Vida de Macrina:
Santidad, virginidad y ascetismo femenino cristiano en Asia Menor en
el siglo IV cristiano
Ricardo da Costa1 Adriana Ziener2
Este
texto pretende analizar el concepto de santidad, ascetismo femenino
y la importancia de la virginidad para el Cristianismo del siglo IV.
En la Vida de Macrina, escrita por su hermano Gregorio de Nisa,
podemos ver a la santa a través de los ojos de un hombre y su papel
en el inicio del Cristianismo en Capadocia, Asia Menor. Él relata la
influencia de la santa sobre los hermanos, tres de ellos conocidos
como los padres de Capadocia: Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa y
Pedro de Sebaste. Todos ellos lucharon contra el arrianismo.
Macrina tuvo gran importancia al llevar la fe cristiana a sus
hermanos, su papel como virgen ayudó a mantener la pureza del
Cristianismo en su época, pues su gran conocimiento era basado en
las escrituras y en las obras de los Padres de la Iglesia. Ella
también creó un convento que influenció profundamente a Basilio, que
es el Padre del Monasticismo Oriental. Además de esto, podemos ver
en la obra de Gregorio, otros aspectos que contribuyeron para la
santidad de Macrina: sus milagros. También es muy relevante la
relación de Macrina con su madre Emélia, la cual también se unió a
ella en el convento.
***
Sus vidas eran exaltadas a los cielos
Caminaban para lo alto en la compañía de los poderes del cielo.
Gregorio de Nisa, Vida de Macrina [972B]3
El periodo en que Santa Macrina vivió (c. 325-380) fue
marcado por la disputa entre diversas corrientes de pensamiento en
el cristianismo. De religión perseguida por varios emperadores
romanos, especialmente por Diocleciano (284-305), el cristianismo
vino a ser aceptado a partir del 313 (Edicto de Milán), durante el
reinado de Constantino (306-337). Las grandes cuestiones que
ocupaban a las almas de aquél entonces eran la Creación, la
naturaleza de Cristo y su relación con el Padre y el Espíritu Santo,
es decir: el cimiento del cristianismo, la Santísima Trinidad.
En 325, en el Concilio de Nicea, convocado por Constantino,
fueron rechazadas las ideas de Arrio (c. 260-336), obispo de
Alejandría, que afirmaba que Dios y Cristo no poseían la misma
substancia (ousia): el Hijo seria inferior al Padre. Para Arrio, a
pesar de haber sido creado antes del Tiempo y ser superior al resto
de la Creación, el Hijo sería diferente del Padre en substancia. En
Nicea, las enseñanzas de Arrio fueron condenadas y se adoptó el
concepto de homousios (de substancia idéntica) para establecer la
relación entre Padre e Hijo, tal como fue descrito en el Credo de
Nicea:
Creemos en un Dios, Padre Todopoderoso Creador de todas las
cosas, visibles e invisibles, Y en nuestro Señor Jesucristo, Hijo de
Dios, El único concebido por el Padre, de la misma substancia Dios
venido de Dios, luz de luz, Engendrado no creado de la misma
substancia del Padre, A través del cual todas las cosas fueron
hechas, Asi en el Cielo como en la Tierra, Que por nosotros los
hombres y por nuestra salvación descendió y se hizo hombre, Sufrió,
resucitó al tercer día, Subió a los cielos, de donde vendrá para
juzgar los vivos y los muertos. Y creemos en el Espíritu Santo...
(ARMSTRONG, 1994: 119-120)4
No en tanto, no hubo unanimidad en Nicea y después del
Concilio, los obispos continuaron predicando como antes. El
arrianismo continuó fuerte por más de sesenta años, prácticamente
durante toda la vida de Macrina, que junto a las persecuciones
imperiales a los cristianos de Oriente, van a ser el telón de fondo
en la redacción de la obra Vida de Macrina.
Este artículo pretende abordar la cuestión de la santidad y
del ascetismo femenino y la importancia de la virginidad para el
cristianismo del siglo IV, tomando como estudio de caso la obra Vida
de Macrina, escrita entre los años 380-383 por su hermano Gregorio,
obispo de Nisa (c. 371-395), en Capadocia, uno de los principales
opositores al arrianismo. Gregorio participó activamente en el
Concilio de Constantinopla (381), convocado por el emperador
Teodosio I (379-395), donde fue reafirmada la consusbstancialidad
entre Padre e Hijo, confirmada en el Credo de Nicea.
