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1. Los provechos que hay en vaciar la imaginativa de las formas
imaginarias, bien se echa de ver por los cinco daños que quedan
dichos que le causan al alma si las quiere tener en sí, como
tambien dijimos de las formas naturales.
Pero, además de estos, hay otros provechos de harto descanso y
quietud para el espíritu. Porque, dejado que naturalmente la tiene
cuando está libre de imágenes y formas, está libre tambien del
cuidado de si son buenas o malas, y de cómo se ha de haber en las
unas y cómo en las otras, y el trabajo y tiempo que había de
gastar en los maestros espirituales queriendo que se las averigüen
si son buenas o malas o si de este genero o del otro; lo cual no
ha menester querer saber, pues de ninguna ha de hacer caso. Y así
el tiempo y caudal del alma, que había de gastar en esto y en
entender con ellas, lo puede emplear en otro mejor y más
provechoso ejercicio, que es el de la voluntad para con Dios, y en
cuidar de buscar la desnudez y pobreza espiritual y sensitiva, que
consiste en querer de veras carecer de todo arrimo consolatorio y
aprehensivo, así interior como exterior. Lo cual se ejercita bien
queriendo y procurando desarrimarse de estas formas, pues que de
ahí se le seguirá un tan gran provecho, como es allegarse a Dios,
que no tiene imagen, ni forma, ni figura, tanto cuanto más se
enajenare de todas formas e imágenes y figuras imaginarias.
2. Pero dirás, por ventura, que ¿por que muchos espirituales dan
por consejo que se procuren aprovechar las almas de las
comunicaciones y sentimientos de Dios, y que quieran recibir de
el, para tener que darle, pues si el no nos da, no le damos nada?
Y que san Pablo (1 Tes. 5, 19) dice: No queráis apagar el
espíritu. Y el Esposo a la Esposa (Ct. 8, 6): Ponme como señuelo
sobre tu corazón, como señuelo sobre tu brazo, lo cual ya es
alguna aprehensión. Todo lo cual, según la doctrina arriba dicha,
no sólo no se ha de procurar, mas, aunque Dios lo envíe, se ha de
desechar y desviar. Y que, claro está que, pues Dios lo da, para
bien lo da y buen efecto hará; que no habemos de arrojar las
margaritas a mal. Y aun es genero de soberbia no querer admitir
las cosas de Dios, como que sin ellas, por nosotros mismos, nos
podemos valer.
3. Para satisfacción de esta objeción, es menester advertir lo que
dijimos en el capítulo 15 y 16 del segundo libro, donde se
responde en mucha parte a esta duda. Porque allí dijimos que el
bien que redunda en el alma de las aprehensiones sobrenaturales,
cuando son de buena parte, pasivamente se obra en el alma en aquel
mismo instante que se representan al sentido, sin que las
potencias de suyo hagan alguna operación. De donde no es menester
que la voluntad haga acto de admitirlas, porque, como tambien
habemos dicho, si el alma entonces quiere obrar con sus potencias,
antes con su operación baja natural impediría la sobrenatural que
por medio de estas aprehensiones obra Dios entonces en ella, que
sacase algún provecho de su ejercicio de obra, sino que, así como
se le da al alma pasivamente el espíritu de aquellas aprehensiones
imaginarias, así pasivamente se ha de haber en ellas el alma sin
poner sus acciones interiores o exteriores en nada.
Y esto es guardar los sentimientos de Dios, porque de esta manera
no los pierde por su manera baja de obrar. Y esto es tambien no
apagar el espíritu, porque apagarle hía si el alma se quisiese
haber de otra manera que Dios la lleva. Lo cual haría si, dándole
Dios el espíritu pasivamente, como hace en estas aprehensiones,
ella entonces se quisiese haber en ellas activamente, obrando con
el entendimiento o queriendo algo en ellas.
Y esto está claro, porque si el alma entonces quiere obrar por
fuerza, no ha de ser su obra más que natural, porque de suyo no
puede más; porque a la sobrenatural no se mueve ella ni se puede
mover, sino muevela Dios y pónela en ella. Y así, si entonces el
alma quiere obrar de fuerza, en cuanto en sí es, ha de impedir con
su obra activa la pasiva que Dios le está comunicando, que (es) el
espíritu, porque se pone en su propia obra, que es de otro genero
y más baja que la que Dios la comunica; porque la de Dios es
pasiva y sobrenatural y la del alma, activa y natural. Y esto
sería apagar el espíritu.
4. Que sea más baja, tambien está claro; porque las potencias del
alma no pueden de suyo hacer reflexión y operación, sino sobre
alguna forma, figura e imagen; y esta es la corteza y accidente de
la sustancia y espíritu que hay debajo de la tal corteza y
accidente. La cual sustancia y espíritu no se une con las
potencias del alma en verdadera inteligencia y amor, si no es
cuando ya cesa la operación de las potencias; porque la pretensión
y fin de la tal operación no es sino venir a recibir en el alma la
sustancia entendida y amada de aquellas formas. De donde la
diferencia que hay entre la operación activa y pasiva, y la
ventaja, es la que hay entre lo que se está haciendo y está ya
hecho, que es como entre lo que se pretende conseguir y alcanzar y
entre lo que está ya (conseguido y) alcanzado.
