El Discernimiento de espíritus: Capítulo 5 Indicaciones para discernir mociones concretas
Autor: P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Indicaciones para discernir las distintas mociones concretas (EE, 313)
Para discernir el origen de los impulsos, mociones y consolaciones que una
persona percibe en su alma hay que atender al modo, la materia, las
circunstancias, el desarrollo y los efectos de tales fenómenos
1) El modo
Primero hay que atender al modo como se producen; aunque esta norma no tiene
valor absoluto es ya un importante indicativo. Así, por ejemplo (EE, 335):
–El buen espíritu: actúa suavemente, sin ruido, ni choque, sin estridencia,
porque Dios entra en el alma en gracia como en casa propia. Es claro y
fácilmente entendible.
–El mal espíritu actúa generalmente de modo estrepitoso, sensible y
perceptible, como forastero en el alma en gracia.
2) La materia
En segundo lugar, hay que atender a lo que se propone. Cuando lo que se
propone es algo malo no hay dificultad alguna en identificarlo como
proveniente del mal espíritu. El problema es cuando lo que se propone es
algo bueno: esto puede ser propuesto por el buen espíritu o por el malo para
conseguir sus propios fines. El mal espíritu puede, perfectamente engañar
incluso con razonamientos “teológicos”. Dice Gersón: el demonio a veces hace
teología. Testimonio de esto son las tentaciones de Cristo en el desierto,
para las cuales el diablo usa e interpreta de modo sofístico la Sagrada
Escritura. Es necesario, por eso, hacerse cargo de su “teología” que si no
empieza, al menos termina siendo contraria al verdadero sentido de la
Revelación. ¿Qué observar para hacer un juicio?
–Cuando mueve a algo substancialmente menos bueno de lo que ya tenía
determinado hacer el alma ante Dios, aunque sea bueno no viene del espíritu
bueno.
–Si mueve a algo igualmente bueno o mejor y no perjudica los propósitos de
vida ya tomados bajo la luz de Dios, sino que por el contrario los completa
y eleva, entonces puede ser del espíritu bueno, si las circunstancias son
buenas.
3) Las circunstancias
Hay que ver si lo que se propone es algo consonante con las obligaciones de
estado de la persona, con las tendencias de la gracia tal como ya se han
mostrado en la vida de esa persona, con la vocación que Dios le ha mostrado.
Así, rara vez es de Dios:
–El impulso a cambiar un estado de vida ya elegido ante Dios.
–El impulso a realizar cosas extraordinarias y singulares o
desproporcionadas al estado, edad, fuerzas, dotes y formación.
–El impulso a puestos u ocupaciones que traen riqueza, honores, poder,
independencia.
Para estos casos habría que pedir una evidencia basada en la confluencia de
signos no ya ordinarios sino extraordinarios. Indica, por eso, San Juan de
la Cruz, que la resistencia a estos impulsos es agradable a Dios.
4) El desarrollo
En cuarto lugar, y especialmente para las consolaciones, hay que atender al
desarrollo:
a) En las consolaciones con causa San Ignacio recomienda examinar todo el
proceso de nuestros pensamientos (EE, 322-323):
–Los que vienen de Dios son buenos en su principio, su medio y su fin.
–Los que vienen del mal espíritu, en algún momento del proceso no son
buenos: ya sea en su comienzo, en su medio o en su fin. San Ignacio advierte
que es propio del demonio entrar con la “nuestra” para salir con “la suya”,
es decir, sacar provecho incluso con cosas aparentemente buenas.
b) En las consolaciones sin causa hay que examinar el “segundo momento” de
la consolación. Porque Dios puede tocar el alma y dejarla inflamada, pero en
un segundo momento puede también mezclarse la influencia del mal espíritu,
ya sea:
–Haciéndonos ver dificultades e inconvenientes en cumplir lo que Dios nos ha
mostrado como voluntad suya en la consolación.
–O haciéndonos perder todo el fervor recibido inclinándonos a hablar y a
manifestar a los demás, sin pudor espiritual, la gracia recibida.
–O bien poniéndonos respetos humanos de obrar en consonancia con las gracias
recibidas durante la consolación (EE, 336).
5) Los efectos y los fines
Por último, hay que atender a los efectos, es decir, al estado espiritual
que sigue a la determinación tomada. En general hay que decir que:
–A la obediencia al buen espíritu sigue serenidad y paz.
–Al prestar oído al mal espíritu sigue un estado interior de inquietud,
oscuridad, turbación. Escribía Dom Columba Marmion a un dirigido: “En
general debe considerar como obra del enemigo todo pensamiento que la agite,
que arroje perplejidad en su espíritu, que disminuya la confianza o que le
encoja el corazón”.
Todo esto puede resumirse con la comparación de los diversos espíritus o
señales que indicaba De Guibert de modo esquemático:
A. Signos de uno y otro en el entendimiento
El Espíritu divino:
Enseña cosas verdaderas
Enseña cosas útiles
Da luz y discreción
Da flexibilidad
Da pensamientos de humildad
El Espíritu diabólico:
Enseña falsedades
Enseña cosas inútiles, vanas, ligeras
Da oscuridad, indiscreción
Siembra obstinación
Da pensamientos de soberbia o vanidad
B. Signos de uno y otro en la voluntad
El Espíritu divino se caracteriza por:
Paz
Humildad
Firme confianza en Dios
Temor de sí mismo
Docilidad y obediencia
Rectitud, pureza de intención
Paciencia y deseo de cruz
Abnegación voluntaria
Sinceridad y sencillez
Libertad de espíritu
Deseo de imitar a Cristo
Caridad benigna y desinteresada
El espíritu diabólico se caracteriza por:
Inquietud, turbación
Soberbia
Desesperación, desconfianza
Presunción
Desobediencia, dureza y fijación
Torcida intención
Impaciencia y quejas
Excitación de las pasiones
Ocultamiento y doblez
Apegos y esclavitud
Desafección hacia Cristo
Falso celo, amargo e impaciente
C. Señales que hacen dudar y poner en guardia: (son ordinariamente signos de
mal espíritu o disposiciones naturales
que predisponen a la intervención del mal espíritu)
–Después de haber elegido un estado, querer pasar a otro.
–Tendencia a singularidades o cosas impropias de su estado.
–Afición a cosas extraordinarias o a grandes penitencias exteriores.
–Apego a las consolaciones sensibles.
–Estado perpetuo de consolación y deleite espiritual.
–Las lágrimas.
–Los deseos de visiones y revelaciones.