EL GRAN DESCONOCIDO: EL ESPÍRITU SANTO
El Observador, 831
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NI ES PALOMA NI ES ENERGÍA: ES PERSONA
- EL SIGNO VISIBLE DE LOS CARISMAS NO ES COSA DEL PASADO
- NO PUEDE ENTRAR EN LOS QUE YA ESTÁN LLENOS Y REPLETOS
- ASÍ ACTÚA EL ESPÍRITU SANTO EN NUESTRO MUNDO
- ¿SI NO TIENE CUERPO CÓMO PUEDE SER PERSONA?
- LA FE ES VANA SI SE NIEGA A UNA DE LAS TRES PERSONAS
- SI FUÉRAMOS MÁS ABIERTOS AL PARÁCLITO...
- CARISMAS, ESO QUE DA EL ESPÍRITU
- DOMINGO
DE PENTECOSTÉS: EL ETERNO DESCONOCIDO HOY SE NOS COMUNICA PRODIGIOSAMENTE
NI ES PALOMA NI ES
ENERGÍA: ES PERSONA
«Ni siquiera habíamos oído decir que hay un Espíritu Santo» (Hch 19, 2)
Por Diana R. García B.
Cuenta san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles que, «mientras
Apolo permanecía en Corinto, Pablo, atravesando la región interior, llegó a
Éfeso. Allí encontró a algunos discípulos y les preguntó: ‘Cuando ustedes
abrazaron la fe, ¿recibieron el Espíritu Santo?’. Ellos le dijeron: ‘Ni
siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo’» (Hch 19, 1-2).
En este tiempo muchos cristianos están inmersos en una ignorancia casi
igual. Si bien siempre se ha bautizado, absuelto de los pecados y bendecido
«en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», de manera que
todos saben que existe, muchos ya desconocen hasta la catequesis básica:
aquella que enseña que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo; que no son tres
dioses sino un solo Dios en tres Personas distintas, y que de alguna manera
el Espíritu Santo actúa en la Iglesia. Pero incluso para aquellos que no han
olvidado esta parte esencial del credo cristiano, pocos saben dar una
respuesta clara sobre el cómo, cuándo y dónde actúa el Espíritu Santo.
Por lo mismo, mantener una relación consciente con la Tercera Persona de la
Santísima Trinidad resulta más bien poco común. A Jesús y al Padre se les
ora mucho; al Espíritu Santo se le tiene casi en el olvido.
Y, de algún modo, esto es muy lógico: como miembros del género humano es más
fácil para los fieles identificarse y comunicarse con el Hijo, puesto que se
hizo Hombre. Con el Padre, aunque no se encarnó, se le concibe en la
imaginación como un individuo anciano (porque es Papá de un Jesús-Hombre de
33 años y porque su eternidad no pareciera bien representada con un aspecto
juvenil). ¡Pero rezarle a una paloma...!
En realidad la Biblia no dice que el Espíritu Santo sea una paloma, sino que
en el bautismo de Jesús se manifestó «como una paloma» (Mt 3, 16; Mc 1, 10;
Lc 3, 22), algo que en visiones sobrenaturales concedidas a diversos
místicos cristianos ellos describen no como la aparición exacta de una
paloma, sino de una figura alada que les hace recordar el aspecto de una
paloma.
En otras ocasiones el Espíritu Santo se manifiesta de otros modos; así, en
Pentecostés se manifestó como «ruido», como «fuerte ráfaga de viento»
[viento impetuoso], y como «lenguas de fuego» (cfr. Hch 2, 2-3), pero no por
eso se debe creer que el Espíritu Santo sea ruido, viento o lenguas de
fuego; ésas, como la de la paloma, son apenas manifestaciones sensibles de
su presencia.
Sin embargo, todo esto ha causado un entendimiento equivocado de la Tercera
Persona divina. Así, por ejemplo, algunas sectas protestantes
antitrinitarias (actualmente hay muchas de este tipo) están convencidas de
que el Espíritu Santo no es Dios; por ejemplo la autodenominada «Testigos de
Jehová» enseña que el espíritu santo (con minúscula) no es más que «la
fuerza activa de Dios» y la comparan con formas de energía como la
electricidad. En eso se parecen mucho a los paganos promotores de la New Age
(Nueva Era), que en su afán por tomar elementos del cristianismo para atraer
adeptos, han inventado su propia doctrina del Espíritu Santo diciendo que es
«la Energía del Cristo Cósmico», la «Madre Universal», la «Energía Crística»
o, simplemente, una «energía» que ayuda a descubrir que el hombre es «dios».
