EXORCISMO Informe (I): LIBERADOS POR EL PODER DE DIOS - EScrito De Autores varios
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Los demonios tienen poder
- ¿Qué
origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de los hombres?
- El poder del demonio
es nada frente a Dios
- María, la
gran exorcista
- Algunas
aclaraciones prácticas
- ¿Exorcismo mayor? ¿Exorcismo
menor?
- ¿Por qué le temes
a Juan Pablo II?
-
Bastarían los medios comunes de la gracia
Los demonios tienen poder
No pudiendo matarnos, tratan de hacernos sus secuaces. Su acción ordinaria
es la tentación; la extraordinaria sólo ocurre en determinados casos, aunque
va en notable aumento.
Dice el Apóstol san Juan que «el mundo entero yace bajo el poder del
Maligno» (I Jn 5, 19). Luego entonces, el demonio es poderoso. Pero, ¿qué
tanto?
El padre Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma, explica: «Dios
jamás reniega de sus criaturas. Por ello también Satanás y los ángeles
rebeldes, aun cuando apartados de Dios, continúan conservando su poder, su
rango (Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades...), aunque es para el
mal». No es que el Señor quiera que usen su poder para el mal, sino que
ellos, porque libremente lo decidieron así, lo emplean de esa manera y de
ninguna otra.
¿CONTRA QUIÉN?
El pleito de Satanás y demás ángeles rebeldes es con Dios; es a Él a quien
rechazaron, a quien le dieron como respuesta un «no» absoluto e
irreversible. Pero como contra Él nada pueden, al ser expulsados del Cielo
(cfr. Ap 12, 7-9) se han dedicado a hacer la guerra contra «sus hijos, los
que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap
12, 17).
Dice el padre Amorth que «no exagera san Agustín cuando afirma que si
Satanás tuviese de Dios mano libre ‘ninguno de nosotros quedaría con vida’.
No pudiendo matarnos, trata de hacernos sus secuaces».
ACCIÓN ORDINARIA
El modo ordinario de intervención demoniaca en la vida de los hombres es por
medio de la tentación. Tan es así que en el Nuevo Testamento se le llama «el
Tentador», como nombre propio (cfr. Mt 4, 3; I Tes 3, 5).
Esta acción va dirigida a toda persona humana a fin de hacerla pecar y
alcanzar la condenación eterna.
Ha precisado el padre Hugo Valdemar, vocero de la arquidiócesis de México,
que «los diputados y gobernantes se han vuelto un instrumento del Maligno al
aprobar leyes que generan el desorden moral y lesionan a la sociedad (…) La
denigración de la dignidad humana es manifestación de la presencia del
Maligno, que se ve reflejado en leyes como el aborto y las uniones entre
personas del mismo sexo».
ACCIÓN EXTRAORDINARIA
La acción extraordinaria del demonio, enseña el padre Amorth, Dios se la
consiente «sólo en determinados casos». El presbítero italiano la clasifica
en cinco modalidades:
1) SUFRIMIENTOS FÍSICOS:
Aquí se incluyen las experiencias desagradables que padecieron tantos
santos, tales como ser literalmente flagelados, empujados o golpeados por
demonios. «En estos casos nunca ha existido la influencia interna del
demonio en las personas golpeadas y nunca ha habido necesidad de
exorcismos».
2) POSESIÓN DIABÓLICA:
Es cuando uno o varios demonios toman el control del cuerpo (no del alma) de
una persona haciéndola comportarse o hablar como él o ellos quieren, sin que
la víctima se pueda resistir y, por tanto, sin tener responsabilidad moral.
Es aquí donde se pueden advertir fenómenos espectaculares que ponen en
evidencia el poder de los ángeles caídos: fuerza excepcional, hablar idiomas
que el poseso nunca aprendió, revelar cosas ocultas, levitar, materializar
objetos que «salen» de la boca de la víctima (clavos, alambres), etc.
3) VEJACIÓN DIABÓLICA:
Se trata de disturbios, enfermedades y otros males físicos de origen
demoniaco. El Evangelio narra cómo Jesús sanó a un mudo (Lc 11, 14) y a una
mujer encorvada (Lc 13, 10-16), ambos enfermos no por causas naturales sino
por una clara vejación de origen demoniaco. Todas las desgracias de Job
tuvieron igualmente este origen.
El padre Gabriele Nanni, de la diócesis de Roma, cuenta: «Recuerdo el caso
de una joven... que tenía sufrimientos tan dolorosos en el intestino que era
como si tuviera adentro trozos de vidrio que la cortaban. El demonio le
impedía comer, ella deseaba ingerir alimentos pero inmediatamente devolvía
todo; llegó un momento en que sólo lograba comer pan y beber agua, y al
final ni siquiera eso».