***
Macrina era la hija mayor de entre diez hermanos. Nació en la
ciudad de Cesarea, en Capadocia, que en otras épocas fue un reino
independiente y provincia del Imperio Romano a partir del año 14
d.c. Situada a orillas del río Halys - frontera natural entre el
Asia Menor romana y las regiones interiores -, el arzobispado de
Cesarea formaba, al lado del obispado de Nisa, una área fuertemente
cristianizada a partir del 325.
Su familia pertenecía a un segmento de la aristocracia
helenizada de Asia Menor que prontamente aceptó el cristianismo
(TEJA, 1989: 92).5 Los abuelos de Macrina habían perdido sus
pro-piedades por profesar el cristianismo debido a la persecución
del emperador Diocleciano durante todo este periodo el Oriente fue
marca-do por persecuciones a los cristianos.
Su abuela, Macrina la Vieja también posteriormente fue
considerada santa. Sus padres, San Basilio, el Viejo y Santa Emélia,
también sufrieron persecuciones religiosas por parte del emperador
Galerio Máximiano (293-311). A pesar de firmar un edicto poco antes
de su muerte que garantizaba la tolerancia para con la Iglesia
cristiana, Galerio fue considerado un oso por los escritores
cristianos, como Eusebio y Lactancia, por su ferocidad contra la fe
cristiana (BOWDER, s/d: 125-126).6
La familia de Macrina se mudó para el Ponto (Pontus),
provincia romana localizada al norte de Capadocia. Tal como era
exigido a un miembro de la aristocracia, la niña fue novia a los
doce años, más la precoz muerte del pretendiente la hizo recusar
obstinadamente cualquier nuevo compromiso. A pesar de no haber
consumado el matrimonio, Macrina consideraba que ya se había casado
y decidió dedicar su vida a la virginidad y a la búsqueda de la
perfección cristiana. Como señal de su nueva alianza, usaba un
anillo colgado en el cuello que supuestamente contenía un fragmento
de la cruz en la cual Cristo había sido crucificado.
"Vea", dice [Vestiana], "¡qué tipo de ornamento está
colgado en el cuello de la santa!" En cuanto hablaba, [Vestiana]
aflojó el broche y después lo estiró con la mano y nos mostró una
representación de una cruz de hierro y un anillo del mismo material.
Ambos estaban cerrados por un fino hilo que permanecía continuamente
en el corazón." "Déjenos dividir el tesoro", yo dije. "Tú tienes un
estilete de la cruz, yo quedaré contento en heredar el anillo," pues
la cruz estaba trazada en el sello del anillo también. Mirando para
eso, la señora me dice otra vez, " Tu no erraste al escoger este
tesoro, pues el anillo es ancho en el aro y fue escondido en un
pedazo de la Cruz de la Vida. VM [990 D]
La aspiración a la pureza religiosa en el siglo IV era
también buscada por los ascetas, los "renunciantes cristianos" que
se alejaban de las ciudades en dirección al desierto. Allá hacían
celdas excavadas en las depresiones de las dunas hasta alcanzar agua
salubre. Pretendían así que sus habitaciones fueran tumbas, donde el
religioso estaría "muerto" para el mundo (BROWN, 1990:
186-187).7
Uno de los principales objetivos de estos ascetas era
alejarse de las mujeres y principalmente del deseo sexual. La vida
del anacoreta era austera, centrándose en el trabajo manual, en las
oraciones, los ayunos y en la meditación. La falta de comida era la
mayor privación enfrentada por ellos, pues pensaban que el mayor
error en el pecado original era la gula, que había llevado a Adán y
a Eva a transgredir las ordenes de Dios. Disminuyendo la ingestión
de comida, estos hombres creían estar purificando sus cuerpos de las
pasiones y de su contaminación, pues el cristiano perfecto era aquel
que podía estar totalmente expuesto a toda la comunidad, no teniendo
vergüenza de sus pensamientos o sueños. De ahí que fuera tan
importante para ellos educar el cuerpo hasta que los deseos sexuales
inconscientes -como la polución nocturna- fueran eliminados (BROWN,
1990: 196-197).
