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1. Los gozos inútiles y la propiedad imperfecta que acerca de las
cosas que habemos dicho muchas personas tienen, por ventura son
algo tolerables por ir ellas en ello algo inocentemente; del
grande arrimo que algunos tienen a muchas maneras de ceremonias
introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de
la fe, es insufrible.
Dejemos ahora aquellas que en sí llevan envueltos algunos nombres
extraordinarios o terminos que no significan nada, y otras cosas
no sacras, que gente necia y de alma ruda y sospechosa suele
interponer en sus oraciones, que, por ser claramente malas y en
que hay pecado y en muchas de ellas pacto oculto con el demonio,
con las cuales provocan a Dios a ira y no a misericordia, las dejo
aquí de tratar.
2. Pero de aquellas sólo quiero decir de que, por no tener en sí
esas maneras sospechosas entrepuestas, muchas personas el día de
hoy con devoción indiscreta usan, poniendo tanta eficacia y fe en
aquellos modos y maneras con que quieren cumplir sus devociones y
oraciones, que entienden que si un punto faltan y salen de
aquellos límites, no aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más
fiducia en aquellos modos y maneras que en lo vivo de la oración,
no sin gran desacato y agravio de Dios; así como que sea la misa
con tantas candelas y no más ni menos: y que la diga sacerdote de
tal o tal suerte; y que sea a tal hora y no antes ni despues; y
que sea despues de tal día, no antes (ni despues); y que las
oraciones y estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y
con tales y tales ceremonias, y no antes ni despues, ni de otra
manera; y que la persona que las hiciere tenga tales partes y
tales propiedades. Y piensan que, si falta algo de lo que ellos
llevan propuesto, no se hace nada. (Y otras mil cosas que se
ofrecen y usan).
3. Y lo que es peor (e intolerable) es que algunos quieren sentir
algún efecto en sí, o cumplirse lo que piden, o saber que se
cumple al fin de aquellas sus oraciones ceremoniáticas; que no es
menos que tentar a Dios y enojarle gravemente; tanto, que algunas
veces da licencia al demonio para que los engañe, haciendolos
sentir y entender cosas harto ajenas del provecho de su alma,
mereciendolo ellos por la propiedad que llevan en sus oraciones,
no deseando más que se haga lo que Dios quiere que lo que ellos
pretenden. Y así, porque no ponen toda su confianza en Dios, nada
les sucede bien.
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