4) OBSESIÓN DIABÓLICA:
«Son repentinos asaltos, tal vez continuos, de pensamientos obsesivos, y
probablemente también racionalmente absurdos, pero a tal grado que la
víctima no logra liberarse de ellos», define el padre Amorth.
5) INFESTACIÓN DIABÓLICA:
En ese caso la acción o presencia demoniaca se manifiesta en lugares (casas,
oficinas, tiendas), objetos (autos, almohadas, muñecas) y animales.
¿MUCHOS O POCOS CASOS?
Cuando el padre Amorth habla de que «sólo en determinados casos» Dios
permite que Satanás y sus demonios actúen de forma extraordinaria, no
significa sin embargo que sea algo rarísimo; lo que sí afirma él y todos los
exorcistas del mundo es que las verdaderas posesiones sí son escasas. En
cambio, el padre Gabriel está de acuerdo con el exorcista francés Tonquédec,
que afirmaba: «Hay un gran número de infelices que, aun cuando no presentan
signos de posesión diabólica, recurren al ministerio del exorcista para que
los libere de sus padecimientos: enfermedades crónicas, adversidades,
desgracias de toda especie. Los endemoniados son muy raros, pero de estos
infelices hay legiones».
Así llega
¿Qué origina la influencia demoniaca extraordinaria en la vida de
los hombres?
Dice el presbítero Pedro Pantoja, exorcista de la arquidiócesis de México,
que la mayoría de las víctimas fueron presa del demonio «por andar
incursionando en lo que está de moda: esto de la new age, todo lo que es
adivinación, astrología, espiritismo y todas las prácticas que se derivan de
ahí. Es una manera de abrir las puertas al diablo, que siendo un pobre
diablo se siente con poder al ver que hay personas que incursionan en sus
terrenos».
Pero si de verdadera posesión se trata, explica el padre Amorth, «la mayor
parte de la gente queda poseída después de haber participado en misas negras
o ritos satánicos».
Ésta es la advertencia de otro exorcista, el sacerdote José Antonio Fortea,
de la arquidiócesis de Madrid: «La ouija es una puerta abierta por la que el
mundo demoníaco puede pegarse a nosotros, sin necesidad de llegar a poseer.
Muchos saben que se sienten presencias en la habitación, aunque sea otro
lugar donde se hizo espiritismo. Pero lo peor de todo, lo verdaderamente
demoníaco es la santería afrocubana. Nunca, jamás, vaya nadie a un santero.
La magia blanca, los conjuros, los hechizos también abren puertas para que
el que los hace quede poseído».
Sin embargo, dice el padre Gabriel Amorth que en la causa más frecuente de
los diversos trastornos de origen satánico «la víctima es inocente de culpa
alguna», ya que la mayoría de los casos tuvieron su origen en un maleficio,
usualmente bajo un hechizo. En tal caso el pecado es de quien lo hizo y de
quien lo ordenó hacer.
Es un sinsentido que alguien que dice que cree en Cristo realice prácticas
mágicas, adivinatorias o satánicas; pero, según reporta el padre Francisco
López Sedano, M.Sp.S., coordinador emérito de los exorcistas de la
arquidiócesis de México, en el país el 80% de los que se dicen cristianos
—ya sean católicos o protestantes— practican o hacen que les practiquen
limpias, lectura de cartas o de la mano, consulta de los horóscopos y otros
modos de adivinación, uso de amuletos y talismanes (como cadenas de ajos en
los negocios, o ropa interior roja y borregos detrás de la puerta en año
nuevo, etc.), e infinidad de supersticiones.
«El Señor Jesús lo destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8)
EL PODER DEL
DEMONIO ES NADA FRENTE A DIOS
Por Diana R. García B.
Por mucho que el poder de Satanás nos apantalle, es nada frente al poder
absoluto de Dios. Las Sagradas Escrituras anuncian que «el Señor Jesús lo
destruirá con el aliento de su boca» (II Tes 2, 8), es decir, sin la menor
fatiga divina, sin el más pequeño esfuerzo; tan sutilmente como con una
tranquila espiración.
¿TEMOR AL DIABLO?
Quien vive en amistad con Dios, es decir, en estado de gracia, no tiene por
qué temer a los ángeles caídos; por el contrario, son éstos los que han de
temer a los amigos de Dios.
