La Biblia y el Suicidio
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Pastor José A. Holoway
nosotros.cl
Cuando comenzaba mi ministerio pastoral, allá por el año 1960, jamás se me
ocurrió pensar que un día, algún cristiano en cierto lugar del mundo,
dudaría o ignoraría lo que establece la tan claramente la Palabra de Dios.
Hoy, sin embargo, tenemos que contestar a interrogantes tales como este:
¿Está bien suicidarse y todavía marcharse al cielo? ¿Está bien incinerar el
cuerpo de un cristiano que ya partió a la presencia del Señor?
Pero, lo que más me preocupa, es que tenemos a muchos expositores bíblicos
de renombre, conocidos internacionalmente y quienes están al frente de
iglesias muy numerosas, cuyas enseñanzas ponen en peligro la sana doctrina.
Uno no puede menos que alarmarse frente a tanta confusión e ignorancia. No
podemos tomar el asunto del suicidio o la incineración con la misma
liviandad que lo hace el mundo. Existe hoy la tendencia de confiar más en
algún predicador destacado, especialmente si tiene el título de psicólogo,
que en la Biblia. Por falta de interés o por negligencia, los cristianos no
leen la Palabra de Dios y en la mayoría de iglesias no hay estudios bíblicos
metódicos y auténticos para la vida práctica del cristiano.
Mi convicción es que la Palabra de Dios permanece hoy tan firme como cuando
Dios le entregó el Canon Sagrado a aquellos hombres a quienes inspiró y guió
en cada paso del proceso del Libro Sagrado. Hoy escuchamos respuestas vagas
como estas: “Bueno a mí me parece que... tal vez lo que quiere decir es...”
o “Bueno... eso depende de cómo se interpreta... Es algo que cada quien debe
decidir, siempre que uno sea sincero”. Este tipo de argumentos y tanta
incertidumbre sólo crea mayor confusión y conduce a muchos cristiano a una
vida peligrosamente comprometida con el ocultismo, sopretexto de
“experiencias espirituales avanzadas”. Hoy, como el los días de la Reforma
de Lutero, debemos volver nuevamente a la Biblia, leyéndola guiados por el
Espíritu Santo, creyendo en sus enseñanzas y viviendo como cristianos. Le
invito a que examine conmigo este intrincado tema del suicidio. Es probable
que tal vez no le agrade el desarrollo de este tópico desde un ángulo
puramente bíblico, pero quiero que sepa que Dios me llamó al ministerio de
su Palabra, no de la mía, ni la de ningún maestro por famoso que sea este.
¿Qué es el suicidio?
No es necesario investigar mucho, pues todos sabemos que suicidio es
ocasionarse uno mismo la muerte. Sea esto en gorma lenta y progresiva, como
por ejemplo mediante alguna droga, el alcoholismo, privarse de la comida, o
bien, darse un tiro en la sien, tirarse de un décimo piso, ahorcarse, tomar
veneno, etc. No importa la razón, el suicidio es siempre suicido. “Acabar
con la vida” – dicen algunos, pero nada más lejos de la realidad. El
suicidio no acaba con la vida, solamente le pone fin a las oportunidades que
la vida nos ofrece mientras estamos en nuestro cuerpo. La persona que se
suicida va a la eternidad completamente consciente de sí misma, de los demás
y de lo que ha hecho con su vida.
Es completamente increíble saber hoy, que muchos “consejeros” cristianos
hablan del suicidio como algo que... “acelera nuestra partida a la presencia
del Señor”. Mucho me gustaría que me mostraran algún texto bíblico que diga
que el suicidio es un camino aceptable (aunque no sea el mejor) delante de
Dios, para que el salvo acelere su partida a la presencia del Señor. Por la
Biblia conocemos la vida de gigantes espirituales como Juan el Bautista; la
de profetas del Antiguo Testamento, tal como Jeremías, que sufrió tanto, lo
mismo que muchos otros; también sabemos de Pablo quien estuvo prisionero por
años sabiendo que le esperaba la muerte en cualquier momento, sin embargo a
ninguno de ellos se les ocurrió jamás el suicidio.