Algunas mujeres también experimentaron la religiosidad del
desierto, como Alejandra, María, la Egípcia, Thaís, Sinclética y las
hermanas Menodora y Metrodona. El principal rasgo de las "madres del
desierto" era la adopción de trajes masculinos. En la mayor parte de
los casos la motivación para la fuga del mundo ocurría debido a un
impedimento en el matrimonio o por haber tenido una vida que
consideraban pecaminosa. Después de la muerte de estas mujeres su
santidad fue muchas veces reconocida y testimoniada en vitae
escritas por hombres (KING, s/d: Internet).8
El camino de Macrina es distinto al de los ascetas femeninos
y masculinos del desierto. Ella está ligada a la fundación del
monacato en Oriente, a pesar de haber quedado opacada por la figura
de sus hermanos. Este es el periodo de los orígenes del monacato
primitivo (TEJA, 1989: 82). Tres de ellos son considerados padres de
la Iglesia, por haber actuado como defensores del cristianismo
niceno contra el arrianismo: Basilio de Cesarea (c. 330-379),
Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste. Todos fueron obispos, siendo
también conocidos como los padres de Capadocia. Además de ellos,
Naucratius, otro hermano de Macrina, se volvió ermitaño, dedicando
su vida a auxiliar a los pobres. Acabo muriendo trágicamente en una
expedición de cacería aún siendo muy joven.
A ella, Gregorio dedicó la obra Vida de Macrina, escrita en
griego poco después de la muerte de la hermana, entre 380 y 383. En
ella explicó el papel preponderante que su hermana tuvo en la vida
de los hermanos y relató la trayectoria de Macrina rumbo a la
santidad. Fue escrita en forma de carta y dedicada al monje Olímpio,
que lo acompañó en el Concilio de Constantinopla en 381.
Macrina persuadió a su madre a desistir de la vida común y
todo el estilo de vida ostentoso y los servicios domésticos a los
cuales ella estaba acostumbrada antes, (...) y compartió la vida de
las siervas, tratando a todas sus esclavas y criados como si ellos
fueran hermanos y pertenecieran a la misma condición social que
ella. VM [966D]
Llevaron una vida de estricto ascetismo, dedicándose a la
meditación sobre las verdades del cristianismo y a las oraciones.
Era una organización de tipo familiar que acostumbraba prestar ayuda
a los pobres. Este claustro femenino debía ser un espacio
inviolable, lejos del espacio profano público, asociado al paganismo
(BROWN, 1990: 232). El convento era considerado esencial para que
las vírgenes absorbieran la cultura sagrada: a través de él las
mujeres podían ser alfabetizadas.
No sólo los hermanos de Macrina, también varios amigos de la
familia como Gregorio Nacianceno y Eustaquio de Sebaste estuvieron
ligados a esta comunidad y fueron estimulados a hacer mayores
avances en dirección a la perfección cristiana.
En el contexto de la espiritualidad cristiana del siglo IV,
Macrina tuvo un papel preponderante. Las vírgenes eran vistas como
el "único ser humano que ha permanecido tal y como originalmente fue
creado (...) como un desierto en si." (BROWN, 1990: 226).
El hecho de realizar una vida entera sin contacto con el otro
sexo y basar su conocimiento únicamente en las Escrituras hacían que
Macrina y otras vírgenes fueran consideradas verdaderos pilares del
cristianismo. Al contrario de los hombres, que como los propios
hermanos de Macrina estaban ligados aún a la cultura pagana y a las
disputas por el poder en las ciudades (contra los arrianos, por
ejemplo), las vírgenes, para los obispos, mantenían la pureza
original del pensamiento cristiano.
Se utilizaban entonces literariamente la metáfora del espejo
para tratar esta contemplación interior, del "mirar para dentro",
del acto de mirar su reflejo íntimo, vislumbrar contemplativamente
la materialización del alma, siempre por intermedio de las
Escrituras. Según los obispos, las vírgenes tendrían entonces un
papel fundamental en esta actitud (COSTA, 2000: 79).11 Esta era una
preocupación de los escritores de la época: Juan Crisóstomo
(398-404), obispo de Constantinopla, hizo una serie de predicaciones
que dieron origen al tratado Sobre la Virginidad (382), donde
demostraba la alegría de pertenecer a una raza humana que se
encontraba en el umbral de una nueva era (BROWN, 1990:
278).
