|
1. A cuatro generos (de bienes) podemos reducir todos los que
distintamente pueden dar gozo a la voluntad, conviene a saber:
motivos, provocativos, directivos y perfectivos; de los cuales
iremos diciendo por su orden, y primero, de los motivos, que son:
imágenes y retratos (de Santos, oratorios y ceremonias.
2. Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos), puede haber
mucha vanidad y gozo vano, porque, siendo ellas tan importantes
para el culto divino y tan necesarias para mover la voluntad a
devoción, como la aprobación y uso que tiene de ellas nuestra
Madre la Iglesia (muestra), (por lo cual siempre conviene que nos
aprovechemos de ellas para despertar nuestra tibieza), hay muchas
personas que ponen su gozo más en la pintura y ornato de ellas que
no en lo que representan.
3. El uso de las imágenes para dos principales fines le ordenó la
Iglesia, es a saber: para reverenciar a los Santos en ellas, y
para mover la voluntad y despertar la devoción por ellas a ellos;
y cuanto sirven de esto son provechosas y el uso de ellas
necesario. Y, por eso, las que más al propio y vivo están sacadas
y más mueven la voluntad a devoción, se han de escoger, poniendo
los ojos en esto más que en el valor y curiosidad de la hechura y
su ornato. Porque hay, como digo, algunas personas que miran más
en la curiosidad de la imagen y valor de ella que en lo que
representa; y la devoción interior, que espiritualmente han de
enderezar al santo invisible, olvidando luego la imagen, que no
sirve más que de motivo, la emplean en el ornato y curiosidad
exterior, de manera que se agrade y deleite el sentido y se quede
el amor y gozo de la voluntad en aquello. Lo cual totalmente
impide al verdadero espíritu, que requiere aniquilación del afecto
en todas las cosas particulares.
4. Esto se verá bien por el uso abominable que en estos nuestros
tiempos usan algunas personas que, no teniendo ellas aborrecido el
traje vano del mundo, adornan a las imágenes con el traje que la
gente vana por tiempo va inventando para el cumplimiento de sus
pasatiempos y vanidades, y del traje que en ellas es reprendido
visten las imágenes, cosa que a ellas fue tan aborrecible, y lo
es; procurando en esto el demonio y ellos en el canonizar sus
vanidades, poniendolas en los santos, no sin agraviarles mucho. Y
de esta manera, la honesta y grave devoción del alma, que de sí
echa y arroja toda vanidad y rastro de ella, ya se les queda en
poco más que en ornato de muñecas, no sirviendose algunos de las
imágenes más que de unos ídolos en que tienen puesto su gozo. Y
así, vereis algunas personas que no se hartan de añadir imagen a
imagen, y que no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no
esten puestas sino de tal o tal manera, de suerte) que deleite al
sentido; y la devoción del corazón es muy poca; y tanto asimiento
tienen en esto como Micas en sus ídolos o como Labán, que el uno
salió de su casa dando voces porque se los llevaban (Jue. 18, 24),
y el otro, habiendo ido mucho camino y muy enojado por ellos,
trastornó todas las alhajas de Jacob, buscándolos (Gn. 31, 34).
5. La persona devota de veras en lo invisible principalmente pone
su devoción, y pocas imágenes ha menester y de pocas usa, y de
aquellas que más se conforman con lo divino que con lo humano,
conformándolas a ellas y a sí en ellas con el traje del otro siglo
y su condición, y no con este, porque no solamente no le mueve el
apetito la figura de este siglo, pero aun no se acuerda por ella
de el, teniendo delante los ojos cosa que a el se parezca. Ni (en)
esas de que usa tiene asido el corazón, porque, si se las quitan,
se pena muy poco; porque la viva imagen busca dentro de sí, que es
Cristo crucificado, en el cual antes gusta de que todo se lo
quiten y que todo le falte.
Hasta los motivos y medios que llegan más a Dios, quitándoselos,
queda quieto. Porque mayor perfección del alma es estar con
tranquilidad y gozo en la privación de estos motivos que en la
posesión con apetito y asimiento de ellos. Que, aunque es bueno
gustar de tener aquellas imágenes que ayuden al alma a más
devoción (por lo cual se ha de escoger la que más mueve), pero no
es perfección estar tan asida a ellas que con propiedad las posea,
de manera que, si se las quitaren, se entristezca.
6. Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad
estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su
devoción y oración; aunque es verdad que, por estar unas más al
propio que otras y excitar más la devoción unas que otras,
conviene aficionarse más a unas que a otras por esta causa sólo y
no con la propiedad y asimiento que tengo dicho, de manera que lo
que ha de llevar el espíritu volando por allí a Dios, olvidando
luego eso y esotro, se lo coma todo el sentido, estando todo
engolfado en el gozo de los instrumentos, que, habiendome de
servir sólo para ayuda de esto, ya por mi imperfección me sirve
para estorbo, y no menos que el asimiento y propiedad de otra
cualquiera cosa.
7. Pero ya que en esto de las imágenes tengas alguna replica, por
no tener tú bien entendida la desnudez y pobreza del espíritu que
requiere la perfección, a lo menos no la podrás tener en la
imperfección que comúnmente tienen en los rosarios; pues apenas
hallarás quien no tenga alguna flaqueza en ellos, queriendo que
sea de esta hechura más que de aquella, o de este color y metal
más que de aquel, o de este ornato o de estotro; no importando más
el uno que el otro para que Dios oiga mejor lo que se reza por
este que por aquel; (y no) antes aquella (oración) que va con
sencillo y verdadero corazón, no mirando más que a agradar a Dios
no dándose nada más por este rosario que por aquel, si no fuese de
indulgencias.
8. Es nuestra vana codicia de suerte y condición, que en todas las
cosas quiere hacer asiento; y es como la carcoma, que roe lo sano,
y en las cosas buenas y malas hace su oficio. Porque ¿que otra
cosa es gustar tú de traer el rosario curioso y querer que sea
antes de esta manera que de aquella, sino tener puesto tu gozo en
el instrumento, y querer escoger antes (esta) imagen que la otra,
no mirando si te despertará más el amor, sino en si es más
preciosa y curiosa? Si tú empleases el apetito y gozo sólo en amar
a Dios, no se te daría nada por eso ni por esotro. Y es lástima
ver algunas personas espirituales tan asidas al modo y hechura de
estos instrumentos, teniendo en ellos el asimiento y propiedad
(igual) que en otras alhajas temporales.
|
|