Presentación del Rito del Exorcismo del Ritual Romano
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"Para entender qué es el exorcismo
se debe partir de Jesucristo
y de su propia praxis."
Cardenal Jorge Arturo Medina Estévez
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
Jesucristo vino para anunciar e inaugurar el Reino de Dios en el mundo y en
los hombres. Los hombres tienen una capacidad de acoger a Dios en sus
corazones (Rom 5,5). Esta capacidad de acoger a Dios está, sin embargo,
ofuscada por el pecado; y a veces en el hombre el mal ocupa el lugar donde
Dios quiere vivir. Por esto Jesucristo vino a liberar al ser humano del
dominio del mal y del pecado, y así también de todas las formas de dominio
del maligno, esto es, del diablo y de sus espíritus malignos llamados
demonios, que quieren desviar el sentido de la vida del hombre. Por esta
razón Jesucristo expulsaba a los demonios y liberaba a los hombres de la
posesión de los espíritus malignos, para hacerse espacio en el hombre, de
manera que, este último, tenga la libertad hacia Dios. Él quiere dar su
Espíritu Santo al hombre que es llamado a convertirse en templo suyo (cf.
1Cor 6,19; 1Pe 2,5) para dirigir sus pasos (cf. Rom 8,1-17; 1Cor 12,1-11;
Gál 5,16-26) hacia la paz y la salvación.
El ministerio de la Iglesia
La Iglesia está llamada a seguir a Jesucristo y ha recibido el poder, de
parte de Cristo, de continuar su misión en su nombre. Así la acción de
Cristo para liberar al hombre del mal se ejercitará a través del servicio de
la Iglesia y de sus ministros ordenados, delegados del Obispo para cumplir
los sagrados ritos dirigidos a liberar a los hombres de la posesión del
maligno.
El exorcismo es, pues, una antigua y particular forma de oración que la
Iglesia utiliza contra el poder del diablo. He aquí cómo en el Catecismo de
la Iglesia Católica se explica qué es el exorcismo y cómo se ejerce:
"Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de
Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas
del maligno y substraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo
practicó (Mc 1,25s), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de
exorcizar (cf. Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene
lugar en la celebración del Bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser
practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos casos es
preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas
establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o
liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha
confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre
todo psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es
importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de
una presencia del Maligno y no de una enfermedad (cf. Código de Derecho
Canónico, can. 1172)". (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1673).
La obsesión y sus características
La Sagrada Escritura nos enseña que los espíritus malignos, enemigos de Dios
y del hombre, desarrollan su acción de diversas maneras; entre ellas se
señala la obsesión diabólica llamada también posesión diabólica. Sin
embargo, la obsesión diabólica no es el modo más frecuente como el espíritu
de las tinieblas ejerce su influjo. La obsesión tiene características de
espectacularidad y en ella el demonio se apodera en un cierto modo de las
fuerzas y de las actividades físicas de la persona que padece la posesión.
No puede, sin embargo, apoderarse de la libre voluntad del sujeto, y por
esto el demonio no puede comprometer la voluntad libre de la persona poseída
hasta el punto de hacerla pecar. Esto a pesar que la violencia física que el
diablo ejerce en el obseso es una incitación al pecado, que es lo que el
diablo busca lograr. El ritual del exorcismo señala diversos criterios e
indicios que permiten llegar, con prudente certeza, a la convicción de
cuándo es que se tiene delante una posesión diabólica. Entonces el exorcista
autorizado podrá realizar el solemne rito del exorcismo. Entre estos
criterios se encuentran: el hablar o entender muchas palabras en lenguas
desconocidas; evidenciar cosas distantes o inclusive escondidas, demostrar
fuerzas más allá de la propia condición, y esto junto con la aversión
vehemente hacia Dios, la Virgen, los Santos, la Cruz y las Imágenes santas.
Se debe subrayar que para poder realizar el exorcismo es necesaria la
autorización del Obispo diocesano, autorización que puede ser concedida para
un caso específico o también en modo general y permanente al Sacerdote que
ejercita en la diócesis el ministerio de exorcista.
