees, conoceráslo en el día de mi
visitación.
De dos maneras acostumbro visitar a mis escogidos, esto es, con tentación y
con alivio.
Y dos lecciones les doy cada día: una reprendiendo sus vicios; otra
amonestándolos al adelantamiento de las virtudes.
El que entiende mis palabras y las desprecia, tiene quien le juzgue en el
postrero día.
Oración para pedir la gracia de la devoción
6. Señor Dios mío, Tú eres todos mis bienes. ¿Quién soy yo para que me
atreva a hablarte?
Yo soy un pobrísimo siervecillo tuyo, y gusanillo desechado, mucho más pobre
y despreciable de lo que yo sé y puedo decir.
Pero acuérdate, Señor, que soy nada, nada tengo y nada valgo.
Tú solo eres bueno, justo y santo; Tú lo puedes todo, lo das todo, dejando
vacío solamente al pecador.
Acuérdate de tus misericordias, y llena mi corazón de gracia; pues no
quieres que sean vacías tus obras.
7. ¿Cómo podré sufrirme en esta miserable vida, si no me confortare tu
gracia y misericordia?
No me vuelvas el rostro; no dilates tu visitación; no desvíes tu consuelo,
porque no sea mi alma para Ti como la tierra sin agua.
Señor, enséñame a hacer tu voluntad; enséñame a conversar delante de Ti
digna y humildemente, pues Tú eres mi sabiduría, que en verdad me conoces, y
conociste antes que el mundo se hiciese, y yo naciese en el mundo.
4.-DEBEMOS CONVERSAR DELANTE DE DIOS CON VERDAD Y HUMILDAD
Jesucristo:
1. Hijo, anda delante de Mí en verdad, y búscame siempre con sencillez de
corazón.
El que anda en mi presencia en verdad será defendido de los malos
encuentros, y la verdad le librará de los engañadores, y de las
murmuraciones de los malvados.
Si la verdad te librare, serás verdaderamente libre, y no cuidarás d las
palabras vanas de los hombres.
El Alma: 2. Verdad es, Señor; y así te suplico que lo hagas conmigo.
Enséñeme tu verdad, y ella me guarde y me conserve hasta alcanzar mi
salvación.
Ella me libre de toda mala afición y amor desordenado, y andaré contigo en
gran libertad de corazón.
Jesucristo: 3. Yo te enseñaré, dice la verdad, lo que es recto y agradable
delante de Mí.
Piensa en tus pecados con gran descontento y tristeza, y nunca te juzgues
ser algo por tus buenas obras.
En verdad eres pecador, sujeto y enredado en muchas pasiones.
Por ti siempre vas a la nada; pronto caes, pronto eres vencido, presto te
turbas, y presto desfalleces.
Nada tienes de que puedas alabarte; pero mucho de que humillarte; porque
eres más flaco de lo que puedes pensar.
4. Por eso, no te parezca gran cosa, alguna de cuantas haces.
Nada tengas por grande, nada por precioso y admirable; nada estimes por
digno de reputación, nada por alto, nada por verdaderamente de alabar y
codiciar sino lo que es eterno.
Agrádete sobre todas las cosas la verdad eterna, y desagrádete siempre sobre
todo tu grandísima vileza.
Nada temas, ni desprecies, ni huyas cosa alguna tanto como tus vicios y
pecados, los cuales te deben desagradar más que los daños de las cosas.
Algunos no andan sencillamente en mi presencia; sino que, guiados de cierta
curiosidad y arrogancia, quieren saber mis secretos, y entender las cosas
altas de Dios, no cuidando de sí mismos, ni de su salvación.
Estos muchas veces caen en grandes tentaciones y pecados por su soberbia y
curiosidad, porque Yo les soy contrario.
5. Teme los juicios de Dios; atemorízate de la ira del Omnipotente; no
quieras escudriñar las obras del Altísimo; sino examina tus maldades, en
cuántas cosas pecaste, y cuántas buenas obras dejaste de hacer por
negligencia.
Algunos tienen su devoción solamente en los libros, otros en las imágenes; y
otros en señales y figuras exteriores.
Algunos me traen en la boca; pero pocos en el corazón.
Hay otros, que alumbrados en el entendimiento y purgados en el afecto,
suspiran siempre por las cosas eternas, oyen con pena las terrenas, y con
dolor sirven a las necesidades de la naturaleza; y éstos sienten lo que
habla en ellos el espíritu de verdad.
Porque les enseña a despreciar lo terrestre y amar lo celestial, aborrecer
el mundo y desear el cielo de día y de noche.
5.- DEL MARAVILLOSO AFECTO DEL DIVINO AMOR.
El Alma:
1. Bendígote, Padre celestial, Padre de mi Señor Jesucristo, que tuviste por
bien acordarte de este pobre.
¡Oh Padre de las misericordias, y Dios de toda consolación! Gracias te doy
porque a mí, indigno de todo consuelo, algunas veces recreas con tu
consolación.
Bendígote y te glorifico siempre con tu Unigénito Hijo, con el Espíritu
Santo consolador por los siglos de los siglos.
¡Oh Señor Dios, amador santo mío! Cuando Tú vinieres a mi corazón, se
alegrarán todas mis entrañas.
Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón.
Tú eres mi esperanza y refugio en el día de mi tribulación.
2. Mas porque soy aún flaco en el amor e imperfecto en la virtud, por eso
tengo necesidad de ser fortalecido y consolado por Ti.
Por eso visítame, Señor, más veces, e instrúyeme con santas doctrinas.
Líbrame de mis malas pasiones, y sana mi corazón de todas mis aficiones
desordenadas; porque sano y buen purgado en lo interior, sea apto para
amarte, fuerte para sufrir, y firme para perseverar.
3. Gran cosa es el amor, y bien sobremanera grande; él solo hace ligero todo
lo pesado, y lleva con igualdad todo lo desigual.
Pues lleva la carga sin carga, y hace dulce y sabroso todo lo amargo.
El amor noble de Jesús nos anima a hacer grandes cosas, y mueve a desear
siempre lo más perfecto.
El amor quiere estar en lo más alto, y no ser detenido de ninguna cosa baja.
El amor quiere ser libre, y ajeno de toda afición mundana; porque no se
impida su vista, ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal, o caiga
por algún daño.
No hay cosa más dulce que el amor; nada más fuerte, nada más alto, nada más
ancho, nada más alegre, nada más lleno, ni mejor en el cielo ni en la
tierra; porque el amor nació de Dios, y no puede aquietarse con todo lo
criado, sino con el mismo Dios.
4. El que ama, vuela, corre y se alegra, es libre y no embarazado.
Todo lo da por todo; y todo lo tiene en todo; porque descansa en un Sumo
bien sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien.
No mira a los dones, sino que se vuelve al dador sobre todos los bienes.
El amor muchas veces no guarda modo, mas se enardece sobre todo modo.
El amor no siente la carga, ni hace caso de los trabajos; desea más de lo
que puede: no se queja que le manden lo imposible; porque cree que todo lo
puede y le conviene.
Pues para todos es bueno, y muchas cosas ejecuta y pone por obra, en las
cuales el que no ama, desfallece y cae.
5. El amor siempre vela, y durmiendo no duerme.
Fatigado no se cansa; angustiado no se angustia; espantado no se espanta:
sino, como viva llama y ardiente luz, sube a lo alto y se remonta con
seguridad.
Si alguno ama, conoce lo que dice esta voz:
Grande clamor es en los oídos de Dios el abrasado afecto del alma que dice:
Dios mío, amor mío, Tú todo mío, y yo todo tuyo.
6. Dilátame en el amor, para que aprenda a gustar con la boca interior del
corazón cuán suave es amar y derretirse y nadar en el amor.
Sea yo cautivo del amor, saliendo de mí por él grande fervor y admiración.
Cante yo cánticos de amor: sígate, amado mío, a lo alto, y desfallezca mi
alma en tu alabanza, alegrándome por el amor.
Amete yo más que a mí, y no me ame a mí sino por Ti, y en Ti a todos los que
de verdad te aman como manda la ley del amor, que emana de Ti como un
resplandor de tu divinidad.
7. El amor es diligente, sincero, piadoso, alegre y deleitable, fuerte,
sufrido, fiel, prudente, magnánimo, varonil y nunca se busca a sí mismo;
porque cuando alguno se busca a sí mismo, luego cae del amor.
El amor es muy mirado, humilde y recto; no es regalón, liviano, ni entiende
en cosas vanas; es sombrío, casto, firme, quieto y recatado contra todos los
sentidos.
El amor es sumiso y obediente a los superiores, vil y despreciado para sí;
para Dios devoto y agradecido, confiando y esperando siempre en El, aun
cuando no le regala, porque no vive ninguno en amor sin dolor.
8. El que no está dispuesto a sufrirlo todo, y a hacer la voluntad del
amado, no es digno de llamarse amante.
Conviene al que ama abrazar de buena voluntad por el amado todo lo duro y
amargo, y no apartarse de El por cosa contraria que acaezca.
6.- DE LA PRUEBA DEL VERDADERO AMOR.
Jesucristo:
1. Hijo, no eres aun fuerte y prudente amador.
El Alma: 2. ¿Por qué, Señor?
Jesucristo: 3. Porque por una contradicción pequeña, faltas en lo comenzado,
y buscas la consolación ansiosamente.
El constante amador está fuerte en las tentaciones, y no cree a las
persuasiones engañosas del enemigo.
Como Yo le agrado en las prosperidades, así no le descontento en las
adversidades.
4. El discreto amador no considera tanto el don del amante, cuando el amor
del que da.
Antes mira a la voluntad que a la merced; y todas las dádivas estima menos
que el amado.
El amador noble no descansa en el don, sino en Mí sobre todo don.
Por eso, si algunas veces no gustas de Mí o de mis Santos tan bien como
deseas: no está todo perdido.
Aquel tierno y dulce afecto que sientes algunas veces, obra es de la
presencia de la gracia, y gusto anticipado de la patria celestial, sobre lo
cual no se debe estribar mucho, porque va y viene.
Pero pelear contra las perturbaciones incidentes del ánimo, u menospreciar
la sugestión del diablo, señal es de virtud y de gran merecimiento.
5. No te turben, pues, las imaginaciones extrañas de diversas materias que
te ocurrieren.
Guarda tu firme propósito y la intención recta para con Dios.
Ni tengas a engaño que de repente te arrebaten alguna vez a lo alto, y luego
te torne a las pequeñeces acostumbradas del corazón.
Porque más las sufres contra tu voluntad que las causas; y mientras te dan
pena y las contradices, mérito es y no pérdida.
6. Persuádete que el enemigo antiguo de todos modos se esfuerza para impedir
tu deseo en el bien, y apartarte de todo ejercicio devoto, como es honrar a
los Santos, la piadosa memoria de mi pasión, la útil contrición de los
pecados, la guarda del propio corazón, el firme propósito de aprovechar en
la virtud.
Te trae muchos pensamientos malos para disgustarte y atemorizarte, para
desviarte de la oración y de la lección sagrada.
Desagrádale mucho la humilde confesión; y si pudiese, haría que dejases de
comulgar.
No le creas, ni hagas caso de él; aunque muchas veces te arme lazos para
seducirte.
Cuando te trajere pensamientos malos y torpes, atribúyelos a él, y dile:
Vete de aquí, espíritu inmundo; avergüénzate, desventurado; muy sucio eres,
pues me traes tales cosas a la imaginación.
Apártate de mí, malvado engañador; no tendrás parte ninguna en mí; mas Jesús
estará conmigo como invencible capitán, y tú estarás confundido.
Más quiero morir y sufrir cualquier pena que condescender contigo.
Calla y enmudece, no te oiré ya aunque más me importunes. El Señor es mi luz
y mi salud. ¿A quién temeré?
Aunque se ponga contra mi un ejercito, no temerá mi corazón. El Señor es mi
ayuda y mi Redentor.
7. Pelea como buen soldado; y si alguna vez cayeres por flaqueza de corazón,
procura cobrar mayores fuerzas que las primeras, confiando de mayor favor
mío, y guárdate mucho del vano contentamiento y de la soberbia.
Por eso muchos están engañados, y caen algunas veces en ceguedad casi
incurable.
Sírvate de aviso y de perpetua humildad la caída de los soberbios, que
locamente presumen de sí.
7.- CÓMO SE HA DE ENCUBRIR LA GRACIA
Jesucristo:
1. Hijo, te es más útil y más seguro encubrir la gracia de la devoción, y no
ensalzarte ni hablar mucho de ella, ni estimarla mucho; sino despreciarte a
ti mismo, y temer, porque se te ha dado sin merecerla.
No es bien estar muy pegado a esta afección; porque se puede mudar presto en
otra contraria.
Piensa cuando estás en gracia, cuán miserable y pobre sueles ser sin ella.
Y no está sólo el aprovechamiento de la vida espiritual en tener gracia de
consolación, sino en que con humildad, abnegación y paciencia lleves a bien
que se te quite, de suerte que entonces, no aflojes en el cuidado de la
oración, ni dejes del todo las demás buenas obras que sueles hacer
ordinariamente.
Mas como mejor pudieres y entendieres, haz de buena gana cuanto está en ti,
sin que por la sequedad o angustia del espíritu que sientes, te descuides
del todo.
2. Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden a su placer, se
hacen impacientes o desidiosos.
Porque no está siempre en la mano del hombre su camino, sino que a Dios
pertenece el dar y consolar cuando quiere y cuanto quiere, y a quien quiere,
según le agradare, y no más.
Algunos indiscretos de destruyeron a si mismos por la gracia de la devoción;
porque quisieron hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su
pequeñez, y siguiendo más el deseo de su corazón que el juicio de la razón.
Y porque se atrevieron a mayores cosas que Dios quería, por esto perdieron
pronto la gracia.
Se hallaron pobres, y quedaron viles los que pusieron en el cielo su nido,
para que humillados y empobrecidos a prendan a no volar con sus alas, sino a
esperar debajo de las mías.
Los que aún son nuevos e inexpertos en el camino del Señor, si no se
gobiernan por el consejo de discretos, fácilmente pueden ser engañados y
perderse.
3. Si quieren más seguir su parecer que creer a los ejercitados, les será
peligroso el fin, y si se niegan a ceder de su propio juicio.
Los que se tienen por sabios, rara vez sufren con humildad que otro los
dirija.
Mejor es saber poco con humildad, y poco entender, que grandes tesoros de
ciencia con vano contento.
Más te vale tener poco, que mucho con que te puedes ensoberbecer.
No obra discretamente el que se entrega todo a la alegría, olvidando su
primitiva miseria y el casto temor del Señor, que recela perder la gracia
concedida.
No tampoco sabe mucho de virtud el que en tiempo de adversidad y de
cualquiera molestia de desanima demasiado, y no piensa ni siente de Mí con
la debida confianza.
4. El que quisiere estar muy seguro en tiempo de paz, se encontrará abatido
y temeroso en tiempo de guerra.
Si supieses permanecer siempre humilde y pequeño para contigo, y moderar y
regir bien tu espíritu, no caerías tan presto en peligro ni pecado.
Buen consejo es que pienses cuando estás con fervor de espíritu, lo que
puede ocurrir con la ausencia de la luz.
Cuando esto acaeciere, piensa que otra vez puede volver la luz, que para tu
seguridad y gloria mía te quité por algún tiempo.
5. Más aprovecha muchas veces esta prueba, que si tuvieses de continuo a tu
voluntad las cosas que deseas.
Porque los merecimientos no se han de calificas por tener muchas visiones o
consolaciones, o porque sea uno entendido en la Escritura, o por estar
levantado en dignidad más alta.
Sino que consiste en estar fundado en verdadera humildad y lleno de caridad
divina, en buscar siempre pura y enteramente la honra de Dios, en reputarse
a sí mismo por nada, y verdaderamente despreciarse, y en desear más ser
abatido y despreciado, que honrado de otros.
8.- DE LA BAJA ESTIMACIÓN DE SÍ MISMO
El Alma:
1. ¿Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza? Si por más me reputare, Tú
estás contra mí, y mis maldades dan verdadero testimonio que no puedo
contradecir.
Mas si me humillare y anonadare, y dejare toda propia estimación, y me
volviere polvo como lo soy, será favorable para mí tu gracia, y tu luz se
acercará a mi corazón, y toda estimación, por poca que sea, se hundirá en el
valle de mi miseria, y perecerá para siempre.
Allí me hacer conocer a mí mismo lo que soy, lo que fui y en lo que he
parado; porque soy nada y no lo conocí.
Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza; pero al punto que Tú me
miras, luego me hago fuerte, y me lleno de gozo nuevo.
Y es cosa maravillosa por cierto cómo tan de repente soy levantado sobre mí,
y abrazado de Ti con tanta benignidad; siendo así que yo, según mi propio
peso, siempre voy a lo bajo.
2. Esto hace tu amor gratuitamente, anticipándose y socorriéndome en tanta
multitud de necesidades, guardándome también de graves peligros, y
librándome de males verdaderamente innumerables.
Porque yo me pedí amándome desordenadamente; pero buscándote a Ti solo, y
amándote puramente me hallé a mí no menos que a Ti; y por el amor me anonadé
más profundamente.
Porque Tú, oh dulcísimo Señor, haces conmigo mucho más de lo que merezco y
más de lo que me atrevo a esperar y pedir.
3. Bendito seas, Dios mío, que aunque soy indigno de todo bien, todavía tu
liberalidad e infinita bondad nunca cesa de hacer bien aun a los
desagradecidos y apartados lejos de Ti.
Vuélvenos a Ti para que seamos agradecidos, humildes y devotos; pues Tú eres
nuestra salud, virtud y fortaleza.
9.- TODAS LAS COSAS SE DEBEN REFERIR A DIOS
Jesucristo:
1. Hijo, yo debo ser tu supremo y último fin, se deseas de verdad ser
bienaventurado.
Con este propósito se purificará tu deseo, que vilmente se abate muchas
veces a sí mismo, y a las criaturas.
Porque si en algo te buscas a ti mismo, luego desfalleces, y te quedas
árido.
Atribúyelo, pues, todo principalmente a Mí, que soy el que todo lo he dado.
Así, considera cada cosa como venida del Soberano Bien, y por esto todas las
cosas se deben reducir a Mí como a su origen.
2. De Mí sacan agua como de fuente viva el pequeño y el rico; y los que me
sirven de buena voluntad y libremente, recibirán gracia por gracia.
Pero el que se quiere ensalzar fuera de Mí o deleitarse en algún bien
particular, no será confirmado en el verdadero gozo, ni dilatado en su
corazón, sino que estará impedido y angustiado de muchas maneras.
Por eso no te apropies a ti alguna cosa buena, ni atribuyas a algún hombre
la virtud, sino refiérelo todo a Dios, sin el cual nada tiene el hombre.
Yo lo di todo, Yo quiero que se me vuelca todo; y con todo rigor exijo que
se me den gracias por ello.
3. Esta es la verdad con que se destruye la vanagloria.
Y si la gracia celestial y la caridad verdadera entraren en el alma, no
habrá envidia alguna ni quebranto de corazón, ni te ocupará el amor propio.
La caridad divina lo vence todo, y dilata todas las fuerzas del alma.
Si bien lo entiendes, en Mí solo te has de alegrar, y en Mí solo has de
esperar; porque ninguno es bueno sino sólo Dios, el cual es de alabar sobre
todas las cosas, y debe ser bendito en todas ellas.