Por su parte, en la obra De la Virginidad, Gregorio de Nisa
afirmaba que "...como un espejo, cuando es bien hecho recibe en su
superficie pulida los rasgos de aquel que le es presentado, así
también el alma, purificada de todas las manchas terrestres, recibe
en su pureza la imagen de la belleza incorruptible." (CHEVALIER,
1995: 393).12 P
latónico seguidor de la escuela que Orígenes (c. 185-254)
fundara en Cesarea, Gregorio creía que para que cualquier método
fuera eficaz debería ser como un espejo, como una virgen, especie de
cuerpo-espejo donde las personas podrían vislumbrar la pureza de la
imagen de Dios. Según él, una virgen era un espejo del alma y una
imagen física del Jardín del Edén, también tierra virgen (BROWN,
1990: p. 249).
Por el hecho de no casarse y no ser madres, las vírgenes
ascetas eran consideradas próximas de Dios y de Adán, semejantes a
la humanidad antes del pecado original y vistas como novias de
Cristo, teniendo así acceso irrestricto al conocimiento, de ahí la
posibilidad de, a través del ascetismo, tener acceso a la
alfabetización. Por ejemplo, Macrina poseía un excelente bagaje
intelectual: su madre la enseñó a leer usando las Escrituras y ella
conocía autores cristianos, como Orígenes, además de leer las obras
de sus hermanos (CORRIGAN, s/d: Internet).13 Su sobrenombre era
Tecla, la compañera imaginaria de San Pablo y ligada a Sócrates, lo
que asociaba a Macrina con la figura de la mujer sabia (ALEXANDRE,
s/d: 535),14 por asceta y por virgen.
De acuerdo con Gregorio, el sobrenombre secreto de la hermana
vino durante un sueño de la madre, Emélia, antes del parto:
Y alguien con forma y brillo más espléndido que un ser
humano apareció (a Emélia) y se dirigió a la niña que ella estaba
cargando por el nombre de Tecla, aquella Tecla que es tan famosa
entre las vírgenes. Después de hacer esto y testimoniarlo tres
veces, él partió de su presencia y le dio a ella un parto fácil, de
manera que, en aquél momento, se levantó y vio su sueño realizado.
Ahora, ese nombre era usado apenas en secreto. Mas me parece que la
aparición no hablaba tanto para guiar a su madre para la elección
correcta del nombre, más para prever la vida de la joven niña y para
indicar por el nombre que ella debería seguir el modo de vida de
este nombre. VM [962 C]
El sueño de Emélia es bastante revelador, ya que era la forma
como los hombres de la época imaginaban el contacto con Dios, no nos
olvidemos que todas las informaciones al respecto de Macrina son
siempre mediadas por su hermano Gregorio, que justifica el hecho de
escribir sobre la vida de una mujer
En este caso, fue una mujer la que nos suministró nuestro
asunto; sí, de hecho, ella debía ser una mujer de estilo, yo no sé
si es conveniente designarla por su sexo, a quien ultrapasó tanto su
sexo. VM [960 B]
Podemos
observar a las mujeres de este periodo siempre filtradas por las
miradas masculinas. En el caso de Gregorio, la decisión de escribir
la vida de su hermana santa viene acompañada de la aprobación de
otro hombre, el monje Olímpio, a quien él le dedica la obra y a
quien atribuye también haberle dado la incumbencia de escribir el
relato:
Entonces, tú decidiste que la historia de su noble carrera
vale la pena ser contada para evitar que tal vida sea desconocida en
nuestro tiempo, y que el registro de una mujer que creció por la
filosofía para la mayor elevación de la virtud humana no debe pasar
por las sombras del olvido inútil; yo creo por bien obedecerte. VM
[960 C]
Este es
un tipo de problema de análisis de fuentes muy común para la
documentación de la época. Ellos dicen lo que ellas son y
principalmente lo que deben ser (DUBY, s/d: 9).15 El mismo tipo de
problema ocurre en el caso de Santa Mónica (c. 331-387), "viva" para
la historia por su hijo San Agustín (COSTA,
1995).16
De
cualquier modo, es importante que se entienda el sueño cristiano del
siglo IV como un objeto onírico de transmisión del logos divino,
pues este fue el periodo de formación -en la teoría y en la
práctica- de un tipo especial de imaginario, la onirología cristiana
(LE GOFF, 1994: 283).17 Ya vimos que en el siglo IV el cristianismo
todavía estaba en una fase de formación de sus dogmas, y el sueño
ejerció un papel preponderante en la construcción del imaginario
cristiano (LE GOFF, 1994: 329). La hagiografía del período tiene al
sueño como punto convergente de la vida de la mayor parte de los
santos, y el sueño de la madre de Macrina es de un tipo muy
especial, así mismo excepcional, pues viene directamente de
Dios.
