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1. El cuarto genero en que se puede gozar la voluntad son bienes
morales; y por bienes morales entendemos aquí las virtudes y los
hábitos de ellas en cuanto morales, y el ejercicio de cualquiera
virtud, y el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de
la ley de Dios, y la política, y todo ejercicio de buena índole e
inclinación.
2. Y estos bienes morales, cuando se poseen y ejercitan, por
ventura merecen más gozo de la voluntad que alguno de esotros tres
generos que quedan dichos. Porque por una de dos causas, o por
entrambas juntas, se puede el hombre gozar de sus cosas, conviene
a saber: o por lo que ellas son en sí, o por el bien que importan
y traen consigo como medio e instrumento.
Y así, hallaremos que la posesión de los tres generos de bienes ya
dichos ningún gozo de la voluntad merecen, pues, como queda dicho,
de suyo al hombre ningún bien le hacen ni le tienen en sí, pues
son tan caducos y deleznables; antes, como tambien dijimos, le
engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo. Que,
aunque algún gozo merezcan por la segunda causa, que es cuando el
hombre de ellos se aprovecha para ir a Dios, es tan incierto esto,
que, como vemos comúnmente, más se daña el hombre con ellos que se
aprovecha.
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que
en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor; porque
consigo traen paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la
razón, y operaciones acordadas; que no puede el hombre humanamente
en esta vida poseer cosa mejor.
3. Y así, porque las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y
estimadas, hablando humanamente, bien se puede el hombre gozar de
tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son y por lo que de
bien humana y temporalmente importan al hombre. Porque de esta
manera, y por esto, los filósofos y sabios y antiguos príncipes
las estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar; y
aunque gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente
por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas
conocían seguírseles, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y
nombre temporalmente que pretendían, sino, demás de esto, Dios,
que ama todo lo bueno, aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa
impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la
vida, honra y señorío y paz, como hizo en los romanos porque
usaban de justas leyes; que casi les sujetó todo el mundo, pagando
temporalmente a los que eran por su infidelidad incapaces de
premio eterno las buenas costumbres.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que sólo porque
Salomón le pidió sabiduría para mostrar los de su pueblo y poderle
gobernar justamente, instruyendole en buenas costumbres, se lo
agradeció mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 1113; 2 Cor.
1, 112) que, porque había pedido sabiduría para aquel fin, que el
se la daba y más lo que no había pedido, que eran riquezas y
honra, de manera que ningún rey en los pasados ni en lo por venir
fuese semejante a el.
4. Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano
sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace,
por cuanto causan los bienes temporales que habemos dicho, no debe
parar su gozo en esta primera manera, como habemos dicho de los
gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta
vida mortal, sino que -pues tiene lumbre de fe, en que espera vida
eterna y que sin esta todo lo de acá y de allá no le valdrá nada-
sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de
estos bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto,
haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.
Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a
Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este
respecto no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en
las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 113), que todas habían
guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no
habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole
en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera,
gozándose en la posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin
ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Y tambien muchos
antiguos tuvieron muchas virtudes e hicieron buenas obras, y
muchos cristianos el día de hoy las tienen y obran grandes cosas,
y no les aprovecharán nada para la vida eterna, porque no
pretendieron en ellas la gloria y honra que es de sólo Dios.
Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y
sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios
sólo, sin otro respecto alguno; porque, cuanto son para mayor
premio de gloria hechas sólo para servir a Dios, tanto para mayor
confusión suya será delante de Dios cuanto más le hubieren movido
otros respectos.
5. Para enderezar, pues, el gozo a Dios en los bienes morales ha
de advertir el cristiano que el valor de sus buenas obras, ayunos,
limosnas, penitencias, (oraciones), etcetera, que no se funda
tanto en la cuantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios
que el lleva en ellas; y que entonces van tanto más calificadas,
cuanto con más puro y entero amor de Dios van hechas y menos el
quiere interesar acá y allá de ellas, de gozo, gusto, consuelo,
alabanza. Y por eso, ni ha de asentar el corazón en el gusto,
consuelo y sabor y los demás intereses que suelen traer consigo
los buenos ejercicios y obras, sino recoger el gozo a Dios,
deseando servirle con ellas y, purgándose y quedándose a oscuras
de este gozo, querer que sólo Dios sea el que se goce de ellas y
guste de ellas en escondido, sin ninguno otro respecto y jugo que
honra y gloria de Dios. Y así recogerá en Dios toda la fuerza de
la voluntad acerca de estos bienes morales.
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