«Suyo es el tiempo y la eternidad»
Autores varios
Observador de la Actualidad 871
-
El Señor del tiempo y de la historia
- ¿Qué es el tiempo?
- Sólo por hoy
- Sentencias concerniente el tiempo
- LO QUE DICE LA BIBLIA: Hay un tiempo para cada cosa
- Hay que leer los signos de los tiempos
- Todo eso es tiempo libre
- El Tiempo de descanso es voluntad de Dios
- Por culpa de un inglés madrugador, a propósito del cambio de horario
«Suyo es el tiempo y la eternidad»
EXISTE UN ÚNICO SEÑOR DEL TIEMPO Y DE LA HISTORIA: NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO
«Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos». Estas palabras, inspiradas en el libro del Apocalipsis (cfr. 1, 8), aparecen en el Misal Romano para el rito de preparación del cirio pascual. Se trata apenas de un pequeño párrafo, pero en él se resume la gran y perenne verdad de que sólo Dios es el Señor del tiempo y, por tanto, también de la historia.
El tiempo pasa, el universo envejece, pero Cristo, como dice la Escritura, es «el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8).
¿QUÉ ES EL TIEMPO?
«Pero, ¿qué es el tiempo? —pregunta san Agustín en sus Confesiones (XI, 14)—¿Quién podrá fácil y brevemente explicarlo? ¿Quién puede formarse una idea clara del tiempo para explicarlo después con palabras? Por otra parte, ¿qué cosa más familiar y manida en nuestras conversaciones que el tiempo? Entendemos muy bien lo que significa esta palabra cuando la empleamos nosotros, y también cuando la oímos pronunciar a otros. ¿Qué es, pues, el tiempo? Sé muy bien lo que es si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé».
Los diccionarios se refieren a él como la duración de las cosas sujetas a mudanza, o la separación que se da entre diversos acontecimientos, o como un flujo continuo de sucesos. Lo cierto es que no habría ni duración, ni acontecimientos, ni separación ni flujo de sucesos si Dios no hubiera creado el tiempo: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra... y atardeció y amaneció el día primero» (Gn 1, 1-5).
DIOS ESTÁ FUERA DEL TIEMPO
El ser humano a veces se hace preguntas como: ¿Cuándo empezó a existir Dios? ¿No se aburren los santos y los ángeles en el Cielo haciendo todo el tiempo lo mismo: alabando al Señor?, etc. Nacidos y contenidos dentro del tiempo, a los hombres les cuesta trabajo ya no sólo imaginar sino hasta aceptar que pueda existir una realidad totalmente ajena al reloj. Pero así es: Dios está fuera del tiempo —y también del espacio—; por eso Dios no tiene principio ni fin, y en el Cielo nadie se puede aburrir; el gozo pleno en la Vida Eterna no ocurre en una sucesión de siglos y milenios, aunque a la vez es un estado permanente, igual que la condenación en el Infierno es algo definitivo.
Y es aquí «abajo», en la Tierra, metidos en el tiempo, donde cada uno gana la Vida Eterna o la condenación eterna, dependiendo de cómo use los días, meses o años que Dios le conceda de vida terrena.
EN EL TIEMPO, PERO ADELANTADOS
Por otra parte, en cuanto al desenlace final de la historia —especialmente en este 2012, con tantos temiendo el fin del mundo por las supuestas profecías mayas—, los cristianos no pueden contemplar con incertidumbre el futuro; si bien éste puede ir acompañado de dificultades, persecución, etc., prevalece en ellos una certeza absoluta, tal como dice el escritor y teólogo George Weigel: «Los cristianos viven en el tiempo, pero adelantados a su tiempo, saben que el Señor de la historia se encarga de la historia, y saben cómo acabará la historia del mundo, que culminará en aquélla ciudad sin lágrimas, junto al Señor».
Desde este conocimiento, subraya el fallecido teólogo Hans Urs von Balthasar, «el cristiano tiene el valor de afirmar el presente porque Dios lo ha afirmado».
En otras palabras, no importa tanto cuál pueda ser la fecha del fin del mundo, y en realidad ni siquiera cuál sea la fecha del fin terrenal de cada persona humana en particular; lo que importa es cómo se vive el tiempo presente, el hoy, para con ello decidir libremente en qué lado quedar al momento del Juicio Final, cuando el Señor ponga a los corderos a su derecha y a los cabritos a su izquierda para que los primeros tomen posesión del Reino mientras que los otros vayan al castigo eterno (cfr. Mt 25, 31-46).
Así, pues, «éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación» (II Co 6, 2).