El signo
visible de los carismas no es cosa del pasado
Por Benedicto XVI
Lo que vemos en el Nuevo Testamento sobre los carismas, que surgieron como
signos visibles de la venida del Espíritu Santo, no es un acontecimiento
histórico del pasado, sino una realidad siempre viva: el mismo Espíritu
divino, alma de la Iglesia, actúa en ella en todas las épocas, y sus
intervenciones, misteriosas y eficaces, se manifiestan en nuestro tiempo de
manera providencial. Los movimientos y las nuevas comunidades son como
irrupciones del Espíritu Santo en la Iglesia y en la sociedad contemporánea.
El concilio Vaticano II, en varios documentos, hace referencia a los
movimientos y a las nuevas comunidades eclesiales, especialmente en la
constitución dogmática Lumen gentium, donde se dice: «Los carismas, tanto
los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que
son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que
recibirlos con agradecimiento y consuelo» (n. 12).
Después, también el Catecismo de la Iglesia Católica ha subrayado el valor y
la importancia de los nuevos carismas en la Iglesia, cuya autenticidad es
garantizada por la disponibilidad a someterse al discernimiento de la
autoridad eclesiástica (cfr. n. 2003).
Del discurso pronunciado el 30 de octubre de 2008
No puede
entrar en los que ya están llenos y repletos
Jesucristo a santa Brígida de Suecia
Yo, que estoy hablando contigo, soy el que en tal día como hoy envié a mis
Apóstoles mi Espíritu Santo, el cual de tres maneras vino a ellos. Primero,
como un torrente; en segundo lugar, como fuego, y en tercer lugar, bajo la
apariencia de lenguas. Vino con las puertas cerradas; pues estaban solos y
tenían tres bienes: primero, el firme propósito de guardar castidad y de
vivir con templanza en todo; segundo, la suma humildad, y tercero, que
cifraban todo su deseo en Dios, porque nada sino a Él deseaban. Eran estos
bienes tres vasos limpios, aunque vacíos, y por eso vino el Espíritu Santo y
los llenó.
Vino, pues, como un torrente, porque todos sus huesos y miembros los llenó
de deleite y consuelo divino. Vino como fuego, porque con el fervor del amor
divino llenó los corazones de ellos, de suerte que nada amasen sino a Dios,
ni nada temiesen sino a Él. Vino, finalmente, en apariencia de lenguas,
porque al modo que la lengua está dentro de la boca, y sin embargo, no
perjudica a ésta, sino que sirve para hablar, igualmente estaba dentro del
alma de ellos el Espíritu Santo, el cual también los hacía hablar con
sabiduría divina, y por su virtud lo hacían como si fuera con una sola
lengua, y hablaban toda verdad; y como estos vasos se hallaban vacíos a
causa del deseo, fué justo que viniese a ellos el Espíritu Santo.
Pero no puede entrar este Espíritu en los que ya están llenos y repletos.
¿Quiénes son éstos, sino los que se encuentran llenos de todo pecado e
impureza? Son éstos como tres vasos pésimos, de los cuales el primero está
lleno de muy pestífero excremento humano, que por su grandísimo hedor nadie
puede oler; el segundo, está lleno de vilísimo líquido, que a causa de su
amargor nadie puede gustarlo; y el tercero, está lleno de corrompidísima
sangre y materia, que por detestable nadie la puede mirar.
Los malos están... llenos de la ambición y codicia del mundo, que en
presencia mía y de mis santos, huelen peor que el estiércol humano.... En el
segundo vaso hay mucha lujuria e incontinencia en las obras, lo que me es
tan amargo de gustar, como si fuese un líquido asqueroso... El tercer vaso
es su soberbia y arrogancia, que es como materia y sangre corrompida...
