CRUZ SOPORTADA O CRUZ ABRAZADA
"Porque, como les decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los
ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo. (Flp 3,18)
No. El sufrimiento no madura.
Quiero decir, que el sufrimiento no madura por sí solo, no obra
automáticamente.
El hombre, en el sufrimiento, no es un objeto sometido a la acción
benéfica aunque sea dolorosa de la cruz. También en el sufrimiento el
hombre es sujeto que actúa, no simplemente un objeto que padece.
Por eso el sufrimiento madura únicamente a quienes lo aceptan, a quienes
desean madurar. Los que colaboran con su acción. Los que participan con
lucidez, inteligencia y corazón. En una palabra: el sufrimiento madura
exclusivamente a aquellos que cooperan, o sea, que actúan con ‚l, en
perfecta, aunque lacerante armonía.
No basta decir que una persona ha madurado, ha conseguido ciertas metas,
ha obtenido determinados resultados en la vida porque "palpó" el
sufrimiento.
Es necesario, m s bien, precisar: ha llegado a ser lo que es, porque ha
sabido sufrir de una determinada manera. Que en última instancia es la
manera del amor.
No basta haber conocido el dolor. Hay que ver qu‚ cara hemos puesto al
dolor. Cómo hemos soportado aquella experiencia decisiva.
Durante estos años he podido acercame a miles de personas en los hospitales.
También a muchísimas religiosas.
Ante el lecho de muchos me han dado ganas de ponerme de rodillas, como
ante un altar.
En otras habitaciones, sin embargo, tenía la impresión de encontrarme
ante un monumento. Un monumento de exigencias, de pretensiones, de
lamentos, de quejas, de impaciencias. Criaturas descontentadizas,
insatisfechas de todo y de todos. Ni una palabra de gratitud por lo que
recibían. Sólo oía letanías interminables de lamentos por deficiencias
verdaderas o presuntas, por faltas reales o exageradas.
Hay quien acepta el sufrimiento y lo vive intensamente en una dimensión
de interioridad.
Otros, por el contrario. Se ponen el sufrimiento como una flor en el ojal
para sentirse privilegiados, dignos de compasión y para tener "derecho" a
todas las atenciones.
Hay quien lleva la cruz, decididamente incómoda, sobre la espalda sin tantas
historias, y, sobre todo, sin hablar demasiado de ella.
Y hay quien "hace teatro" con la cruz. Necesita quintales de algodón para
proteger y mitigar los golpes (y entonces son los otros los que tienen que
proporcionarle el algodón los que realmente llevan la cruz).
Hay quien sufre con el corazón.
Hay quien sufre con la boca. Estos últimos, sin duda, sufren más. Pero no
maduran.
También aquí la línea divisoria pasa a través de la persona. Por eso repito
que el sufrimiento no madura a la persona por un procedimiento automático.
Algunos, por la cruz, "crecen". Otros, desgraciadamente, disminuyen. Y el
sufrimiento, en su caso, evidencia todavía m s la crudeza de su loco egoísmo
y su infantilismo "acaparador".
En el primer caso se acepta y se ofrece el dolor. Se convierte en
holocausto, en sacrificio. En acto de amor.
En el segundo, por el contrario. Se sufre y se empalma con las propias
tendencias egoístas. Y así se convierte en mutilación, tormento para sí y
para los demás.
En el primer caso el dolor hace de locomotora, empuja a la persona hacia la
anchura, hacia el aire libre, la estimula a crecer en el amor.
En el segundo, la persona se repliega tristemente sobre sí misma.
¿Cómo es tu cruz? ¿Es una cruz soportada o abrazada?
También el sufrimiento, como el amor, implica la capacidad de salir fuera
de sí mismo. Por otra parte, el sufrimiento se coloca en una lógica de
amor.
Y un amor cerrado en sí mismo es lo contrario del amor.
"Aun en los momentos en que sufro más, sufro con una pequeña, pequeñísima
sonrisa interior"
(A. Strindberg).
Aquella pequeña, pequeñísima sonrisa interior es sin duda la señal del
crecimiento.
La prueba de madurez.
(Pronzato)