D. R. G. B.
Sentencias concerniente el tiempo
«Este tiempo de la vida tan corto hemos de aprovecharlo con alegría, ofreciéndole a Dios con gozo todo cuanto suceda, que todo es para que crezcamos en el amor». SANTA MARAVILLAS DE JESÚS
«Aunque nadie ha podido regresar y hacer un nuevo comienzo..., cualquiera puede volver a comenzar ahora y hacer un nuevo final». SAN FRANCISCO JAVIER
«Estas cosas, buen Señor, por las que rezamos, danos la gracia de trabajarlas». SANTO TOMÁS MORO
«Trabaja en algo para que el diablo te encuentre siempre ocupado». SAN JERÓNIMO
«El Infierno está empedrado de buenas intenciones». SAN BERNARDO DE CLARAVAL
Sólo por hoy
El plan del beato Juan XXIII para vivir serenamente y en plenitud
Dice Nuestro Señor Jesucristo: «No os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo; cada día tiene bastante con su inquietud» (Mt 6, 34).
El beato Papa Juan XXIII, cuyo cuerpo se halla incorrupto, escribió el siguiente «decálogo» para ayudarse a vivir el día a día plenamente y según el plan de Dios.
1. Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
2. Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.
4. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.
5. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
6. Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
7. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se entere.
8. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
9. Sólo por hoy creeré firmemente —aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.
10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
LO QUE DICE LA BIBLIA: Hay un tiempo para cada cosa
«Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
«un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
«un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
«un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
«un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse;
«un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
«un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar;
«un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz.
«¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo? Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin....
»Yo reconocí que todo lo que hace Dios dura para siempre: no hay que añadirle ni quitarle nada, y Dios obra así para que se tenga temor en su presencia. Lo que es, ya fue antes, lo que ha de ser, ya existió, y Dios va en busca de lo que es fugaz» (Eclesiastés 3, 1-15).
Hay que leer los signos de los tiempos
«Los signos de los tiempos se leen teniendo el periódico en una mano y la Sagrada Escritura en la otra, en un espíritu de oración»
El pasado mes de enero, justo un día después de que el Papa Benedicto XVI anunciara que crearía cardenal al agustino Prosper Grech —lo cual ya tuvo lugar el pasado 18 de febrero—, el periódico vaticano L’Osservatore Romano publicó un artículo del benemérito fraile, quien recuerda la misión profética de la Iglesia y la necesidad de leer los signos de los tiempos. Dice:
«La Iglesia es lumen gentium [luz de las gentes] y tiene una misión profética a la que no puede renunciar. ¿Cuál es esta misión profética? En el Antiguo Testamento los profetas tenían, entre otras, la función de interpretar los signos de sus tiempos; exhortaban, en nombre de Dios, tanto a Israel como a Judá, a la fidelidad a la Alianza, amenazando tanto a los israelitas como a las naciones extranjeras con el castigo divino; desarrollaban el sentido moral del pueblo y predecían acontecimientos salvíficos porque consideraban al Dios de Israel como Señor de la historia. El pueblo de Dios no debía fiarse ni de Egipto ni de Babilonia, sino seguir una política ex fide, porque la historia de la salvación no tiene como protagonistas a Israel o al pueblo judío sino al mismo Dios. Es Él quien conduce los acontecimientos de la historia, siempre mirando a la salvación del género humano.
LO QUE SE NECESITA PARA ENTENDER LA HISTORIA
«En el Nuevo Testamento, el Señor de la historia es Cristo resucitado: es Él quien camina sobre las olas del caos de los acontecimientos humanos y salva de las tempestades a la barca de Pedro. Pero es también Él quien predica que en la red de la Iglesia se encontrarán peces buenos y malos (cfr. Mateo 13, 47-50) y en el campo habrá grano de trigo y cizaña (cfr. Mateo 13, 24-43). Él nos abre los ojos, nos invita a no escandalizarnos cuando veamos carencias, guerras, revoluciones, terremotos y otras desgracias, porque tales cosas deben ocurrir (cfr. Marcos 13, 5-13). La historia es una parábola: la entiende quien tiene oídos para entender. ¿Pero por qué estas cosas deben ocurrir?
«El camino de la historia de la salvación en nuestros tiempos está en la misma línea que el del Antiguo Testamento. El libro del Apocalipsis está dominado por el Cristo Pantocrátor como en un ábside bizantino; advierte en primer lugar a las siete Iglesias, que representan a la Iglesia universal, con promesas y amenazas. La renovación de la historia tiene comienzo ‘a partir de la casa de Dios’ (I Pedro 4, 17)... El mensaje no concierne, sin embargo, sólo a cada una de las naciones, sino también a las estructuras económicas, políticas y sociales que sujetan el mundo a las diversas idolatrías.
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS ES UNA MOLESTIA
«Los terribles monstruos y las amenazas del Apocalipsis repugnan a la mentalidad actual y preferimos silenciarlas, tal vez porque hemos amansado demasiado nuestra imagen de Dios según los modelos del buenismo y del permisivismo de nuestros tiempos.