De donde tambien se saca que, si el alma quiere emplear
activamente sus potencias en las tales aprehensiones
sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu
de ellas pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para
volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría
nada sino impedir a lo hecho, porque, como decimos, no pueden
llegar de suyo al espíritu que Dios daba al alma sin el ejercicio
de ellas. Y así, derechamente sería apagar el espíritu que de las
dichas aprehensiones imaginarias Dios infunde, si el alma hiciese
caudal de ellas. Y así las ha de dejar habiendose en ellas pasiva
y negativamente; porque entonces Dios mueve al alma a más que ella
pudiera ni supiera. Que, por eso, dijo el profeta (Hab. 2, 1):
Estare en pie sobre mi custodia y afirmare el paso sobre mi
munición, y contemplare lo que se me dijere; que es como si
dijera: levantado estare sobre toda la guardia de mis potencias, y
no dare paso adelante en mis operaciones, y así podre contemplar
lo que se me dijere, esto es, entendere y gustare lo que se me
comunicare sobrenaturalmente.
5. Y lo que tambien se alega del Esposo (Ct. 8, 6) entiendese
aquello del amor que pide a la Esposa, que tiene por oficio entre
los amados de asimilar el uno al otro en la principal parte de
ellas. Y por eso (el) dice a ella que le ponga en su corazón por
señuelo (Ct. 8, 6), donde todas las saetas de amor del aljaba
vienen a dar, que son las acciones y motivos de amor, porque todas
den en el estando allí por señuelo de ellas, y así todas sean para
el, y así se asemeja el alma a el por las acciones y movimientos
de amor, hasta transformarse en el. Y dice que le ponga tambien
como señuelo en el brazo, porque en el está el ejercicio de amor,
pues en el se sustenta y regala el Amado.
6. Por tanto, de todo lo que el alma ha de procurar en todas las
aprehensiones que de arriba le vinieren (así imaginarias como de
otro cualquiera genero, no me da más visiones que locuciones, o
sentimientos, o revelaciones) es, no haciendo caso de la letra y
corteza, esto es, de lo que significa o representa o da a
entender, sólo advertir en tener el amor de Dios que interiormente
le causan al alma. Y de esta manera han de hacer caso de los
sentimientos no de sabor, o suavidad, o figuras, sino de los
sentimientos de amor que le causan.
Y para sólo este efecto bien podrá algunas veces acordarse de
aquella imagen y aprehensión que le causó el amor, para poner el
espíritu en motivo de amor; porque, aunque no hace despues tanto
efecto cuando se acuerda como la primera vez que se comunicó,
todavía cuando se acuerda se renueva el amor, y hay levantamiento
de mente en Dios, mayormente cuando es la recordación de algunas
figuras, imágenes o sentimientos sobrenaturales que suelen
sellarse e imprimirse en el alma, de manera que duran mucho
tiempo, y algunas nunca se quitan del alma. Y estas que así se
sellan en el alma, casi cada vez que el alma advierte en ellas le
hacen divinos efectos de amor, suavidad, luz, etc., unas veces
más, otras menos, porque para esto se las imprimieron. Y así, es
una grande merced a quien Dios la hace, porque es tener en sí un
minero de bienes.
7. Estas figuras que hacen los tales efectos están asentadas
vivamente en el alma; que no son como las otras imágenes y formas
que se conservan en la fantasía; y así, no ha menester el alma ir
a esta potencia por ellas cuando se quisiere acordar, porque ve
que las tiene en sí misma, como se ve la imagen en el espejo.
Cuando acaeciere a alguna alma tener en sí las dichas figuras
formalmente, bien podrá acordarse de ellas para el efecto de amor
que dije, porque no le estorbarán para la unión de amor en fe,
como no quiera embeberse en la figura, sino aprovecharse del amor,
dejando luego la figura; y así, antes le ayudará.
8. Dificultosamente se puede conocer cuándo estas imágenes están
impresas en el alma y cuándo en la fantasía; porque las de la
fantasía tambien suelen ser muy frecuentes. Porque algunas
personas suelen ordinariamente traer en la imaginación y fantasía
visiones imaginarias y con grande frecuencia se las representan de
una (misma) manera, ahora porque tienen el órgano muy aprehensivo
y, por poco que piensan, luego se les representa y dibuja aquella
figura ordinaria en la fantasía; ahora porque se las pone el
demonio; ahora tambien porque se las pone Dios, sin que se
impriman en el alma formalmente.
Pero puedense conocer por los efectos, porque las que son
naturales o del demonio, aunque más se acuerden de ellas, ningún
efecto hacen bueno ni renovación espiritual en el alma, sino
secamente las miran. Aunque las que son buenas, todavía,
acordándose de ellas, hacen algún efecto bueno en aquel que hizo
al alma la primera vez; pero las formales que se imprimen en el
alma, casi siempre que advierte le hacen algún efecto.
9. El que hubiere tenido estas conocerá fácilmente las unas y las
otras, porque está muy clara la mucha diferencia al que tiene
experiencia. Sólo digo que las que se imprimen formalmente en el
alma con duración, más raras veces acaecen; pero ahora sean estas,
ahora aquellas, bueno le es al alma no querer comprehender nada,
sino a Dios por fe en esperanza.
Y a esotro que dice la objeción, que parece soberbia desechar
estas cosas si son buenas, digo que antes es humildad prudente
aprovecharse de ellas en el mejor modo, como queda dicho, y
guiarse por lo más seguro.
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