10.- DULCE COSA ES SERVIR A DIOS
El Alma:
1. Otra vez hablaré, Señor, ahora, y no callaré. Diré en los oídos de mi
Dios, mi Señor y mi Rey que está en el cielo: ¡Oh Señor, cuán grande e la
abundancia de tu dulzura, que escondiste para los que te temen! Pero ¿qué
eres para los que te aman? y ¿qué para los que te sirven de todo corazón?
Verdaderamente es inefable la dulzura de tu contemplación, la cual das a los
que te aman. En esto me has mostrado singularmente tu dulce caridad, en que
cuando yo no existía, me criaste, y cuando erraba lejos de Ti, me
convertiste para que te sirviese, y me mandaste que te amase.
2. ¡Oh fuente de amor perenne! ¿Qué diré de Ti? ¿Cómo podré olvidarme de Ti,
que te dignaste de acordarte de mí, aun después que yo me perdí y perecí?
Usaste de misericordia con tu siervo sobre toda esperanza, y sobre todo
merecimiento me diste tu gracia y amistad. ¿Qué te volveré yo por esta
gracia? Porque no se concede a todos que, dejadas todas las cosas, renuncien
al mundo y escojan vida retirada. ¿Por ventura es gran cosa que yo te sirva,
cuando toda criatura está obligada a servirte? No me debe parecer mucho
servirte, sino más bien me parece grande y maravilloso que Tú te dignaste de
recibir por siervo a un tan pobre e indigno y unirle con tus amados siervos.
3. Tuyas son, pues, todas las cosas que tengo y con que te sirvo. Pero por
el contrario, Tú me sirves más a mí que yo a Ti. El cielo y la tierra que Tú
criaste para el servicio del hombre, están prontos, y hacen cada día todo lo
que les has mandado; y esto es poco, pues aún has destinado a los ángeles
para servicio del hombre. Mas a todas estas cosas excede el que Tú mismo te
dignaste de servir al hombre, y le prometiste que te darías a Ti mismo.
4. ¿Qué te daré yo por tantos millares de beneficios? ¡Oh! ¡Si pudiese yo
servirte todos los días de mi vida! ¡Oh! ¡Si pudiese solamente, siquiera un
solo día, hacerte algún digno servicio! Verdaderamente Tú solo eres digno de
todo servicio, de toda honre y de alabanza eterna. Verdaderamente Tú solo
eres mi Señor, y yo soy un pobre siervo tuyo, que estoy obligado a servirte
con todas mis fuerzas, y nunca debo cansarme de alabarte. Así lo quiero, así
lo deseo; y lo que me falta, ruégote que Tú lo suplas.
5. Grande honra y gran gloria es servirte, y despreciar todas las cosas por
Ti. Por cierto grande gracia tendrán los que de toda voluntad se sujetaren a
tu santísimo servicio. Hallarán la suavísima consolación del Espíritu Santo
los que por amor tuyo despreciaren todo deleite carnal. Alcanzarán gran
libertad de corazón los que entran por senda estrecha por amor tuyo, y por
él desechan todo cuidado del mundo.
6. ¡Oh agradable y alegre servidumbre de Dios, con la cual se hace el hombre
verdaderamente libre y santo! ¡Oh sagrado estado de la profesión religiosa,
que hace al hombre igual a los ángeles, apacible a Dios, terrible a los
demonios, y recomendable a todos los fieles! ¡Oh esclavitud digna de ser
abrazada y siempre deseada, por la cual se merece el Sumo Bien, y se
adquiere el gozo que durará sin fin!
11.- LOS DESEOS DEL CORAZÓN
Jesucristo:
1. Hijo, aún te conviene aprender muchas cosas que no has aprendido bien. El
Alma:
2. ¿Qué cosas son estas, Señor? Jesucristo:
3. Que pongas tu deseo totalmente en sola mi voluntad, y no seas amador de
ti mismo, sino afectuoso celador de lo que a Mí me agrada. Los deseos te
encienden muchas veces, y te impelen con vehemencia; pero considera si te
mueves por mi honra o por tu provecho. Si Yo soy la causa, bien te
contentarás de cualquier modo que Yo lo ordenare; pero si algo tienes
escondido de amor propio, con que siempre te buscas, mira que eso es lo que
mucho te impide y agrava.
4. Guárdate, pues, no confíes demasiado en el deseo que tuviste sin
consultarlo conmigo; porque puede ser que después te arrepientas, y te
descontente lo que primero te agradaba, y que por parecerte mejor lo
deseaste. Porque no se puede seguir luego cualquier deseo que aparece bueno,
ni tampoco huir a la primera vista toda afición que parece contraria.
Conviene algunas veces reprimir el ímpetu, aun en los buenos ejercicios y
deseos, porque no caigas por importunidad en distracción del alma, y porque
no causes escándalo a otros con tu indiscreción, o por la contradicción de
otros te turbes luego y deslices.
5. También algunas veces conviene usar de fuerza, y contradecir varonilmente
al apetito sensitivo, y no cuidar de lo que la carne quiere o no quiere,
sino andar más solícito, para que esté sujeta al espíritu, aunque le pese. Y
debe ser castigada y obligada a sufrir la servidumbre hasta que esté pronta
para todo, aprenda a contentarse con lo poco y holgarse con lo sencillo, y
no murmurar contra lo que es amargo.
12.- PACIENCIA Y LUCHA
El Alma:
1. Señor Dios, a lo que yo echo de ver, la paciencia me es muy necesaria;
porque en esta vida acaecen muchas adversidades. Pues de cualquiera suerte
que ordenare mi paz, no puede estar mi vida sin batalla y sin dolor.
Jesucristo:
2. Así es, hijo; pero no quiero que busques tal paz, que carezca de
tentaciones, y no sienta contrariedades. Antes cuando fueres ejercitado en
diversas tribulaciones, y probado en muchas contrariedades, entonces piensa
que has hallado la paz. Si dijeres que no puedes padecer mucho ¿cómo
sufrirás el fuego del Purgatorio? De dos males siempre se ha de escoger el
menor. Por eso, para que puedas escapar de los tormentos eternos, estudia
sufrir con paciencia por Dios los males presentes. ¿Piensas tú que sufren
poco o nada los hombres del mundo? No lo creas, aunque sean los más
regalados.
3. Pero dirás que tienen muchos deleites y siguen sus apetitos, y por esto
se les da poco de algunas tribulaciones.
4. Mas aunque fuese así, que tengan cuanto quisieren, dime, ¿cuánto les
durará? Mira que los muy sobrados y ricos en el siglo desfallecerán como
humo; y no habrá memoria de los gozos pasados. Pues aun mientras viven no se
huelgan en ellos sin amargura, congoja y miedo. Porque de la misma cosa que
se recibe el deleite, de allí frecuentemente reciben la pena del dolor.
Justamente se procede con ellos; porque así como desordenadamente buscan y
siguen los deleites, así los disfrutan con amargura y confusión. ¡Oh! ¡Cuán
breves, cuán falsos, cuán desordenados y torpes son todos! Mas por estar
embriagados y ciegos no discurren: sino a la manera de estúpidos animales,
por un poco de deleite de la vida corruptible, caen en la muerte del alma.
Por eso tú, hijo, no sigas tus apetitos y quebranta tu voluntad. Deléitate
en el Señor, y te dará lo que le pidiere tu corazón.
5. Porque si quieres tener verdadero gozo, y ser consolado por Mí
abundantísimamente, tu suerte y bendición estará en el desprecio de todas
las cosas del mundo, y en cortar de ti todo deleite terreno, y así se te
dará copiosa consolación. Y cuanto más te desviares de todo consuelo de las
criaturas, tanto hallarás en Mí más suaves y poderosas consolaciones. Mas no
las alcanzarás sin alguna pena, ni sin el trabajo de la pelea. La costumbre
te será contraria; pero la vencerás con otra costumbre mejor. La carne
resistirá; pero la refrenarás con el fervor del espíritu. La serpiente
antigua te instigará y exasperará: pero se ahuyentará con la oración, y con
el trabajo provechoso le cerrarás del todo la puerta.
13.- OBEDIENCIA
De la obediencia del súbdito humilde a ejemplo de Jesucristo.
Jesucristo:
1. Hijo, el que procura sustraerse de la obediencia, él mismo se aparta de
la gracia; y el que quiere tener cosas propias, pierde las comunes. El que
no se sujeta de buena gana a su superior, señal es que su carne aún no le
obedece perfectamente, sino que muchas veces se resiste y murmura. Aprende,
pues, a sujetarte prontamente a tu superior, si deseas tener tu carne
sujeta. Porque tanto más presto se vence el enemigo exterior, cuanto no
estuviere debilitado el hombre interior. No hay enemigo peor ni más dañoso
para el alma que tú mismo, si no estás bien avenido con el espíritu.
Necesario es que tengas verdadero desprecio de ti mismo, si quieres vencer
la carne y la sangre. Porque aún te amas muy desordenadamente, por eso temes
sujetarte del todo a la voluntad de otros.
2. Pero ¿qué mucho es que tú, polvo y nada, te sujetes al hombre por Dios,
cuando Yo, Omnipotente y Altísimo, que crié todas las cosas de la nada, me
sujeté al hombre humildemente por ti? Me hice el más humilde y abatido de
todos, para que vencieses tu soberbia con mi humildad. Aprende, polvo, a
obedecer; aprende, tierra y lodo, a humillarte y postrarte a los pies de
todos. Aprende a quebrantar tus inclinaciones, y rendirte a toda sujeción.
3. Enójate contra ti; y no sufras que viva en ti el orgullo; sino hazte tan
sumiso y pequeño, que puedan todos ponerse sobre ti, y pisarte como el lodo
de las calles. ¿Qué tienes, hombre despreciable, de qué quejarte? ¿Qué
puedes contradecir, sórdido pecador, a los que te maltratan, pues tantas
veces ofendiste a tu Criador, y muchas mereciste el infierno? Pero te
perdonaron mis ojos, porque tu alma fue preciosa delante de Mí, para que
conocieses mi amor, y fueses siempre agradable a mis beneficios. Y para que
te dieses continuamente a la verdadera humildad y sujeción, y sufrieses con
paciencia tu propio menosprecio.
14.- LOS SECRETOS JUICIOS DE DIOS
El Alma:
1. Tus juicios, Señor, me aterran como un espantoso trueno, estremeciéndose
todos mis huesos penetrados de temor y temblor, y mi alma queda despavorida.
Estoy atónito, considero que los cielos no son limpios en tu presencia. Si
en los ángeles hallaste maldad y no los perdonaste, ¿qué será de mí? Cayeron
las estrellas del cielo; y yo, que soy polvo, ¿qué presumo? Aquellos cuyas
obras parecían muy dignas de alabanza, cayeron al profundo; y los que comían
pan de ángeles, vi deleitarse con el manjar de animales inmundos.
2. No hay, pues, santidad, si Tú, Señor, apartas tu mano. No aprovechará
discreción, si dejas de gobernar. No hay fortaleza que ayude, si dejas de
conservarla. No hay castidad segura, si no la defiendes. Ninguna propia
guarda aprovecha, si nos falta tu santa vigilancia. Porque en dejándonos Tú,
luego no vamos a fondo y perecemos; pero visitados de Ti, nos levantamos y
vivimos. Mudables somos; pero por Ti, estamos firmes; nos entibiamos, mas Tú
nos enciendes.
3. ¡Oh! ¡Cuán vil y bajamente debo sentir de mí! ¡Cuánto debo reputar por
nada lo poco que acaso parezca tener de bueno! ¡Oh Señor! ¡Cuán
profundamente me debo anegar en el abismo de tus juicios, donde no me hallo
ser otra cosa que nada y más que nada! ¡Oh peso inmenso! ¡Oh piélago
insondable, donde nada hallo de mí, sino ser nada en todo! ¿Pues dónde se
esconde el fundamento de la vanidad? ¿Dónde la confianza de mi propia
virtud? Anegase toda vanagloria en la profundidad de tus juicios sobre mí.
4. ¿Qué es toda carne en tu presencia? Por ventura, ¿podrá gloriarse el lodo
contra el que lo trabaja? ¿Cómo se puede engreír con vanas alabanzas el
corazón que está verdaderamente sujeto a Dios? Todo el mundo no
ensoberbecerá a aquel a quien sujeta la verdad, ni se moverá por mucho que
le alaben el que tiene firme toda su esperanza en Dios. Porque todos los que
hablan son nada, y con el sonido de las palabras fallecerán; pero la verdad
del Señor permanece para siempre.
15.- LAS COSAS QUE SE DESEARE
Jesucristo:
1. Hijo, en cualquier cosa di así: Señor, si te agradare, hágase esto así.
Señor, si es honra tuya, hágase esto en tu nombre. Señor, si vieres que me
conviene, y hallares serme provechoso, concédemelo para que use de ello a
honra tuya. Mas si conocieres que me sería dañoso, y nada provechoso a la
salvación de mi alma, desvía de mí tal deseo. Porque no todo deseo procede
del Espíritu Santo, aunque parezca justo y bueno al hombre. Dificultoso es
juzgar si te incita buen espíritu o malo a desear esto o aquello, o si te
mueve tu propio espíritu. Muchos se hallan engañados al fin, que al
principio parecían inspirados por buen espíritu.
2. Por eso siempre se debe desear y pedir con temor de Dios y humildad de
corazón cualquier cosa apetecible que ocurriere al pensamiento, y sobre todo
con propia resignación encomendarlo todo a Mí diciendo: Señor, Tú sabes lo
que es mejor: haz esto o aquello, según te agradare. Da lo que quisieres, y
cuanto quisieres, y cuando quisieres. Haz conmigo como sabes, y como más te
agradare, y fuere mayor honra tuya. Ponme donde quisieres, dispón de mi
libremente en todo. En tu mano estoy, vuélveme y revuélveme a la redonda. Ve
aquí tu siervo dispuesto a todo; porque no deseo, Señor, vivir para mí sino
para Ti. ¡Ojalá que viva dignamente y perfectamente! Oración para conseguir
la voluntad de Dios.
3. Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo, y obre
conmigo, y persevere conmigo hasta el fin. Dame que desee y quiera siempre
lo que te es más acepto y agradable a Ti. Tu voluntad sea la mía, y mi
voluntad siga siempre la tuya, y se conforme en todo con ella. Tenga yo un
querer y no querer contigo; y no pueda querer ni no querer lo que Tú quieres
y no quieres.
4. Dame, Señor, que muera a todo lo que hay en el mundo; y dame que desee
por Ti ser despreciado y olvidado en este siglo. Dame, sobre todo lo que se
puede desear, descansar en Ti y aquietar mi corazón en Ti. Tú eres la
verdadera paz del corazón; Tú el único descanso: fuera de Ti todas las cosas
son molestas e inquietas. En esta paz permanente, esto es, en Ti, Sumo y
eterno Bien. Dormiré y descansaré. Amén
16.- EN SÓLO DIOS SE DEBE BUSCAR EL VERDADERO CONSUELO.
El Alma:
1.
Cualquiera cosa que puedo desear o pensar para mi consuelo, no la espero
aquí, sino en la otra vida. Pues aunque yo solo estuviese todos los gustos
del mundo, y pudiese usar de todos sus deleites, cierto es que no podrían
durar mucho. Así que no podrás, alma mía, estar cumplidamente consolada, ni
perfectamente recreada sino en Dios, que es consolador de los pobres, y
recibe a los humildes. Espera un poco, alma mía, espera la promesa divina, y
tendrás abundancia de todos los bienes en el cielo. Si deseas
desordenadamente estas cosas presentes, perderás las eternas y celestiales.
Sean las temporales para el uso: las eternas para el deseo. No puedes
saciarte de ningún bien temporal, porque no eres criada para gozar de lo
caduco.
2. Aunque tengas todos los bienes criados, no puedes ser dichosa y
bienaventurada: mas en Dios, que crio todas las cosas, consiste toda tu
bienaventuranza y tu felicidad. No como la que admiran y alaban los necios
amadores del mundo, sino como la que esperan los buenos y fieles discípulos
de Cristo, y alguna veces gustan los espirituales y limpios de corazón, cuya
conversación está en los cielos. Vano es y breve todo consuelo humano. El
dichoso y verdadero consuelo es aquel que la Verdad hace percibir
interiormente. El hombre devoto en todo lugar lleva consigo a su consolador
Jesús, y le dice: Ayúdame, Señor, en todo lugar y tiempo. Sea, pues, mi
consolación carecer de buena gana de todo humano consuelo. Y si tu
consolación me faltare, sea mi mayor consuelo tu voluntad y justa probación.
Porque no estarás airado perpetuamente, ni enojado para siempre.
17.- TODA NUESTRA ATENCIÓN SE HA DE PONER EN SÓLO DIOS
Jesucristo:
1. Hijo, déjame hacer contigo lo que quiero; pues yo sé lo que te conviene.
Tú piensas como hombre, y sientes en muchas cosas como te sugiere el afecto
humano.
El Alma:
2. Señor, verdad es lo que dices: mayor es el cuidado que Tú tienes de mí,
que todo el cuidado que yo puedo poner en mirar por mí. Muy a peligro de
caer está el que no pone toda su atención en Ti. Señor, esté mi voluntad
firme y recta contigo, y haz de mi lo que te agradare. Que no puede ser sino
bueno todo lo que Tú hicieres de mí. Si quieres que esté en tinieblas,
bendito seas; y si quieres que esté en luz, seas también bendito. Si te
dignares de consolarme, bendito seas; y si me quieres atribular, también
seas bendito para siempre.
Jesucristo:
3. Hijo, así debes hacer si deseas andar conmigo. Tan pronto debes estar
para padecer como para gozar. Tan de grado debes ser pobre y menesteroso,
como abundante y rico. El Alma: 4. Señor, de buena gana padeceré por Ti todo
lo que quisieres que venga sobre mí. Indiferentemente quiero recibir de tu
mano lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo, lo alegre y lo triste; y te
daré gracias por todo lo que me sucediere. Guárdame de todo pecado, y no
temeré la muerte ni el infierno. Con tal que no me apartes de Ti para
siempre, ni me borres del libro de la vida, no me dañará cualquier
tribulación que venga sobre mí.
18.- LAS MISERIAS TEMPORALES
Jesucristo:
1. Hijo, yo bajé del Cielo por tu salvación; abracé tus miserias, no por
necesidad, sino por la caridad que me movía, para que aprendieses paciencia,
y sufrieses sin enojo las miserias temporales. Porque desde la hora en que
nací, hasta la muerte en la cruz, no me faltaron dolores que sufrir. Tuve
mucha falta de las cosas temporales; oí muchas veces grandes quejas de Mí,
sufrí benignamente sinrazones y afrentas. Por beneficios recibí
ingratitudes, por milagros, y por la doctrina reprensiones.
El Alma:
2. Señor, si Tú fuiste paciente en tu vida, principalmente cumpliendo en
esto el mandato de tu padre, justo es que yo, miserable pecador, sufra con
paciencia según tu voluntad, y mientras Tú quisieres, lleve por mi salvación
la carga de una vida corruptible. Pues aunque la vida presente se siente ser
pesada, ya ésta se ha hecho por tu gracia muy meritoria, y más tolerable y
esclarecida para los flacos por tu ejemplo y el de tus Santos. Y aun de
mucho más consuelo de lo que fue en tiempo pasado, bajo la ley antigua,
cuando estaba cerrada la puerta del cielo, y el camino parecía tan obscuro,
que eran raros los que tenían cuidado de buscar el reino de los cielos. Pero
aun los que entonces eran justos y se habían de salvar, no podían entrar en
el reino celestial hasta que llegase tu pasión, y la satisfacción de tu
sagrada muerte.
