SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA
(19
de Marzo)
“He aquí al siervo
fiel y prudente a quien el Señor puso al frente de su familia”
INDICE
A. Comentarios de Sabios y
Santos
I. LA PALABRA DE DIOS
* 2S 7,4-5a.12-14a.16: “El Señor
Dios le dará el trono de David, su padre”
* Sal 88,2-3.4-5.27.29: “Su linaje
será perpetuo”
* Rom 4,13.16-18.22: “Apoyado en la
esperanza, creyó contra toda esperanza”
* Mt 1,16.18-21.24a: “José hizo lo
que le había mandado el ángel del Señor”
A. Comentarios de Sabios
y Santos
Transcrito por José Gálvez Krüger
El matrimonio entre San José y la Virgen María fue un hecho cierto, en
cuanto a la esencia del mismo, y de incalculable trascendencia para la
gloria del santo Patriarca. Por este hecho queda unido a María más que
ninguna otra criatura, y por ella se une también estrechísimamente a Jesús,
lo que constituye un nuevo título de su dignidad y privilegios, no menos
noble y excelente que el anterior, aunque dependa de él.
El amor entre los esposos es el más debido y el más fuerte que en este mundo
puede darse, y llega a establecer la más estrecha relación por los lazos
físicos y espirituales más íntimos. Entre José y maría no se dan esos lazos
físicos y naturales, pero existen los jurídicos, y sobre todo los
espirituales de forma más elevada y sobrehumana.
Por eso las mejores cualidades que de ese amor se puede predicar las
encontramos realizadas entre aquellos privilegiados esposos, de modo que con
toda justicia se le presenta como modelos acabados de él. Recordemos algunas
condiciones de ese amor.
Igualdad de cualidades y posición: Sin duda que la posición social, las
cualidades y hasta los bienes y riquezas son un incentivo de mayor amor
entre los esposos. Por eso muy bien dice el P.Paulino: “Ambos eran de la
tribu de Judá, ambos descendientes del rey David, ambos desposeídos de sus
posesiones y reducidos a la condición de artesanos. María destinada a ser
madre de Dios, llevaba en su alma más gracias que en cielo ángeles hay.
José, para ser escogido para ser legatario de la potestad paterna de Dios
sobre Jesús era el varón más santo de cuantos se habían visto y se verían en
los siglos. Ella alimentaría con el néctar de su corazón al Hijo de Dios y
suyo; él ganaría el sustento al que sustenta al todo viviente y nutre de
gracia y gloria a todos los bienaventurados. Los dos de común acuerdo,
después de desposados se prometieron amor virginal y mutuamente se miraron
como templos vivos del Espíritu Santo. Ella primeramente llevaría a Jesús en
su seno; él después lo llevaría en sus brazos; y la una y el otro por igual
le verían cantado por los ángeles en Belén, adorado de pastores y de reyes,
y juntos le llevarían al templo y le acompañarán en la huída a Egipto, y con
él vivirían y gozarían y llorarían largos años en Nazaret”
Uniformidad de espíritu y semejanza de virtudes: Es otro motivo aún mucho
más profundo y en nuestro caso no menos cierto. Excelsa fue su proporción en
la santidad: María fue llamada bendita entre todas las mujeres; José es
aclamado justo entre los hombres, es decir, adornado de todas las virtudes.
Su alma hermoseaban la obediencia de Abrahán, la paciencia de Job, la
mansedumbre de Moisés, la pureza de José, el celo de David y la fortaleza de
los Macabeos”. Admirable fue su fe: “María fue llamada bienaventurada por su
fe; “por haber creído”, le dijo su prima Santa Isabel. José es igualmente
grande en la fe; porque creyó al ángel cuando le descubrió la maternidad
divina de su esposa; le creyó cuando a deshora de la noche le dijo que se
levantara y, tomando al Niño con su Madre, huyera a Egipto; le creyó cuando
le dio que volviera a tierra de Israel porque habían muerto los que querían
matar al Niño; y creyó que Jesús era Dios, a pesar de verle nacido en un
portal, tendido en un pesebre, abandonado de los hombres, perseguido a
muerte y fugitivo, siendo así que Dios podía evitar tantas humillaciones y
confundir a sus perseguidores”.
