Enseñar al que no sabe y Dar buen consejo al que lo necesita
El papa Francisco, en la audiencia general de este miércoles (23.11-16), ha
reflexionado sobre dos obras de la misericordia: dar buen consejo al que lo
necesita y enseñar al que no sabe. De este modo, ha recordado que la
Iglesia, a lo largo de los siglos, ha sentido la exigencia de comprometerse
en el ámbito de la educación porque su misión de evangelización conlleva el
compromiso de restituir la dignidad a los pobres. Además, el Santo Padre ha
reconocido que “expresar la misericordia hacia los que tienen dudas”
equivale a “calmar ese dolor y ese sufrimiento que proviene del miedo y de
la angustia que son consecuencias de la duda”. Es por lo tanto –ha
explicado– un acto de verdadero amor con el que se pretende apoyar a una
persona en la debilidad provocada por la incertidumbre.
La catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La reflexión sobre las obras de misericordia espiritual se refiere hoy a dos
acciones fuertemente unidas entre ellas: dar buen consejo al que lo necesita
y ensen~ar al que no sabe. Son obras que se pueden vivir tanto en una
dimensión sencilla, familiar, a mano de todos, tanto –especialmente la
segunda, la de enseñar– como en el plano más institucional, organizado.
Pensemos por ejemplo en cuántos niños sufren todavía analfabetismo, falta de
instrucción. Es una condición de gran injusticia que socava la dignidad
misma de la persona. Sin instrucción después se convierten fácilmente en
presa de la explotación y de varias formas de malestar social.
La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha sentido la exigencia de
comprometerse en el ámbito de la educación porque su misión de
evangelización conlleva el compromiso de restituir la dignidad a los pobres.
Desde el primer ejemplo de una “escuela” fundada precisamente aquí en Roma
por san Justino, en el siglo II, para que los cristianos conocieran mejor la
sagrada Escritura, hasta a san José de Calasanz, que abrió las primeras
escuelas populares gratuitas de Europa, hemos tenido una larga lista de
santos y santas que en varias épocas han llevado educación a los más
desfavorecidos, sabiendo que a través de este camino podían superar la
miseria y las discriminaciones. Cuántos cristianos, laicos, hermanos y
hermanas consagradas, sacerdotes, han dado la propia vida en la educación,
en la educación de los niños y de los jóvenes. Esto es grande: ¡os invito a
hacerles un homenaje con un gran aplauso! [aplauso de los fieles]. Estos
pioneros de la educación habían comprendido a fondo la obra de misericordia
e hicieron un estilo de vida tal que transformaron la sociedad. ¡A través de
un sencillo trabajo y pocas estructuras han sabido restituir la dignidad a
muchas personas! Y la educación que daban estaba a menudo orientada también
al trabajo. Es así que han surgido muchas y diferentes escuelas
profesionales, que preparaban para el trabajo mientras que educaban en los
valores humanos y cristianos. La educación, por lo tanto, es realmente una
forma peculiar de evangelización. Cuanto más crece la educación, las
personas adquieren más certezas y conciencia, que todos necesitamos en la
vida. Una buena educación nos enseña el método crítico, que comprende
también un cierto tipo de duda, útil para proponer preguntas y verificar los
resultados alcanzados, en vista a una conciencia mayor. Pero la obra de
misericordia de aconsejar a los que tienen dudas no se refiere solo a este
tipo de dudas. Expresar la misericordia hacia los que tienen dudas equivale,
sin embargo, a calmar ese dolor y ese sufrimiento que proviene del miedo y
de la angustia que son consecuencias de la duda. Es por lo tanto un acto de
verdadero amor con el que se pretende apoyar a una persona en la debilidad
provocada por la incertidumbre.
Pienso que alguno podría decirme: “Padre, pero yo tengo muchas dudas sobre
la fe, ¿qué debo hacer? ¿Usted no tiene nunca dudas?” Tengo muchas… ¡Es
verdad que en algunos momentos nos vienen dudas a todos! Las dudas que tocan
la fe, en sentido positivo, son un signo de que queremos conocer mejor y más
profundamente a Dios, Jesús, y el misterio de su amor hacia nosotros. “Pero,
yo tengo esta duda: busco, estudio, veo o pido consejo sobre qué hacer”.
¡Estas son las dudas que hacen crecer! Es un bien, por tanto, que nos
hagamos preguntas sobre nuestra fe, porque de esta manera estamos empujados
a profundizarla. Las dudas, sin embargo, también se superan. Por eso es
necesario escuchar la Palabra de Dios, y comprender lo que nos enseña. Un
camino importante que nos ayuda mucho en esto es el de la catequesis, con la
que el anuncio de la fe viene a encontrarnos en lo concreto de la vida
personal y comunitaria. Y hay, al mismo tiempo, otro camino igualmente
importante, el de vivir lo más posible la fe. No hacemos de la fe una teoría
donde las dudas se multiplican. Hagamos más bien de la fe nuestra vida.
Tratemos de practicarla en el servicio a los hermanos, especialmente a los
más necesitados. Y entonces muchas dudas desaparecen, porque sentimos la
presencia de Dios y la verdad del Evangelio en el amor que, sin nuestro
mérito, vive en nosotros y compartimos con los otros.
Como se puede ver, queridos hermanos y hermanas, tampoco estas dos obras de
misericordia son lejanas a nuestra vida. Cada uno de nosotros puede
comprometerse a vivirlas para poner en práctica la palabra del Señor cuando
dice que el misterio de amor de Dios no se ha revelado a los sabios y a los
inteligentes, sino a los pequeños (cfr Lc 10,21; Mt 11,25-26). Por lo tanto,
la enseñanza más profunda que estamos llamados a transmitir es la certeza
más segura para salir de dudas, es el amor de Dios con el que hemos sido
amados (cfr 1 Gv 4,10). Un amor grande, gratuito y dado para siempre. ¡Dios
nunca da marcha atrás con su amor! Va siempre adelante y espera; dona para
siempre su amor, del que debemos sentir fuerte la responsabilidad, para ser
testigos ofreciendo misericordia a nuestros hermanos. Gracias.