3. ¡Oh! ¡Cuántas gracias debo darte, porque te dignaste demostrarme a mí y a
todos los fieles, el camino derecho y bueno de tu eterno reino! Porque tu
vida es nuestro camino, y por la santa paciencia vamos a Ti, que eres
nuestra corona. Si Tú no nos hubieras precedido y enseñado, ¿quién cuidaría
de seguirte? ¡Ay! ¡Cuántos quedarían lejos y muy atrás, si no mirasen tus
heroicos ejemplos! Si con todo eso aún estamos tibios, después de haber oído
tantas maravillas y lecciones tuyas, ¿qué haríamos si no tuviésemos tanta
luz para seguirte?
19.- TOLERANCIA DE LAS INJURIAS
Jesucristo:
1. Hijo, ¿qué es lo que dices? Cesa de quejarte considerando mi pasión y la
de los Santos. Aún no has resistido hasta derramar sangre. Poco es lo que
padeces, en comparación de lo que padecieron tantos, tan fuertemente
tentados, tan gravemente atribulados, probados y ejercitados de tan diversos
modos. Conviénete, pues, traer a la memoria las cosas muy graves de otros,
para que fácilmente sufras tus pequeños trabajos. Y si no te parecen
pequeños, mira no lo cause tu impaciencia. Pero sean grandes o pequeños,
procura llevarlos todos con paciencia.
2. Cuánto más te dispones para padecer, tanto más cuerdamente obras, y más
mereces, y lo llevarás también más ligeramente si preparas con diligencia tu
ánimo, y lo acostumbras a esto. No digas: No puedo sufrir esto de aquel
hombre, ni debo aguantar semejantes cosas; porque me injurió gravemente, y
me levanta cosas que nunca pensé; mas de otro sufriré de grado, y según me
pareciere se debe sufrir. Indiscreto es tal pensamiento, que no considera la
virtud de la paciencia, ni mira quién la ha de galardonar; antes se ocupa en
hacer caso de las personas, y de las injurias que le hacen.
3. No es verdadero paciente el que no quiere padecer sino lo que le acomoda,
y de quien le parece. El verdadero paciente no mira quién le ofende, si es
superior, igual o inferior; si es hombre bueno y santo, o perverso e
indigno. Sino que cualquier adversidad que le venga de cualquiera criatura
indiferentemente, y en cualquier tiempo, la recibe de buena gana, como de la
mano de Dios, y la estima por mucha ganancia. Porque nada de cuanto se
padece por Dios, por poco que sea, puede pasar sin mérito ante su divino
acatamiento.
4. Está, pues, preparado para la batalla, si quieres conseguir la victoria.
Sin pelear no puedes alcanzar la corona de la paciencia. Sino quieres
padecer, rehúsa ser coronado; pero si deseas ser coronado, pelea
varonilmente, sufre con paciencia. Sin trabajo no se llega al descanso, ni
sin pelear se consigue la victoria.
El Alma:
5. Hazme, Señor, posible por la gracia, lo que me parece imposible por mi
naturaleza. Tú sabes cuán poco puedo yo padecer, y que presto desfallezco a
la más leve adversidad. Séame por tu nombre amable y deseable cualquier
ejercicio de paciencia; porque el padecer y ser atormentado por Ti, es de
gran salud para mi alma.
20.- CONFESIÓN DE LA PROPIA FLAQUEZA
El Alma:
1. Confesaré, Señor, contra mí mismo mi iniquidad; te confesaré mi flaqueza.
Muchas veces es una cosa bien pequeña la que me abate y entristece. Propongo
pelear varonilmente; mas en viniendo una pequeña tentación me lleno de
angustia. Algunas veces de la cosa más despreciable me viene una grave
tentación. Y cuando me creo algún tanto seguro, cuando no lo advierto, me
hallo a veces casi vencido y derribado de un ligero soplo.
2. Mira, pues, Señor, mi bajeza y fragilidad, que te es bien conocida.
Compadécete, y sácame del lodo, porque no sea atollado, y quede desamparado
del todo. Esto es lo que continuamente me acobarda y confunde delante de Ti;
ver que tan deleznable y flaco soy para resistir a las pasiones. Y aunque no
me induzcan enteramente al consentimiento, sin embargo me es molesto y
pesado el domarlas, y muy tedioso el vivir así siempre en combate. En esto
conozco yo mi flaqueza, en que las abominaciones imaginaciones más
fácilmente vienen sobre mí que se van.
3. ¡Ojalá, fortísimo Dios de Israel, celador de las almas fieles, mires el
trabajo y dolor de tu siervo, y le asistas en todo lo que emprendiere!
Fortifícame con fortaleza especial, de modo que ni el hombre viejo, ni la
carne miserable, aún no bien sujeta al espíritu, pueda señorearme: contra la
cual conviene pelear en tanto que vivimos en este miserabilísimo mundo. ¡Ay!
¡Cuál es esta vida, donde no faltan tribulaciones y miserias, donde todas
las cosas están llenas de lazos y enemigos! Porque en faltando una
tribulación o tentación viene otra; y aun antes que se acabe el combate de
la primera, sobrevienen otras muchas no esperadas.
4. Y ¿cómo se puede amar una vida llena de tantas amarguras, sujeta a tantas
calamidades y miserias? Y ¿cómo se puede llamar vida la que engendra tantas
muertes y pestes? Con todo esto se ama, y muchos la quieren para deleitarse
en ella. Muchas veces nos quejamos de que el mundo es engañoso y vano; mas
no por eso le dejamos fácilmente; porque los apetitos sensuales nos señorean
demasiado. Unas cosas nos incitan a amar al mundo, y otras a despreciarlo.
Nos incitan a amarlo la sensualidad, la codicia y la soberbia de la vida;
pero las penas y miserias que les siguen, causan tedio y aversión al mundo.
5. Pero ¡oh dolor! que vence el deleite al alma que está entregada al mundo,
y tiene por gusto estar envuelta en espinas; porque ni vio ni gustó la
suavidad de Dios, ni el interior gozo de la virtud. Mas los que
perfectamente desprecian al mundo y trabajan en vivir para Dios en santa
vigilancia, saben que está prometida la divina dulzura a quien de veras se
renunciare a sí mismo, y ven más claro cuán gravemente yerra el mundo, y de
muchas maneras se engaña.
21.- SÓLO SE HA DE DESCANSAR EN DIOS
El Alma:
1. Alma mía, descansa sobre todas y en todas las cosas siempre en Dios, que
es el eterno descanso de los Santos. Concédeme Tú, dulcísimo y amantísimo
Jesús, que descanse en Ti sobre todas las cosas criadas; sobre toda salud y
hermosura; sobre toda gloria y honra; sobre todo poder y dignidad; sobre
toda la ciencia y sutileza; sobre todas las riquezas y artes; sobre toda
alegría y gozo; sobre toda la fama y alabanza; sobre toda suavidad y
consolación; sobre toda esperanza y promesa; sobre todo merecimiento y
deseo; sobre todos los dones y regalos que puedes dar y enviar; sobre todo
gozo y dulzura que el alma puede recibir y sentir; y en fin, sobre todos los
ángeles y arcángeles, sobre todo ejercito celestial; sobre todo lo visible e
invisible; y sobre todo lo que no es lo que eres Tú, Dios mío.
2. Porque Tú, Señor, Dios mío, eres bueno sobre todo; Tú solo potentísimo;
Tú solo suficientísimo y llenísimo; Tú solo suavísimo y agradabilísimo. Tú
solo hermosísimo y amantísimo; Tú solo nobilísimo y gloriosísimo sobre todas
las cosas, en quien están, estuvieron y estarán todos los bienes junta y
perfectamente. Por eso es poco e insuficiente cualquier cosa que me das o
prometes, o me descubres de Ti mismo, no viéndote ni poseyéndote
cumplidamente. Porque no puede mi corazón descansar del todo y contentarse
verdaderamente, si no descansa en Ti trascendiendo todos los dones y todo lo
criado.
3. ¡Oh esposo mío amantísimo Jesucristo, amador purísimo, Señor de todas las
criaturas! ¿Quién me dará alas de verdadera libertad para volar y descansar
en Ti? ¡Oh! ¿Cuando me será concedido ocuparme en Ti cumplidamente, y ver
cuán suave eres, Señor Dios mío? ¿Cuándo me recogeré del todo en Ti, que ni
me sienta a mí por tu amor, sino a Ti solo sobre todo sentido y modo, y de
un modo manifiesto a todos? Pero ahora muchas veces gimo y llevo mi
infelicidad con dolor. Porque en este valle de miserias acaecen muchos males
que me turban a menudo, me entristecen y anublan; muchas veces me impiden y
distraen, halagan y embarazan para que no tenga libre entrada a Ti y no goce
de tus suaves abrazos, los cuales sin impedimento gozan los espíritus
bienaventurados. Muévate mis suspiros, y la grande desolación que hay en la
tierra.
4. ¡Oh Jesús, resplandor de la eterna gloria, consolación del alma que anda
peregrinando! Delante de Ti está mi boca muda, y mi silencio te habla.
¿Hasta cuándo tarda en venir mi Señor? Venga a mí, pobrecito tuyo, lléneme
de alegría. Extienda su mano, y libre a este miserable de toda angustia.
Ven, ven; pues sin Ti ningún día ni hora será alegre; porque Tú eres mi
gozo, y sin Ti está vacía mi mesa. Miserable soy, y como encarcelado y preso
con grillos, hasta que Tú me recrees con la luz de tu presencia, y me pongas
en libertad, y muestres tu amigable rostro.
5. Busquen otros lo que quisieren en lugar de Ti, que a mí ninguna otra cosa
me agrada, ni agradará, sino Tú, Dios mío, esperanza mía, salud eterna. No
callaré, ni cesaré de clamar hasta que tu gracia vuelva y me hables
interiormente.
Jesucristo:
6. Aquí estoy, a ti he venido, pues me llamaste. Tus lágrimas, y el deseo de
tu alma, y tu humildad, y la contrición de tu corazón me han inclinado y
traído a ti.
El Alma:
7. Y dije: Señor, yo te llamé, y deseé gozar de Ti, dispuesto a
menospreciarlo todo por Ti. Pero Tú primero me despertaste para que te
buscase. Seas, pues, bendito, Señor, que hiciste con tu siervo este
beneficio, según la muchedumbre de tu misericordia. ¿Qué tiene más que decir
tu siervo delante de Ti, sino humillarse mucho en tu acatamiento,
acordándose siempre de su propia maldad y vileza? Porque no hay semejante a
Ti en todas las maravillas del cielo y de la tierra. Tus obras son
perfectísimas, tus juicios verdaderos, y por tu providencia se rige el
universo. Por eso alabanza y gloria a Ti, ¡oh sabiduría del Padre! Alábete y
bendígate mi boca, mi alma, y juntamente todo lo creado.
22.- LOS BENEFICIOS DE DIOS
El Alma:
1. Abre, Señor, mi corazón a tu ley, y enséñame a andar en tus mandamientos.
Concédeme que conozca tu voluntad, y con gran reverencia y diligente
consideración tenga en la memoria tus beneficios, así generales como
especiales, para que pueda de aquí adelante darte dignamente las gracias.
Mas yo sé y confieso que no puedo darte las debidas alabanzas y gracias por
el más pequeño de tus beneficios. Yo soy menor que todos los bienes que me
has hecho; y cuando miro tu generosidad, desfallece mi espíritu a vista de
tu grandeza.
2. Todo lo que tenemos en el alma y en el cuerpo, y cuantas cosas poseemos
en lo interior o en el exterior, natural o sobrenaturalmente, son beneficios
tuyos, y te engrandecen, como bienhechor, piadoso y bueno, de quien
recibimos todos los bienes. Y aunque uno reciba más y otro menos, todo es
tuyo, y sin Ti no se puede alcanzar la menor cosa. El que más recibió, no
puede gloriarse de su merecimiento, ni estimarse sobre los demás, ni
desdeñar al menor; porque aquel es mayor y mejor que menos se atribuye a sí,
y es más humilde, devoto y agradecido. Y el que se tiene por más vil que
todos, y se juzga por más indigno, está más dispuesto para recibir mayores
dones.
3. Mas el que recibió menos, no se debe entristecer, indignarse, ni envidiar
al que tiene más; antes debe reverenciarte, y engrandecer sobremanera tu
bondad, que tan copiosa, gratuita y liberalmente reparte tus beneficios, sin
acepción de personas. Todo procede de Ti, y por lo mismo en todo debes ser
alabado. Tú sabes lo que conviene darse a cada uno. Y por que tiene uno
menos y otro más, no nos toca a nosotros discernirlo, sino a Ti, que sabes
determinadamente los merecimientos de cada uno.
4. Por eso, Señor Dios, tengo también por grande beneficio no tener muchas
cosas de las cuales me alaben y honren los hombres; de modo que cualquiera
que considere la pobreza y vileza de su persona, no sólo no recibirá
pesadumbre, ni tristeza, ni abatimiento, sino más bien consuelo y grande
alegría. Porque Tú, Dios, escogiste para familiares domésticos tuyos a los
pobres, bajos y despreciados de este mundo. Testigos son tus mismos
apóstoles, a quienes constituiste príncipes sobre toda la tierra. Mas
conversaron en el mundo sin queja y fueron tan humildes y sencillos;
viviendo sin malicia ni fraude, que se alegraban de padecer injurias por tu
nombre, y abrazaban con grande afecto lo que el mundo aborrece.
5. Por eso ninguna cosa debe alegrar tanto al que te ama y reconoce tus
beneficios, como tu voluntad para con él, y el beneplácito de tu eterna
disposición. Lo cual le ha de consolar de manera que quiera tan
voluntariamente ser el menor de todos como desearía otro el ser mayor. Y así
tan pacífico y contento debe estar en el último lugar como en el primero; y
tan de buena gana sufrir verse despreciado y desechado, y no tener nombre y
fama, como si fuese el más honrado y mayor del mundo. Porque tu voluntad y
el amor de tu honra ha de ser sobre todas las cosas; y más se debe consolar
y contentar una persona con esto, que con todos los beneficios recibidos, o
que puede recibir.
23.- CUATRO COSAS QUE CAUSAN PAZ.
Jesucristo:
1. Hijo, ahora te enseñaré el camino de la paz y de la verdadera libertad.
El Alma:
2. Haz, Señor, lo que dices, que me alegra mucho de oírlo.
Jesucristo:
3. Procura, hijo, hacer antes la voluntad de otro que la tuya. Escoge
siempre tener menos que más. Busca siempre el lugar más bajo, y está sujeto
a todos. Desea siempre, y ruega que se cumpla en ti enteramente la divina
voluntad. Así entrarás en los términos de la paz y descanso.
El Alma:
4. Señor, este tu breve sermón mucha perfección contiene en sí. Corto es en
palabras, pero lleno de sentido y de copioso fruto. Que si lo pudiese yo
fielmente guardar, no había entrar en mí la turbación tan fácilmente. Porque
cuantas veces me siento inquieto y agravado, hallo haberme apartado de esta
doctrina. Mas Tú que todo lo puedes, y buscas siempre el provecho del alma,
dame gracia más abundante para que pueda cumplir tu doctrina, y hacer lo que
importa para mi salvación. Oración contra los malos pensamientos.
5. Señor, Dios mío, no te alejes de mí: Dios mío, cuida de ayudarme, pues se
han levantado contra mí varios pensamientos y grandes temores que afligen mi
alma. ¿Cómo saldré sin daño? ¿Cómo los desecharé?
6. Yo, dices, iré delante de ti, y humillaré los soberbios de la tierra.
Abriré las puertas de la cárcel, y te revelaré los secretos de las cosas
escondidas.
7. Haz, Señor, como lo dices, y huyan de tu presencia todos los malos
pensamientos. Esta es mi esperanza y única consolación, acudir a Ti en toda
tribulación, confiar en Ti, invocarte de veras, y esperar constantemente que
me consueles. Oración pidiendo la luz del entendimiento.
8. Alúmbrame, buen Jesús, con la claridad de tu lumbre interior, y quita de
la morada de mi corazón toda tiniebla. Refrena mis muchas distracciones, y
quebranta las tentaciones que me hacen violencia. Pelea fuertemente por mí,
y ahuyenta las malas bestias que son los apetitos halagüeños, para que venga
la paz con tu virtud, y resuene la abundancia de tu alabanza en el santo
palacio; esto es, en la conciencia limpia. Manda a los vientos y
tempestades. Di al mar: sosiégate; y al cierzo: No soples; y habrá gran
bonanza.
9. Envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre la tierra, porque
soy tierra vana y vacía hasta que Tú me alumbres. Derrama de lo alto tu
gracia; riega mi corazón con el rocío celestial; concédeme las aguas de la
devoción para sazonar la superficie de la tierra; porque produzca fruto
bueno y perfecto. Levanta el ánimo oprimido por el peso de los pecados, y
emplea todo mi deseo en las cosas del cielo: porque después de gustada
suavidad de la felicidad celestial, me sea enfadoso pensar en lo terrestre.
10. Apártame y líbrame de la transitoria consolación de las criaturas;
porque ninguna cosa criada basta para aquietar y consolar cumplidamente mi
apetito. Uneme a Ti con el vínculo inseparable del amor; porque Tú solo
bastas al que te ama, y sin Ti todas las cosas son despreciables.
24.- EVITAR LA CURIOSIDAD DE SABER LAS VIDAS AJENAS.
Jesucristo:
1. Hijo, no quieras ser curioso, ni tener cuidados impertinentes. ¿Qué te va
a ti de esto o de lo otro? Sígueme tú. ¿Qué te importa que aquel sea tal o
cual; o que este viva o hable de este o del otro modo? No necesitas tú
responder por otros, sino dar razón de ti mismo. ¿Pues por qué te ocupas en
eso? Mira que yo conozco a todos; veo cuanto pasa debajo del sol, y sé de
que manera está cada uno, qué piensa, que quiere, y a qué fin dirige su
intención. Por eso se deben encomendar a Mí todas las cosas; pero tú
consérvate en santa paz, y deja al bullicioso hacer cuanto quisiere. Sobre
él vendrá lo que hiciere, porque no puede engañarme.
2. No tengas cuidado de la autoridad y gran nombre, ni de la familiaridad de
muchos, ni del amor particular de los hombres. Porque esto causa
distracciones y grandes tinieblas en el corazón. De buena gana te hablaría
mi palabra, y te revelaría mis secretos, si tú esperases con diligencia mi
venida, y me abrieses la puerta del corazón. Está apercibido, y vela en
oración, y humíllate en todo.
25.- LA PAZ FIRME DEL CORAZÓN
Jesucristo:
1. Hijo, yo dije: La paz os dejo, mi paz os doy; y no la doy como la del
mundo. Todos desean la paz; mas no tienen todos cuidado de las cosas que
pertenecen a la verdadera paz. Mi paz está con los humildes y mansos de
corazón. Tu paz la hallarás en la mucha paciencia. Si me oyeres y siguieres
mi voz, podrás gozar de mucha paz.
El Alma: 2. ¿Pues qué haré?