Intensísimo su amor al prójimo: “María estaba inflamada en amor de Dios y
del prójimo; y José ardía en ese amor a Dios cual ningún otro santo; pues
amaba al divino Jesús como ama a un varón santísimo, y más aún, como ama un
padre a su hijo, y un padre dulcísimo a un Hijo de Dios; amor que manifestó
durante toda su vida, desde la encarnación hasta morir, y lo manifestó con
caricias, abrazando y besando a ese Dios, guardando su vida y procurándole
sustento. “María y José, porque amaban al prójimo, procuraron su redención y
a ella cooperaron trabajando, padeciendo y mereciéndole la vida eterna”. Y
así en las demás virtudes. La prudencia: “María es llamada virgen
prudentísima, y José fue también en los momentos más arduos de la vida varón
de consumada prudencia”.
La humildad: “María fue humildísima, y humildísimo José, el cual con ser tan
grande, viéndose en presencia del señor infinito y de la Madre de este
infinito Señor, parecióle ser él menor que un gusanillo que se mueve entre
el polvo…”
La pureza: “María fue purísima y purísimo José, que a su virginal esposa le
sirvió de blanco pabellón, donde sin mancha se cobijase y conservase la que
era más pura y blanca que la nieve del monte Líbano”.
La obediencia: “María fue obedientísimo y obedientísimo José a Dios, a los
ángeles y a los hombres…”.
El dolor y sufrimiento: “María fue dolorosísima, y dolorosísimo José,
sufriendo, si no los golpes del verdugo, el martirio del alma, el odio, las
amenazas de muerte, el destierro, el desamparo, la pobreza, la visión de la
futura sangrienta escena del Calvario”.
Amor mutuo: Verdaderamente “en nadie como en José y María jamás se ha visto
ni se verá, ni hubo esposa tan amorosa como María, porque el amor se mide
por la gracia, y la gracia suya era como infinita; ni hubo esposo tan tierno
como José, porque además de ser él tan peregrino en santidad, era ante sus
ojos la esposa la mujer más bella que Dios formó, la más dulce, la más
cariñosa, la más santa, la más gloriosa y divina de todas las mujeres: era
la Madre de Dios. Uniendo los dos corazones estaba Jesús, que sin cesar les
despedía llamas de más y más amor. Amaba María a José por lo que en sí era y
valía y por los beneficios que a ella y al Niño les hacía: a ella librándola
d ela infamia ante el pueblo que ignoraba su maternidad divina, y a los dos
acompañándolos, protegiéndolos y ganándoles el pan de cada día”.
El trato mutuo: sumisión de la esposa y bondad del esposo. Trato de no menos
de treinta años, dulcificado por la sumisión de la Virgen a San José, tan
reverente y noble, y por la bondad y generoso servicio del santo Patriarca a
la Madre y al Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo. Este trato
familiar es una de las fuentes principales del crecimiento de San José en la
santidad, participando de las mismas virtudes de María. Como dice Mons.
Sinibaldi: “José, amando a María, ama al mismo Espíritu Santo. Sabe que su
Esposa inmaculada tiene otro esposo invisible, infinitamente santo, y que
este Esposo vive y reposa en el alma de ella como en un santuario, el más
precioso santuario que una criatura puede ofrecer a su Señor… Por eso,
mientras ama a la Esposa, José ama al Espíritu Santo. Mientras imita la
modestia, la pureza, la humildad, la obediencia, la caridad, todas las
virtudes que hacen tan santa y a amable a la Madre divina, su alma se
adhiere cada vez más íntimamente a su Dios”.