El suicidio es pretender uno mismo hacer el papel de Dios y decidir cuándo
debe terminar nuestra carrera terrenal. En el fondo de este problema se
puede percibir la idea de que, al menos en ciertas circunstancias, uno puede
hacer el papel de dios y que esto, está perfectamente bien. Una pregunta muy
frecuente es: “¿Puede un cristiano llegar a suicidarse?”. Y la respuesta de
muchos hoy es: “Por supuesto que sí, y lo único que le sucede es que llega
antes que los demás a la presencia de su Salvador”.
Al estudiar el suicidio más detenidamente, debemos analizar unos cuantos
elementos y no llegar a conclusiones precipitadas que sólo abrirían una
brecha muy peligrosa, pero sobre todo antibíblica. El hecho de que haya
líderes de renombre que enseñen estas cosas, no implica necesariamente que
sean aceptables.
Los suicidios en la Biblia
1. EL REY SAÚL – Usted se sorprenderá cuando lea la Biblia y descubra a los
personajes que se quitaron la vida. ¡No hay uno solo, entre los hombres de
Dios, que lo haya hecho! Esta es razón más que suficiente para que
mantengamos alejado de la mente el sólo pensamiento de semejante intento.
El rey Saúl se había alejado de Dios, hasta el punto que fue a consultar a
una adivina en Endor. Al ser rechazado por Dios buscó refugio en Satanás a
través de una hechicera, costumbre pagana estrictamente prohibida para
aquellos que conocen al Señor. Al pelear contra los filisteos, Dios no
acudió a auxiliar a este rey apóstata y él no tuvo otra alternativa que el
suicidio. La Biblia dice: “Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron
los flecheros, y tuvo gran temor de ellos. Entonces dijo Saúl a su escudero:
Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos
incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería,
porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre
ella. Y viendo su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su
espada, y murió con él. Así murió Saúl en aquel día, juntamente con sus tres
hijos, y su escudero, y todos sus varones” (1 S. 31:3-6).
Note que tanto Saúl como su escudero, ambos suicidas, tuvieron temor. El
miedo es uno de los aliados del suicida en potencia. Si hay algo no salvos
tienen en común, es el temor. Esto se debe a que no viven en comunión con
Dios. Saben que están lejos de él, y llega un punto en que el Señor los
abandona a su suerte aunque clamen su nombre, porque han colmado la copa de
su ira. Así que tanto Saúl como su escudero tuvieron mucho miedo, vivían
atemorizados. La Biblia repite una y otra vez que Dios se alejó de Saúl
porque Saúl se alejó de él. Saúl tuvo la mejor oportunidad de ser un rey
modelo para Israel, pero vivió como el peor de los paranoicos, siempre
sintiéndose perseguido, violento, envidioso, profano y hechicero. Estando en
esa condición era justo que Dios lo abandonara. Su reinado dejó lugar a
David, un brillante hombre de Dios. El temor de Saúl lo llevó al suicidio, y
el temor es el aliado de hombres y mujeres que viven en enemistad con Dios.
Ningún cristiano podrá jamás llegar a tal grado que se quite la vida y
alegue que con ello acelera su encuentro con Jesús.
La Biblia dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa
fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme,
no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Jn. 4:18). El que no teme a Dios
tendrá que temer a los hombres, a sus enemigos, a la muerte y aun a la misma
vida. Miserable de aquel o aquella que no teme a Dios para confiar en él en
el momento difícil , en el instante de peligro o al acercarse la muerte.
¿Cómo es posible que un cristiano recurra a la violencia del suicidio, el
arma de Lucifer, quitándose la vida? Pero Saúl y su escudero no fueron los
únicos suicidas en la Biblia, sino que tenemos más.
