MATRIMONIO: COMUNIDAD DE PERSONAS
Pocos años antes de ser elegido pontífice[57], el Cardenal Karol Wojtyla, escribía en un artículo titulado La paternidad como comunidad de personas::
«Una genuina comprensión de la realidad del matrimonio y la paternidad y maternidad en el contexto de la fe requiere de la inclusión de una antropología de la persona y del don; también requiere del criterio de comunidad de personas (communio personarum) si ha de estar a la altura de las exigencias de la fe que está orgánicamente conectada con los principios de moralidad conyugal y parental.
Una visión puramente
naturalista del matrimonio, una que considere el impulso sexual como la
realidad dominante, puede fácilmente oscurecer estos principios de moralidad
conyugal y familiar en los que los cristianos deben discernir el llamado de
su fe. Esto también se aplica al sentido teológico esencial de los
principios de moralidad conyugal. En la práctica --sigue el Cardenal
Wojtyla--, esto no constituye una tendencia a minimizar el impulso sexual,
sino simplemente a verlo en el contexto de la realidad integral de la
persona humana y de la cualidad comunal inscrita en ella. Esta verdad debe
de alguna manera prevalecer en nuestra visión de todo el asunto del
matrimonio y de la paternidad y maternidad; debe finalmente prevalecer. Para
lograr esto, un tipo de purificación espiritual se hace necesario, una
purificación en el campo de los conceptos, valores, sentimientos y
acciones»[58]
No cabe duda que la tarea de recuperación del horizonte de la recta imagen del matrimonio y de su noble dignidad requiere un proceso de purificación. Hay que tomar conciencia de que la misma verdad, en diversos niveles, está hoy en crisis[59].
Pienso que ese proceso de
purificación ha de ir, como acaba de ser señalado, desde el campo de lo
conceptual, del mundo de las ideas, y habría también que decir imágenes,
hasta el campo de la concreción personal. Esto plantea, pues, una
consideración fundamental que es la identidad cristiana y la internalización
personal de lo que implica, ante todo como persona individual que sigue al
Señor y procura vivir según el divino Plan, y luego, también, la idea divina
de la naturaleza, las características y los dinamismos del matrimonio como
un camino de santidad y de la familia como Iglesia doméstica[60], santuario
de la vida[61], comunidad de personas, cenáculo de amor, signo social de
opción por la vida cristiana.
NOTAS
[57] En 1975.
[58] Person
and Community, ob. cit., pp. 330-331.
[59] Escribe
el Papa Juan Pablo II: «¿Quién puede negar que la nuestra es una época de
gran crisis, que se manifiesta ante todo como una profunda crisis de la
verdad? Crisis de la verdad significa, en primer lugar, crisis de conceptos.
Los términos amor, libertad, entrega sincera, e incluso persona, derechos de
la persona, ¿significan realmente lo que su naturaleza contiene?» (Carta
a las familias 13e).
[60] Ver Familiaris consortio 49b.
[61] Ver Centesimus annus 39b.
www.clerus.orgo:p>