Mi fe de joven
“Qué buscáis?” pregunta Jesús a dos jóvenes. Siguieron detrás de él, pero no
saben todavía de haber alcanzado la meta de su búsqueda. Apasionados de la
vida y creyentes inquietos , se habían hechos discípulos del Bautista. Y él
apenas les ha señalado a Jesús que pasa, diciendo: “Ahí está el cordero de
Dios!”. Los dos jóvenes apenas sienten estas palabras, siguen a Jesús. El se
voltea hacia ellos, ve que le siguen y entonces les pregunta: “a quién
buscáis?”. Le responden: “Maestro, donde vives?”. Y Jesús les dice: “Venid y
lo veréis!” (Jn 1,36-39).
Los dos eran Andrés, hermano de Simón Pedro y Juan. Los Evangelios no
ofrecen una descripción detallada de sus vidas, de su formación y de sus
experiencias. Cuanto nos dicen es sin embargo suficiente para imaginar el
camino, caracterizado por la atracción hacia Jesús, pero también por sus
temores, sus miedos.
“A quién buscáis?”
Con esta pregunta Jesús se dirige a los dos jóvenes y hace brotar el sentido
de su búsqueda. Buscan el Mesías, aquel que sólo puede dar fuerza a sus
esperanzas. Desean una vida plena, más allá de todo límite. No buscan, en
efecto, cualquier verdad, sino a alguien que les coloque en grado de
reconocer aquello que tiene sentido para la vida.
También hoy, si bien con algunas ilusiones de saber darnos las respuestas a
las preguntas de vida, las búsqueda de significado continua. Es una búsqueda
hecha toda en primera persona. Cada uno de nosotros desea y puede reconocer
donde está el sentido de la propia existencia. No nos dejamos encantar de
soluciones ya preparadas o impuestas para todos, de las ideologías, de los
mitos. Es insuficiente hacer como hacen todos, tomando prestadas respuestas
que no se adaptan a nuestras preguntas personales.
Preguntas de sentido y significado
Toda la vida esta caracterizada por las preguntas de significado.
Afloran prepotentes cuando se tiene la experiencia del amor y tal vez nos
orienta a dedicar la vida a la persona amada; cuando se nos pide de gastar
nuestras energías para un trabajo a veces gratificante, a veces demasiado
repetitivo, pero siempre necesario.
Se hacen agudas cuando nos encontramos de frente a derrotas o desilusiones
inevitables, de frente a la enfermedad o la muerte.
Mirando bien, las muchas preguntan encuentran la síntesis en una sola: cómo
gastar la vida para que sea plena?
En el momento en el que se busca felicidad, amor, esperanza, paz, justicia,
se pide el significado pleno para la propia vida. Sin este horizonte
experimentamos –como sucede hoy a tantos hombres- la incertidumbre, el
vacío, la angustia.
Sentido, significado y la fe
La pregunta sobre el significado no se silencia fácilmente. Tal vez puede
ser reservada por algún tiempo. Sin embargo las respuestas sofisticadas de
la técnica o aquellas refinadas de la producción de los bienes no logran
cancelarla.
La pregunta sobre el significado busca una respuesta religiosa, más allá de
los límites de duración de las cosas, más allá de nuestras humanas
emociones. Ella se proyecta en una respuesta trascendente y no da paz, hasta
que no nos orientemos hacia esa dirección.
Lamentablemente con frecuencia la búsqueda se dispersa entre tantas
ocupaciones; sobre todo no siempre se encuentran personas capaces de
respuestas auténticas. Con frecuencia se presentan vendedores de esperanzas
a bajo precio, santones y magos que se aprovechan de la sed inextinguible de
absoluto. Pero la magia, el fascino de lo extraordinario, el culto de la
naturaleza, las promesas de un horóscopo no están en grado de responder
adecuadamente a las exigencias de la vida.