Macrina
puede realizar las aspiraciones que su madre tuvo cuando joven.
Emélia había preferido quedarse soltera. Ambas tuvieron una relación
de mucha afectuosidad. De acuerdo con Gregorio, la sensación de la
madre fue como si siempre hubiera cargado a la hija en su vientre:
el tiempo estaría inmóvil, señal indicadora de la santidad venidera,
donde el pasado, presente y futuro estaban juntos y parecían
coexistir (GUREVITCH, 1990: p. 122)18 en el útero de la
madre.
Uno de
los deseos de Macrina era que después de su muerte ella fuera
colocada en la tumba al lado de la madre para que "sus cuerpos
quedaran mezclados uno con el otro (...) y que su compañerismo en
vida no fuera quebrado en la muerte" (VM [996 B]).
Es
importante resaltar el papel de Macrina y de otras vírgenes en la
elaboración de retiros para donde afluían jóvenes pobres y también
viudas ricas que decidían ingresar en la vida religiosa. Es por
ejemplo el caso de Vestiana:
Una señora de nacimiento noble,
que había sido famosa en su juventud por la riqueza, la buena
familia, la belleza física y todas las otras distinciones. Ella se
había casado con un hombre de alta posición y vivido con él un corto
periodo. VM [988C]
De acuerdo con Peter
Brown las organizaciones femeninas como las de Macrina se basaban en
lazos de amistad y contaban con grandes grupos de vírgenes, de
cincuenta a cien, el alto contingente se debía a que el convento
mantenía a señoras ricas que entregaban sus recursos a la iglesia y
también vivían allí (BROWN: 1990, p.
222).
Para la santificación
de Macrina pueden ser destacados dos motivos: Su papel de virgen,
conforme ya demostramos, y su vida ascética. Mas también debido a
sus milagros, dos de ellos relatados con detalles por su hermano: la
cura producida por Dios en la propia santa y la cura de una niña por
Macrina.
En la historia del
primer milagro, Macrina sufría de un tumor en el pecho, cosa que
preocupaba mucho a su madre, principalmente porque la hija se
rehusaba a ser atendida por un médico. Entonces Macrina se dirigió a
Dios y le pidió la cura, la que le fue
concedida:
Entonces, cuando la
noche llegó, después de cuidar de su madre como siempre, ella fue
para el santuario y suplicó por toda la noche a Dios por la cura. Un
torrente de lágrimas cayó de sus ojos al suelo, y ella utilizó el
lodo hecho de sus lágrimas como un remedio para su enfermedad.
Cuando su madre se sintió desanimada y otra vez le insistió para que
ella permitiera que el médico la viera, ella dijo que sería
suficiente para la cura de su mal, que su madre le hiciera la señal
sagrada en el local con su propia mano. Cuando su madre colocó la
mano en el seno para hacer la señal de la cruz, la señal actuó y el
tumor desapareció. VM [992B]
En lugar del tumor
quedó apenas una pequeña marca, símbolo del milagro divino que
Vestiana, la viuda a quien ya nos referimos antes, mostró a Gregorio
momentos antes del entierro de Macrina:
"Ves", ella dice, "esta pequeña
marca borrada abajo del cuello" Era como una cicatriz hecha por una
pequeña aguja. En cuanto hablaba, ella trajo una lámpara próxima al
local que me estaba mostrando. "Lo que sorprende", yo hable, "es
como si el cuerpo hubiera sido marcado con alguna señal débil en
este lugar". "eso", ella replicó, "fue dejado en el cuerpo como una
prueba de la poderosa ayuda de Dios. (...)" "Mas eso", ella dice,
"es un minúsculo trazo de la marca; que apareció en el local de la
terrible llaga y permaneció hasta el final de lo que podría ser,
como imaginó, una memoria de la visita divina, una ocasión y
recuerdo de la perpetua acción de la gracia de Dios." VM [992 A] e
[992C]
El otro milagro fue la
cura de una niña, que tenía una enfermedad en uno de los ojos, hecho
que su padre contó a Gregorio. De acuerdo con el padre, "su
apariencia [de la niña] era repulsiva y causaba pena, la membrana
alrededor de su ojo era más ancha y emblanquecida por la enfermedad"
(VM [996 D]).