A santa Teresa de Ávila alguna vez la asaltaban y asustaban los demonios;
pero cuando comprendió lo que significaba ser hija del Altísimo, las cosas
cambiaron. Escribe la santa:
«Si este Señor [Jesucristo] es tan potente, como sé y veo; si los demonios
no son sino sus esclavos, como la fe no me permite dudar, ¿qué mal me pueden
hacer si yo soy la sierva de este Rey y Señor? Más aún, por qué no sentirme
tan fuerte que puedo afrontar al Infierno entero? Tomaba en mano una cruz y
me parecía que Dios me infundía valor. En breve espacio de tiempo me sentí
tan transformada que no hubiera tenido temor de descender, luchar con todos
y gritarles: ‘Vengan, vengan ahora, que siendo yo la sierva del Señor,
quiero ver qué pueden hacerme’.
«Y parece que de verdad me temían porque permanecí tranquila. A partir de
entonces aquellas angustias no me atormentaron más, ni tuve miedo a los
demonios, y tan es así que cuando se me aparecían no sólo no tenía miedo,
sino que me parece que ellos lo tenían de mí».
BATALLA CONSTANTE
Sin embargo los demonios, aunque parcialmente derrotados, continuaron
tratando de «trabajar» contra santa Teresa, del mismo modo que siempre están
y estarán tratando de «trabajar» contra toda persona humana, pues, como
advierte san Pablo, «nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre,
sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo
de tinieblas, contra los espíritus del mal» (Ef 6, 12).
Contra Dios no tienen nada que hacer, pero contra nosotros sí. Si frente al
Señor son nada, frente a nosotros sus poderes son ciertamente superiores, y
nuestras propias fuerzas y armas, inútiles. De ahí la urgente recomendación:
«Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias
del demonio» (Ef 6, 11). Pues sólo con los medios que Dios ha dado a su
Iglesia se «podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno» (Ef 6,
16).
La vida de la gracia es y será siempre la mejor cura y prevención contra los
poderes del infierno, se trate de la simple tentación o de algo peor. Quien
ora diariamente, frecuenta los sacramentos y los sacramentales, y confía
plenamente en la Misericordia del Señor, está bajo su protección y no tiene
nada que temer: Dios jamás abandona a un hijo fiel.
«El demonio es un ser poco temible.... Si ahora mismo se me apareciera aquí,
o en la soledad de mi habitación, Satán, el más poderoso de los demonios, yo
sólo tendría que decir ‘Jesús’ lleno de fe; el demonio no puede resistir esa
palabra. Mucha gente me ha dicho después de salir de una sesión de exorcismo
que al principio tenía mucho miedo; pero después que se ve que el demonio
está ahí retorciéndose y aullando, y que es él el que está siendo torturado
por las oraciones, se pasa el miedo y uno se dice: ‘¿Éste es el demonio? Es
verdad: es bien poca cosa’. Así que yo a todos les animaría a no tener
ningún miedo».
P. José Antonio Fortea
«La centralidad de Cristo nos dice que sólo en su Nombre podemos ser
salvados. Y sólo en su Nombre podemos vencer y librarnos del enemigo de la
salvación: Satanás.
A la conclusión de los exorcismos, cuando se trata de casos muy serios, los
de la posesión diabólica total, suelo recitar el himno cristológico de la
Carta a los Filipenses (2, 6-11). Cuando llego a las palabras ‘para que al
Nombre de Jesús toda rodilla se doble en los Cielos, en la Tierra y en los
abismos’, me arrodillo yo, se arrodillan los presentes y, siempre, el
poseído también se ve obligado a arrodillarse. Es un momento impresionante y
sugestivo».
P. Gabriel Amorth
María, la gran exorcista
En una ocasión la escritora conversa María Vallejo-Nágera entrevistó al
presbítero Gabriel Amorth para un programa de televisión en España. Las
revelaciones en cuanto a la Virgen María son maravillosas y sorprendentes:
«— Otra cosa incomprensible es cómo puede comulgar un poseído y que no se dé
su liberación, siendo como es la Sagrada Forma, el Cuerpo vivo de Cristo.
¿Acaso no nos ha dicho la Iglesia que el demonio huye de Cristo como de la
peste?
«—Es cierto. No se aleja el demonio cuando la persona comulga. Se queda ahí
quieto, aunque supongo que tremendamente incómodo. A veces, durante un
exorcismo, coloco sobre la cabeza del poseído una Forma consagrada y
pregunto: ‘¿Sabes lo que tienes ahí?’. Y contesta: ‘Sí, está Él’, y ni se
inmuta. Sin embargo, he descubierto algo curiosísimo: el demonio se
descontrola en rabia desesperada cuando coloco algo que refleja la presencia
de la Virgen, como un escapulario, o si rezo oraciones de la Virgen. ¡A
María le tiene un odio impresionante! Entonces sí se revuelve, no lo puede
soportar. ¡Huye como de la peste!