El Ritual del Exorcismo
El Ritual Romano contenía, en un capítulo específico, las indicaciones y el
texto litúrgico de los exorcismos. Este capitulo era el último y quedó sin
ser revisado después del Concilio Vaticano II. La redacción final de este
Rito de los Exorcismos ha demandado muchos estudios, revisiones,
actualizaciones y modificaciones con varias consultas de las Conferencias
Episcopales, después de un análisis de parte de una Asamblea Ordinaria de la
Congregación para el Culto Divino. El trabajo ha demandado 10 años y ha dado
como resultado el texto actual, aprobado por el Sumo Pontífice, que es hecho
hoy público y puesto a disposición de los Pastores y de los fieles de la
Iglesia. Quedará pendiente todavía un trabajo que compete a las respectivas
Conferencias Episcopales: y es el de la traducción de este Ritual a las
lenguas habladas en los respectivos territorios; estas traducciones deberán
ser exactas y fieles al original en latín y deberán ser puestas, según la
norma canónica, a la "recognitio" (al reconocimiento) de la Congregación
para el Culto Divino.
El exorcismo
En el ritual que hoy presentamos se encuentra, ante todo, el rito del
exorcismo propiamente dicho, de ejercitarse sobre una persona posesa. Siguen
las oraciones a recitarse públicamente por un sacerdote, con el permiso del
Obispo, cuando se juzga prudentemente que existe un influjo de Satanás sobre
lugares, objetos o personas, sin llegar al estado de una posesión propia y
verdadera. Hay, además, una colección de oraciones para recitar privadamente
por parte de los fieles, cuando estos sospechan con fundamento de estar
sujetos a influjos diabólicos.
El exorcismo tiene como punto de partida la fe de la Iglesia, según la cual
existen Satanás y los otros espíritus malignos, y que su actividad consiste
en alejar a los hombres del camino de la salvación. La doctrina católica nos
enseña que los demonios son ángeles caídos a causa de su pecado, que son
seres espirituales de gran inteligencia y poder: "Sin embargo, el poder de
Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de
ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación
del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su
Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza
espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y
en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con
fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios
permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos
que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rom 8,
28)" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 395).
Influjo a través de la mentira
Quisiera subrayar que el influjo nefasto del demonio y de sus secuaces es
habitualmente ejercitado a través del engaño, el embuste, la mentira y la
confusión. Como Jesús es la Verdad (cf. Jn. 8,44), así el diablo es el
mentiroso por excelencia. Desde siempre, desde el principio, el engaño ha
sido su estrategia preferida. No hay duda que de el diablo logre enredar a
tantas personas en las redes de sus mentiras, pequeñas o clamorosas. Engaña
a los hombres haciéndoles creer que la felicidad se encuentra en el dinero,
el poder, y en la concupiscencia carnal. Engaña a los hombres
persuadiéndolos de que no tienen necesidad de Dios y que son
autosuficientes, sin necesidad de la gracia y de la salvación. Incluso
engaña a los hombres disminuyendo, es más haciendo desaparecer el sentido
del pecado, sustituyendo a la ley de Dios como criterio de moralidad, por
las costumbres o las convenciones de la mayoría. Persuade a los niños de que
la mentira es un modo apropiado para resolver diversos problemas, y así,
poco a poco se crea entre los hombres una atmósfera de desconfianza y de
sospecha. Detrás de las mentiras y los engaños, que llevan en sí la imagen
del Gran Mentiroso, se desarrollan las incertidumbres, las dudas, un mundo
donde no hay más seguridad ni Verdad y donde, en cambio, reina el
relativismo y la convicción que la libertad consiste en el hacer lo que se
quiere: así no se entiende más que la verdadera libertad es la
identificación con la voluntad de Dios, fuente del bien y de la única
felicidad posible.
Lucha, gracia y victoria
La presencia del diablo y de su acción, explica la advertencia del Catecismo
de la Iglesia Católica : "Esta situación dramática del mundo que "todo
entero yace en poder del maligno" (1 Jn 5, 19), hace de la vida del hombre
un combate: "A través de toda la historia del hombre se extiende una dura
batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen
del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta
lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no
sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr
la unidad en sí mismo" (Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución
Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual, Gaudium et spes, n. 37,2)"
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 409).
La Iglesia está segura de la victoria final de Cristo y por lo tanto no se
deja arrastrar por el miedo o el pesimismo, pero al mismo tiempo es
consciente de la acción del maligno que busca desanimarnos y sembrar la
confusión. "Tengan fe -dice el Señor- Yo he vencido al mundo!" (Jn. 16,33).
En este marco encuentran su lugar los exorcismos, expresión importante,
aunque no la única, de la lucha contra el maligno.