2. AHITOFEL – Este hombre llamado Ahitofel, cuyo nombre significa “Hermano
de la Locura”, fue un traidor. Este extraño personaje era amigo
íntimo
de
David y seguramente su mejor consejero, solamente Dios conocía su falso
corazón. Es obvio que David lo consideraba un gran consejero, basta leer lo
que dice la Escritura: “Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era
como si consultase la palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel,
tanto con David como con Absalón” (2 S. 16:23). Pero, ¿realmente era tan
malo este “Hermano de la Locura” llamado Ahitofel? No sé si recuerda que uno
de los episodios más horribles en la sublevación en contra de David fue la
actitud del orgulloso Absalón cuando violó públicamente, a la vista de todo
el pueblo, a las concubinas de su padre. ¿Y quién cree que le dio este
brillante consejo? “Entonces dijo Absalón a Ahitofel: Dad vuestro consejo
sobre lo que debemos hacer. Y Ahitofel dijo Absalón: Llégate a las
concubinas de tu padre, que él te dejó para guardar la casa; y todo el
pueblo de Israel oirá que te has hecho aborrecible a tu padre, y así se
fortalecerán las manos de todos los que están contigo. Entonces pusieron
para Absalón una tienda sobre el terrado, y se llegó Absalón a las
concubinas de su padre, ante los ojos de todo Israel” (2 S. 16:20-22).
Lo que hizo Ahitofel fue de tan mal gusto, tan bajo, tan inmoral, tan
asqueroso, tan pecaminoso, que es difícil pensar cómo un consejero como
Ahitofel, cuyos consejos eran tan respetados por David pudo haberlo dado.
Dios desde luego intervino y frustró los sabios consejos de este perverso,
quien a no dudar se cobijaba o amparaba bajo la sombra de las bendiciones de
David, a quien el Señor protegía. Obviamente a su lado, Ahitofel también
recibía protección divina. Pero es evidente que Ahitofel despreciaba esas
bendiciones, las tomaba como algo que merecía. Su vida, era una vida falsa.
Su lealtad, su piedad, fe, devoción y conducta intachable, todo era una
pantalla. Detrás de esa pantalla se escondía el verdadero Ahitofel, quien se
dejó ver apenas tuvo la oportunidad.
Lo que Ahitofel no había calculado era que sus consejos serían frustrados,
porque vino otro hombre de nombre Husai, a quien Absalón también le preguntó
porque quería estar seguro de que el consejo de Ahitofel era correcto.
“Entonces Husai dijo a Absalón: El consejo que ha dado esta vez Ahitofel no
es bueno. Y añadió Husai: Tú sabes que tu padre y los suyos son hombre
valientes, y que están con amargura de ánimo, como la osa en el campo cuando
le han quietado sus cachorros. Además, tu padre es hombre de guerra, y no
pasará la noche con el pueblo(...) Entonces Absalón y todos los de Israel
dijeron: El consejo de Husai arquita es mejor que el consejo de Ahitofel.
Porque Jehová había ordenado que el acertado consejo de Ahitofel se
frustrara, para que Jehová hiciese venir mal sobre Absalón(...) Pero
Ahitofel, viendo que no se había seguido su consejo, enalbardó su asno, y se
levantó y se fue a su casa a su ciudad; y después de poner su casa en orden,
se ahorcó, y así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre” (2 S.
17:7,8,14,23).
El cuadro muestra al desnudo la calidad de hombre que era Ahitofel, y
ciertamente es fácil comprender su fin. Pretender que este hombre, por haber
sido tan buen consejero de David, se fue al cielo al suicidarse, es
antibíblico y completamente fuera de la realidad. Pero, ¿por qué se suicidó
Ahitofel? Porque no se aceptó su consejo, porque descubrió lo que se le
venía encima, por su hipocresía y traición, porque siempre fue un falso,
porque su conciencia comenzó ha hacer su trabajo en él y descubrió el daño
que le había hecho a uno de los más grandes hombres de Dios – a David, y tal
vez porque ya no tenía otra alternativa, ni siquiera le habría ayudado el
arrepentimiento aunque lo hubiera procurado.