«El libro del Apocalipsis habla poco del fin de mundo y su mensaje no es sino una clave para leer los signos de los tiempos en que vivimos a la luz de la historia de la salvación universal con la Iglesia en el centro. Describe con símbolos que dan temor lo que ya Jesús había predicho y da las razones de ello. Ahora es tarea de la Iglesia leer e interpretar estos signos...El Apocalipsis es esencialmente un libro dirigido a una comunidad perseguida, asegurando que la última victoria no será la del mal y del Maligno sino del Pantocrátor que domina la historia.
HAY MUCHOS SIGNOS MALOS, PERO TAMBIÉN HAY BUENOS
«¿Cuáles son hoy los signos de los tiempos? Basta ver un telediario u hojear cualquier periódico para que salten inmediatamente a nuestros ojos: hambrunas, atentados, persecuciones, guerras, crisis económicas, ataques a la familia, injusticias y desórdenes sociales, caídas de imperios y nacimiento de otros nuevos, droga, aborto, mafias de todos los géneros; este elenco podría continuar ampliamente. No olvidemos, sin embargo, que los periódicos a menudo cierran los ojos frente al bien que hay en el mundo porque no hace noticia, aquel bien escondido sólo conocido por el Espíritu que lo produce. Son estos ‘justos’, a cualquier pueblo que pertenezcan, quienes mantienen la historia en pie, para que ésta pueda ser finalmente llamada historia de la salvación...
DIOS DEJA QUE EL MAL SE CASTIGUE POR SI MISMO
«¿Debemos entonces concluir, según lo que hemos dicho, que Dios está castigando al mundo? Tal expresión no encontraría hoy mucho favor, incluso entre los teólogos. Dios no castiga al mundo en el sentido de que es una divinidad con el látigo en la mano, que quiere lanzar rayos y truenos por cada mal que se comete. Dios deja que el mal se castigue por sí mismo. Él es fuente del ser, es Logos, razón, orden. Lo opuesto es el caos. Cuanto más el cosmos se separa de Dios, más se resquebraja y cae en el caos, con los dolores que eso causa al individuo y a la sociedad.
ASÍ HAY QUE LEER
«Los signos de los tiempos se leen teniendo el periódico en una mano y la Sagrada Escritura en la otra, en un espíritu de oración. La Iglesia no puede sustraerse de leer estos signos y de interpretarlos, de la manera correcta, para el mundo, para los creyentes y para los no creyentes, porque ella sirve a todo hombre.... Ciertamente un anuncio así encontrará toda suerte de resistencia, ¿pero qué profeta no fue rechazado o perseguido incluso ‘en su patria’? ».
Con información de Infocatolica.com
Todo eso es tiempo libre
EL EJEMPLO DE LOS SANTOS
El secreto del éxito del beato italiano Giovanni Piamarta (1841-1913), quién será canonizado el próximo 21 de octubre, fue su dedicación a la oración.
Este sacerdote diocesano, fundador de las congregaciones de la Santa Familia de Nazaret y de las Humildes Siervas del Señor, dedicaba dos o tres horas a la oración cada mañana antes de comenzar sus actividades, y eso que éstas eran muchas: empezó su obra en favor de la educación de los muchachos huérfanos o de familias pobres (obreras o agrícolas), fundando un Instituto de Artesanado, que incluía catorce especialidades, entre ellas una imprenta. De ahí surgirá más tarde una casa editorial y una revista dedicada a la familia agrícola. Él vivía y enseñaba la santificación a través del trabajo.
A veces los excesivos pendientes hacen sentir que no hay tiempo para rezar; sin embargo, el tiempo dedicado a la oración es el más importante. Por eso decía san Alfonso María de Ligorio respecto de la oración ante el Santísimo: «Tened por cierto que el tiempo que empleéis con devoción delante de este divinísimo Sacramento será el tiempo que más bien os reportará en esta vida y más os consolará en vuestra muerte y en la eternidad. Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día».
El hombre es sólo el administrador del tiempo, pero el tiempo es de Dios, de manera que habría que adecuar la voluntad propia a la voluntad divina, ya sea que Él pida que se emplee en rezos, trabajo o descanso.
Cuenta monseñor Francisco Javier Martínez Fernández, arzobispo de Granada, que en su primera visita ad limina ante el Papa Juan Pablo II, cuando el pontífice invitó a almorzar a los obispos y estaban todos sentados a la mesa, alguien le preguntó por su horario de actividades diarias.
Juan Pablo II, jugueteando con los cubiertos mientras pensaba, se puso a contar las actividades que había realizado ese día desde el amanecer hasta ese momento. Como eran tantas y ya hasta estaba platicando sobre una reunión que iba a tener rato después con sus colaboradores más cercanos, otro de los presentes inquirió: «Pero, Santo Padre, ¿tendrá también algo de tiempo libre?». En ese momento, el Papa dejó caer el cuchillo que tenía en la mano y respondió de inmediato con esta aclaración: «No, no; si todo esto es libre».