El que estuviere lleno de esta suerte, no podrá llenarse de la gracia del
Espíritu Santo.
Yo soy como quien tiene de venta un vino, que cuando quiere darlo a beber,
lo da primero a sus amigos y allegados, y después, en forma de pregón, manda
a sus criados que den voces, y digan: «Hemos probado el vino, y es bueno;
por tanto, vengan aquí todos los que lo deseen».
ASÍ ACTÚA EL
ESPÍRITU SANTO EN NUESTRO MUNDO
Todas las operaciones divinas que se realizan entre los hombres, en los
ángeles y en el orden sobrenatural son comunes a las tres Personas de la
Santísima Trinidad, pero cada una interviene de distinta manera.
Algunas características de la actuación del Espíritu Santo
+ El Espíritu Santo actúa con infinita y divina libertad, sin que nada ni
nadie pueda impedir su acción.
+ Cuando le place inunda; cuando le place incendia, y, según quiera, sopla
dulce o violentamente.
+ Es misión del Espíritu Santo santificar a los hombres. Esta operación se
produce en todos los tiempos y en todo el mundo, en favor de todos los
hombres, sin excepción, tomados ya individualmente, ya como elementos del
pueblo de Dios.
+ Aunque la operación del Espíritu Santo se produce en la intimidad del
hombre mismo, suele ocurrir que alguna cosa externa al hombre sea utilizada
para llegar a él, como, por ejemplo, la palabra de un amigo o de un enemigo,
una desgracia propia o ajena, una enfermedad, un letrero que se lee en la
calle...; cualquier hecho o cosa puede ser utilizado por el Espíritu Santo
para enviar al hombre un mensaje.
+ El Espíritu Santo no sólo invita y mueve a la santidad personal, sino que
a veces se vale de unos para producir su obra en otros. Para esta clase de
efectos no siempre espera que sea voluntaria la cooperación de quienes le
sirven de instrumentos.
+ La obra del Espíritu Santo es propia y especial para cada persona. Con
frecuencia aprovecha las disposiciones de los sujetos y las circunstancias
en que viven. Por ejemplo, hizo a Pedro pescador de hombres sacándolo del
oficio de pescador de peces. Sin embargo, no es un sistema cerrado: el
Espíritu Santo toma a quien quiere para lo que Él quiere, independientemente
de lo que es o ha sido.
+ La obra más excelente del Espíritu Santo es, sin duda, la encarnación del
Verbo.
+ Pentecostés ha sido la venida más solemne del Espíritu Santo; tiene algo
muy especial que obliga a pensar que ha sido su venida oficial.
+ En Pentecostés entró en la Iglesia naciente. Pero la entrega que el
Espíritu Santo hace de sí mismo a la Iglesia no se opone a la universalidad
de la misión: Él opera más allá de las limitaciones institucionales y del
tiempo y el espacio.
+ Sus operaciones suelen ser silenciosas e invisibles; esto porque Él así lo
quiere. Y cuando le place da testimonio de su presencia y de su actividad
por medio de símbolos, signos y carismas. Pero Él no viene a producir
señales: sería ésta una finalidad muy pobre. Ni se debe buscar al Espíritu
Santo por sólo el interés de las señales. Tampoco se debe presumir de haber
recibido alguna extraordinaria.
+ Todos los bautizados Lo hemos recibido: está en nosotros y nos ha hecho
templos suyos.
+ El Espíritu Santo viene porque se le llama, porque se le pide al Padre que
lo envíe. Pero también viene porque quiere venir sin que se le haya
invocado. Pero ocurre que los hombres no responden del mismo modo, y los
resultados son distintos.
Nadie lo ha visto
Al Hijo, porque se hizo Hombre, lo hemos visto y oído. Y Él enseña que si lo
hemos visto, también hemos visto al Padre. Al Espíritu Santo, en cambio,
nadie lo ha visto jamás.
Resumido de su libro «El Espíritu Santo en nuestro mundo», 1989.
¿Si no tiene cuerpo
cómo puede ser Persona?
