8. MEDITACIONES DE DAVID: David un hombre según el Corazón de Dios según la Escritura y el Midrash
Emiliano Jiménez Hernández
Páginas relacionadas
Así como Dios estuvo con David en su lucha con Goliat, también estuvo con él
en otras muchas ocasiones, ayudándolo en sus dificultades. Con frecuencia,
cuando perdía toda esperanza, el brazo de Dios intervenía y le salvaba de
forma inesperada. Y no sólo le ayudaba, Dios le iba comunicando sabiduría
para descubrir cómo El guía el mundo con justicia.
Tras la victoria sobre Goliat, David siguió pastoreando el rebaño de su
padre. Cuando salía tras las ovejas, le gustaba detenerse en lo alto de los
cerros o a la sombra de un arbusto y, silbando sus salmos, se abandonaba a
largas meditaciones sobre la creación, que le llevaban a alabar al Creador.
Pasaba largas horas escuchando la palabra del árbol y el eco del roce de las
piedras rodando por el arroyo. Y, noche tras noche, pasaba horas escuchando
la ininterrumpida plática del cielo con la tierra, de los abismos con las
estrellas. Nadie mejor que el pastor conoce el idioma de los bosques, de los
vientos y las nubes. Al son del arpa, David descifraba su mensaje:
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos;
el día le pasa su mensaje al día,
la noche se lo susurra a la noche.
Pero, a veces, sus meditaciones se llenaban de interrogantes al tratar de
explicarse los fenómenos de la naturaleza. Deseaba descubrir la razón de
cada cosa y de cada ser viviente y no siempre la encontraba, turbándose por
las dudas que se suscitaban en su interior acerca de la bondad de algunos
seres creados por Dios. Entonces se le agotaba la inspiración y no brotaban
en él las melodías de sus cantos.
En una ocasión, después de haber compuesto y cantado varias veces uno de sus
cantos, David se sintió tan complacido de su melodía que en su interior se
inoculó una orgullosa pregunta: ¿Existirá acaso en el mundo otro ser que
sepa cantar al Creador como yo?
En aquel instante una rana se puso a croar a poca distancia y David, al
oírla, siguió el hilo de su vanidoso pensamiento: ¿Qué placer puede hallar
Dios en esos sonidos de rana que no dicen nada? Esta pregunta desagradó
grandemente a la rana, que, con voz humana, se dirigió al pastor:
-No te enorgullezcas, David, que mis cantos y melodías agradan al Creador
tanto como los tuyos. Yo sé muy bien que no soy más que un pobre animal que
no tiene otra morada que los fosos y ciénagas y que sólo se me busca para
hacerme del mal, pero yo bendigo incesantemente al Creador y, aunque sea sin
palabras, le canto día y noche. Y sin embargo no me vanaglorío como haces
tú...
David se sintió cortado con las palabras de la rana, pero no se dio por
vencido y preguntó:
-¿Y cómo sabes tú que tu canto agrada a Dios tanto como el mío?
Replicó la rana:
-El Señor me ha dado pruebas evidentes de que yo le agrado. ¿O acaso no se
sirvió de mí en sus plagas contra los egipcios?
Dicho esto, la rana extendió sus patas, arqueó el cuerpo y saltó al agua,
dejando a David con sus cavilaciones. Algo aprendió David de la rana. Desde
aquel día David no se vanaglorió más de sus cantos y, por ello, ganaron en
inspiración y belleza.
En otra ocasión, mientras las ovejas pastaban, David se sentó a la sombra de
una parra. Su mirada vagaba de un lado a otro sin fijarse en nada. De pronto
le llamó la atención una araña que tejía en un ángulo su telaraña; la araña
corría adelante y atrás cruzando los sutilísimos hilos. David estuvo un
largo rato siguiendo a la araña con la mirada, hasta que le surgió una de
esas preguntas que le nublaban el corazón, la mirada y toda su persona:
¿para qué se afana tanto este sucio animalejo, como si una araña pudiera ser
de alguna utilidad a alguien?
Pensó y pensó, pero no logró entender para qué podía haber creado Dios un
ser semejante. ¿No será que al Creador le han salido algunas criaturas
inútiles...?
Mientras rumiaba estos pensamientos, una avispa comenzó a dar vueltas en
torno suyo. Pero en lugar de picar a David, la avispa divisó la araña, se
abalanzó sobre ella y la mató. Este hecho confirmó a David en sus dudas:
Mira este animal de avispa, no es capaz de producir miel y se divierte
destruyendo a otros seres vivos. ¿Para qué habrá sido creada? ¿Qué finalidad
puede tener una avispa?
Tales reflexiones le dejaron perplejo y turbado. En todo el día David no fue
capaz de celebrar con sus cantos al Señor, Creador del mundo.
Dios, siempre atento al corazón de David, descubrió su estado de ánimo y
guardó en su memoria los sucesos de ese día, decidiendo aclarárselos a
David, mostrándole en su propia vida cómo esos seres, que le habían
perturbado, tenían su razón de ser...
Pero, aún eran más las cosas que turbaban la paz de David. Ese mismo día,
después de recoger el rebaño, mientras regresaba a casa, David se encontró
con un loco que gesticulaba y gritaba, babeando y desgarrando sus vestidos.
David le miraba ese día como si nunca antes le hubiera visto. Así se dio
cuenta cómo los muchachos del pueblo rodeaban al loco y se burlaban de él.
La vista del loco, y el espectáculo de los muchachos riendo y abusando de
él, hizo que David reviviera en una forma mucho más aguda las dudas del día
sobre la bondad de la creación: ¿Qué ha buscado el Creador al mandar al
mundo personas como ésta? ¿Por qué y para qué existen los locos?
David no encontraba una respuesta a sus interrogantes. Y el Santo, bendito
sea, incluyó esta última pregunta en la lista que ya tenía preparada para
responder con la experiencia misma de David... a su debido tiempo.