La sincera búsqueda religiosa de los jóvenes se hace ulteriormente compleja,
en ocasiones tal búsqueda encuentra obstáculo en la tendencia presente en
las culturas occidentales a declasar toda verdad en opinión, por encima del
llamado al absoluto y descansando en el plano de la relatividad. Así se
presenta como fácil acoger todo aquello que se descubre útil y positivo en
las religiones y en las filosofías para construir en modo autónomo una
propia religión, una propia visión de la vida. Se trata de un proceso mental
no siempre consciente, que lleva hacia la satisfacción de las necesidades
religiosas a través de la elección de ideales, valores, doctrinas,
comportamientos y ritos al alcance de las propias aspiraciones y
capacidades, así como se haría entrando en un hipotético supermercado que
ofrece, tal vez a buenos precios, los mejores “productos” religiosos. Es un
“hazlo tu mismo” estimulante, porque da la impresión de construir cualquier
cosa en modo bastante personal y, al mismo tiempo, con mucha libertad.
La valentía de la verdad: la verdad os hará libres!
Es necesaria la valentía para abrir el proprio camino a la verdad, en cuanto
ella libera la vida de las cadenas de todo tipo de esclavitud y la orienta
hacia sólidas bases, apoyándose sobre criterios que resisten a las modas y a
las soluciones cómodas.
Interrogar la persona de Jesús, escuchar la propuesta de su Evangelio es
toda una unidad con la búsqueda de la verdad que se lleva a cabo.
La nostalgia de Dios
Un hombre no puede prescindir de Dios. Ninguna criatura puede prescindir de
Dios, pero el hombre es el único ser del mundo que siente este deseo y que
sabe que lo siente, que lo experimenta. Aunque cuando se niegue a Dios no se
puede negar la sed de infinito que llevamos dentro. Tenemos la experiencia
de cualquier destello de amor y desearíamos un amor siempre más grande. Nos
gusta la belleza de un atardecer, de una flor, de un rostro y desearíamos
que aquel encuentro no terminase nunca.
El corazón de todo hombre y de toda mujer es pequeño, sin embargo lleva
dentro el deseo del absoluto, del eterno, del infinito. Este deseo,
aspiración, tiene un nombre: Dios. Porque el hombre ha sido creado por Dios
y sólo en Dios puede encontrar la verdad y satisfacer la sed de aquella
felicidad que busca sin descanso.
En esta búsqueda encontramos a Dios. El nos atrae porque lo vemos sincero
hasta el punto de pagar el precio más alto por la verdad que anuncia; lo
vemos humilde, totalmente desinteresado, siempre disponible hasta el dono de
la propia vida.
A quién buscáis? Buscar el Mesías - Salvador
A nuestros interrogantes no bastan las respuestas de una doctrina, de una
escuela de vida. Como los dos jóvenes del Evangelio, nosotros buscamos el
Mesías, esto es, un Salvador: alguien que, revelando su identidad, revele
también la nuestra, revele quiénes somos; hablando de su vida, de
significado a la nuestra; explicando sus opciones, oriente las nuestras.
Nosotros buscamos a alguien que sea Mesías-Salvador, una persona en cuya
vida Dios mismo nos alcance, nos responda, nos encamine.
Vamos a Jesús con nuestras inquietudes, él responderá revitalizando aún más
nuestra búsqueda. Se dirige también a nosotros diciendo: “Qué buscáis?”, y
así nos anima a una respuesta compleja, que nos obliga a profundizar en
nuestra misma inquietud, hasta descubrir un sentido más profundo: “A quién
buscáis?”.
Para una plenitud de vida
A la luz de sus palabras leamos nuestra propia vida.
El encuentro con Cristo no censura los proyectos y los frutos de la búsqueda
humana, al contrario, discierne, los asume en un contexto más amplio, los
conduce a aquella plenitud que el hombre tanto anhela. Aquel que ha dicho:
“Yo soy la verdad”, no nos ofrece verdades abstractas, sino que nos
introduce en la vida. El es la Vida y la Vía para alcanzarla (Jn 14,6).