Lo que hace que una persona sea persona son los siguientes tres atributos:
intelecto (la capacidad de razonar), sensibilidad (sentimientos) y voluntad
(capacidad de tomar decisiones). Así, no sólo los seres humanos son
personas, sino también los ángeles y los demonios. Por supuesto, tanto el
Padre como el Hijo y el Espíritu Santo son Personas, y esto en el más
excelso sentido de la palabra, pues nadie sino Dios es poseedor de la suma
inteligencia, nadie ama como Él ama y nadie es más libre que Él para decidir
su propia actuación. El cuerpo humano es, por decirlo así, apenas un
accesorio que viene unido a la persona humana, pero no es el cuerpo lo que
la hace persona.
A quienes creen que el Espíritu Santo no es Persona les convendría leer
citas bíblicas como éstas, que Lo muestran realizando libremente gran
cantidad de actividades personales:
+ Enseña, recuerda, da testimonio y glorifica: «El Espíritu Santo... les
enseñará todo y les recordará lo que les he dicho» (Jn 14, 26); «Cuando
llegue... el Espíritu de la Verdad... dará testimonio acerca de Mí» (Jn, 15,
26); «Él me glorificará» (Jn 16, 14).
+ Dirige la evangelización: «Como el Espíritu Santo les había impedido
anunciar la Palabra en la provincia de Asia...» (Hch 16, 6); «Trataron de
entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió» (Hch 16,
7)?? «El Espíritu Santo dijo a Felipe?? ??Acércate y camina junto a su
carro??» (Hch 8, 29).
+ Igualmente el Espíritu Santo conduce (cfr. Rm 7, 14), intercede (cfr. Rm
8, 26-27), envía (cfr. Hch 13, 4), manda (cfr. Hch 11, 12; 13, 2; 20, 28),
da dones (cfr. I Co 12, 7-11), habla frases enteras (cfr. Hch 8, 29), etc.
Una fuerza o energía impersonal está incapacitada para hacer algo siquiera
parecido.
D. R. G. B.
LA FE ES
VANA SI SE NIEGA A UNA DE LAS TRES PERSONAS
Esto escribió el doctor de la Iglesia san Basilio el Grande en el siglo IV
de la era cristiana en su Tratado del Espíritu Santo:
«Yo atestiguo a todo hombre que confiesa a Cristo pero niega a Dios: Cristo
no le servirá de ninguna ayuda; o aquel que invoca a Dios pero rechaza al
Hijo: su fe es vana; y a aquel que niega Espíritu: su fe en el Padre y en el
Hijo cae en el vacío; esta fe no se puede tener si el Espíritu no está
igualmente presente.
«Porque no cree en el Hijo quien no cree en el Espíritu; y tampoco cree en
el padre quien no ha creído en el Hijo?? “Ninguno, en efecto, puede decir??
Jesús es Señor, sino en el Espíritu Santo” (1 Co 12, 3) y “A Dios nadie
jamás lo ha visto, pero el Hijo Único que está en el seno del Padre, Él nos
ha hecho conocer” (Jn 1, 18)?? Tal hombre tampoco tiene parte en la
verdadera adoración, pues no se puede adorar al Hijo si no es en el Espíritu
Santo, como tampoco se puede invocar al Padre si no es en el Espíritu de
adopción».
Hasta los ángeles necesitan de la ayuda del Espíritu Santo «¿Cómo dirían los
ángeles ??Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos??» (Lc 2, 14) si el
poder no les hubiera venido del Espíritu? Porque «nadie puede decir ?? Jesús
es Señor?? si no es en el Espíritu. Santo», y «nadie, hablando bajo la
influencia del Espíritu de Dios, dice ??Maldito sea Jesús??» (I Co 12, 3).
Esto que hubieran dicho los malos espíritus... prueba lo que yo adelanto:
las potencias invisibles [los ángeles] gozan de libre albedrío, en
equilibrio entre la virtud y el vicio; por lo tanto, tienen necesidad de la
ayuda del Espíritu. ¿Gabriel anuncia el porvenir? Yo afirmo que esto no
puede ser de otra manera sino por el conocimiento anticipado que tiene de
ello el Espíritu, dado que la profecía es uno de los dones espirituales
repartidos por el Espíritu».
SI FUÉRAMOS MÁS
ABIERTOS AL PARÁCLITO...