Jesucristo:
3. Mira en todas las cosas lo que haces y lo que dices, y dirige toda tu
intención al fin de agradarme a Mí solo, y no desear ni buscar nada fuera de
Mí. Ni juzgues temerariamente de los hechos o dichos ajenos, ni te
entremetas en lo que no te han encomendado: con esto podrá ser poco o tarde
te turbes. Porque el no sentir alguna tribulación, ni sufrir alguna fatiga
en el corazón o en el cuerpo, no es de este siglo, sino propio del eterno
descanso. No juzgues, pues, haber hallado la verdadera paz, porque no
sientas alguna pesadumbre; ni que ya es todo bueno, porque no tengas ningún
adversario; ni que está la perfección en que todo te suceda según tú
quieres. Ni entonces te reputes por grande o digno especialmente de amor,
porque tengas gran devoción y dulzura; porque en estas cosas no se conoce el
verdadero amador de la virtud, ni consiste en ellas el provecho y perfección
del hombre.
El Alma:
4. ¿Pues en qué consiste, Señor?
Jesucristo:
5. En ofrecerte de todo tu corazón a la divina voluntad, no buscando tu
interés en lo poco, ni en lo mucho, ni en lo temporal, ni en lo eterno. De
manera que con rostro igual, des gracias a Dios en las cosas prósperas y
adversas, pensándolo todo con un mismo peso. Si fueres tan fuerte y firme en
la esperanza que, quitándote la consolación interior, aún esté dispuesto tu
corazón para padecer mayores penas, y no te justificares, diciendo que no
debieras padecer tales ni tantas cosas, sino que me tuvieres por justo y
alabares por santo en todo lo que Yo ordenare, cree entonces que andas en el
recto camino de la paz, y podrás tener esperanza cierta de ver nuevamente mi
rostro con júbilo. Y si llegares al perfecto menosprecio de ti mismo, sábete
que entonces gozaras de abundancia de paz, cuanto cabe en este destierro.
26.- DE LA ELEVACIÓN DEL ESPÍRITU LIBRE
El Alma:
1. Señor, obra es de varón perfecto no entibiar nunca el ánimo en la
consideración de las cosas celestiales, y entre muchos cuidados pasar casi
sin cuidado, no a la manera de un estúpido, sino con la prerrogativa de un
alma libre, que no pone desordenado afecto en criatura alguna.
2. Ruégote piadosísimo Dios mío, que me apartes de los cuidados de esta
vida, para que no me embarace demasiado en ellos; para que no me deje llevar
del deleite ni de las muchas necesidades del cuerpo; para que no pierda el
fruto con los muchos obstáculos y molestias del alma. No hablo de las cosas
que la vanidad mundana desea con tanto afecto; sino de aquellas miserias que
penosamente agravan y detienen el alma de tu siervo, con la común maldición
de los mortales; para que no pueda alcanzar la libertad del espíritu cuantas
veces quisiere.
3. ¡Oh, Dios mío, dulzura inefable! Conviérteme en amargura todo consuelo
carnal, que me aparta del amor de los eternos, lisonjeándome torpemente con
la vista de bienes temporales que deleitan. No me venza, Dios mío, no me
venza la carne y la sangre; no me engañe el mundo y su breve gloria; no me
derribe el demonio y su astucia. Dame fortaleza para resistir, paciencia
para sufrir, constancia para perseverar. Dame en lugar de todas las
consolaciones del mundo la suavísima unción de tu espíritu; y en lugar del
amor carnal infúndeme el amor de tu nombre.
4. Porque muy embarazosas son para el espíritu fervoroso la comida, la
bebida, el vestido, y todas las demás cosas necesarias para sustentar el
cuerpo. Concédeme usar de todo lo necesario templadamente, y que no me ocupe
en ello con sobrado afecto. No es lícito dejarlo todo, porque se ha de
sustentar la naturaleza; pero la ley santa prohíbe buscar lo superfluo y lo
que más deleita; porque de otro modo la carne se rebelará contra el
espíritu. Ruégote, Señor, que me rija y enseñe tu mano en estas cosas para
que en nada me exceda.
27.- EL AMOR PROPIO NOS DESVÍA MUCHO DEL BIEN ETERNO.
Jesucristo:
1. Hijo, conviene que lo des todo por el todo; y no ser nada de ti mismo.
Sabe que amor propio te daña más que ninguna cosa del mundo. Según fuere el
amor y afición que tienes a las cosas, estarás más o menos ligado a ellas.
Si tu amor fuere puro, sencillo y bien ordenado, no serás esclavo de
ninguna. No codicies lo que no te conviene tener. No quieras tener cosa que
te pueda impedir y quitar la libertad interior. Es de admirar que no te
entregues a Mí de lo íntimo del corazón, con todo lo que puedes tener o
desear.
2. ¿Por qué te consumes con vana tristeza? ¿Por qué te fatigas con
superfluos cuidados? Está a mi voluntad, y no sentirás daño alguno. Si
buscas esto o aquello, y quisieres estar aquí o allí por tu provecho, y
propia voluntad, nunca tendrás quietud, ni estarás libre de cuidados; porque
en todas hay alguna falta, y en cada lugar habrá quien te ofenda.
3. Y así, no cualquier cosa alcanzada o multiplicada exteriormente
aprovecha; sino más bien la despreciada y desarraigada del corazón. No
entiendas eso solamente de las posesiones y de las riquezas; sino también de
la ambición de la honra, y deseo de vanas alabanzas, todo lo cual pasa con
el mundo. Importa poco el lugar, si falta el fervor del espíritu; ni durará
mucho la paz buscada por de fuera, si falta el verdadero fundamento de la
disposición del corazón; quiero decir, si no estuvieses en Mí, puedes
mudarte, pero no mejorarte. Porque en llegando y agradando la ocasión,
hallarás lo mismo que huías, y más. Oración para pedir la limpieza de
corazón, y la Sabiduría celestial.
El Alma:
4. Confírmame, Señor, en la gracia del Espíritu Santo. Dame esfuerzo para
fortalecerme en mi interior, y desocupar mi corazón de toda inútil solicitud
y congoja, y para que no me lleven tras sí, tan varios deseos por cualquier
cosa vil o preciosa; sino que las mire todas como pasajeras, y a mí mismo
como que he de pasar con ellas. Porque nada hay permanente debajo del sol,
adonde todo es vanidad y aflicción de espíritu. ¡Oh! ¡Cuán sabio es el que
así piensa!
5. Dame, Señor, sabiduría celestial, para que aprenda a buscarte y hallarte
sobre todas las cosas, gustarte y amarte sobre todas y entender lo demás
como es, según el orden de tu sabiduría. Dame prudencia para desviarme del
lisonjero, y sufrir con paciencia el adversario. Porque esta es muy gran
sabiduría, no moverse a todo viento de palabras, ni tampoco dar oídos a la
engañosa sirena, pues así se anda con seguridad el camino del cielo.
28.- CONTRA LAS LENGUAS MALDICIENTES.
Jesucristo:
1. Hijo, no te enojes si algunos tuvieren mala opinión de ti, y dijeren lo
que no quisieras oír. Tú debes sentir de ti peores cosas, y tenerte por el
más flaco de todos. Si andas dentro de ti, no apreciarás mucho las palabras
que vuelan. No es poca prudencia callar en el tiempo adverso, y volverse a
mi corazón, sin turbarse por los juicios humanos.
2. No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o
mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la
verdadera gloria sino en Mí? Y el que no desea contentar a los hombres, ni
teme desagradarlos, gozará de mucha paz. Del desordenado amor y vano temor,
nace todo desasosiego del corazón, y la distracción de los sentidos
29.- CÓMO DEBEMOS LLAMAR A DIOS Y BENDECIRLE
El Alma:
1. Sea tu nombre, Señor, para siempre bendito, que quisiste que viniese
sobre mí esta tentación y tribulación. Yo no puedo huirla; sino que necesito
acudir a Ti, para que me ayudes, y me la conviertas en provecho. Señor;
ahora estoy atribulado, y no le va bien a mi corazón; sino que me atormenta
mucho esta pasión. Y ¿qué diré ahora, Padre amado? Rodeado estoy de
angustias. Sálvame en esta hora. Mas he llegado a este trance, para que seas
Tú glorificado cuando yo estuviere muy humillado y fuere librado por Ti.
Dígnate, Señor, librarme; porque yo, pobre, ¿qué puedo hacer, y adónde iré
sin Ti? Dame paciencia, Señor, también en este trance. Ayúdame, Dios mío, y
no temeré por más atribulado que me halle.
2. Y entre estas congojas, ¿qué diré ahora? Hágase, Señor, tu voluntad. Bien
he merecido yo ser atribulado y angustiado. Aún me conviene sufrir; y ¡ojalá
sea con paciencia, hasta que pase la tempestad y haya bonanza! Pues poderosa
es tu mano omnipotente para quitar de mí esta tentación, y amansar su furor,
porque del todo no caiga; así como antes lo has hecho muchas veces, Dios
mío, misericordia mía. Y cuanto para mí es más difícil, tanto es para Ti
fácil esta mudanza de la diestra del Altísimo.
30.- CÓMO SE HA DE PEDIR EL FAVOR DIVINO
Jesucristo:
1. Hijo, yo soy el Señor, que conforta en el día de la tribulación. Ven a
Mí, cuando no te hallares bien. Lo que más impide la consolación celestial,
es que muy tarde vuelves a la oración. Porque antes de orar con atención,
buscas muchas consolaciones, y te recreas en lo exterior. De aquí viene que
todo te aprovecha poco, hasta que conozcas que yo soy el que libro a los que
esperan en Mí; y fuera de Mí no hay auxilio eficaz, consejo provechoso, ni
remedio durable. Mas recobrado el aliento después de la tempestad,
esfuérzate a la luz de mis misericordias; porque cerca estoy (dice el Señor)
para reparar todo lo perdido, no sólo cumplida, sino abundante y
colmadamente.
2. ¿Por ventura hay cosa difícil para Mí? ¿O seré yo como el que dice y no
hace? ¿Dónde está tu fe? Ten firmeza y perseverancia. Sé varón fuerte y
magnánimo, y a su tiempo te llegará el consuelo. Espérame, espera; Yo vendré
y te curaré. Tentación es la que te atormenta, y vano temor el que te
espanta. ¿Qué aprovecha el cuidado de lo que está por venir, sino para tener
tristeza sobre tristeza? Bástale a cada día su molestia. Vana cosa es y sin
provecho entristecerse o alegrarse de lo venidero, que quizás nunca
acaecerá.
3. Pero es propio de la humana flaqueza engañarse con tales imaginaciones; y
también es señal de poco ánimo dejarse burlar tan ligeramente del enemigo.
Pues el que no cuida que sea verdadero o falso aquello con que nos burla o
engaña; o si derribará con el amor de lo presente, o con el temor de lo
futuro. No se turbe, pues, ni tema tu corazón. Cree en Mí, y ten confianza
en mi misericordia. Cuando piensas que estás lejos de Mí, estoy más cerca de
ti regularmente. Cuando piensas que está todo casi perdido, entonces muchas
veces está cerca la ganancia del merecer. No está todo perdido cuando alguna
cosa te sucede contraria. No debes juzgar como sientes ahora, ni embarazarte
ni acongojarte con cualquier contrariedad que te venga, como si no hubiese
esperanza de remedio.
4. No te tengas por desamparado del todo, aunque te envíe a tiempos alguna
tribulación, o te prive del consuelo deseado; porque de este modo se llega
al reino de los cielos. Y sin duda te conviene más a ti, y a los demás
siervos míos, ser ejercitados en adversidades, que si todo os sucediese a
vuestro gusto. Yo penetro los secretos; y sé que te conviene mucho para tu
bien, que algunas veces te deje desconsolado; para que no te ensoberbezcas
en los sucesos prósperos, ni quieras complacerte en ti mismo por lo que no
eres. Lo que yo te di, te lo puedo quitar, y volvértelo cuando me agradare.
5. Cuando te lo diere, mío es: cuando te lo quitare, no tomo cosa tuya, pues
mía es cualquier dádiva buena y todo don perfecto. Si te enviare pesadumbre,
o alguna contrariedad, no te indignes, ni desfallezca tu corazón. Presto
puedo levantarte, y mudar toda pena en gozo. Justo soy, y digno de ser
alabado, cuando así me porto contigo.
6. Si bien lo entiendes y lo miras a la luz de la verdad, nunca te debes
entristecer, ni descaecer tanto por las adversidades; sino antes holgarte
más y darme gracias. Y tener por único gozo el ver que afligiéndote con
dolores, no te contemplo. Así como me amó el Padre, Yo os amo, dije a mis
amados discípulos, los cuales no envié a gozos temporales, sino a grandes
peleas; no a honras, sino a desprecios; no a ocio, sino a trabajos; no al
descanso, sino a recoger grandes frutos de paciencia. Acuérdate, hijo mío,
de estas palabras.
31.- DEL DESPRECIO DE TODAS LAS CRIATURAS
El Alma:
1. Señor, necesaria me es aún mayor gracia, si tengo de llegar adonde nadie
ni criatura alguna me puedan embarazar. Porque mientras que alguna cosa me
detiene, no puedo volar a Ti libremente. Deseaba volar libremente el que
decía: ¿Quién me dará alas como de paloma, y volaré y descansaré? ¿Qué cosa
hay más quieta que la pura intención? Y ¿quién más libre que el que nada
desea en la tierra? Por eso conviene levantarse sobre todo lo criado, y
olvidarse totalmente de sí mismo, elevándose, y quedando suspenso para ver
que Tú, Criador de todo, no tienes semejanza con las criaturas. Y el que no
se desocupare de lo criado, no podrá libremente entender en lo divino. Por
esto, pues, se hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben
desasirse del todo de las criaturas y de lo perecedero.
2. Para eso es menester gran gracia, que levante el alma y la suba sobre sí
misma. Peso si no eleva al hombre levantado en espíritu y libre de todo lo
criado, y todo unido a Dios, de poca estima es cuanto sabe y cuanto tiene.
Mucho tiempo será niño y mundano el que estima alguna cosa por grande, sino
solo el único, inmenso y eterno bien. Y lo que Dios no es, nada es, y por
nada se debe contar. Hay gran diferencia entre la sabiduría del varón
iluminado y devoto, y la ciencia del letrado y del estudioso clérigo. Mucho
más noble es la doctrina que emana de la influencia divina, que la que se
alcanza con el trabajo por el ingenio humano.
3. Se hallan muchos que desean la contemplación: pero no procuran ejercitar
las cosas que para ella se requieren. Es grande impedimento fijarse en las
cosas exteriores y sensibles, y descuidar la verdadera mortificación. No sé
que es, ni qué espíritu nos lleva, ni qué esperamos los que parece somos
llamados espirituales, cuando tanto trabajo y solicitud ponemos en las cosas
transitorias y viles, y con dificultad y muy tarde nos recogemos del todo a
considerar nuestro interior.
4. ¡Oh dolor! Que al momento que nos hemos recogido un poco, nos distraemos
y no escudriñamos nuestras obras con riguroso examen. Nos miramos dónde
tenemos nuestras aflicciones, ni lloramos cuán manchadas están todas
nuestras cosas. Toda carne había corrompido su camino, y por eso se siguió
el gran diluvio. Porque nuestro afecto interior estando corrompido, es
necesario que la obra que de él dimana (señal de la privación de la virtud
interior) también se corrompa. Del corazón puro procede el fruto de la buena
vida.
5. Se examina cuanto hace alguno; pero no indagamos de cuánta virtud
proceden sus acciones. Se averigua si alguno es valiente, rico, hermoso,
hábil o buen escritor, buen cantor, buen artista; pero poco se habla de cuán
pobre sea de espíritu, cuán paciente y manso, cuán devoto y recogido. La
naturaleza mira las cosas exteriores del hombre; mas la gracia se ocupa en
las interiores. Aquella muchas veces se engaña, y ésta espera en Dios para
no engañarse.
32.- DE LA ABNEGACIÓN DE SÍ MISMO
Jesucristo:
1. Hijo, no puedes poseer libertad perfecta, si no te niegas del todo a ti
mismo. En prisiones están todos los ricos y amadores de sí mismos, los
codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de
gusto, y no las de Jesucristo: sino que antes componen e inventan muchas
veces lo que no ha de durar. Porque todo lo que no procede de Dios perecerá.
Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo
hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego. Reflexiones bien esto; y
cuando cumplieres, lo entenderás todo.
El Alma:
2. Señor, no es esta obra de un día, ni juego de niños; antes en tan breve
sentencia se encierra toda la perfección religiosa.
Jesucristo:
3. Hijo, no debes volver atrás, ni decaer presto en oyendo el camino de los
perfectos; antes debes esforzarte para cosas más altas, o a lo menos aspirar
a ellas con deseo. ¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de
ti mismo, y estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior
que te he dado! Entonces me agradarías sobremanera, y toda tu vida correría
gozosa y pacífica. Aún tienes mucho que dejar, que si no lo renuncias
enteramente, no alcanzarás lo que pides. Para que seas rico, te aconsejo que
compres de Mí oro acendrado, esto es, la sabiduría celestial que desprecia
complacencia.
4. Yo te dije que las cosas más viles al parecer humano, se deben comprar
con las preciosas y altas. Porque muy vil y pequeña parece la verdadera
sabiduría celestial, puesta casi en olvido entre los hombres. Ella no sabe
grandezas de sí, ni quiere ser engrandecida en la tierra. Está en la boca de
muchos, pero muy lejos de sus obras, siendo ella una perla preciosísima,
escondida para los más.
33.- DE LA INCONSTANCIA DEL CORAZÓN
Jesucristo:
1. Hijo, no creas a tu deseo; pues el que ahora es, presto se te mudará en
otro. Mientras vivieres, estás sujeto a mudanzas, aunque no quieras, porque
ya te hallará alegre, ya triste, ya sosegado, ya turbado, ya devoto, ya
indevoto, ya diligente, ya perezoso; ahora pesado, ahora liviano. Mas el
sabio bien instruido en el espíritu, es superior a estas mudanzas: no
mirando lo que experimenta dentro de sí, ni de que parte sopla el viento de
la instabilidad; sino a dirigir toda la intención de su espíritu al debido y
deseado fin. Porque así podrá permanecer siempre el mismo e ileso en tan
varios casos, dirigiendo a Mí sin cesar la mira de su sencilla intención.
2. Y cuanto más pura fuere, tanto estará más constante entre las diversas
tempestades. Pero en muchas cosas se obscurecen los ojos de la pura
intención, porque se mira fácilmente a lo que se presenta como deleitable.
Así es, que rara vez se halla quien esté enteramente libre de lunar de su
propio interés. De este modo, los judíos en otro tiempo vinieron a casa de
Marta y María Magdalena en Betania, no sólo por Jesús, si también para ver a
Lázaro. Débense, pues, limpiar los ojos de la intención, para que sea
sencilla y recta, y se enderece a Mí sin detenerse en los medios.
34.- DIOS ES PARA QUIEN LO AMA
El Alma:
1. ¡Oh mi Dios y mi todo! ¿Qué más quiero yo y qué mayor dicha puedo
apetecer? ¡Oh sabrosa y dulce palabra! Pero para quien ama a Dios, y no al
mundo ni a lo que en él está. Mi Dios y mi todo. Al que entiende, basta lo
dicho: y repetirlo muchas veces, es deleitable al que ama. Porque estando Tú
presente, todo es agradable; mas estando ausente, todo fastidioso. Tú haces
el corazón tranquilo y das gran paz y alegría festiva. Tú haces sentir bien
de todo y que te alaben todas las cosas. No puede cosa alguna deleitar mucho
tiempo sin Ti; pero si ha de agradar y gustarse de veras, conviene que tu
gracia la presencie y tu sabiduría la sazone.