«— ¿Y eso por qué?
«—Porque se siente profundamente humillado. El saberse obligado a hincar la
rodilla ante una mujer, la Madre de Cristo... ¡Ah! No puede con eso. Las
oraciones a la Virgen durante un exorcismo son extraordinariamente poderosas
a mi favor... También ocurre con las reliquias que han pertenecido a algunos
santos. Yo suelo utilizarlas con mucha frecuencia, porque no las puede
soportar. Suele salir despavorido por la misma razón: la humillación de la
obediencia a la que le obliga Nuestro Señor, que le induce a doblegarse ante
un ser humano, no ante un ángel o ante Dios mismo: ante un ser humano que ha
sido santo».
Por su parte, el presbítero Gabriel Nanni, de visita en la nación mexicana
durante un encuentro internacional de exorcistas, ha dicho que «México tiene
una generala, una capitana que les protege». Mencionó que le ha tocado
presenciar casos en los que la Virgen de Guadalupe aparece e intercede; por
ejemplo, el de una joven poseída a causa de un rito de santería: «Invoqué a
la Virgen con el ‘Dios te salve’, y ocurrió algo diferente de otros
exorcismos. Ella, la Virgen de Guadalupe, se puso como intercesora, como
exorcista, y liberó a esa persona del demonio que llevaba dentro. Todos los
presentes sentimos la lucha que ahí se estaba librando». Pero «no importa
cuán fuerte sea la fuerza del mal, la Virgen de Guadalupe tiene un poder
mucho más grande».
¿Exorcismo mayor?
¿Exorcismo menor?
¿Cómo saber si hay algo maligno?
Suelen confundirse los desórdenes psiquiátricos y las influencias
demoniacas. Sólo cuando hay manifestaciones preternaturales se puede estar
bien seguro del origen maligno, como cuando el padre Fortea le preguntó a la
madre de una posesa: «¿Por qué cuando su hija comenzó con su problema no la
llevó al psiquiatra?». Ella contestó: «Porque yo estaba un día rezando el
Rosario, mi hija entró en trance y de pronto un pesado sillón comenzó a
elevarse en el aire». En los casos confusos hay que intensificar las
prácticas cristianas; si hay mejora, el problema pudo ser de origen maligno;
si no, es mental.
ALGUNAS ACLARACIONES
PRÁCTICAS
La palabra exorcismo viene del latín exorcísmus, que a su vez se deriva del
griego exorkismòs, muy ligado al termino exorkízein, que significa «evitar»,
«hacer salir de».
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Cuando la Iglesia pide
públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un
objeto sea protegido contra las asechanzas del Maligno y sustraída a su
dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (cfr. Mc 1,25 ss), de Él
tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar» (n. 1673).
Para fines prácticos, se habla de «exorcismo mayor» cuando cumple la
definición dada por el Catecismo. Debe ser realizado por los obispos, puesto
que son los legítimos sucesores de los Apóstoles, y es a ellos a quienes
Cristo dio el poder y la obligación de expulsar demonios. Si por alguna
razón estuvieran realmente impedidos de hacerlo, tienen la obligación de
delegar esta función a por lo menos un presbítero por diócesis.
El «exorcismo mayor» se hace mediante el uso del Ritual Romano —el del año
1614 o el de 1998, según lo decida el exorcista—, y requiere, si es que no
lo realiza el obispo, su permiso expreso caso por caso.
En cambio, el «exorcismo menor» tiene lugar cuando el rito para expulsar al
demonio se da a través de la oración privada, y en este sentido todo
presbítero y también todo diácono, en cuanto que participan del sacerdocio
ministerial de Cristo, pueden realizarlo. Aquí es posible emplear tanto
oraciones deprecativas (súplicas a Dios para que libere a la víctima) o
imperativas (órdenes al espíritu maligno para que se vaya), las cuales
pueden ser espontáneas o escritas.
Hay una tercera modalidad de oración contra los espíritus malignos, la
«oración de liberación». Este tipo de plegarias las puede realizar cualquier
bautizado en virtud de que su eficacia radica en el sacerdocio común que
recibió a través del Bautismo. Las oraciones son más bien de súplica a Dios
para ser liberado uno mismo u otra persona de las influencias del Maligno.