Cuando uno recibe el Espíritu Santo el día de su Bautismo, recibe también
sus siete dones. Y se desarrollan en nuestra vida según el ambiente.
Por el P. Emiliano Tardif
Cuando uno recibe el Espíritu Santo el día de su Bautismo, recibe también
sus siete dones. Y se desarrollan en nuestra vida según el ambiente. Si un
niño está bautizado pero no hay un ambiente cristiano en la casa, no
desarrollará los dones recibidos, pues el Espíritu Santo los da como
semillas que hay que hacer germinar y regar para que crezcan.
Los dones que sí se desarrollan se manifiestan exteriormente en carismas. Un
carisma es una manifestación exterior de un don del Espíritu Santo.
Pero los carismas son una cruz que muchos no están dispuestos a llevar. El
ejercicio de algunos carismas provoca que muchos nos juzguen locos, que
otros se burlen y no pocos nos desprecien o persigan. Mientras no estemos
dispuestos a morir a nosotros mismos, aun a costa de nuestros privilegios y
renombre, no recibiremos estos carismas.
Recuerdo muy bien a un párroco vecino que se burlaba de los carismáticos, y
en sus homilías dominicales aseguraba que los que hablaban en lenguas era
porque les faltaban vitaminas… Hay muchos que tienen problemas. No le dan
espacio al Espíritu Santo para que se mueva libremente. Lo quieren encajonar
en moldes preestablecidos y no lo dejan volar con libertad del viento que
sopla como quiere.
Si fuéramos menos celosos de nuestra reputación, estaríamos más abiertos al
Espíritu Santo. El miedo a hacer el ridículo nos impide abrirnos a los
carismas del Espíritu. Los carismas ciertamente son humillantes. Por eso
muchos les temen y otros los rechazan. Se acaban los horarios de descansos y
se recortan las horas de sueño. ..
Sin embargo, decía san Serafín de Sarov: «Lo esencial de la vida cristiana
es la adquisición del Espíritu Santo». Y Jesús nos dice en el Evangelio:
«Pidan y se les dará... Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a
sus hijos, cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a aquellos
que se lo pidan» (Lc 11, 9-13).
El Espíritu Santo es el Amor infinito de Dios, y nunca podemos pretender que
ya lo tenemos entero; somos tan pequeños, tan limitados... Por eso siempre
podemos pedir el Espíritu Santo.
Oración al Espíritu Santo
Por el cardenal Verdier
Oh, Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,
inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia santificación.
Espíritu Santo,
dame agudeza
para entender,
capacidad
para retener,
método y facultad
para aprender,
sutileza
para interpretar,
gracia y eficacia
para hablar.
Dame acierto al empezar,
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén.
CARISMAS, ESO QUE DA EL
ESPÍRITU
Escrito por Diana Rosenda García Bayardo
¿Cómo saber cuáles de ellos son auténticos?
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que, «extraordinarios o sencillos y
humildes, los carismas son gracias del Espíritu Santo que tienen directa o
indirectamente, una utilidad eclesial; los carismas están ordenados a la
edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del
mundo» (n. 799).
Los carismas extraordinarios suelen asombrar y hasta asustar, en parte
porque, si bien en la vida de la Iglesia siempre han estado presentes, no se
ven tan frecuentemente.
En cambio, los carismas ordinarios no tienen el brillo y la lucidez de los
otros, pero no por ello son menos útiles o menos necesarios; de hecho,
puesto que la mayoría de los carismas otorgados por el Espíritu Santo son de
carácter ordinario, puede intuirse que son muy convenientes.
Todo cristiano ha sido equipado por el Espíritu Divino con carismas; a
través de la parábola de los talentos (cfr. Mt 25, 14-30) Jesús ejemplifica
esta realidad. Dios da a cada persona el número y tipo de carismas que sabe
que podrá manejar; y a quien trabaja bien y hace fructificar estos talentos
o carismas, se los aumenta. Y de todo lo recibido habrá que dar cuentas
tarde o temprano.
Entre los carismas ordinarios que Dios Espíritu Santo otorga a los suyos
figuran, como dice san Pablo, el de servir, de enseñar, de exhortar, de
presidir, etc. (cfr. Rm 12, 7-8); pero el santo no pretende dar una lista
exhaustiva, puesto que los carismas son innumerables: el Espíritu Santo no
está limitado.