2. A quien Tú eres sabroso, ¿qué no le sabrá bien? Y a quien de Ti no gusta,
¿qué le podrá agradar? Mas los sabios del mundo, y los que lo son según la
carne, no tienen idea de tu sabiduría; en aquéllos se encuentra mucha
vanidad, y en éstos la muerte. Pero los que te siguen, despreciando al mundo
y mortificando su carne, estos son verdaderos sabios, porque pasan de la
vanidad a la verdad, y de la carne al espíritu. A estos es Dios sabroso, y
cuanto bien hallan en las criaturas, todo lo refieren a gloria de su
Criador. Pero diferente y muy diferente es el sabor del Criador y de la
criatura, de la eternidad y del tiempo, de la luz increada y de la luz
creada.
3. ¡Oh luz perpetua, que estás sobre toda luz creada! Envía desde lo alto
tal resplandor, que penetre todo lo secreto de mi corazón. Purifica, alegra,
clarifica y vivifica mi espíritu y sus potencias, para que se una contigo
con exceso de júbilo. ¡Oh, cuándo vendrá esta dichosa y deseada hora, para
que Tú me hartes con tu presencia y me seas todo en todas las cosas!
Entretanto que esto no se me concediere no tendré gozo cumplido. Mas ¡ay
dolor! que vive aún el hombre viejo en mí; no está del todo crucificado, ni
perfectamente muerto. Aún codicia vivamente contra el espíritu; mueve
guerras interiores y no consiente que esté quieto el dominio del alma.
4. Mas Tú, que señoreas el poderío del mar y amansas el movimiento de sus
ondas, levántate y ayúdame. Destruye las gentes que buscan guerras;
quebrántalas con tu virtud. Ruégote que muestres tus maravillas, y que sea
glorificada tu diestra, porque no tengo otra esperanza ni otro refugio sino
a Ti, Señor Dios mío.
35.- TENTACIONES
Jesucristo:
1. Hijo, nunca estás seguro en esta vida; porque mientras vivieres, tienes
necesidad de armas espirituales. Entre enemigos andas; a diestra y a
siniestra te combaten. Si pues no te vales del escudo de la paciencia a cada
instante, no estarás mucho tiempo sin herida. Demás de esto, si no pones tu
corazón fijo en Mí, con pura voluntad de sufrir por Mí todo cuanto viniere,
no podrás pasar esta recia batalla, ni alcanzar la palma de los
bienaventurados. Conviénete, pues, romper varonilmente con todo, y pelear
con mucho esfuerzo contra lo que viniere. Porque al vencedor se da el maná,
y al perezoso le aguarda mucha miseria.
2. Si buscas descanso en esta vida, ¿cómo hallarás entonces la eterna
bienaventuranza? No procures mucho descanso, sino mucha paciencia. Busca la
verdadera paz, no en la tierra, sino en el cielo: no en los hombres ni en
las demás criaturas, sino en Dios solo. Por amor de Dios debes padecer de
buena gana todas las cosas adversas; como son trabajos, dolores,
tentaciones, vejaciones, congojas, necesidades, dolencias, injurias,
murmuraciones, reprensiones, humillaciones, confusiones, correcciones y
menosprecios. Estas cosas aprovechan para la virtud; estas prueban al nuevo
soldado de Cristo; estas fabrican la corona celestial. Yo daré eterno
galardón por breve trabajo, y gloria infinita por la confusión pasajera.
3. ¿Piensas tener siempre consolaciones espirituales al sabor de tu paladar?
Mis Santos no siempre las tuvieron, sino muchas pesadumbres, diversas
tentaciones y grandes desconsolaciones. Pero las sufrieron todas con
paciencia y confiaron más en Dios que en sí; porque sabían que no son
equivalentes todas las penas de esta vida, para merecer la gloria venidera.
¿Quieres hallar de pronto lo que muchos, después de copiosas lágrimas y
trabajos, con dificultad alcanzaron? Espera en el Señor, trabaja y
esfuérzate varonilmente; no desconfíes, no huyas; mas ofrece el cuerpo y el
alma por la gloria de Dios con gran constancia.
36.- CONTRA LOS VANOS JUICIOS DE LOS HOMBRES.
Jesucristo:
1. Hijo, pon tu corazón fijamente en Dios, y no temas los juicios humanos
cuando la conciencia no te acusa. Bueno es, y dichoso también padecer de
esta suerte; y esto no es duro al corazón humilde que confía más en Dios que
en sí mismo. Los más hablan demasiadamente, y por eso se les debe poco
crédito. Y también satisfacer a todos no es posible. Aunque San Pablo
trabajó en contentar a todos en el Señor, y fue para todos; sin embargo, en
nada tuvo el ser juzgado del mundo.
2. Mucho hizo por la salud y edificación de los otros trabajando cuanto pudo
y estaba de su parte; pero no se pudo librar de que le juzgasen y
despreciasen alguna veces. Por eso lo encomendó todo a Dios, que le conoce
todo, y con paciencia y humildad se defendía de las malas lenguas y de los
que piensan vanidades y mentiras, y las dicen como se les antoja. Y también
respondió algunas veces, porque no se escandalizasen algunas almas débiles
en verle callar.
3. ¿Quién eres tú para que temas al hombre mortal? Hoy es, y mañana no
parece. Teme a Dios, y no te espantes de los hombres. ¿Qué te puede hacer el
hombre con palabras o injurias? Más bien se daña a sí mismo que a ti; y
cualquiera que sea, no podrá huir el juicio de Dios. Ten presente a Dios, y
no contiendas con palabras de queja. Y si ahora quedas debajo, al parecer, y
sufres la humillación que no mereciste, no te indignes por eso, ni por la
impaciencia disminuyas tu victoria. Sino mírame a Mí en el cielo, que puedo
librar de toda confusión e injuria, y dar a cada uno según sus obras.
37.- RENUNCIA DE SI MISMO
Jesucristo:
1. Hijo, déjate a ti y me hallarás a Mí. Vive sin voluntad ni amor propio, y
ganarás siempre. Porque al punto que te renunciares sin reserva, se te dará
mayor gracia.
El Alma:
2. Señor, ¿cuántas veces me renunciaré, y en qué cosas me dejaré?
Jesucristo:
3. Siempre, y a cada hora, así en lo poco como en lo mucho. Nada exceptúo,
sino que en todo te quiero hallar desnudo. De otro modo, ¿cómo podrás ser
mío y yo tuyo, si no te despojas de toda voluntad interior y exteriormente?
Cuando más presto hicieres esto, tanto mejor te irá; y cuanto más pura y
cumplidamente, tanto más me agradarás y mucho más ganarás.
4. Algunos se renuncian, pero con alguna excepción no confían en Dios del
todo, y por eso trabajan en mirar por sí. También algunos al principio lo
ofrecen todo; pero después, combatidos de alguna tentación, se vuelven a sus
comodidades, y por eso no aprovechan en la virtud. Estos nunca llegarán a la
verdadera libertad del corazón puro ni a la gracia de mi suave familiaridad,
si no se renuncian antes haciendo del todo cada día sacrificios de sí
mismos, sin lo cual no están ni estarán en la unión con que se goza de mí.
5. Muchas veces te dije, y ahora te lo vuelvo a decir: Déjate a ti,
renúnciate y gozarás de grande paz interior. Dalo todo por el todo: nada
busques, nada exijas; está puramente y sin dudar en Mí, y me poseerás. Serás
libre de corazón y no te ofuscarán las tinieblas. Encamina todos tus
esfuerzos, deseos y oraciones al fin de despojarte de todo apego, para
seguir así desnudo a Jesús desnudo, morir para ti, y vivir para Mí
eternamente. Entonces se desvanecerán todas las vanas imaginaciones, las
perturbaciones malas, y los cuidados superfluos. Entonces también
desaparecerá el temor excesivo y morirá el amor desordenado.
38.- DEL BUEN RÉGIMEN EN LAS COSAS EXTERIORES
Jesucristo:
1. Hijo, con diligencia debes mirar que en cualquier lugar y en toda
ocupación exterior, estés muy dentro de ti, libre y señor de ti mismo; y que
todas las cosas estén debajo de ti; y no tú debajo de ellas. Para que seas
señor y director de tus obras, no siervo ni esclavo venal; sino más bien
libre y verdadero israelita, que pasa a la suerte y libertad de los hijos de
Dios. Los cuales desprecian las cosas presentes y atienden a las eternas.
Miran lo transitorio con el ojo izquierdo, y con el derecho lo celestial. Y
no los atraen las cosas temporales para estar asidos a ellas; antes ellos
los atraen más para servirse bien de ellas según están ordenadas por Dios, e
instituidas por el supremo Artífice, que no hizo cosa en lo criado sin
orden.
2. Si en cualquier acontecimiento estás firme, y no juzgas de él según la
apariencia exterior, ni miras con la vista del sentido lo que oyes y ver;
antes luego por cualquier causa entras a lo interior, como Moisés en el
tabernáculo a pedir consejo al Señor, oirás algunas veces la respuesta
divina y volverás instruido de muchas cosas presentes y venideras. Pues
siempre recurrió Moisés al tabernáculo, para determinar las dudas y
dificultades, y tomó el auxilio de la oración para librar de los peligros y
maldades a los hombres. A este modo debes tú entrar en el secreto de tu
corazón, pidiendo con eficacia el socorro divino. Por eso se lee, que Josué
y los hijos de Israel fueron engañados por los Gabaonitas, porque no
consultaron primero con el Señor, sino que creyendo fácilmente en las
blandas palabras, fueron con falsa piedad engañados.
39.- QUE EL HOMBRE NO SEA IMPORTUNO EN LOS NEGOCIOS.
Jesucristo:
1. Hijo, encomiéndame siempre tus negocios, y yo los dispondré bien y
oportunamente. Espera mi voluntad, y sentirás provecho.
El Alma:
2. Señor, de muy buena gana te encomiendo todas las cosas, porque poco puede
aprovechar mi cuidado. ¡Ojalá que no me ocupasen mucho los acontecimientos
que me pueden venir, sino que me ofreciese sin tardanza a tu voluntad!
Jesucristo:
3. Hijo, muchas veces el hombre negocia con ahínco lo que desea; mas cuando
ya lo alcanza, comienza a pensar de otro modo, porque las aflicciones no
duran mucho cerca de una misma cosa; sino que nos llevan de una cosa a otra.
Por lo cual no es poco dejarse a sí mismo, aun en las cosas pequeñas.
4. El verdadero aprovechar es negarse a sí mismo; y el hombre negado a sí es
muy libre y está seguro. Mas el enemigo antiguo y adversario de todos los
buenos, no cesa de tentar; sino que de día y de noche pone graves asechanzas
para precipitar, si pudiere, al incauto en el lazo del engaño. Velad y orad,
dice el Señor, para que no entréis en tentación.
40.- NINGÚN BIEN TIENE EL HOMBRE
El Alma:
1. Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre
para que le visites? ¿Qué ha merecido el hombre para que le dieses tu
gracia? Señor, ¿de qué me puedo quejar si me desamparas? ¿cómo justamente
podré contender contigo, si no hicieres lo que pido? Por cierto, una cosa
puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy, Señor, nada puedo, nada bueno
tengo de mí; mas en todo me hallo vacío, y camino siempre a la nada. Y si ni
soy ayudado e instruido interiormente por Ti, me vuelvo enteramente tibio y
disipado.
2. Mas Tú, Señor, eres siempre el mismo, y permaneces eternamente, siempre
bueno, justo y santo, haciendo todas las cosas bien, justa y santamente, y
ordenándolas con sabiduría. Pero yo, que soy más inclinado a caer que
aprovechar, no persevero siempre en un estado, y me mudo siete veces al día.
Mas luego me va mejor cuando te dignas alargarme tu mano auxiliadora; porque
Tú solo, sin humano favor, me puedes socorrer y fortalecer, de manera que a
Ti solo se convierta y en Ti descanse mi corazón.
3. Por lo cual, si yo supiese bien desechar toda consolación humana, ya sea
por alcanzar devoción o por la necesidad que tengo de buscarte, porque no
hay hombre que me consuele, entonces con razón podría yo esperar en tu
gracia, y alegrarme con el don de la nueva consolación.
4. Gracias sean dadas a Ti, de quien viene todo siempre que me sucede algún
bien. Porque delante de Ti yo soy vanidad y nada, hombre mudable y flaco.
¿De dónde, pues, me puedo gloriar, o por qué deseo ser estimado? ¿Por
ventura de la nada? Esto es vanísimo. Verdaderamente la gloria frívola es
una verdadera peste y grandísima vanidad; porque nos aparta de la verdadera
gloria, y nos despoja de la gracia celestial. Porque contentándose un hombre
a sí mismo, te descontenta a Ti: cuando desea las alabanzas humanas, es
privado de las virtudes verdaderas.
5. La verdadera gloria y alegría santa consiste en gloriarse en Ti y no en
sí; gozarse en tu nombre, y no en su propia virtud, ni deleitarse en
criatura alguna sino por Ti. Sea alabado tu nombre, y no el mío:
engrandecidas sean tus obras, y no las mías: bendito sea tu santo nombre, y
no me sea a mí atribuida parte alguna de las alabanzas de los hombres. Tú
eres mi gloria; Tú la alegría de mi corazón. En Ti me gloriaré y ensalzaré
todos los días: mas de mi parte no hay qué, sino de mis flaquezas.
6. Busquen los hombres la gloria que se dan recíprocamente: yo buscaré la
gloria que viene solamente de Dios. Porque toda la gloria humana, toda honra
temporal, toda la alteza del mundo, comparada con tu eterna gloria es
vanidad y necedad. ¡Oh verdad mía y misericordia mía, Dios mío, Trinidad
bienaventurada: a Ti sola sea alabanza, honra, virtud y gloria para siempre
jamás!
41.- DEL DESPRECIO DE TODA HONRA TEMPORAL.
Jesucristo:
1. Hijo, no te pese si vieres honrar y ensalzar a otros, y tú ser
despreciado y abatido. Levanta tu corazón a Mí en el cielo, y no te
entristecerá el desprecio humano en la tierra.
El Alma:
2. Señor, en gran ceguedad estamos, y la vanidad presto nos engaña. Si bien
me miro, nunca se me ha hecho injuria por criatura alguna; por lo cual no
tengo de qué quejarme justamente de Ti. Mas porque yo muchas veces pequé
gravemente contra Ti, con razón se arman contra mí todas las criaturas.
Justamente, pues, se me debe confusión y desprecio; y a Ti alabanza, honor y
gloria. Y si no me dispusiere de modo que huelgue mucho ser de cualquiera
criatura despreciado y abandonado, y ser tenido por nada, no podré estar
interiormente pacificado y asegurado, ni recibir la luz espiritual, ni
unirme a Ti perfectamente.
42.- QUE NUESTRA PAZ NO DEBE DEPENDER DE LOS HOMBRES.
Jesucristo:
1. Hijo, si buscas la paz en el trato con alguno para tu entretenimiento y
compañía, siempre te hallarás inconstante y embarazado. Pero si vas a buscar
la verdad que siempre vive y permanece, no te entristecerás por el amigo que
se fuere o se muriere. En Mí ha de estar el amor del amigo, y por Mí se debe
amar cualquiera que en esta vida te parece bueno y muy amable. Sin Mí no
vale ni durará la amistad, ni es verdadero ni limpio el amor en que yo no
intervengo. Tan muerto debes estar a las aficiones de los amigos, que habías
de desear (por lo que a ti te toca) vivir lejos de todo trato humano. Tanto
más se acerca el hombre a Dios, cuanto se desvía de todo gusto terreno. Y
tanto más alto sube a Dios, cuánto más bajo desciende en sí, y se tiene por
más vil.
2. El que se atribuye a sí mismo algo bueno, impide que la gracia de Dios
venga sobre él; porque la gracia del Espíritu Santo siempre busca el corazón
humilde. Si te supieses perfectamente anonadar y desviar de todo amor
criado, yo entonces te llenaría de abundantes gracias. Cuando tú miras a las
criaturas, apartas la vista del Criador. Aprende a vencerte en todo por el
Criador, y entonces podrás llegar al conocimiento divino. Cualquier cosa,
por pequeña que sea, si se ama o mira desordenadamente, nos estorba gozar
del sumo bien, y nos daña.
43.- CONTRA LA CIENCIA VANA DEL MUNDO.
Jesucristo:
1. Hijo, no te muevan los dichos agudos y limados de los hombres; porque no
consiste el reino de Dios en palabras, sino en virtud. Mira mis palabras,
que encienden los corazones, y alumbran los entendimientos, provocan a
compunción y traen muchas consolaciones. Nunca leas cosas para mostrarte más
letrado o sabio. Estudia en mortificar los vicios; porque más te aprovechará
esto que saber muchas cuestiones dificultosas.
2. Cuando hubieres acabado de leer y saber muchas cosas, te conviene venir a
un solo principio. Yo soy el que enseño al hombre la ciencia, y doy más
claro entendimiento a los pequeños que ningún hombre puede enseñar. Aquel a
quien yo hablo, luego será sabio y aprovechará mucho en el espíritu. ¡Ay de
aquellos que quieren aprender de los hombres curiosidades, y cuidan muy poco
del camino de servirme a Mí! Tiempo vendrá cuando aparecerá el Maestro de
los maestros, Cristo, Señor de los ángeles, a oír las lecciones de todos,
esto es, a examinar la ciencia de cada uno. Y entonces escudriñará a
Jerusalén con candelas, y serán descubiertos los secretos de las tinieblas,
y callarán los argumentos de las lenguas.
3. Yo soy el que levanto en un instante al humilde entendimiento, para que
entienda más razones de la verdad eterna, que si hubiese estudiado diez años
en las Escuelas. Yo enseño sin ruido de palabras, sin confusión de
pareceres, sin fausto de honra, sin alteración de argumentos. Yo soy el que
enseño a despreciar lo terreno y a aborrecer lo presente, buscar lo eterno;
huir de las honras, sufrir los estorbos, poner toda la esperanza en Mí, y
fuera de Mí no desear nada, y amarme ardientemente sobre todas las cosas.
4. Y así uno, amándome entrañablemente aprendió cosas divinas, y hablaba
maravillas. Más aprovechó con dejar todas las cosas que con estudiar
sutilezas. Pero a unos hablo cosas comunes, a otros especiales. A unos me
muestro dulcemente con señales y figuras, y a otros revelo misterios con
mucha luz. Una cosa dicen los libros; mas no enseñan igualmente a todos:
porque Yo soy doctor interior de la verdad, escudriñador del corazón,
conocedor de los pensamientos, promovedor de las acciones, repartiendo a
cada uno según juzgo ser digno.
44.- NO SE DEBEN BUSCAR LAS COSAS EXTERIORES.
Jesucristo:
1. Hijo, en muchas cosas te conviene ser ignorante, y estimarte como muerto
sobre la tierra, y a quien todo el mundo este crucificado. A muchas cosas te
conviene también hacerte sordo, y pensar más lo que conviene para tu paz.
Más útil es apartar los ojos de lo que no te agrada, y dejar a cada uno en
su parecer, que ocuparte en porfías. Si estás bien con Dios y miras su
juicio, fácilmente te darás por vencido.