La Biblia nos dice que el hombre puede llegar a esta situación si desprecia
tan abiertamente y por tanto tiempo el amor de Dios. Ahitofel era, lo que
diríamos hoy, un falso cristiano, un falso intérprete de las Escrituras, un
siervo disfrazado del Señor. Otro caso paralelo lo tenemos en Esaú de quien
dice la Biblia: “No sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que
por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun
después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad
para el arrepentimiento, aunque lo procuró con lágrimas” (He. 12:16,17).
Nadie puede afirmar hoy, que Ahitofel se fue al cielo porque era un gran
consejero de David y sus consejos eran vistos casi como si se tratara de una
directa revelación divina. Cuando alguien vive un cristianismo falso, oculta
sus verdaderas convicciones y pretende ser hijo de Dios y hasta es
predicador y maestro, cuando alguien vive en inmoralidad, estafa a sus
clientes y dice ser cristiano, está asociado con algún tipo de brujería o
tal vez con una organización de tipo ocultista, aunque ese individuo en la
superficie parezca muy bueno, llegará el momento en que se tornará tan
desesperado, tan intranquilo, tan abandonado, frustrado y confundido, que
optará por el suicidio, ¡aunque sea miembro de la mejor iglesia cristiana!
Hoy en día los “consejeros” y a veces los “psicólogos” son tan autoritarios
como lo fuera el perverso Ahitofel, y no me extrañaría que estos expertos en
comportamiento humano, aconsejen aun a los cristianos a suicidarse, para
“acortar el camino a la presencia de Jesús”. Es muy fácil comprobar que los
candidatos para el suicidio no son candidatos para el cielo. No tenemos un
solo caso de un auténtico hijo de Dios que la Biblia nos diga que se fue al
cielo suicidándose. El suicidio es el camino al infierno, podemos estar
completamente seguros. Harían bien nuestros consejeros en presentarle a
Cristo como Salvador a todos aquellos que dicen tener obsesiones suicidas.
Decirle a un suicida potencial que con ello acelerará su encuentro con
Jesús, es lo mismo que decirle que en el infierno hay rincones para
encontrarse con Jesús.
3. ZIMRI – El tercer suicida que menciona la Biblia es Zimri, y el
diccionario bíblico, dice de este personaje: “Quinto rey de Israel, cerca
del año 876 AC... Zimri asesinó a su señor durante una borrachera en casa de
Arsá, su
mayordomo, en Tirsa; exterminó toda la casa de basa y se apoderó
del trono, pero no pudo sostenerse, pues, después de siete días de reinado,
fue reemplazado por Omri; entonces Zimri, encerrándose en el palacio real,
le prendió fuego estando él mismo dentro, y así murió”. Y dice la Biblia:
“Mas viendo Zimri tomada la ciudad, se metió en el palacio de la casa real,
y prendió fuego a la casa consigo; y así murió” (1 R. 16:18).
Pero, ¿por qué se suicidó Zimri? El versículo siguiente nos lo aclara: “Por
los pecados que había cometido, haciendo lo malo ante los ojos de Dios, y
andando en los caminos de Jeroboam, y en su pecado que cometió, haciendo
pecar a Israel” (1 R. 16:19).
Los pecados que usted y yo hemos cometido tienen solución, pero si
rechazamos esa única solución que Dios nos ofrece, Satanás muy pronto
ofrecerá la suya – el suicidio. Dios promete personarnos y restaurarnos,
pero Satanás trata de convencer a sus víctimas que para ellos es mucho mejor
la muerte que la vida. Por más que busque en la Biblia a un suicida aliado
de los hijos de Dios, no lo hallará. Todos cuantos se suicidaron entre lo
personajes bíblicos, conocieron a Dios, tuvieron la oportunidad de servirle,
arrepentirse y corregirse, pero no lo hicieron. Por el contrario, algunos
fueron criminales y mataron gente a sangre fría. Hay una gran diferencia
entre un pecador que tiene la oportunidad de reconciliarse con Dios, y un
pecador que cierra todas las puertas. La única que le queda ampliamente
abierta es la “garganta del diablo” que se llama suicidio.