Entre los carismas extraordinarios figuran (cfr. I Co 12, 8) el de curación,
de hacer milagros, de profecía, de discernimiento, de lenguas, de
interpretación de lenguas, etc. Aquí se repite lo anterior: Dios no tiene
límites, de ahí que también pueda sorprender con carismas extraordinarios
realmente poco comunes; por ejemplo, en tiempos del Antiguo Testamento el
Espíritu Santo concedió a Sansón el carisma extraordinario de la fuerza
física.
Explicaba el padre Emiliano Tardif que «un carisma no es para uno mismo sino
para servir a la comunidad. El único carisma que sirve personalmente es el
don de lenguas, que es un don de oración. Dice san Pablo que el que habla en
lenguas se edifica a sí mismo [cfr. I Co 14, 4] . Por eso los que tienen don
de lenguas deberían orar en lenguas todos los días, no solamente una vez a
la semana, cuando vienen a la asamblea de oración». Y agregaba: «El don de
lenguas es un don de oración en el Espíritu, es mucho más poderoso que
nuestra pobre oración». Y eso que, como también enseña san Pablo, el de
lenguas viene a ser el menor de los carismas (cfr. I Co 12, 28).
Discernir su autenticidad
Volviendo al Catecismo de la Iglesia Católica, éste enseña que «los carismas
se han de acoger con reconocimiento por el que los recibe, y también por
todos los miembros de la Iglesia» (n. 800) y que, «por esta razón aparece
siempre necesario el discernimiento de carismas. Ningún carisma dispensa de
la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia. ‘A ellos
compete sobre todo no apagar el Espíritu, sino examinarlo todo y quedarse
con lo bueno’ (LG 12), a fin de que todos los carismas coo-peren, en su
diversidad y complementariedad, al bien común» (n. 801).
A veces puede parecer que hay carismas donde en realidad no existe sino
imaginación, un cuadro de histeria, etc.
También el demonio puede hacerse pasar como un «ángel de luz» (cfr. I Co 11,
14), de manera que hasta puede otorgar «carismas» que a primera vista se
confunden con los verdaderos, con los que otorga Dios. Así, puede regalar a
alguien un parcial conocimiento del futuro, la realización de algunas
curaciones (sólo si la enfermedad curada haya sido provocada por el mismo
demonio), el don de hacer prodigios, etc. Aquí hay que recordar lo que dice
Jesús: que el árbol se conoce por sus frutos.
En caso de duda, hay que recordar que el obispo ha sido dotado por el
Espíritu Santo de «una potestad de gobierno ordinaria, propia e inmediata»,
como dice el Código de Derecho Canónico, de manera que a él le corresponde
el discernimiento de la autenticidad de los diversos carismas.
Sin embargo, como el Espíritu Santo sopla donde quiere (cfr. Jn 3, 8), este
discernimiento no siempre es fácil porque no se puede encasillar a Dios en
un determinado patrón.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
por su carácter de servicio eclesial los carismas verdaderos no alejan de la
Iglesia a quien los posee.
El uso adecuado de los carismas lleva a quien los tiene a una relación más
profunda con la Eucaristía, con la Iglesia y con el Papa.
Los carismas por sí mismos no le dan a la persona ninguna santidad especial
ni infalibilidad.
Hay que valorar los carismas, pero no más que la práctica de la caridad y de
las demás virtudes.
DOMINGO DE PENTECOSTÉS El
eterno desconocido hoy se nos comunica prodigiosamente.
El eterno desconocido hoy se nos comunica prodigiosamente. Aquel que, en
realidad, no tiene rostro ni palabras ni historia, adquiere hoy una
misteriosa presencia y consistencia. No tiene rostro, porque es amor…
Por el P. Umberto Marsich
El eterno desconocido hoy se nos comunica prodigiosamente. Aquel que, en
realidad, no tiene rostro ni palabras ni historia, adquiere hoy una
misteriosa presencia y consistencia. No tiene rostro, porque es amor; no
tiene palabras escritas, porque habla en secreto; y no tiene historia que se
pueda contar, porque es Él quien hace la historia; porque es Él quien,
moviendo los corazones y las inteligencias, va creando los hechos.