El Alma:
2. ¡Oh Señor, a qué hemos llegado! Lloramos los daños temporales, por una
pequeña ganancia trabajamos y corremos; y el daño espiritual se pasa en
olvido, y apenas tarde vuelve a la memoria. Por lo que poco o nada vale, se
mira mucho; y por lo que es muy necesario, se pasa con descuido, porque todo
hombre se va a lo exterior, y se presto no vuelve en sí, con gusto se está
envuelto en ello.
45.- NO SE DEBE CREER A TODOS
El Alma:
1. Señor, ayúdame en la tribulación, porque es vana la seguridad del hombre.
¿Cuántas veces no hallé fidelidad donde pensé que la había? ¿Cuántas veces
también la hallé donde menos lo esperaba? Por eso es vana la esperanza en
los hombres; mas la salud de los justos está en Ti, mi Dios. Bendito seas,
Señor, Dios mío, en todas las cosas que nos sucedan. Flacos somos y
mudables: presto somos engañados, y nos mudamos.
2. ¿Qué hombre hay que se pueda guardar con tanta cautela y discreción en
todo, que alguna vez no caiga el algún engaño o perplejidad? Mas el que te
busca a Ti, Señor, y te busca con sencillo corazón, no resbala tan
fácilmente. Y si cayere en alguna tribulación, de cualquier manera que
estuviere en ella enlazado, presto será librado por Ti, o consolado; porque
no desamparas para siempre al que en Ti espera. Raro es el fiel amigo que
persevera en todos los trabajos de su amigo. Tú, Señor, Tú solo eres
fidelísimo en todo, y fuera de Ti no hay otro semejante.
3. ¡Oh, cuán bien lo entendía aquella alma santa que dijo: ¡Mi alma está
asegurada y fundada en Jesucristo! Si yo estuviese así, no me acongojaría
tan presto el temor humano, ni me moverían las palabras injuriosas. ¿Quién
puede preverlo todo? ¿Quién es capaz de precaver los males venideros? Si lo
que hemos previsto con tiempo nos daña muchas veces, ¿qué hará lo no
prevenido sino perjudicarnos gravemente? Pues ¿por qué, miserable de mí, no
me previne mejor? ¿Por qué creí de ligero a otros? Pero somos hombres, y
hombres flacos y frágiles, aunque por muchos seamos estimados y llamados
ángeles. Señor, ¿a quién creeré, a quién sino a Ti? Eres la verdad, que no
puede engañar ni ser engañada. El hombre, al contrario, es falaz, flaco y
resbaladizo, especialmente en palabras; de modo que con muy gran dificultad
se debe creer lo que parece recto a la primera vista.
4. Cuán prudentemente nos avisaste que nos guardásemos de los hombres: que
los amigos del hombre son los de su casa, y que no diésemos crédito al que
nos dijese: A Cristo míralo aquí o míralo allí. He escarmentado en mí mismo:
¡ojalá sea para mi mayor cautela, y no para continuar con mi imprudencia!
Cuidado, me dice uno, cuidado, reserva lo que te digo. Y mientras yo lo
callo, y creo que está oculto, él no pudo callar el secreto que me confió,
sino que me descubrió a mí y a sí mismo, y se marchó. Defiéndeme, Señor, de
aquestas ficciones, y de hombres tan indiscretos, para que nunca caiga en
sus manos ni yo incurra en semejantes cosas. Pon en mi boca las palabras
verdaderas y fieles, y desvía lejos de mí las lenguas astutas. De lo que no
puedo sufrir, me debo guardar mucho.
5. ¡Oh, cuán bueno y de cuánta paz es callar de otros, y no creerlo todo
fácilmente, ni hablarlo después con ligereza: descubrirse a pocos, buscarte
siempre a Ti, que miras al corazón, y no moverse por cualquier viento de
palabras, sino desear que todas las cosas interiores y exteriores se acaben
y perfecciones según el beneplácito de tu voluntad! ¡Cuán seguro es para
conservar la gracia celestial huir la vana apariencia, y no codiciar las
cosas visibles que causen admiración, sino seguir con toda diligencia las
cosas que dan fervor y enmienda de vida! ¡A cuántos ha dañado la virtud
descubierta y alabada antes de tiempo! ¡Cuán provechosa fue siempre la
gracia guardada en silencio en esta vida frágil, que toda es malicia y
tentación!
46.- DE LA CONFIANZA QUE DEBEMOS TENER EN DIOS
Jesucristo:
1. Hijo, está firme y espera en Mí. ¿Qué son las palabras sino palabras?
Vuelan por el aire, mas no mellan una piedra. Si estás culpado, determina
enmendarte. Si no hallas en ti culpa, llévalo con gusto por Dios. Muy poco
es el que sufras alguna vez siquiera malas palabras, ya que aún no puedes
tolerar grandes golpes. Y ¿por qué tan pequeñas cosas te llegan al corazón,
sino porque aún eres carnal, y miras mucho más a los hombres de lo que
conviene? Porque temes ser despreciado, por esto no quieres ser reprendido
de tus faltas, y buscas la sombra de las excusas.
2. Considérate mejor, y conocerás que aún vive en ti, el amor del mundo, y
el deseo vano de agradar a los hombres. Porque en huir de ser abatido y
confundido por tus defectos, se muestra hoy claro que no eres humilde
verdadero, ni estás del todo muerto al mundo, ni el mundo está a ti
crucificado. Mas oye mis palabras y no cuidarás de cuantas te dijeren los
hombres. Dime: si se diere contra ti todo cuanto maliciosamente se pudiera
fingir, ¿qué te dañaría, si lo dejases pasar y lo despreciases enteramente?
Por ventura, ¿te podrías arrancar un cabello?
3. Mas el que no está dentro de su corazón, ni me tiene a Mí delante de sus
ojos, presto se mueve por una palabra de menosprecio; pero el que confía en
Mí, y no desea su propio parecer, vivirá sin temer a los hombres. Porque Yo
soy el Juez y conozco todos los secretos; Yo sé cómo pasan las cosas; Yo
conozco muy bien al que hace la injuria, y también al que la sufre. De Mí
sale esta palabra; permitiéndolo Yo acaece esto, para que se descubran los
pensamientos de muchos corazones. Yo juzgo al culpable y al inocente; pero
quise probar primero al uno y al otro con juicio secreto.
4. El testimonio de los hombres muchas veces engaña: mi juicio es verdadero,
firme, y no se revoca. Muchas veces está escondido, y pocos lo penetran en
todo: pero nunca yerra, ni puede errar, aunque a los ojos de los necios no
parezca recto. A Mí, pues, habéis de recurrir en cualquier juicio y no
confiar en el propio saber. Porque el justo no se turbará por cosas que Dios
envíe sobre él; y si algún juicio fuere dicho contra él injustamente, no se
inquietará por ello. Ni se ensalzará vanamente, si otros le defendieren sin
razón. Porque sabe que Yo soy quien escudriño los corazones y los
pensamientos, y que no juzgo según el exterior y apariencia humana. Antes
muchas veces se halla a mis ojos culpable el que al juicio humano parece
digno de alabanza.
El Alma:
5. Señor Dios, justo juez, fuerte y paciente, que conoces la flaqueza y
maldad de los hombres, sé Tú mi fortaleza y toda mi confianza, pues no me
basta mi conciencia. Tú sabes lo que yo no sé: por eso me debo humillar en
cualquier reprensión y llevarla con mansedumbre. Perdóname también, Señor
piadoso, todas las veces que no lo hice así, y dame gracia de mayor
sufrimiento para otra vez. Porque mejor me está tu misericordia copiosa para
alcanzar perdón, que mi presumida justificación para defender lo oculto de
mi conciencia. Y aunque ella nada me acuse, no por esto me puedo tener por
justo; porque quitada tu misericordia, no será justificado en tu acatamiento
ningún viviente.
47.- TODAS LAS COSAS PASADAS SE DEBEN PADECER
Jesucristo:
1. Hijo, no te quebranten los trabajos que has tomado por Mí, ni te abatan
del todo las tribulaciones; mas mi promesa te esfuerce y consuele en todo lo
que viniere. Yo basto para galardonarte sobre toda manera y medida. No
trabajarás aquí mucho tiempo, ni serás agravado siempre de dolores. Espera
un poquito y verás cuán presto se pasan los males. Vendrá una hora cuando
cesará todo trabajo e inquietud. Poco y breve es todo lo que pasa con el
tiempo.
2. Atiende a tu negocio, trabaja fielmente en mi viña, que yo seré tu
galardón. Escribe, lee, canta, suspira, calla, ora, sufre varonilmente lo
adverso; la vida eterna digna es de esta y de otras mayores peleas. Vendrá
la paz un día que el Señor sabe, el cual no se compondrá de día y noche como
en esta vida temporal, sino de luz perpetua, claridad infinita, paz firme y
descanso seguro. No dirás entonces: ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?
Ni clamarás: ¡Ay de mí que se ha dilatado mi destierro! Porque la muerte
estará destruida, y la salud vendrá sin defecto; ninguna congoja habrá ya,
sino bienaventurada alegría, compañía dulce y hermosa.
3. ¡Oh! ¡Si vieses las coronas eternas de los Santos en el cielo, y de
cuánta gloria gozan ahora los que eran en este mundo despreciados, y tenidos
por indignos de vivir! Por cierto luego te humillarías hasta la tierra, y
desearías más estar sujeto a todos, que mandar a uno solo. Y no codiciarías
los días placenteros de esta vida: sino antes te alegrarías de ser
atribulado por Dios, y tendrías por grandísima ganancia ser tenido por nada
entre los hombres.
4. ¡Oh! Si gustases aquestas cosas, y las rumiases profundamente en tu
corazón, ¿cómo te atreverías a quejarte ni una sola vez? ¿No te parece que
son de sufrir todas las cosas trabajosas por la vida eterna? No es cosa de
poco momento ganar o perder el reino de Dios. Levanta, pues, tu rostro al
cielo: mírame a Mí, y conmigo a todos los Santos, los cuales tuvieron graves
combates en este siglo; ahora se regocijan, y están consolados y seguros;
ahora descansan en paz, y permanecerán conmigo sin fin en el reino de mi
Padre.
48.- DEL DÍA DE LA ETERNIDAD
El Alma:
1. ¡Oh bienaventurada mansión de la ciudad soberana! ¡Oh día clarísimo de la
eternidad, que no obscurece la noche, sino que siempre le alumbra la pura
verdad, día siempre alegre, siempre seguro, y siempre sin mudanza! ¡Oh, si
ya amaneciese este día, y desapareciesen todas estas cosas temporales!
Alumbra por cierto a los Santos con una perpetua claridad, mas no así a los
que están en esta peregrinación sino de lejos, y como en figura.
2. Los ciudadanos del cielo saben cuán alegre sea aquel día; los desterrados
hijos de Eva gimen de ver que éste sea tan amargo y lleno de tedio. Los días
de este mundo son pocos y malos, llenos de dolores y angustias, donde el
hombre se ve manchado con muchos pecados; enredado en muchas pasiones,
angustiado de muchos temores, ocupado con muchos cuidados, distraído con
muchas curiosidades, complicado en muchas vanidades, envuelto en muchos
errores, quebrantado con muchos trabajos; las tentaciones lo acosan, los
placeres lo afeminan, la pobreza le atormenta.
3. ¡Oh, cuándo se acabarán todos estos males! ¡Cuándo me veré libre de la
servidumbre de los vicios! ¡Cuándo me acordaré, Señor, de Ti solo! ¡Cuándo
me alegraré cumplidamente en Ti! ¡Cuándo estaré sin ningún impedimento en
verdadera libertad, y sin ninguna molestia de alma y cuerpo! ¡Cuándo tendré
firme paz, paz imperturbable y segura; paz por dentro y por fuera; paz del
todo permanente! ¡Oh buen Jesús! ¡Cuándo estaré para verte! ¡Cuándo
contemplaré la gloria de tu reino! ¡Cuándo me serás todo en todas las cosas!
¡Cuándo estaré contigo en tu reino, el cual preparaste desde la eternidad
para tus escogidos! Me han dejado acá, pobre y desterrado en tierra de
enemigos, donde hay continuas peleas y grandes calamidades.
4. Consuela mi destierro, mitiga mi dolor, porque a Ti suspira todo mi
deseo. Todo el placer del mundo es para mí pesada carga. Deseo gozarte
íntimamente; mas no puedo conseguirlo. Deseo estar unido con las cosas
celestiales; pero me abaten las temporales y las pasiones no mortificadas.
Con el espíritu quiero elevarme sobre todas las cosas; pero la carne me
violenta a estar debajo de ellas. Así yo, hombre infeliz, peleo conmigo, y
me soy enfadoso a mí mismo, viendo que el espíritu busca lo de arriba, y la
carne lo de abajo.
5. ¡Oh Señor, cuanto padezco cuando revuelvo en mi pensamiento las cosas
celestiales, y luego se me ofrece un tropel de cosas del mundo! Dios mío, no
te alejes de mí, ni te desvíes con ira de tu siervo. Resplandezca un rayo de
tu claridad, y destruya estas tinieblas; envía tus saetas, y contúrbense
todas las asechanzas del enemigo. Recoge todos mis sentidos en Ti; hazme
olvidar todas las cosas mundanas, otórgame desechar y apartar de mí aun las
sombras de los vicios. Socórreme, Verdad eterna, para que no me mueva
vanidad alguna. Ven, suavidad celestial, y huya de tu presencia toda
torpeza.
6. Perdóname también y mírame con misericordia todas cuantas veces pienso en
la oración alguna cosa fuera de Ti. Pues confieso ingenuamente que
acostumbro a estar muy distraído. De modo que muchas veces no estoy allí
donde se halla mi cuerpo en pie o sentado, sino más bien allá donde me lleva
mi pensamiento. Allí estoy donde está mi pensamiento; allí está mi
pensamiento a menudo donde está lo que amo. Al punto me ocurre lo que
naturalmente deleita o agrada por la costumbre.
7. Por lo cual, Tú, Verdad eterna, dijiste: Donde está tu tesoro, allí está
tu corazón. Si amo al cielo, con gusto pienso en las cosas celestiales. Si
amo el mundo, alégrome con sus prosperidades, y me entristezco con sus
adversidades. Si amo la carne, muchas veces pienso en las cosas carnales. Si
amo el espíritu, recréome en pensar cosas espirituales. Porque de todas las
cosas que amo, hablo y oigo con gusto, y lleno conmigo a mi casa las ideas
de ellas. Pero bienaventurado aquel por tu amor da repudio a todo lo criado;
que hace fuerza a su natural, y crucifica los apetitos carnales con el
fervor del espíritu, para que, serena su conciencia, te ofrezca oración
pura, y sea digno de estar entre los coros angélicos, desechadas dentro y
fuera de sí todas las cosas terrenas.
49.- DESEO DE LA VIDA ETERNA
Jesucristo:
1. Hijo, cuando sientes en ti algún deseo de la eterna bienaventuranza, y
deseas salir de la cárcel del cuerpo, para poder contemplar mi claridad sin
sombra de mudanzas, dilata tu corazón y recibe con todo amor esta santa
inspiración. Da muchas gracias a la soberana bondad que así se digna
favorecerte, visitarte con clemencia, moverte con eficacia, sostenerte con
vigor, para que no te deslices por tu propio peso a las cosas terrenas.
Porque esto no lo recibes por tu diligencia o fuerzas, sino por sólo el
querer de la gracia soberana y del agrado divino, para que aproveches en
virtudes y en mayor humildad, y te prepares para los combates que te han de
venir, y trabajes por llegarte a Mí de todo corazón, y servirme con ardiente
voluntad.
2. Hijo, muchas veces arde el fuego, pero no sube la llama sin humo. Así los
deseos de algunos se encienden a las cosas celestiales; mas aún no están
libres del amor carnal. Y por eso no obran sólo por la honra de Dios
puramente, aun en lo que con tan gran deseo me piden. Tal suele ser algunas
veces tu deseo, el cual mostraste con tanta importunidad. Pues no es puro ni
perfecto lo que va inficionado de propio interés.
3. Pide, no lo que es para ti deleitable y provechoso, sino lo que es para
Mí aceptable y honroso; por que, si rectamente juzgas, debes seguir y
anteponer mi voluntad a tu deseo y a cualquiera cosa deseada. Conozco tu
deseo, y he oído tus continuos gemido. Ya quisieras estar en la libertad de
la gloria de los hijos de Dios; ya te deleita la casa eterna, y la patria
celestial te llena de gozo; pero aún no es venida esa hora, aún resta otro
tiempo, tiempo de guerra, tiempo de trabajo y de prueba. Deseas gozar del
sumo bien; mas no lo puedes alcanzar ahora. Yo soy: espérame, dice el Señor,
hasta que venga el reino de Dios.
4. Has de ser probado aún en la tierra, y ejercitado en muchas cosas.
Algunas veces serás consolado, pero no te será dada satisfacción cumplida.
Esfuérzate, pues, y aliéntate así a hacer como a padecer cosas repugnantes a
la naturaleza. Conviene que te vistas de un hombre nuevo, y te vuelvas un
varón constante. Es preciso hacer muchas veces lo que no quieres, y dejar lo
que quieres. Lo que agrada a otros, progresará; lo que a ti te contenta, no
se hará. Lo que dicen otros, será oído; lo que dices tú, será reputado por
nada. Pedirán otros, y recibirán; tú pedirás, y no alcanzarás.
5. Otros serán grandes en boca d los hombres; de ti no se hará cuenta. A
otros se encargará este o aquel negocio; tú serás tenido por inútil. Por
esto se contristará alguna vez la naturaleza; y no harás poco si lo
sufrieres callando. En estas y otras cosas semejantes es probado el siervo
fiel del Señor, para ver cómo sabe negarse y mortificarse en todo. Apenas se
hallará cosa en que más necesites morir a ti mismo, que en ver y sufrir
cosas repugnantes a tu voluntad, principalmente cuando parece conforme y
menos útil lo que te mandan hacer. Y porque tú, siendo inferior, no osas
resistir a la voluntad de tu superior, por eso te parece cosa dura andar
pendiente de la voluntad de otro y dejar tu propio parecer.
6. Mas considera, hijo, el fin cercano de estos trabajos, el fruto de ellos
y su grandísimo premio; y no te serán pesados, sino un gran consuelo de tu
paciencia. Pues por esta poca voluntad que ahora dejas de grado, poseerás
para siempre tu voluntad en el cielo. Allí, pues, hallarás todo lo que
quisieres, y cuanto pudieres desear. Allí tendrás en tu poder todo el bien,
sin miedo de perderlo. Allí, tu voluntad, unida con la mía para siempre, no
apetecerá cosa alguna contraria o propicia. Allí ninguno te resistirá,
ninguno se quejará de ti, nadie te embarazará, nada se te opondrá; sino que
todas las cosas que deseares las disfrutarás juntas, y llenarán y colmarán
tus deseos. Allí te daré honor por la afrenta padecida, vestidura de gloria
por la aflicción, y por el ínfimo lugar la silla del reino eterno. Allí se
verá el fruto de la obediencia, aparecerá muy alegre el trabajo de la
penitencia, y la humilde sumisión será gloriosamente coronada.