Al visitar el retiro,
él se había quedado en el ala masculina, junto con Pedro de Sebaste,
hermano de Macrina, y su mujer e hija, en la compañía de Macrina y
sus compañeras:
Cuando entramos en aquel
domicilio divino, mi mujer y yo nos separamos, visitamos aquellos
buscadores de filosofía de acuerdo con nuestro sexo. Fue para el ala
de los hombres, presidida por Pedro, su hermano, en cuanto mi esposa
fue para el ala femenina y conversó con la santa. VM [996
D]
A pesar de todo, en el
momento en que se preparaban para partir, tanto Macrina como su
hermano protestaron y ella hizo una promesa a la madre de la niña,
si por acaso permaneciera un poco
más:
Su hermano [Pedro] estaba
insistiendo para que yo me quedará y compartiera la mesa de los
filósofos, y la santa señora no quería dejar que mi mujer se fuera
antes que preparara una comida para ellos y las entretuviera con las
riquezas de la filosofía. Y besando a la niña, como era natural, y
colocando sus labios en sus ojos, ella vio la enfermedad de la
pequeña y dice - "si me concedes el favor de dividir nuestra comida,
te daré a ti a cambio una recompensa no inmerecida por tal honor."
"¿Cuál es?", dice la madre de la niña. "Yo tengo un remedio", dice
la gran señora, "que es poderoso para curar enfermedades en los
ojos." VM [998 A]
Los padres de la niña,
entonces, permanecieron en el retiro por más tiempo y después de la
comida partieron. En medio del viaje, afligida, la señora recordó
haber olvidado pedir el medicamento a Macrina, y el marido ya
pensaba en mandar a alguien cuando la madre percibió que el milagro
ya había sido
efectuado:
Yo estaba avergonzado por el
descuido [de olvidar el medicamento] y pedí que alguien volviera de
prisa para ir a buscarlo. Así fue lo que ocurrió, la niña, que
estaba en los brazos de la ama, miró para la madre y la madre miró
en los ojos de la niña. "Paren", dice, avergonzada por la
desatención, gritando con alegría y miedo. "¡Vean!" "¡Nada de lo que
fue prometido está faltando! Ella realmente le dio a la niña el
verdadero remedio que cura la enfermedad; es la cura que viene de la
oración. Ya dio ambos y él ya probó su eficacia; nada de la
enfermedad quedó en los ojos. Todo fue purificado por el remedio
divino." VM [998 C y
D]
Y, de acuerdo con las
palabras de Gregorio, el padre de la niña había entendido los
designios de
Dios:
"¿Qué puede sorprender en la
recuperación de la visión de los ciegos por las manos de Dios,
cuando sus criaturas, ejecutando esas curas por la fe en Él,
realizaron algo que no es inferior a aquellos milagros?" Tal fue la
historia de él; que fue interrumpida por sollozos, y lágrimas y
atragantaron lo que profirió. Tanto por el militar [el padre] como
para su historia." VM [998
D]
Estos son los milagros
más importantes realizados por Macrina descritos por Gregorio, mas
él cita otros en su conclusión del relato, que según afirma, no
explicará con mayores detalles, pues según su opinión podrían
exceder la comprensión de más de
uno:
Muchos hombres juzgan lo que es
creíble en una historia por la medida de su propia experiencia. Mas
lo que excede la capacidad del oyente, los hombres reciben con
insulto y sospecha de falsedad, [como algo] muy remoto de la
realidad. Consecuentemente, omito aquella extraordinaria acción
agrícola en la época de hambre, [de modo] como el trigo alivió las
necesidades, a pesar de distribuido constantemente, no sufrió
ninguna disminución perceptible, permaneciendo siempre en cantidad
lo mismo que era antes de ser distribuido a las necesidades de los
suplicantes. Y después de eso, hubo acontecimientos aún más
sorprendentes, los cuales yo podría contar. Curas de enfermedades,
expulsiones de demonios y previsiones verdaderas sobre el futuro. Se
cree que todos sean reales, así mismo que aparentemente
inacreditables, por aquellos que los investigaron con cuidado. Mas
por la mente carnal son juzgados fuera de lo posible. (las cursivas
son nuestras) VM [1000
A]
***
¿Qué
importancia tuvo esta santa en la vida de los hermanos, Basilio de
Cesarea, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste?