Satanás convence a su víctima de que dejará de sufrir, o tal vez valiéndose
de algún consejero, le persuade de que irá al cielo, le da valor suficiente
para suicidarse, porque los valientes de Satanás a menudo remachan su valor
con el suicidio.
El suicidio es la manifestación más elocuente de la cobardía. Y la Biblia
habla así de los cobardes: “pero los cobardes e incrédulos, los abominables
y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los
mentirosos tendrán su parte en el lago de fuego y azufre, que es la muerte
segunda” (Ap. 21:8). Esta lista infernal está encabezada por los “cobardes”.
4. JUDAS ISCARIOTE – Vamos a citar dos pasajes bíblicos que detallan el
final de este individuo que también acabó su carrera suicidándose: “Entonces
Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió
arrepentido las treinta piezas de planta a los principales sacerdotes y a
los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos
dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de
plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó? (Mt. 27:3-5). “Éste, pues, con
el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se
reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18).
Judas conocía muy bien al Señor, tuvo todas las oportunidades para ser
salvo, pero de manera deliberada optó por la traición sin creer nunca que su
carrera terminaría en el suicidio y el infierno. Es necesario que recordemos
también que Judas asistió a la mejor escuela teológica del mundo. Jamás ha
habido un grupo de estudiantes tan afortunados como ese puñado de 12 hombres
que estudiaron a los pies del Señor Jesucristo. Judas se suicidó cuando
recapacitó y se dio cuenta de lo que le había hecho al Señor. Creo que si
Judas viviera hoy, mas de un psicólogo y consejero en alguna de nuestras
iglesias le animaría a que olvidara el pasado, a que saliera de esa
depresión, a que evitara esa recurrencia cíclica.
El cristiano y su cuerpo
Antes de optar por el suicidio, cada hombre y cada mujer deberían
detenerse por un momento y reconocer que el cuerpo que tiene no es de su
propiedad, sino que es sólo la habitación, el lugar en que viven. El
cristiano debe recordar siempre que su cuerpo es morada del Espíritu Santo.
Jesús habló de esto cuando dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y
yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir,
porque no lo ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con
vosotros, y estará en vosotros” (Jn. 14:15-17). Jesús le dijo esto a los
suyos, mucho antes que el cuerpo del redimido se convirtiera en morada del
Espíritu Santo. Todo cristiano debe reconocer la presencia tan sublime del
Espíritu Santo en su cuerpo.
Pero, ¿será posible que el Espíritu Santo que habita en el cuerpo del
cristiano no pueda evitar que éste lo destruya por medio del suicidio? A
este respecto dice la Biblia: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis
vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el
mundo” (1 Jn. 4:4). Ese “mayor... que está en vosotros”, que habita en
nuestro cuerpo, es simplemente el Espíritu Santo y él jamás permitirá que un
redimido termine su carrera suicidándose. El Espíritu Santo consuela,
fortalece, ilumina, acompaña, protege y nos ayuda en los momentos de
desesperación o carga. Creo que el pasaje más severo contra el suicidio, es
este de 1 Corintios 6:19,20: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no
sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a
Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
Este pasaje destaca dos cosas: (1) Que nuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo; (2) Que no nos pertenece porque fue comprado con el alto precio de la
sangre de Cristo. En el Nuevo Testamento no se habla de ningún templo que la
iglesia de entonces hubiera construido, excepto del templo en el cuerpo del
cristiano. No era tan importante que la iglesia contara con un templo, pero
era extremadamente importante que el Espíritu Santo tuviera su templo en el
cuerpo del cristiano. Si alguien se atreviera a quemar, a destruir o hacer
lo que fuera para acabar con un templo, lo llamaríamos sacrílego, porque
diríamos que ha tocado la propiedad de Dios. Sin embargo, el verdadero
templo del Señor, su verdadera propiedad, es nuestro cuerpo. De ahí que
quien se suicida es peor que un sacrílego, porque destruye la habitación
potencial del Espíritu Santo. Digo “potencial” porque estoy convencido que
el hombre o la mujer regenerados nunca llegan a ese extremo, simplemente
porque el Espíritu Santo que habita en ellos no se lo permite.
