San Bernardo de Claraval te aconseja: El Desprendimiento trae la Libertad de seguir al Esposo
Páginas relacionadas
San Bernardo
Cant. Hom. 21 IV_V
IV. 7. Según esto, pienso que aquellas palabras pronunciadas por el
Unigénito acerca de sí mismo -cuando le levanten de la tierra tirará de
todos hacia él-, pueden apropiárselas todos sus hermanos: los que eligió
destinándolos a que reprodujeran los rasgos de su Hijo, para que éste fuera
el mayor de una multitud de hermanos. Así que yo puedo tener la osadía de
decir que cuando sea levantado de la tierra atraeré todos los seres hacia
mí. Porque no me apropio temerariamente las palabras de mi hermano, de cuya
semejanza me he revestido.
Si es así, no piensen los ricos de este mundo que los hermanos de Cristo
poseen solamente el cielo, porque escucharon estas palabras: Dichosos los
que eligen ser pobres, porque de ellos es el reino de los cielos. Repito que
no pueden pensar que sólo gozan de las realidades celestiales, porque esto
es lo único que se les promete. Poseerán también las terrenas, sin tener
nada; lo poseen todo y no mendigan corno pordioseros, porque son dueños como
señores y ciertamente más señores cuanto menos ambiciosos. El mundo entero
con sus riquezas pertenece al hombre de fe. Todo absolutamente, porque tanto
lo próspero como lo adverso, le sirve igualmente y coopera en todo para su
bien.
8. Por eso el avaro hambrea lo terreno como un mendigo; pero el creyente lo
desprecia como señor. Uno mendiga lo que posee; el otro atesora lo que
desprecia. Pregunta a cualquiera de esos que codician con un corazón
insaciable el lucro material, qué sienten respecto a los que venden lo suyo
para entregarlo a los pobres y compran así el reino de los cielos con un
precio perecedero. Pregúntales a ver cómo obran v te con-testarán sin duda:
"Cuerdamente". Pregúntales también por qué no hacen eso que aprueban. "No
puedo", responderán. ¿Por qué? Sin duda porque no se lo permite la avaricia
que los domina; porque no son libres; porque no son suyas las cosas que
creen poseer; porque no se pertenecen ni a sí mismos.
"Si realmente fuesen tuyas, inviértelas en el gran negocio de cambiar lo
terreno por lo celestial. Si no eres capaz, reconoce que no eres dueño de
tus riquezas, sino esclavo; su depositario, no el amo. En una palabra, vives
al dictado de tu capital, corno el criado ante su señora; él se ve obligado
a alegrarse en su prosperidad y a condolerse con sus infortunios; y tú,
cuando aumentan tus riquezas, aumenta tu satisfacción, y cuando disminuyen
quedas abatido. Te hundes en la tristeza cuando se agotan, y cuando suben
tus haberes te inflas de soberbia". Esto es lo que dice.
V. Nosotros, empero, tratemos de emular la libertad y la estabilidad de la
esposa que, bien enterada de todo y con su corazón iniciado en la sabiduría,
sabe vivir con estrechez y sabe nadar en la abundancia. Cuando pide que le
atraiga el esposo, descubre su necesidad, no de riquezas, sino de virtudes.
Y cuando se consuela con la esperanza de que volverá la gracia, da muestras
de su indigencia, pero no de su desconfianza.
9. Por eso dice: Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas.
¿Cómo nos extraña que sienta necesidad de que le atraigan, si corre tras un
gigante, si intenta abrazar al que salta sobre los montes brincando por los
collados? Su palabra corre veloz. Y ella no puede seguirle ni competir con
su agilidad, porque sale como un héroe a recorrer su camino: no puede
valerse de sus fuerzas, y por eso pide que le atraiga diciendo: "Estoy
cansada, me he agotado; no me abandones, atráeme en pos de ti, no sea que
intente andar errante tras otros amantes, no sea que corra sin rumbo fijo.
Atráeme en pos de ti, pues más me vale que me atraigas y me provoques como
sea, aterrándome con tus amenazas o probándome con castigos; pero no me
dejes en mi frialdad, no me abandones en mi falsa seguridad. Atráeme aun a
pesar mío y después te seguiré voluntariamente; atráeme incluso paralizada y
me devolverás la agilidad.
Algún día no necesitaré que me atraigas, porque correremos amorosamente con
toda presteza. No correré yo sola, aunque haya pedido que me atraigas a mí
sola: también correrán conmigo las doncellas. Correremos juntas, correremos
a la par; yo por el aroma de tus perfumes y ellas movidas por mi ejemplo y
mis insistencias. Sí, correremos todas al olor de tus aromas". La esposa
cuenta con estas imitadoras suyas, como ella imita a Cristo. Por eso no dice
en singular: "Correré", sino Correremos.