A diferencia de lo que experimentan millones de personas a diario, el beato Papa no era un esclavo del trabajo. Todo lo que hacía lo hacía libremente por amor a Cristo. Así debe ser el tiempo de todos los cristianos.
El tiempo de descanso es voluntad de Dios
«El hombre tiene que imitar a Dios tanto trabajando como descansando, dado que Dios mismo ha querido presentarle la propia obra creadora bajo la forma del trabajo y del descanso», escribió el beato Juan Pablo II en 1981, en su encíclica Laborem exercens.
Agrega que Dios a los hombres los «ha destinado desde el principio al descanso (cfr. Heb 4, 1. 9-10) en unión consigo mismo, en ‘la casa del Padre’ (cfr. Jn 14, 2. 34). Por lo tanto, el trabajo humano no sólo exige el descanso cada ‘siete días’ (cfr. Dt 5, 12-14; Ex 20, 8-12), sino que además no puede consistir en el mero ejercicio de las fuerzas humanas en una acción exterior; debe dejar un espacio interior, donde el hombre, convirtiéndose cada vez más en lo que por voluntad divina tiene que ser, se va preparando a aquel ‘descanso’ que el Señor reserva a sus siervos y amigos (cfr. Mt 25, 21)».
Por culpa de un inglés madrugador, a propósito del cambio de horario
El próximo 1 de abril entra en vigor en México una vez más el mal llamado «horario de verano» —en realidad es de primavera verano y otoño—, y que implica vivir más de la mitad del año bajo un conteo falso del tiempo.
La idea de adelantar los relojes fue del empresario inglés William Willett, que en 1905, paseando a caballo mucho antes de la hora del desayuno, se le ocurrió que esa era la mejor parte de un día de verano y que los ingleses no debían estar dormidos sino que había que hacer una ley para obligarlos a levantarse más temprano; en 1907 publicó un folleto titulado El derroche de luz solar, proponiendo que los relojes debían ser adelantados 80 minutos desde abril hasta septiembre, lo cual, según él, generaría un ahorro de 2.5 millones de libras en gastos de iluminación.
El adelanto de una hora se convirtió en ley a partir de 1916. Y la primera y segunda guerras mundiales contribuyeron a su extensión por el resto de Europa.
La aplicación del horario de primavera-verano-otoño parece tener algún sentido en países que se encuentran bastante alejados del ecuador, pero en los que no es así la justificación es muy pobre puesto que hay poca diferencia en cuanto a la incidencia de luz si es comparada con la del invierno.
Uno de los argumentos de Willett en pro del «horario de verano» es que incrementaría las oportunidades de practicar actividades de ocio al aire libre durante las horas de luz vespertina. Y es exactamente el mismo que aún se emplea en México, dado que el primero que se llegó a esgrimir resultó ser absolutamente falso: que habría un ahorro de energía eléctrica y que las familias lo comprobarían en sus recibos de luz. Como ya se sabe, en este país, a diferencia de las naciones con latitudes más altas, adelantar una hora el reloj obliga a levantarse cuando aún está oscuro, lo que implica que es necesario encender la luz, de manera que el balance entre la luz ganada en la noche y la luz perdida en la mañana es de cero.
Por otra parte, eso de realizar actividades «al aire libre» en ciertos países es totalmente desaconsejable. Mientras que en Inglaterra, Canadá, Finlandia y demás naciones muy al norte los veranos no implican que sus habitantes estén expuestos a altos índices de luz ultravioleta (UV), en México puede ser muy peligroso para la salud.
El índice UV implica un mayor o menor riesgo de contraer cáncer de piel: De 0 - 2 el riesgo es bajo. De 3 - 5 es moderado. De 6 - 7 es alto. De 8 - 10 es muy alto. De 11 o más es extremadamente alto, tanto que no es bueno asolearse más de 15 minutos.
En la mayor parte del territorio mexicano, en las horas de sol el índice UV es muy alto; en San Luis Potosí o Querétaro su promedio anda por los 14, pero estados del norte alcanzan hasta los 16. En cambio, en Inglaterra un verano no aportará un índice UV superior a 4 o 5.
Son minoría los países que hasta la fecha no han probado alguna vez el cambio de horario, y entre los que sí lo han hecho la mayoría ya lo desechó porque ni hubo ahorro de energía ni la gente pudo aprovechar mejor el tiempo; en cambio, contrario a lo que suelen decir los encargados de su defensa, ha sido motivo de muchas y prolongadas molestias fisiológicas. Suelen requerirse hasta dos meses para adaptarse al cambio. Los más afectados son los bebés, los niños en edad preescolar y las personas con trastornos del sueño o padecimientos neurológicos.