Pueden ser espontáneas y acompañarse con alabanzas al Señor y oración en
lenguas, o también realizarse mediante oraciones escritas. El exorcista
español José Antonio Fortea recomienda a cualquier persona que esté
sufriendo en su cuerpo o su mente una influencia del demonio que va más allá
de lo natural, decir cada día y varias veces esta oración:
«Señor, Dios todopoderoso, misericordioso y omnipotente, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, expulsa de mí toda influencia de los espíritus malignos.
«Padre, en el nombre de Cristo te pido que rompas toda cadena que los
demonios tengan sobre mí. Derrama sobre mí la preciosísima sangre de tu
Hijo. Que su sangre inmaculada y redentora quebrante toda atadura sobre mi
cuerpo y mi mente.
«Todo esto te lo pido por intercesión de la Santísima Virgen María.
«San Miguel arcángel, intercede, ven en mi ayuda.
«En el nombre de Jesús ordeno a todo demonio que pueda tener alguna
influencia sobre mí, que salga para siempre.
«Por su flagelación, por su corona de espinas, por su cruz, por su sangre,
por su resurrección, ordeno a todo espíritu maligno que salga.
«Por el Dios verdadero, por el Dios santo, por el Dios que todo lo puede, te
ordeno, demonio inmundo, que salgas en el nombre de Jesús, mi Salvador y
Señor».
¿Por qué le temes a Juan
Pablo II?
El padre Gabriel Amorth ha señalado que el ahora beato Juan Pablo II se ha
convertido, en los últimos años, en un poderoso intercesor en la lucha
contra el demonio.
Durante los exorcismos, contó el sacerdote, «le he preguntado al demonio más
de una vez: “¿Por qué te da tanto miedo Juan Pablo II?”. Y he tenido dos
respuestas distintas, ambas interesantes. La primera: “Porque desarmó mis
planes”. Y creo que con eso se refiere a la caída del comunismo. La otra
respuesta que el demonio me dio fue: “Porque arrebató a muchos jóvenes de
mis manos”. Hay muchos jóvenes que, gracias a Juan Pablo II, se
convirtieron».
Fuente: ACI
Bastarían los
medios comunes de la gracia
Si bien la razón de la designación de los exorcistas en las diócesis es la
de que realicen los llamados exorcismos mayores, los cuales sólo se
autorizan en casos comprobados de posesión, éstos son muy raros; pero, al
mismo tiempo, resulta que los sacerdotes exorcistas están sobrecargados de
trabajo.
El padre Gabriel Amorth, el exorcista más famoso del mundo, ha realizado más
de 75 mil «intervenciones» en su ministerio de liberación —él las llama
hermosamente «bendiciones», y en realidad eso son—, pero calcula que cuando
mucho un 10% correspondieron a casos de verdadera posesión.
Entonces, ¿por qué están tan ocupados? Responde: «Los exorcistas nos
ocupamos de todos los casos en los que se reconoce influencia maléfica»; es
decir, también ayudan a la gente en casos de vejaciones, opresiones y
obsesiones diabólicas. Y como son, por desgracia, fenómenos en exponencial
aumento, ellos tienen trabajo excesivo.
Sin embargo, como revela el propio presbítero italiano, para los casos en
que no hay posesión «deberían bastar los medios comunes de la gracia:
oración, sacramentos, limosna, el perdón de las ofensas, el recurso
constante al Señor, a la Virgen, a los santos y a los ángeles». Por eso es
aconsejable que los fieles, a la primera sospecha de que algo «extraño»
sucede, se acerque con mucha mayor frecuencia y fervor a toda la gama de
dones que Cristo ha entregado a su Iglesia. Las influencias demoniacas
realmente pueden ser combatidas por estos sencillos medios, y en el caso de
que todo fuera una «falsa alarma», de cualquier forma estos mismos medios
son un verdadero blindaje contra posibles ataques del Enemigo.
El exorcismo mismo es un sacramental, pero muchos otros sacramentales tienen
ya de por sí un gran poder sobre Satanás. «Muchas veces he podido constatar
—cuenta el padre Gabriel— la eficacia de las medallas que la gente se pone
con fe». Igualmente dice: «Quiero agregar la importancia protectora de las
imágenes sagradas: en la puerta de una casa, en las recámaras, el comedor o
en el lugar más usual donde se reúne la familia». También «podría tocarse
con la mano la potencia del Rosario».
El exorcista revela que algunos demonios no soportan el agua bendita; otros,
el incienso bendito; unos más, el canto gregoriano y la música sacra tocada
con órgano. También es notable que se incomodan si se les sopla.
D.R.G.B.