Doctrina de Santa Catalina de Bolonia, para la perfecta práctica de la Caridad del prójimo
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Santa Catalina de Bolonia
(1413-1463)
cortesía: salutarishostia
"Carísimas hermanas mías, para gloria de Dios Nuestro Señor que es todo
caridad, y para bien de vuestros espíritus, que yo amo con todas las fuerzas
de mi corazón: os protesto sencillamente, que en los muchos años ha, que
estoy en la Religión, no he dado lugar a pensamiento, o juicio menos recto
de las religiosas; porque siempre creí, que, la que al parecer exterior es
defectuosa, o de poco talento, estará en gracia de Dios; y quizá en sus
Divinos ojos será más acepta, que la que a los nuestros se muestra más
ejemplar.
Conforme a esto podéis creerme, que a todas os tengo en suma veneración,
como a imágenes de mi Señor; principalmente a nuestra Madre Abadesa,
acordándome tiene dos Ángeles de Guarda, que la asisten, para que, sin
errar, os dirija según la voluntad de Dios.
No puedo dar entrada al más mínimo pensamiento contra ella; y juzgo que es
bueno, y santo todo lo que ordena, y hace en mí y en las demás. Ni de las
personas que sirven a Dios, debe escandalizarse alguna; porque aunque en
ellas se vean manifiestas imperfecciones, ha de entrar luego la compasión,
diciendo: Como esta criatura es defectuosa por esta parte, yo lo soy por
otra; y Dios solo es el Santo sin defecto.
Por esto las religiosas han de soportase unas a otras con dulzuras que es
mucho yerro querer que todo vaya debajo de una cuerda, y con lo contrario se
ofende al Espíritu Santo: pues aunque no hay mas que un Dios, y una Caridad,
hay empero, muchos caminos, para servirse: porque conociendo el mismo Señor
con su discreción infinita los varios genios, y gustos de los hombres, quiso
condescender con sus criaturas, y gusta que le sirvan al modo más
proporcionado a su natural instinto. Siendo, pues, las inclinaciones tan
diferentes, no es maravilla que parezca, que los unos proceden diversamente,
que los otros; y que todos obren bien, glorificando a Dios unido en un fin.
El glorioso San Arsenio siempre estaba melancólico y con lágrimas, sin
admitir consuelo de este mundo. Por el contrario, el gran Antonio
continuamente vivía contento, y alegre, y persuadía de esto mismo a sus
Discípulos, diciendo: Repugna, que el Siervo de Dios esté triste, y no
conviene que los que aspiran a las alegrías del Cielo sea melancólico.
Pues si estos Santos fueron de dictamen tan diverso, y no puede decirse, que
se engañaron: porque me he de escandalizar, de que mi prójimo vaya por otro
camino del que me parece bueno, y más agradable a Dios? Y si el Señor gusta
de ser servido de aquel modo, que yo reprendo; mi parecer le desagradará,
metiéndome en el riesgo de perder su gracia por mi opinión discreta.
Dejo aparte, que muchas veces mi curiosidad, y soberbia me mueven a la
corrección, y no el celo de la honra de Dios, ni el deseo de que se quiten
los pecados del mundo; porque, sin pertenecerme, me prefiero al prójimo y
quisiera, que todo fuese a mi gusto, resintiéndome de que suela no suceder
así, encubriendo mi vicio con capa de celo de la honra del Señor. Pero este
Juez, a quien la malicia humana no puede engañar, descubre mi falsedad; y
con mi daño toma venganza a su tiempo.
Ninguna lengua puede significar la paz del Alma fiel, que en el prójimo no
ve, sino lo bueno, ni le murmura, ni le juzga; porque aún en medio de las
olas de este mar de la vida está tranquila; o por lo menos, la voluntad de
tal Alma se conserva unida con la del Señor, a quien deja el juicio, sin
tomarse el cuidado de las acciones ajenas.
Con esto descuida de todo, y sirve a su Criador en la paz, y en la guerra
con igual estimación de todos; viendo a la luz de la Fe, que todo dimana de
la providencia, del que jamás falta, ni puede ser engañado; ni deja de tener
fin dichoso todo lo que él gobierna, aunque a veces parezca lo contrario.
Ni penséis, que para juzgar bien de todas, es excusa el decir, que no podéis
detener los pensamientos: porque aunque es así verdad, que en algunas
ocasiones es difícil, y aún imposible, que estas importunas moscas no nos
molesten, pero con todo eso debe la voluntad reglarse a no consentir, y la
lengua a callar. Esto no hay quien no lo pueda hacer; porque la voluntad,
asistida de la gracia Divina, es tan fuerte, que no bastarán a trastornarla
para el pecado el demonio, ni las criaturas, ni podrán hacer, que se aparte
de la Caridad cristiana, si ella no consiente."
FUENTE: "Crónica seráfica. Por el R. P. Fr.
Eusebio Gonzalez de Torres, ex definidor de esta Santa Provincia de Castilla
de la Regular Observancia de N. P. S. Francisco y Cronista General de su
Orden. Quinta parte. Año de 1719. Madrid. Imprenta de la Viuda de Juan
García Infancon."Págs.354-356