Bellamente concluye el P. Paulino ponderando este amor entre los santos
esposos, ideal del amor que todos los esposos de la tierra deben procurarse:
“María amaba a José con amor nunca igualado en la tierra, porque era tan
hermoso porque era tan santo, porque era guardador de su virginidad,
compañero en la obra de la redención y mantenedor su vida y de la vida de
Jesús. José amaba a María porque era hermosa más que el cielo, y santa y
pura y más que los ángeles, y excelsa como Madre de Dios, y llena de todas
las gracias, suficientes para agraciar a todas las almas del mundo y a todos
los moradores del paraíso celestial. Los dos amaban a Jesús como los padres
más amorosos al hijo más amable. Con todo el amor nacido de los corazones
más tiernos que Dios infundió en pecho de pura criatura; como aman, y más
que aman, los serafines al Señor de la gloria. Y Jesús, finalmente, amaba a
José y a María cuanto un Dios encarnado puede amar a sus padres y un
Redentor a quienes le daban vida y eran copartícipes en la obra de
glorificar al Eterno Padre y salvar a millones de almas. ¡Qué feliz vida la
de tantos santos y amadores! ¡Sean los tres benditos de los cielos y de la
tierra por los siglos eternos!
II. APUNTE
BÍBLICO-LITÚRGICO
* La primera Lectura está elegida en
función del Evangelio. Mateo concede un especial relieve a San José en su
relato de infancia, a diferencia de Lucas que se fija más en la figura de
María. Ello es debido a la intencionalidad de Mateo de entroncar, por medio de
José, a Jesús con David y su linaje.
* José es modelo de creyente. Como
María, también “guardaba todo en su corazón”. La decisión de seguir los caminos
de Dios, tan escasamente aclarados, como en el
caso de Abraham, realza el mérito de quien siempre había confiado en el
Señor y muestra lo singular de su vocación. Inscribiremos a San José en la
nómina de los grandes convocados a quienes no se dan demasiadas explicaciones
acerca de su misión y tarea.
III. SITUACIÓN HUMANA
* Un curioso contraste suele
sucedernos a nosotros mismos o en nuestro entorno. Cuando nos encontramos con
una persona de la que podemos decir que es sencilla y buena, se nos llena el
corazón de satisfacción y la admiramos. Y nos resulta atrayente. Sin embargo, y
aquí viene la paradoja, no solemos imitar a quien tanto nos ha asombrado.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
*
La fe
_ José en el Nacimiento de Jesús:
“... José fue llamado por Dios para
``tomar consigo a María su esposa'' encinta ``del que fue engendrado en ella
por el Espíritu Santo'', para que Jesús, ``llamado Cristo'' nazca de la esposa
de José en la descendencia mesiánica de David” (437).
_ La concepción virginal: 496. 532.
534.
* La respuesta
_ La obediencia de la fe:
“El Antiguo Testamento es rico en
testimonios acerca de esta fe. La carta a los Hebreos proclama el elogio de la
fe ejemplar de los antiguos, por la cual ``fueron alabados''. Sin embargo, Dios
tenía ya dispuesto algo mejor: la gracia de creer en su Hijo Jesús, ``el que
inicia y consuma la fe''” (147; cf. 1655).
_ San José, abogado de la buena
muerte: 1014. 1020.
* El testimonio cristiano
_ La obra divina sobrepasa toda
comprensión humana y reclama la obediencia:
“Los relatos evangélicos presentan
la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y
toda posibilidad humana: ``Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo'', dice el ángel a José a propósito de
María, su desposada. La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina
hecha por el profeta Isaías: ``He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un
Hijo'' (Is 7,14 según la traducción griega de Mt 1,23)” (497).
El Bautista dijo que “convenía que él menguase para Cristo creciera”. Ni José ni María han dicho eso; pero con sus silencios y plena aceptación de los proyectos de Dios, han sido más elocuentes.
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