7. Inclínate, pues, humildemente bajo la mano de todos, y no cuides de mirar
quién lo dijo, o quién lo mandó. Sino procura con gran cuidado que, ya sea
superior, inferior, o igual, el que algo te exigiere o insinuare, todo lo
tengas por bueno, y cuides de cumplirlo con sincera voluntad. Busque cada
uno lo que quisiere; gloríese este en esto, y aquel en lo otro, y sea
alabado mil millares de veces; mas tú no te alegre ni en esto ni en aquello,
sino en el desprecio de ti mismo, y en sola mí voluntad y honra. Una cosa
debes desear, y es que, en vida o en muerte, sea Dios siempre glorificado en
ti.
50.- EL HOMBRE DESCONSOLADO
Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado.
El Alma:
1. Señor, Dios, Padre santo: ahora y para siempre seas bendito, que como Tú
quieres así se ha hecho, y lo que haces es bueno. Alégrese tu siervo en Ti,
no en sí, ni en otro alguno: porque Tú sólo eres alegría verdadera: Tú
esperanza mía y corona mía: Tú, Señor, eres mi gozo y mi premio. ¿Qué tiene
tu siervo sino lo que recibió de Ti, aun sin merecerlo? Tuyo es todo lo que
me has dado y has hecho conmigo. Pobres soy y lleno de trabajos, desde mi
juventud; y mi alma se entristece algunas veces hasta llorar; y otras veces
se turba contigo por las pasiones que la acosas.
2. Deseo el gozo de la paz; la paz de tus hijos pido, que son recreados por
Ti en la luz de la consolación. Si me das paz, si derramas en mí un santo
gozo, estará el alma de tu siervo llena de alegría, y devota para alabarte.
Pero si te apartares, como muchas veces lo haces, no podrá correr por el
camino de tus mandamientos, sino que hincará las rodillas para herir su
pecho; porque no le va como los días anteriores cuando resplandecía tu luz
sobre su cabeza, y era defendida de las tentaciones impetuosas debajo de la
sombra de tus alas.
3. Padre justo y siempre laudable, llegó la hora en que tu siervo debe ser
probado. Padre amable, justo es que tu siervo padezca algo por Ti en esta
hora. Padre para siempre adorable, ya ha llegado la hora que habías previsto
desde la eternidad, en la cual tu siervo este abatido en lo exterior un
corto tiempo, mas para que viva siempre interiormente contigo. Despreciado
sea y humillado un poco, y decaiga delante de los hombres; sea consumido de
pasiones y enfermedades, para que vuelva nuevamente a verse contigo en la
aurora de una nueva luz, y sea ilustrado en las cosas celestiales. ¡Padre
santo! Así lo ordenaste Tú, así lo quisiste; y lo que mandaste se ha hecho.
4. Esta es, pues, la gracia que haces a tu amigo, que padezca, y sea
atribulado por tu amor en este mundo por cualquiera, y cuantas veces lo
permitieres. Sin tu consejo y providencia y sin causa, nada se hace en la
tierra. Bueno es para mí, Señor, que me hayas humillado, para que aprenda
tus justificaciones, y destierre de mi corazón toda soberbia y presunción.
Provechoso es para mí que la confusión haya cubierto mi rostro, para que así
te busque a Ti para consolarme, y no a los hombres. También aprendí en esto
a temblar de tu inescrutable juicio, que afliges así al justo como al impío,
aunque no sin equidad y justicia.
5. Gracias te doy porque no me escaseaste los males; sino que me afligiste
con amargos azotes, enviándome dolores y angustias interiores y exteriores.
No hay quien me consuele debajo del cielo sino Tú, Señor Dios mío, médico
celestial de las almas, que hieres y sanas, pones en grandes tormentos y
libras de ellos. Sea tu corrección sobre mí, y tu mismo castigo me enseñará.
6. Padre amado, vesme aquí en tus manos; yo me inclino bajo la vara de tu
corrección. Hiere mis espaldas y mi cerviz para que enderece mis torcidas
inclinaciones a tu voluntad. Hazme piadoso y humilde discípulo como sueles
hacerlo, para que ande siempre pendiente de tu voluntad. Me entrego
enteramente a Ti con todas mis cosas para que las corrijas. Más vale ser
corregido aquí que en la otra vida. Tú sabes todas y cada una de las cosas,
y no se te esconde nada en la humana conciencia. Antes que suceda, sabes lo
venidera, y no hay necesidad que alguno te enseñe o avise de las cosas que
se hacen en la tierra. Tú sabes lo que conviene para mi adelantamiento, y
cuánto me aprovecha la tribulación para limpiar el orín de los vicios. Haz
conmigo tu voluntad y gusto, y no deseches mi vida pecaminosa, a ninguno
mejor ni más claramente conocida que a Ti solo.
7. Concédeme, Señor, saber lo que se debe saber; amar lo que se debe amar;
alabar lo que a Ti es agradable; estimar lo que te parece precioso;
aborrecer lo que a tus ojos es feo. No permitas que juzgue según la vista de
los ojos exteriores, ni que sentencie según el oído de los hombres
ignorantes; sino dame gracia para que pueda discernir con verdadero juicio
entre lo visible y lo espiritual, y sobre todo, buscar siempre la voluntad
de tu divino beneplácito.
8. Muchas veces se engañan los hombres en sus opiniones y juicios, y los
mundanos se engañan también en amar solamente lo visible. ¿Qué tiene de
mejor el hombre porque otro le alabe? El falaz engaña al falaz, el vano al
vano, el ciego al ciego, el enfermo al enfermo, cuando lo ensalza; y
verdaderamente más le confunde cuando vanamente le alaba. Porque cuanto es
cada uno en tus ojos, tanto es y no más, dice el humilde San Francisco.
51.- EJERCICIOS HUMILDES
Jesucristo:
1. Hijo, no puedes permanecer siempre en el deseo fervoroso de las virtudes,
ni perseverar en el más alto grado de la contemplación; sino que es
necesario por el vicio original, que desciendas alguna vez a cosas bajas, y
también a llevar la carga de esta vida corruptible, aunque te pese y
fastidie. Mientras lleves el cuerpo mortal, sentirás tedio e inquietud de
corazón. Es preciso, pues, mientras vives en carne, gemir muchas veces por
el peso de la carne, porque no puedes ocuparte perfectamente en los
ejercicios espirituales en la divina contemplación.
2. Entonces conviene que te emplees en ejercicios humildes y exteriores,
consolándote con hacer buenas obras; y espera mi venida y la visita del
cielo con firme confianza; sufre con paciencia tu destierro, y la sequedad
del espíritu, hasta que otra vez yo te visite, y seas libre de toda congoja.
Porque te haré olvidar las penas, y que goces de gran serenidad interior. Yo
extenderé delante de ti los prados de las Escrituras, para que, dilatado tu
corazón, corras la carrera de mis mandamientos. Entonces dirás: No son
comparables las penas de este tiempo con la gloria que se nos descubrirá.
52.- DIGNO DE CASTIGO
El Alma:
1. Señor, no soy digno de tu consolación ni de ninguna visita espiritual; y
por eso justamente lo haces conmigo cuando me dejas pobre y desconsolado.
Porque aunque yo pudiese derramar un mar de lágrimas, aún no merecería tu
consuelo. Por eso yo soy digno de ser afligido y castigado; porque te ofendí
gravemente y muchas veces, y pequé mucho, y de muchas maneras. Así que, bien
mirado, no soy digno de la menor consolación. Mas Tú, Dios clemente y
misericordioso, que no quieres que tus obras perezcan, para manifestar las
riquezas de tu bondad en los vasos de tu misericordia aun sobre todo
merecimiento, tienes por bien de consolar a tu siervo de un modo
sobrenatural. Porque tus consolaciones no son ilusorias como las humanas.
2. ¿Qué he hecho, Señor, para que Tú me dieses ninguna consolación
celestial? Yo no me acuerdo haber hecho ningún bien; sino que he sido
siempre inclinado a vicios, y muy perezoso para enmendarme. Esto es verdad,
y no puedo negarlo. Si dijese otra cosa, Tú estarías contra mí, y no habría
quien me defendiese. ¿Qué he merecido por mis pecados, sino el infierno y el
fuego eterno? Conozco en verdad que soy digno de todo escarnio y
menosprecio; ni merezco ser contado entre tus devotos. Y aunque me incomode
este lenguaje, no dejaré de acusar mis pecados contra mí, y en favor de la
verdad, para que más fácilmente merezca alcanzar tu misericordia.
3. ¿Qué diré yo pecador, y lleno de toda confusión? No tengo boca para
hablar sino sola esta palabra: Pequé, Señor, pequé; ten misericordia de mí;
perdóname. Déjame un poco para que llore mi dolor, antes que vaya a la
tierra tenebrosa y cubierta de obscuridad de muerte. ¿Qué es lo que
principalmente exiges del culpable y miserable pecador, sino que se
convierta y se humille por sus pecados? De la verdadera contrición y
humildad de corazón nace la esperanza de ser perdonado, se reconcilia la
conciencia turbada, reparase la gracia perdida, se defiende el hombre de la
ira venidera, y se juntan en santa paz Dios y el alma contrita.
4. Señor, el humilde arrepentimiento de los pecados es para Ti sacrificio
muy acepto, que huele más suavemente en tu presencia, que el incienso. Este
es también el ungüento agradable que Tú quisiste que se derramase sobre tus
sagrados pies; porque nunca desechaste el corazón contrito y humillado. Allí
está el lugar del refugio para el que huye del enemigo; allí se enmienda y
limpia lo que en otro lugar se erró y se manchó.
53.- EL GUSTO DE LAS COSAS
Jesucristo:
1. Hijo, mi gracia es preciosa, no admite mezcla de cosas extrañas, ni de
consolaciones terrenas. Conviene desviar todos los impedimentos de la
gracia, si deseas que se te infunda. Busca lugar secreto para ti; desea
estar a solas contigo; deja las conversaciones, y ora devotamente a Dios,
para que te dé compunción de corazón y pureza de conciencia. Reputa por nada
todo el mundo, y prefiere a todas las cosas exteriores el ocuparte en Dios.
Porque no podrás ocuparte en Mí, y juntamente deleitarte en lo transitorio.
Conviene desviarse de conocidos y de amigos, y tener el espíritu retirado de
todo placer temporal. Así desea que se abstengan todos los fieles cristianos
el apóstol San Pedro, portándose como extranjeros y peregrinos en este
mundo.
2. ¡Oh, cuánta confianza tendrá en la muerte aquel que no tiene afición a
cosa alguna de este mundo! Pero tener así el corazón desprendido de todas
las cosas, no lo alcanza el alma todavía enferma; ni el hombre carnal conoce
la libertad del hombre espiritual. Mas si quiere ser verdaderamente
espiritual, es preciso que renuncie a los extraños y a los allegados, y que
de nadie se guarde más que de sí mismo. Si a ti te vences perfectamente,
todo lo demás lo sujetarás con más facilidad. La perfecta victoria es
vencerse a sí mismo. Porque el que se tiene sujeto a sí mismo, de modo que
la sensualidad obedezca la razón, y la razón me obedezca a Mí en todo, este
es verdaderamente vencedor de sí y señor del mundo.
3. Si deseas subir a esta cumbre, conviene comenzar varonilmente, y ponerla
segura a la raíz, para que arranques y destruyas la oculta desordenada
inclinación que tienes a ti mismo, y a todo bien propio y corporal. De este
amor desordenado que se tiene el hombre a sí mismo, depende casi todo lo que
se ha de vencer radicalmente: vencido y señoreado este mal, luego hay gran
paz y sosiego. Mas porque pocos trabajan en morir perfectamente a sí mismo,
y no salen enteramente de su propio amor, por eso se quedan envueltos en sus
afectos, y no se pueden levantar sobre sí en espíritu. Pero el que desea
andar libre conmigo, es necesario que mortifique todas sus malas y
desordenadas aficiones, y que no se pegue a criatura alguna con amor
apasionado.
54.- DE LOS DIVERSOS MOVIMIENTOS DE LA NATURALEZA
Jesucristo:
1. Hijo, mira con vigilancia los movimientos de la naturaleza y de la
gracia, porque son muy contrarios y sutiles, de modo que con dificultad son
conocidos sino por varones espirituales e interiormente alumbrados. Todos
desean el bien, y en sus dichos y hechos buscan alguna bondad; por eso
muchos se engañan con color del bien.
2. La naturaleza es astuta, atrae a sí a muchos, los enreda y engaña, y
siempre se pone a sí misma por fin. Mas la gracia anda sin doblez, se desvía
de toda apariencia de mal, no pretende engañar, sino que hace todas las
cosas puramente por Dios, en quien descansa como en su fin.
3. La naturaleza no quiere ser mortificada de buena gana, ni estrechada, ni
vencida, ni sometida de grado. Mas la gracia estudia en la propia
mortificación, resiste a la sensualidad, quiere estar sujeta, desea ser
vencida, no quiere usar de su propia libertad, apetece vivir bajo una
estrecha observancia, no codicia señorear a nadie, sino vivir y servir, y
estar debajo de la mano de Dios; por Dios está pronta a obedecer con toda
humildad a cualquiera criatura humana.
4. La naturaleza trabaja por su conveniencia, y tiene la mira a la utilidad
que le puede venir. Pero la gracia no considera lo que le es útil y
conveniente, sino lo que aprovecha a muchos.
5. La naturaleza recibe con gusto la honra y la reverencia. Mas la gracia
atribuye fielmente a sólo Dios toda honra y gloria.
6. La naturaleza teme la confusión y el desprecio. Pero la gracia se alegra
en padecer injurias por el nombre de Jesús.
7. La naturaleza ama el ocio y la quietud corporal. Más la gracia no puede
estar ociosa; antes abraza de buena voluntad el trabajo.
8. La naturaleza busca tener cosas curiosas y hermosas, y aborrece las viles
y groseras. Mas la gracia se deleita con cosas llanas y bajas, no desecha
las ásperas, ni rehúsa el vestir ropas viejas.
9. La naturaleza mira lo temporal, y se alegra de las ganancias terrenas, se
entristece del daño, y enojase con cualquier palabra o injuria. Pero la
gracia mira lo eterno, no está pegada a lo temporal, ni se turba cuando la
pierde, ni se exaspera con las palabras ofensivas; porque puso su tesoro y
gozo en el cielo, donde ninguna cosa perece.
10. La naturaleza es codiciosa, y de mejor gana toma que da; ama sus cosas
propias y particulares. Mas la gracia es piadosa y común para todos, huye la
singularidad, contentase con poco, tiene por mayor felicidad el dar que el
recibir.
11. La naturaleza nos inclina a las criaturas, a la propia carne, a la
vanidad y a las distracciones. Pero la gracia nos lleva a Dio y a las
virtudes, renuncia las criaturas, huye el mundo, aborrece los deseos de la
carne, refrena los pasos vanos, avergüénzase de parecer en público.
12. La naturaleza toma de buena gana cualquier placer exterior en que
deleite sus sentidos. Pero la gracia en solo Dios se quiere consolar, y
deleitarse en el sumo bien sobre todo lo visible.
13. La naturaleza, cuanto hace, es por su propia utilidad y conveniencia; no
puede hacer cosa de balde, sino que espera alcanzar otro tanto o más, o si
no, alabanza o favor por el bien que ha hecho; y desea que sean sus obras y
sus dádivas muy ponderadas. Mas la gracia ninguna cosa temporal busca, ni
quiere otro premio, sino a solo Dios; y de lo temporal no quiere más que
cuanto basta para conseguir lo eterno.
14. La naturaleza se complace en sus muchos amigos y parientes, se gloria de
su noble nacimiento y distinguido linaje, halaga a los poderosos, lisonjea a
los ricos, aplaude a los iguales. Pero la gracia ama aun a los enemigos y no
se engríe por los muchos amigos, ni hace caso de propio nacimiento y linaje,
si en el no hay mayor virtud. Favorece más al pobre que al rico; se acomoda
mas bien al inocente que al poderoso; se alegra con el veraz, no con el
engañoso. Exhorta siempre a los buenos a que aspiren a gracias mejores, y se
asemejen al Hijo de Dios por sus virtudes.
15. La naturaleza luego se queja de la necesidad y del trabajo. Pero la
gracia lleva con buen rostro la pobreza.
16. La naturaleza todo lo dirige a sí misma, y por sí pelea y porfía. Mas la
gracia todo lo refiere a Dios, de donde originalmente mana, ningún bien se
arroga ni se atribuye a sí misma. No porfía, ni prefiere su modo de pensar
al de los otros; sino que en todo dictamen y opinión se sujeta a la
sabiduría eterna y al divino examen.
17. La naturaleza apetece saber secreto y oír novedades; quiere aparecer en
público, y observar mucho por los sentidos; desea ser conocida, y hacer
cosas de donde le proceda alabanza y fama. Pero la gracia no cuida de oír
cosas nuevas ni curiosas; porque todo esto nace de la corrupción antigua, y
no hay cosa nueva ni durable sobre la tierra. Enseña a recoger los sentidos,
a huir la vana complacencia y ostentación, esconder humildemente lo que
tenga digno de admiración o alabanza, y buscar en todas las cosas y en toda
ciencia fruto de utilidad, y alabanza y honra de Dios. No quiere que ella ni
sus cosas sean pregonadas; sino que Dios sea glorificado en sus dones, que
los da todos con purísimo amor.
18. Esta gracia es una luz sobrenatural, y un don especial de Dios; y
propiamente la marca de los escogidos, y la prenda de la salvación eterna,
la cual levanta al hombre de lo terreno a amar lo celestial, y de carnal lo
hace espiritual. Así que, cuanto más apremiada sea la naturaleza, tanto
mayor gracia se infunde, y cada día es reformado el hombre interior según la
imagen de Dios con nuevas visitaciones.
55.- DE LA CORRUPCIÓN DE LA NATURALEZA
EL ALMA:
1. Señor, Dios mío, que me criaste a tu imagen y semejanza, concédeme
aquesta gracia, que declaraste ser tan grande y necesaria para la salvación;
a fin de que yo pueda vencer mi perversa naturaleza, que me arrastra a los
pecados y a la perdición. Pues yo siento en mi carne la ley del pecado, que
contradice a la ley de mi alma, y me lleva cautivo a obedecer en muchas
cosas a la sensualidad y no pudo resistir a sus pasiones, si no me asiste tu
santísima gracia, eficazmente infundida en mi corazón.
2. Necesaria tu gracia, y grande gracia, para vencer la naturaleza inclinada
siempre a lo malo desde su juventud. Porque abatida en el primer hombre
Adán, y viciada por el pecado, pasa a todos los hombres la pena de esta
mancha; de suerte que la misma naturaleza, que fue criada por Ti buena y
derecha, ya se toma por el vicio y enfermedad de la naturaleza corrompida;
por que el mismo movimiento suyo que le quedó, la induce al mal y a lo
terreno. Pues la poca fuerza que le ha quedado, es como una centellita
escondida en la ceniza. Esta es la razón natural, cercada de grandes
tinieblas; pero capaz todavía de juzgar del bien y del mal, y de discernir
lo verdadero de lo falso; aunque no tiene fuerza para cumplir todo lo que le
parece bueno, ni usa de la perfecta luz de la verdad ni tiene sanas sus
aficiones.
3. De aquí viene, Dios mío, que yo, según el hombre interior, me deleito en
tu ley, sabiendo que tus mandamientos son buenos, justos y santos, juzgando
también que todo mal y pecado se debe huir. Pero con la carne sirvo a la
sensualidad más que a la razón. Así es también que propongo frecuentemente
hacer muchas buenas obras; pero como falta la gracia para ayudar a mi
flaqueza, con poca resistencia vuelvo atrás y desfallezco. Por la misma
causa sucede que conozco el camino de la perfección, y veo con bastante
claridad como debo obrar. Mas agradado del peso de mi propia corrupción no
me levanto a cosas más perfectas.