En la
Vida de Macrina, Gregorio elogia la sabiduría de su hermana y su
papel de conductora de la familia. De Pedro, el menor, menciona que
ella ejerció un papel fundamental en su formación, después de la
muerte del padre:
Así, habiendo sido todas las
cosas para el joven - padre, profesora, tutora, madre, donadora de
todos los buenos consejos - ella produjo tales resultados que, antes
que la edad de la infancia hubiera pasado, cuando él aún estaba
desvistiendo el primer florecimiento de la tierna juventud, aspiró a
la alta marca de la filosofía.
[972C]
Al alcanzar la edad
adulta, Pedro de Sebaste pasó a dividir el retiro de Anesi con
Macrina. En cada una de las márgenes del río Iris se localizaba una
comunidad. La de las mujeres era regida por Macrina desde la muerte
de la madre, y la de los hombres dirigida inicialmente por Basilio y
después de su muerte, por su hermano
Pedro.
Con relación a
Gregorio de Nisa, el escritor de su biografía, Macrina le dio
aliento para preservar sus creencias. Debido a las disputas contra
el arrianismo, Gregorio fue depuesto del cargo de obispo y expulsado
de Nisa en 376, habiendo reasumido sus funciones con la muerte del
emperador Valenciano. Al quejarse con su hermana de sus penas, fue
estimulado por ella a ser fuerte y dar gracias a Dios por lo que ya
había recibido:
¿Tú no cesarás de ser
insensible a las bendiciones divinas? ¿No remediarás la ingratitud
de tu alma? ¿No compararás tu posición con aquella de nuestros
padres? Y aún, con relación a las cosas del mundo, nosotros podamos
sentirnos orgullosos de ser bien nacidos y pensar que vinimos de una
familia noble. Nuestro padre era muy estimado desde joven por su
conocimiento; de hecho su fama se estableció por todas las cortes de
ley de la provincia. Subsecuentemente, a pesar de él sobrepasar a
todos en retórica, su reputación no se extendió más allá del Pontus.
Mas él estaba satisfecho en tener fama en su propia tierra. No en
tanto tú, [ella dice], eres renombrado en ciudades, pueblos y
países. Iglesias te citan como un aliado y dirigente, ¿y no ves la
gracia de Dios en todo eso? VM [982 B]
Sobre Basilio, que
había estudiado retórica en Atenas, Gregorio dice que la hermana lo
llevó a despreciar el orgullo por sus conocimientos y lo condujo al
camino de la humildad:
El hermano de Macrina, el gran
Basilio, retornó después de su largo periodo de educación, ya un
hábil retórico. Él estaba envanecido más de la cuenta con el orgullo
de la oratoria y despreciaba a los dignatarios locales, superando
según su propia opinión a todos los hombres de liderazgo y alta
posición. No en tanto, Macrina lo tomó por la mano, y con tal
rapidez lo llevó también en dirección a la marca de la filosofía,
que renunció a las glorias de este mundo y despreció la fama ganada
por el discurso (...) Su renuncia a la propiedad fue completa, para
que nada debiera impedir una vida de virtud. VM [966C]
Basilio, el Grande, o
San Basilio, el más viejo de los hermanos, fue más tarde considerado
doctor de la Iglesia. Visitó a los ascetas de Siria, Egipto y
Palestina (GILSON, 1998: 63).19 Es considerado el padre del monacato
oriental y su regla fue inspirada en la que Macrina escribió para su
retiro en Anesi. Fundó hospitales y se dedicó a cuidar de los
pobres, teniendo como principal proyecto la formación de
fraternidades basadas en el auxilio mutuo y en el voto de pobreza
(BROWN, 1990: 243).20 Produjo varios escritos contra el arrianismo,
también se le da el crédito por la fórmula de Dios como única
esencia [hypostasis] con tres personas [hypostases] murió nueve
meses antes que Macrina, en 379.
