San Bernardo de Claraval te aconseja: ¡Oh alma santa!, permanece solitaria y resérvate exclusivamente para el Señor
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San Bernardo
Cant, Serm. 40
¡Qué bellas son tus mejillas, parecidas a las de una tórtola!
III. 4. ¿Por qué a las de una tórtola? La tórtola es una avecilla recatada
que no convive con varios, sino que vive feliz sólo con su pareja. Y cuando
la pierde, en adelante se queda solitaria. Por tanto, tú que escuchas esto,
no oigas en vano lo que se escribió para ti y ahora se trata y expone para
ti. Si te sientes movido por estos impulsos del Espíritu Santo y te apasiona
convertir tu alma en esposa de Dios, esfuérzate por embellecer las dos
mejillas de tu intención. Imita a esta castísima avecilla, y quédate solo en
tu soledad, como el Profeta, porque te has elevado sobre ti mismo.
En efecto, desposarte con el Señor de los ángeles es superior a ti mismo. ¿O
no está por encima de ti estar unido al Señor y ser un espíritu con él?
Siéntate, pues, solitario como la tórtola. Que nada te turbe entre la
muchedumbre de los demás; olvida, incluso, tu pueblo y la casa de tu padre;
y el Rey se prendará de tu belleza.
¡Oh alma santa!, permanece solitaria y resérvate exclusivamente para el
Señor, a quien has elegido para ti entre todos. Huye de las gentes, huye
hasta de tus familiares; aléjate de los amigos e íntimos, hasta del que te
sirve. ¿No sabes que tienes un esposo muy pudoroso, que de ninguna manera te
regalaría con su presencia delante de otros? Aléjate, pues, pero con el
corazón, no corporalmente; con tu intención, con tu devoción, con tu
espíritu. El Santo Ungido del Señor, tu aliento, busca la soledad de tu
espíritu, no la del cuerpo; aunque a ratos no está mal que te separes
también corporalmente, cuando puedas hacerlo con discreción, en especial
durante la oración.
El Señor te ha mandado cómo debes cumplirlo: Tú, cuando quieras rezar,
métete en tu cuarto, echa la llave y ora. El cumplió lo que dijo: pasaba las
noches orando a solas. No sólo se escondía de las turbas, tampoco admitía
consigo a ninguno de sus discípulos ni familiares. Al final, cuando se le
venía encima la muerte, llevó consigo a sus tres más íntimos. Pero se
arrancó de ellos, porque deseaba orar. Haz tú lo mismo cuando quieras orar.
5. Por lo demás, sólo te exige la soledad del corazón y del espíritu.
Estarás solo si no piensas en torpezas, si no te afecta lo presente, si
desprecias lo que angustia a muchos, si te aburre lo que todos desean, si
evitas toda discusión, si no te impresionan las desgracias, si no recuerdas
las injurias. De lo contrario, no te encontrarás solo ni en la soledad más
absoluta. ¿Ves cómo puedes vivir solo rodeado de muchos y entre muchos solo?
Puedes estar solo por frecuente que sea tu trato con los hombres. Líbrate
únicamente de ocuparte en vidas ajenas como juez temerario, o como espía
curioso. Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no juzgues a tu
prójimo, más bien excúsalo. Si no puedes excusar su acción, excusa su
intención; piensa que ha sido por ignorancia, por sorpresa o debilidad.
Cuando la certeza haga imposible toda excusa, amonéstate a ti mismo y haz
esta reflexión: "Ha sido una tentación muy fuerte. ¿Qué habría hecho yo, si
hubiese sido tan violenta conmigo?"
Pero os recuerdo que hablo con la esposa y no estoy instruyendo al amigo del
esposo, que tiene sobre sí otras razones para evitar el pecado, para
explorar si ha pecado y para enmendarse del pecado. La esposa, no; está
libre de esos menesteres, vive sola para sí y para aquel a quien ama, su
Esposo y Señor, que es Dios bendito por siempre. Amén.