4. ¡Oh, cuán necesaria me es, Señor, tu gracia, para comenzar el bien,
continuarlo y perfeccionarlo! Porque sin ella ninguna cosa puedo hacer; pero
en Ti todo lo puedo, confortado con la gracia. ¡Oh gracia verdaderamente
celestial, sin la cual nada son los merecimientos propios, ni se han de
estimar en algo los dones naturales! Ni las artes, ni las riquezas, ni la
hermosura, ni el ingenio o la elocuencia valen delante de Ti, Señor, sin tu
gracia. Porque los dones naturales son comunes a buenos, y a malos; más la
gracia y la caridad es don propio de los escogidos, y con ella se hacen
dignos de la vida eterna. Tan encumbrada es esta gracia, que ni el don de la
profecía, ni el hacer milagro, o algún otro saber, por sutil que sea, es
estimado en algo sin ella. Ni aun la fe ni la esperanza, ni las otras
virtudes son aceptas a Ti, sin caridad ni gracia.
5. ¡Oh beatísima gracia, que al pobre de espíritu lo haces rico en virtudes,
y al rico en muchos bienes vuelves humilde de corazón! Ven, desciende a mi,
lléname luego de tu consolación, para que no desmaye mi alma de cansancio y
sequedad de corazón. Suplícote, Señor, que halle gracia en tus ojos, pues me
basta, aunque me falte todo lo que la naturaleza desea. Si fuere tentado y
atormentado de muchas tribulaciones, no temeré los males, estando tu gracia
conmigo. Ella es fortaleza, ella me da consejo y favor. Mucha más poderosa
es que todos los enemigos, y mucho más sabia que todos los sabios.
6. Ella enseña la verdad, la ciencia, alumbra el corazón, consuela en las
aflicciones, destierra la tristeza, quita el temor, alimenta la devoción
produce lágrimas afectuosas. ¿Qué soy yo sin la gracia, sino un madero seco,
y un tronco inútil y desechado? Asísteme, pues, Señor, tu gracia para estar
siempre atento a emprender, continuar y perfeccionar buenas obras, por tu
Hijo Jesucristo. Amén.
56.- DEBEMOS NEGARNOS A NOSOTROS MISMOS
JESUCRISTO:
1. Hijo, cuanto puedes salir de ti, tanto puedes pasarte a Mí. Así como no
desear nada exteriormente, produce la paz interior; así el negarse
interiormente, causa la unión con Dios. Quiero que aprendas la perfecta
renuncia de ti mismo en mi voluntad, sin replica ni queja. Sígueme: YO SOY
CAMINO, VERDAD Y VIDA. Sin camino no hay por donde andar; sin verdad no
podemos conocer;sin vida no hay quien pueda vivir. Yo soy el camino que
debes seguir, la verdad que debes creer, la vida que debes esperar. Yo soy
camino inviolable, verdad infalible, vida interminable. Yo soy camino muy
derecho, verdad suma, vida verdadera, vida bienaventurada, vida increada. Si
permanecieres en mi camino, conocerás la verdad, y la verdad te librará y
alcanzarás la vida eterna.
2. Si quieres entrar en la vida, guarda mis mandamientos. Si quieres conocer
la verdad, créeme a Mí. Si quieres ser mi discípulo, niégate a ti mismo. Si
quieres poseer la vida bienaventurada, desprecia la presente. Si quieres ser
ensalzado en el cielo, humíllate en el mundo. Si quieres reinar conmigo,
lleva la cruz conmigo. Porque sólo los siervos de la cruz hallan el camino
de la bienaventuranza y de la luz verdadera.
EL ALMA:
3. Señor, pues tu camino es estrecho y despreciado en el mundo, concédeme
que te imite en despreciar el mundo. Pues no es mejor el siervo que su
señor, ni el discípulo es superior al maestro. Ejercitase tu siervo en tu
vida, pues en ella esta mi salud, y la santidad verdadera. Cualquier cosa
que fuera de ella oigo o no me recrea ni satisface cumplidamente.
JESUCRISTO:
4. Hijo, pues sabes esto y lo has leído todo, si lo hicieres, serás
bienaventurado. El que abraza mis mandamientos y los guarda,ese es el que me
ama, y Yo le amaré, y le manifestaré a él,y le haré sentar conmigo en el
reino de mi Padre.
EL ALMA:
5. Señor, Jesús, como lo dijiste y prometiste, así se haga, y pueda yo
merecerlo. Recibí de tu mano la cruz; yo la llevaré hasta la muerte, así
como Tú me la pusiste. Verdaderamente la vida de l buen religioso es cruz,
pero guía al paraíso. Ya hemos comenzado; no se debe volver atrás, ni
conviene dejarla.
6. Ea, hermanos, vamos juntos, Jesús será con nosotros. Por Jesús tomamos
esta cruz, por Jesús perseveremos en ella. Será nuestro auxiliador el que es
nuestro capitán, y fue nuestro ejemplo Mirad a nuestro Rey que va delante de
nosotros y peleará por nosotros. Sigámosle varonilmente, nadie tema los
terrores estemos preparados a morir con animo en la batalla, y no demos tal
afrenta a nuestra gloria, que huyamos de la cruz.
57.- NO DEBE ACOBARDARSE EL QUE CAE
Jesucristo:
1. Hijo, más me agradan la humildad y la paciencia en la adversidad que el
mucho consuelo y devoción en la prosperidad. ¿Por qué te entristece una
pequeña cosa dicha contra ti? Aunque más fuera, no debieras inquietarte. Mas
ahora déjala pasar, porque es la primera, ni nueva, ni será la última si
mucho vivieres. Harto esforzado eres cuando ninguna cosa contraria te viene.
Aconsejas bien, y sabes alentar a otros con palabras; pero cuando viene a tu
puerta alguna repentina tribulación, luego te falta consejo y esfuerzo. Mira
tu gran fragilidad que experimentas a cada paso en pequeñas ocasiones; mas
todo este mal que te sucede, redunda en tu salud.
2. Apártalo como mejor supieres de tu corazón, y si llegó a tocarte, no
permitas que te abata, ni te lleve embarazado mucho tiempo. Sufre a lo menos
con paciencia, si no puedes con alegría. Y si oyes algo contra tu gusto y te
sientes irritado, refrénate, y no dejes salir de tu boca alguna palabra
desordenada que pueda escandalizar a los inocentes. Presto se aquietará el
ímpetu excitado de tu corazón: y el dolor interior se dulcifica con la
vuelta de la gracia. Aún vivo Yo (dice el Señor) dispuesto para ayudarte y
para consolarte más de lo acostumbrado, si confías en Mí y me llamas
devoción.
3. Ten buen ánimo, y apercíbete para trances mayores. Aunque te veas muchas
veces atribulado, o gravemente tentado, no por eso está ya todo perdido.
¿Cómo podrás tú estar siempre en un mismo estado de virtud, cuando le faltó
al ángel en el cielo, y al primer hombre en el paraíso? Yo soy el que
levanta con entera salud a los que lloran y traigo a mi divinidad los que
lloran y traigo a mi divinidad los que conocen su flaqueza.
EL ALMA:
4. Señor, bendita ea tu palabra, dulce para mi boca más que la miel y el
panal. ¿Qué haría yo en tantas tribulaciones y angustias, si Tú no me
animases con tus santas palabras? Con tal que al fin llegue yo al puerto de
salvación ¿qué se me da de cuanto hubiere padecido? Dame buen fin; dame una
dulce partida de este mundo. Acuérdate de mí, Dios mío, y guíame por camino
derecho a tu reino. Amén.
58.- NO SE DEBEN ESCUDRIÑAR LAS COSAS ALTAS
JESUCRISTO:
1. Hijo, guárdate de disputar de materias altas, y de los secretos juicios
de Dios; por qué uno es desamparado y otro tiene tantas gracias; por qué
está uno muy afligido y otro tan altamente ensalzado. Estas cosas exceden a
toda humana capacidad; y no basta razón ni disputa alguna para investigar el
juicio divino. Por eso, cuando el enemigo te trajere esto al pensamiento, o
algunos hombres curiosos lo preguntaren, responde aquello del profeta: JUSTO
ERES, SEÑOR, Y JUSTO TU JUICIO. Y también: LOS JUICIOS DEL SEÑOR SON
VERDADEROS Y JUSTIFICADOS EN Sí MISMOS. Mis juicios han de ser temidos, no
examinados; por que no se comprende con entendimiento humano.
2. Tampoco te pongas a inquirir o disputar de los merecimiento de los
Santos, cuál sea más Santo o mayor en el reino de los cielos. Estas cosas
muchas veces causan contiendas y disensiones sin provecho; aumentan también
la soberbia y la vanagloria, de donde nacen envidias y discordias, cuando
uno quiere preferir imprudentemente un Santo, y otro quiere a otro. Querer
saber e inquirir tales cosas, ningún fruto trae, antes desagrada mucho a los
Santos; por que Yo no soy DIOS de discordia, sino de paz; la cual consiste
más en la verdadera humildad, que en la propia estimación.
3. Algunos con celo de amor se aficionan a unos Santos más que a otros; pero
más por afecto humano que divino. Yo soy el que hice a todos los Santos; Yo
les di la gracia; Yo les he dado la gloria. Yo sé los méritos de cada uno;
Yo les previne con bendiciones de mi dulzura. Yo conocí mis amados antes de
los siglos; Yo los escogí del mundo, y no ellos a Mí. Yo los llamé por
gracia y atraje por misericordia; Yo les llevé por diversas tentaciones. Yo
les envié grandes consolaciones, les di la perseverancia y coroné su
paciencia. 4. Yo conozco al primero y al último.
Yo los abrazo a todos con amor inestimable. Yo soy digno de ser alabado en
todos mis Santos, y ensalzado sobre todas las cosas; Yo debo ser honrado por
cada uno de cuantos he engrandecido y predestinado, sin preceder algún
merecimiento suyo. Por eso quien despreciare a uno de mis pequeñuelos, no
honra al grande, porque yo hice al grande y al pequeño. Y el que quisiere
deprimir alguno de los Santos, a Mí me deprime y a todos los demás del reino
de los cielos. Todos son una misma cosa por vínculo de la caridad; todos
tienen un mismo parecer y un mismo querer; y todos se aman recíprocamente.
5. Y sobre todo, más me aman a Mí que a sí mismos y a todos sus
merecimientos. Porque elevados sobre sí libres de su propio amor, se pasan
del todo al mío; y en él descansan y se regocijan con gozo inexplicable. No
hay cosa que los pueda apartar ni declinar; porque llenos de la verdad
eterna, arden en el fuego inextinguible de la caridad. Callen, pues, los
hombres carnales y animales, y no disputen del estado de los Santos, pues no
saben amar sino los gozos particulares. Quitan y ponen según su inclinación,
no como agrada a la eterna verdad.
6. Muchos por efecto de ignorancia, especialmente los que se hallan con poca
luz interior, con dificultad saben amar a alguno con perfecto amor
espiritual. Y aun los lleva mucho el afecto natural, y la amistad humana,
con la cual se inclinan más a unos que a otros; y así como sienten de las
cosas terrenas, así imaginan de las celestiales. Mas hay grandísima
diferencia entre lo que piensan los hombres imperfectos y lo que saben los
varones espirituales por la revelación divina.
7. Guárdate, pues, hijo, de tratar curiosamente de las cosas que exceden a
tu alcance: de lo que debes tratar es de que puedas ser siquiera el menor en
el reino de Dios. Y aunque uno supiese quién es más Santo que otro, o el
mayor en el reino del cielo, ¿de qué le serviría el saberlo, si no se
humillase delante de Mí por este conocimiento, y no se levantase a alabar
más puramente mi nombre? Mucho más agradable es a Dios el que piensa en la
gravedad de sus propios pecados, y la poquedad de sus virtudes, y cuán lejos
está de la perfección de los Santos, que el que porfía cuál será mayor o
menor Santo. Mejor es rogar a los Santos con devotas oraciones y lágrimas, y
con humilde corazón invocar su favor, que escudriñar sus secretos con inútil
investigación.
8. Ellos están cumplidamente contentos, si los hombres saben contentarse y
refrenar la vanidad de sus lenguas. No se glorían de sus propios
merecimientos, pues que ninguna cosa buena se atribuyen a sí mismos; sino
todo a Mí; porque yo les di todo cuanto tienen con mi infinita caridad.
Llenos están de tanto amor de la divinidad, y de tal abundancia de gozos,
que ninguna parte de gloria les falta, ni les puede faltar cosa alguna de
bienaventuranza. Todos los Santos, cuanto más altos están en la gloria tanto
más humildes son en sí mismos, y están más cercanos a Mí, y son más amados
de Mí. Por lo cual está escrito que abatieron sus coronas delante de Dios, y
se postraron sobre sus rostros delante del Cordero, y adoraron al que vive
por los siglos de los siglos.
9. Muchos preguntan quién es el mayor en el reino de Dios, que no saben si
serán dignos de ser contados con los ínfimos. Gran cosa es ser en el cielo
siquiera el menor, donde todos son grandes, porque todos se llamarán y serán
hijos de Dios. El menor será grande entre mil, y el pecador de cien años
morirá. Pues cuando preguntaban los discípulos quién fuese mayor en el reino
de los cielos, tuvieron esta respuesta: Si no os hiciereis como niños, no
entraréis en el reino de los cielos. Por eso, cualquiera que se humillare
como niño, aquel será el mayor en el reino del cielo.
10. ¡Ay de aquellos que se desdeñan de humillarse de voluntad con los
pequeñitos; porque la puerta humilde y angosta del reino celestial no les
permitirá entrar! ¡Ay también de los ricos, que tienen aquí sus deleites;
porque cuando entraren los pobres en el reino de Dios, quedarán ellos fuera
aullando y llorando a lágrima viva! Alegraos los humildes, y regocijaos los
pobres, que vuestro es el reino de Dios, si andáis en el camino de la
verdad.
59.- TODA LA ESPERANZA Y CONFIANZA SE DEBE PONER EN SÓL
El Alma:
1. Señor, ¿cuál es mi confianza en esta vida? o ¿cuál mi mayor contento de
cuantos hay debajo del cielo? Por ventura ¿ no eres Tú mi Dios y Señor,
cuyas misericordias no tienen número? ¿Dónde me fue bien sin Ti? o ¿cuándo
me pudo ir mal estando Tú presente? Más quiero ser pobre por Ti, que rico
sin Ti. Por mejor tengo peregrinar contigo en la tierra, que poseer sin Ti
el cielo. Donde Tú estás, allí está el cielo, y donde no, el infierno y la
muerte. A Ti se dirige todo mi deseo, y por eso no cesaré de orar, gemir y
clamar en pos de Ti. En fin; yo no puedo confiar cumplidamente en alguno que
me ayude oportunamente en mis necesidades, sino en Ti solo, Dios mío. Tú
eres mi esperanza y mi confianza; Tú mi consolador y el amigo más fiel en
todo.
2. Todos buscan su interés, Tú buscas solamente mi salud y mi
aprovechamiento, y todo mi lo conviertes en bien. Aunque algunas veces me
dejas en diversas tentaciones y adversidades, todo lo ordenas para mi
provecho; que sueles de mil modos probar a tus escogidos. En esta prueba
debes ser tan amado y alabado, como si me colmases de consolaciones
espirituales.
3. En Ti, pues, Señor Dios, pongo toda mi esperanza y refugio; en tus manos
dejo todas mis tribulaciones y angustias; porque fuera de Ti todo es débil e
inconstante. Porque no me aprovecharán muchos amigos, ni podrán ayudarme los
defensores poderosos, ni los consejeros discretos darme respuesta
conveniente, ni los libros doctos consolarme, ni cosa alguna preciosa
librarme, ni algún lugar secreto y delicioso defenderme, si Tú mismo no me
auxilias, ayudas, esfuerzas, consuelas y guardas.
4. Porque todo lo que parece conducente para tener paz y felicidad, es nada
si Tú estás ausente; ni da sino una sombra de felicidad. Tú eres, pues, fin
de todos los bienes, centro de la vida, y abismo de sabiduría; y esperar en
Ti sobre todo, es grandísima consolación para tus siervos. A Ti, Señor,
levanto mis ojos; en Ti confió, Dios mío, padre de misericordias. Bendice y
santifica mi alma con bendición celestial, para que sea morada santa tuya, y
silla de tu gloria eterna; y no haya en este templo tuyo cosa que ofenda los
ojos de tu majestad soberana. Mírame según la grandeza de tu bondad, y según
la multitud de tus misericordias, y oye la oración de este pobre siervo
tuyo, desterrado lejos en la región de la sombra de la muerte. Defiende y
conserva el alma de este tu siervecillo entre tantos peligros de la vida
corruptible; y acompañándola tu gracia, guíala por el camino de la paz a la
patria de la perpetua claridad. Amén.
60.- LAS COSAS QUE SE DESEARE
Jesucristo:
1. Hijo, en cualquier cosa di así: Señor, si te agradare, hágase esto así.
Señor, si es honra tuya, hágase esto en tu nombre. Señor, si vieres que me
conviene, y hallares serme provechoso, concédemelo para que use de ello a
honra tuya. Mas si conocieres que me sería dañoso, y nada provechoso a la
salvación de mi alma, desvía de mí tal deseo. Porque no todo deseo procede
del Espíritu Santo, aunque parezca justo y bueno al hombre. Dificultoso es
juzgar si te incita buen espíritu o malo a desear esto o aquello, o si te
mueve tu propio espíritu. Muchos se hallan engañados al fin, que al
principio parecían inspirados por buen espíritu.
2. Por eso siempre se debe desear y pedir con temor de Dios y humildad de
corazón cualquier cosa apetecible que ocurriere al pensamiento, y sobre todo
con propia resignación encomendarlo todo a Mí diciendo: Señor, Tú sabes lo
que es mejor: haz esto o aquello, según te agradare. Da lo que quisieres, y
cuanto quisieres, y cuando quisieres. Haz conmigo como sabes, y como más te
agradare, y fuere mayor honra tuya. Ponme donde quisieres, dispón de mi
libremente en todo. En tu mano estoy, vuélveme y revuélveme a la redonda. Ve
aquí tu siervo dispuesto a todo; porque no deseo, Señor, vivir para mí sino
para Ti. ¡Ojalá que viva dignamente y perfectamente! Oración para conseguir
la voluntad de Dios.
3. Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo, y obre
conmigo, y persevere conmigo hasta el fin. Dame que desee y quiera siempre
lo que te es más acepto y agradable a Ti. Tu voluntad sea la mía, y mi
voluntad siga siempre la tuya, y se conforme en todo con ella. Tenga yo un
querer y no querer contigo; y no pueda querer ni no querer lo que Tú quieres
y no quieres.
4. Dame, Señor, que muera a todo lo que hay en el mundo; y dame que desee
por Ti ser despreciado y olvidado en este siglo. Dame, sobre todo lo que se
puede desear, descansar en Ti y aquietar mi corazón en Ti. Tú eres la
verdadera paz del corazón; Tú el único descanso: fuera de Ti todas las cosas
son molestas e inquietas. En esta paz permanente, esto es, en Ti, Sumo y
eterno Bien. Dormiré y descansaré. Amén