Además de iniciar la
fe en sus hermanos, la importancia de Macrina no es nada
despreciable en la historia del cristianismo primitivo del siglo IV.
Su influencia junto a la de su hermano Basilio fue notable. Gracias
a ella, Basilio se tornó eremita, fundó monasterios y trazó las
reglas que regirían la vida monástica de la Iglesia Ortodoxa -
Basilio representa el hombre nuevo de las elites dirigentes del Bajo
Imperio: aristocrático y latifundista apegado a la vida urbana,
amante de la cultura griega y convicto de su cristianismo, monje y
obispo (TEJA, 1989: 94). Si llevamos en consideración el peso de las
palabras y gestos sobre sus hermanos, podemos tener una idea de la
influencia de Macrina en la construcción del monacato cristiano: San
Benito se inspiró en Basilio de Cesarea para elaborar su regla. De
Macrina a San Benito, la historia del monacato en el mundo cristiano
fue así modelado, con base en el ascetismo riguroso, en la lectura
de las Escrituras y en el papel de las vírgenes como metáforas vivas
del Paraíso
Perdido.
A través del relato
sobre su vida, también podemos observar la actuación de una mujer
como conductora intelectual de su familia. Como guía y protectora
espiritual ella era la "maestra", mi "señora". Un cambio
significativo de la mirada masculina en relación a ellas. Nacida en
el seno de los hogares cristianos, pues se creía que el dueño de
casa era el principal bene-ficiado con la devoción de su virgen, la
asceta era, por eso mismo, un ejemplo de comportamiento, de pureza.
Según Gregorio, en su obra De la Virginidad, las vírgenes mantenían
una relación de tiempo completo con el Creador, y por eso Macrina se
encontraba en la "frontera del mundo invisible", que era
interrumpido por los humanos que se dedicaban al
sexo
.El modelo de Macrina
ayudó a fortalecer una idea vigente de entonces, el que las mujeres
consagradas eran un depósito de valores para las comunidades
cristianas. Eran las kanonikai, mujeres comprometidas con un canon,
una vida regular y ascética cotidiana en un pequeño grupo espiritual
y orgánico que las destacaba de las otras fieles. Nacía así el ideal
ascético cristiano femenino. A corto plazo, el modelo de Macrina
influenciaría, por ejemplo, la actitud ambivalente de la sociedad
patriarcal de Bizancio en relación a la mujer: entre Eva y María,
entre el ideal ascético cristiano de la virginidad y el del
celibato, y la "promoción" del matrimonio (TALBOT, 1998: 118).21
Además de modelo de mujer santa, la vida de Macrina es también
modelo original para las abadesas
medievales.
A largo plazo, el
modelo ascético de Macrina fortaleció el discurso del polo positivo
femenino cristiano (ALEXANDRE, s/d: 511): la exaltación de la
virgen, con su poder de donación, intrínseco a su sexo, su
influencia cristiana en el seno de la familia (2 Tim), y su papel
auxiliador en la conversión de las poblaciones al
cristianismo.
Es con
este último punto, este atributo femenino -la conversión- que
terminamos el artículo. Un pasaje de una carta de Basilio de Cesarea
a los habitantes de Neocesarea, que muestra la fuerza de la imagen
de Macrina, la fuerza cristiana femenina, en la difusión del
cristianismo del siglo IV:
.
¿Qué
prueba más clara podría haber en favor de nuestra fe que el hecho de
haber sido educados por una anciana que era una bienaventurada mujer
salida de en medio de vosotros? Os hablo de la ilustre Macrina, que
nos enseñó las palabras del bienaventurado Gregorio (el Taumaturgo),
todas las que la tradición oral le había conservado, que ella misma
guardaba y de las que se servía para educar y para formar en los
dogmas de la piedad al niñito que aún éramos. (ALEXANDRE, s/d:
554)
Además del ascetismo y de la función mágica de la virgen como
un vislumbramiento de la pureza de Dios, este era el principal papel
femenino que los hombres de aquel entonces veían en las mujeres:
cimiento transmisor de la fe en los linajes. Propagar la fe por
medio de su amor infinito resguardado en su virginidad eterna. c
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