Pero si el asunto del suicidio es tan serio, ¿qué debemos hacer entonces
cuando se tiene esta inclinación? Es posible que Satanás tiente al hombre o
a la mujer salvos para que acaban con su vida, él siempre tienta a todos
valiéndose de todos los medios. Es completamente cierto también que Dios
jamás permitirá que una persona redimida se suicide. Quien está deprimido,
acongojado, preocupado o frustrado, aun siendo cristiano, debe conocer los
recursos que Dios tiene para tales casos. La oración es uno de ellos, es
necesario platicar con el Señor. La lectura de la Biblia, especialmente los
Salmos, proporcionan gran ayuda. Asimismo ayuda, el conversar con alguna
persona amiga de reconocido testimonio cristiano, sensible al dolor ajeno y
dispuesta a socorrer. (Y a los católicos les aconsejamos a que vayan
a confesarse y en la Santa Misa escuchen la Palabra de Dios y reciban la
Santa Comunión, el 'Pan de los Fuertes' nota del editor).
Si usted no es cristiano, su recurso es arrepentirse de sus pecados y
depositar su fe en Cristo Jesús. Mientras siga visitando a las hechiceras o
concurra a los círculos satanistas, sólo está acercándose cada vez más al
extremo de la soga que le llevará a la horca. Una cosa que debe recordar, es
que todo el mundo sufre de dolor, frustraciones o temor ocasional. De modo
que usted no es el único cristiano que lo padece. Así ha sido siempre, por
eso dice la Biblia: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para
que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre
él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque
vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a
quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos
padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas
el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo,
después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfecciones,
fortalezca y establezca” (1 P. 5:6-10).
Note bien que Pedro nos dice que debemos humillarnos delante de Dios. No
tenemos que elevar nuestra autoestima, sino humillarnos voluntariamente.
Debemos tener presente que Dios tiene cuidado de nosotros y que el diablo
anda como león hambriento buscando a los cristianos débiles para
destruirlos. También nos dice que en lugar de buscar consejeros, magos,
adivinos o a profesionales encargados de nuestra condición emocional, le
resistamos firmes en la fe, porque nadie jamás nos ayudará tanto en esta
lucha, como la fe depositada en nuestro Salvador. Nos dice que debemos
recordar siempre que nuestros hermanos también sufren padecimientos en todo
el mundo. Tal vez usted piense que es un mal cristiano y por eso sufre, pero
otros cristiano en el mundo también pasan por experiencias muy parecidas a
la suya. El apóstol también nos dice que sólo debemos acudir al “Dios de
toda gracia”, porque él tiene la virtud de perfeccionarnos, afirmarnos,
establecernos y fortalecernos.
Podemos muy bien decir con el Salmista: “Conoce el Señor los días de
los perfectos, y la heredad de ellos será para siempre. No serán
avergonzados en el mal tiempo, y en los días de hambre serán saciados(...)
Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino.
Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque el Señor sostiene su
mano” (Sal. 37:18,19,23,24).
El cristiano camina seguro tomado de la mano de Dios, no tomado de una
pistola, de un veneno, una soga o arrojándose desde un décimo piso. “Dios es
nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por
tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los
montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen
los montes a causa de su braveza” (Sal. 46:1-3).