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1. El primer genero de bienes que dijimos son los temporales, y
por bienes temporales entendemos aquí riquezas, estados, oficios y
otras pretensiones, e hijos, parientes, casamientos, etc.; todas
las cuales son cosas de que se puede gozar la voluntad.
Pero cuán vana cosa sea gozarse los hombres de las riquezas,
títulos, estados, oficios, y otras cosas semejantes que suelen
ellos pretender, está claro; porque, si por ser el hombre más rico
fuera más siervo de Dios, debierase gozar en las riquezas; pero
antes le son causa que le ofenda, según lo enseña el Sabio (Ecli.
11, 10), diciendo: Hijo, si fueres rico, no estarás libre de
pecado. Que, aunque es verdad que los bienes temporales, de suyo,
necesariamente no hacen pecar, pero porque ordinariamente con
flaqueza de afición se ase el corazón del hombre a ellos y falta a
Dios, lo cual es pecado, porque pecado es faltar a Dios, por eso
dice el Sabio que no estarás libre de pecado.
Que por eso el Señor las llamó en el Evangelio espinas (Mt. 13,
22; Lc. 8, 14), para dar a entender que el que las manoseare con
la voluntad quedará herido de algún pecado. Y aquella exclamación
que hace en el Evangelio (por san Lucas, tan para temer), diciendo
(Lc. 18, 24): ¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de los
cielos los que tienen riquezas!, es a saber, el gozo en ellas,
bien da a entender que no se debe el hombre gozar en las riquezas,
pues a tanto peligro se pone. Que para apartarnos de el dijo
tambien David (Sal. 61, 11): Si abundaren las riquezas, no pongáis
en ellas el corazón.
2. Y no quiero traer aquí más testimonios en cosa tan clara,
porque tampoco acabaría de alegar Escritura, porque ¿cuándo
acabaría de decir los males que de ellas dice Salomón en el
Eclesiastes? El cual, como hombre que habiendo tenido muchas
riquezas y sabiendo bien lo que eran, dijo que todo cuanto había
debajo del sol era vanidad de vanidades, aflicción de espíritu y
vana solicitud de ánimo (1, 14); y que el que ama las riquezas no
sacará fruto de ellas (5, 9); y que las riquezas se guardan para
mal de su señor (5, 12), según se ve en el Evangelio (Lc. 12, 20),
donde a aquel que se gozaba porque tenía ganados muchos frutos
para muchos años, se le dijo del cielo: Necio, esta noche te
pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que allegaste, ¿cúyo
será? Y, finalmente, cómo David (Sal. 48, 1719) nos enseña lo
mismo, diciendo que no tengamos envidia cuando nuestro vecino se
enriqueciere, pues no le aprovechará nada para la otra vida; dando
allí a entender que antes le podríamos tener lástima.
3. Síguese, pues, que el hombre ni se ha de gozar de las riquezas
cuando las tiene (el) ni cuando las tiene su hermano, sino si con
ellas sirven a Dios. Porque si por alguna vía se sufre gozarse en
ellas, como se han de gozar en las riquezas, es cuando se expenden
y emplean en servicio de Dios; pues de otra manera no sacará de
ellas provecho.
Y lo mismo se ha de entender de los demás bienes de títulos,
(estados), oficios, etc., en todo lo cual es vano el gozarse sino
en si en ello sirven más a Dios y llevan más seguro el camino para
la vida eterna. Y porque claramente no puede saber si es todo así,
que sirve más a Dios, etc., vana cosa sería gozarse
determinadamente sobre estas cosas, porque no puede ser razonable
el tal gozo, pues que, como dice el Señor (Mt. 16, 26): Aunque
gane todo el mundo, puede uno perder su alma. No hay, pues, de que
se gozar, sino en si sirve más a Dios.
4. Pues sobre los hijos tampoco hay de que se gozar, ni por ser
muchos, ni ricos, y adornados de dones y gracias naturales y
bienes de fortuna, sino en si sirven a Dios. Pues que Absalón,
hijo de David, ni su hermosura, ni su riqueza, ni su linaje le
sirvió de nada, pues no sirvió a Dios (2 Sm. 14, 25) Por tanto,
vana cosa fue haberse gozado de lo tal.
De donde tambien es vana cosa desear tener hijos, como hacen
algunos que hunden y alborotan al mundo con deseos de ellos, pues
que no saben si serán buenos y servirán a Dios, y si el contento
que de ellos esperan será dolor, y el descanso y consuelo trabajo
y desconsuelo, y la honra deshonra y ofender más a Dios con ellos,
como hacen muchos; de los cuales dice Cristo (Mt. 23, 15) que
cercan la mar y la tierra para enriquecerlos y hacerlos doblado
hijos de perdición que fueron ellos.
5. Por tanto, aunque todas las cosas se le rían al hombre y todas
sucedan prósperamente, antes se debe recelar que gozarse, pues en
aquello crece la ocasión y el peligro de olvidar a Dios (y
ofenderle). Que, por eso, dice Salomón que se recataba el,
diciendo en el Eclesiastes (2, 2): A la risa juzgue por error, y
al gozo dije: ¿Por que te engañas en vano? Que es como si dijera:
Cuando se me reían las cosas, tuve por engaño y error gozarme en
ellas, porque grande error, sin duda, (e insipiencia) es la del
hombre que se goza de lo que se le muestra alegre y risueño, no
sabiendo de cierto que de allí se le sigue algún bien eterno. El
corazón del necio, dice el Sabio (Ecli. 7, 5), está donde está la
alegría; mas el del sabio donde está la tristeza, porque la
alegría ciega el corazón y no le deja considerar ni ponderar las
cosas, y la tristeza hace abrir los ojos y mirar el provecho y
daño de ellas. Y de aquí es que, como tambien dice el mismo (7,
4), es mejor la ira que la risa; por tanto, mejor es ir a la casa
del llanto que a la del convite, porque en aquella se muestra el
fin de todos los hombres, como tambien dice el Sabio (Ecli. 7, 3).
6. (Pues gozarse sobre la mujer o sobre el marido, cuando
claramente no saben que sirven a Dios mejor en su casamiento,
tambien sería vanidad; pues antes debían tener confusión, por ser
el matrimonio causa, como dice san Pablo (1 Cor. 7, 3334) de que,
por tener cada una puesto el corazón en el otro, no le tengan
entero con Dios. Por lo cual dice (1 Cor. 7, 27) que si te
hallases libre de mujer, no quieras buscar mujer, porque ya que se
tenga, conviene que sea con tanta libertad de corazón como si no
la tuviese. Lo cual, juntamente con lo que habemos dicho de los
bienes temporales, nos enseña el (1 Cor. 7, 2931) por estas
palabras, diciendo: Esto es cierto lo que os digo, hermanos, que
el tiempo es breve; lo que resta es que los que tienen mujeres
sean como los que no las tienen; y los que lloran, como los que no
lloran; y los que se gozan, como los que no se gozan; y los que
compran, como los que no poseen; y los que usan de este mundo,
como los que no le usan).
Y así, no se ha de poner el gozo en otra cosa que en lo que toca a
servir a Dios, porque lo demás es vanidad y cosa sin provecho,
pues el gozo que no es según Dios no le puede aprovechar (al
alma).
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