Cuento: La ballena Lola
10b Y sé lo bastante generoso como para permitirle a alguien que te ayude. La gente necesita sentirse útil: 56 maneras de ser misericordioso
Dejar que te ayuden
La ballena Lola era grande, muy grande, y solitaria, muy solitaria. Hacía
años que no quería saber nada de nadie, y cada vez se le notaba más
tristona. En cuanto alguno trataba de acercarse y animarla, Lola le daba la
espalda.
Muchos pensaban que era la ballena más desagradable del mundo y dejaron de
hacerle caso, a pesar de que la vieja Turga, una tortuga marina de más de
cien años, contaba que siempre fue una ballena buena y bondadosa. Un día,
Dido, un joven delfín, escuchó aquella historia, y decidió seguir a Lola
secretamente. La descubrió golpeándose la boca contra las rocas,
arriesgándose frente a las grandes olas en la costa y comiendo arena en el
fondo del mar. Nadie lo sabía, pero Lola tenía un mal aliento terrible
porque un pez había quedado atrapado en su boca, y esto la avergonzaba tanto
que no se atrevía a hablar con nadie.
Cuando Dido se dio cuenta de aquello, le ofreció su ayuda, pero Lola no
quería apestarle con su mal aliento ni que nadie se enterara.
- No quiero que piensen que tengo mal aliento -decía Lola.
- ¿Por eso llevas apartada de todos tanto tiempo? -respondió Dido, sin poder
creerlo.- Pues ahora no piensan que tengas mal aliento; ahora piensan que
eres desagradable, aburrida y desagradecida, y que odias a todos. ¿Crees que
es mejor así?
Entonces Lola comprendió que su orgullo, su exagerada timidez, y el no
dejarse ayudar, le había creado un problema todavía mayor. Arrepentida,
pidió ayuda a Dido para deshacerse de los restos del pez, y volvió a hablar
con todos. Pero tuvo que hacer un gran esfuerzo para ser aceptada de nuevo
por sus amigos, y decidió que nunca más dejaría de pedir ayuda si de verdad
la necesitaba, por muy mal que estuviese.