Es la solemnidad del Espíritu Santo, o sea, de Aquél que, a manera de
«suplemento de inteligencia», hace irrupción en la vida de quien le abre
mente y corazón, creando las mejores condiciones para que nos acerquemos al
misterio de Dios: Uno en Tres Personas iguales y distintas.
El Espíritu de Dios se desliza en el espíritu del hombre, al que quiere
despertar, animar y empujar. El dinamismo amoroso del Espíritu Santo es
omnipresente en la vida de la Iglesia; sin embargo, nos resistimos a
percibirlo y aceptarlo. El mismo que inspiraba a los grandes protagonistas
de la historia del Antiguo Testamento en orden al bien de todos es Aquél que
hoy actúa con audacia entre nosotros: transformando al bautizando en nueva
criatura; fortaleciendo el alma y la voluntad de quien se deja confirmar por
Él; absolviendo al pecador que se arrepiente; convirtiendo las ofrendas del
pan y del vino en Cuerpo y Sangre del Señor; santificando y consagrando el
amor de la pareja humana; supliendo la debilidad física del enfermo, y
llenando de fortaleza a aquel que se ordena para servir al Pueblo de Dios.
En la interioridad humana, aun no queriendo, habita esa gran sed que busca
los significados últimos de la existencia y la plenitud espiritual. Sólo
Jesús es quien puede extinguirla: «El que tenga sed, que venga a Mí y beba
aquel que cree en Mí». De su corazón, en efecto, «brotarán ríos de agua
viva». Como en ocasión del encuentro de Jesús con la samaritana, también en
ésta el Espíritu Santo aparece bajo la imagen del agua viva que únicamente
Jesús, en este su tiempo mesiánico, puede proporcionar a aquellos que
creemos en Él. Él es la roca de la cual brotó agua en el desierto; Él es la
fuente inagotable de este don, cuya irrupción en nuestra historia puede
cambiar su curso y determinar rumbos inéditos y creativos.
En estos textos, el Espíritu (pnéuma) aparece como don post pascual que
ayudará a penetrar en la muerte y partida de Jesús; que actualizará los
beneficios de su venida y configurará la comunidad discipular al Resucitado.
En todo caso, el Espíritu Santo está íntimamente relacionado con el Señor.
Es Él, de hecho, quien tiene poder y autoridad para otorgarlo: «Reciban el
Espíritu Santo», les dijo Jesús a los Apóstoles. Este soplo de Jesús sobre
sus apóstoles significa que les comunica el don del Espíritu, como fruto de
la obra salvadora que el Padre le ha encomendado.
El Espíritu Santo en los evangelios es representado también como «soplo»
divino, el soplo del perdón y de la nueva vida, signo y símbolo de
realidades espirituales: «Después de decir esto, sopló sobre ellos». Parece
tratarse del mismo aliento con el que Dios aleteó sobre el universo, dándole
vida. Se trata de un fenómeno creador, renovador y liberador en la vida del
hombre. En efecto, crea nuevas a las criaturas que se dejan empapar por Él;
renueva las almas de quienes recurren al perdón de Dios en el sacramento de
la Reconciliación: «A los que les perdonen los pecados, les quedarán
perdonados»; libera a los Apóstoles de todo miedo y temor, para que puedan
anunciar el Evangelio: «Como el Padre Me ha enviado, así también los envío
Yo».
Este mismo poder de crear, renovar y liberar ha sido otorgado, por Jesús, en
virtud del Espíritu recibido, a la comunidad de sus discípulos, o sea, a la
Iglesia de todos los tiempos. Los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo,
quedaron transformados en continuadores, valientes y entregados, de Jesús;
nosotros, por este mismo don, que hoy queremos recibir, podemos
transformarnos en otros discípulos suyos.
Que el fuego, viento y agua del Espíritu encuentren, de veras, en nosotros,
mentes abiertas y corazones cálidos para darle perenne acogida. Con Él, todo
será diferente. Con sus dones, finalmente, se renovará la faz de la Tierra.