Contemplar la Palabra del Domingo Tomados de la mano de los
Padres de la Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los tiempos y ayudados por el Catecismo de la Iglesia Católica (Nota Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los números del Catecismo). DOMINGO II ORDINARIO Ciclo A “Llamados a ser testigos de Cristo Salvador” INDICEA. Comentarios de Sabios y Santos I. LA PALABRA DE DIOS
* Is 49,5-6: “Te hago luz de las naciones para que seas mi salvación” * Sal 39,2.4ab.7-8a.8b-9.10: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” * 1Co 1,1-3: “Gracias y paz os dé Dios nuestro Padre, y Jesucristo, nuestro
Señor” * Jn 1,29-34: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” A. Comentarios
de Sabios y Santos
Comentario por versículos: Jn
1,29-34 Ireneo El Espíritu nos une “En efecto, como no se puede, sin agua, hacer de la
harina seca una sola masa y un solo pan así nosotros, que éramos multitud no podíamos
de hecho llegar a ser uno en Cristo Jesús (cf. Rom 12, 5; 1, Cor 10, 17;
Gal 3, 28) sin el Agua venida del
cielo. Y como la tierra árida, si no recibe el agua no puede dar fruto, así
también nosotros que éramos sino leña seca ( cfr. Lc 23, 31) no habríamos jamás
podido dar fruto de vida sin la Lluvia generosa (cfr. Sal 67, 10) venida desde
lo alto. Es verdad, nuestros cuerpos
han recibido del baño (cf. Ef 5, 26; Tit 3, 5) del Bautismo la unión para
incorruptibilidad mientras que nuestras almas la han recibido del Espíritu
(cfr. Jn 3, 5). He aquí porque lo uno y lo otro es necesario desde el momento
que tanto lo uno cuanto lo otro contribuye en dar la vida de Dios"
(Ireneo, AH III, 17,1-2). B. Suplemento
Así como Israel fue salvado
de la esclavitud, así el cristiano es liberado del pecado por el Cordero de
Dios. Nos alimentamos de Él por medio del pan eucarístico. Por eso con mayor
razón ha de alabar el cristiano a su
Salvador. 0801004 EL CORDERO
SIGNO EMINENTE DE LA PASCUA R. Gamaliel solía decir: todo aquel que no menciona
estas tres cosas en Pascua, no cumple con su deber. Las tres cosas son: el
cordero pascual, el pan ázimo y las hierbas amargas. El cordero a causa de que el Ubicuo pasó por las
casas de nuestros antepasados en Egipto, pues está escrito: y entonces diréis: sacrificio de Pascua es para el Señor, porque
pasó etc. El pan ázimo porque nuestros antepasados fueron liberados de Egipto,
según está escrito: y cocieron la masa que habían sacado de Egipto etc. Y hierbas
amargas porque los egipcios amargaron las vidas de nuestros antepasados en
Egipto, pues está escrito:
y amargaron sus vidas etc. En cada generación el hombre debe considerarse como
si hubiera sido liberado personalmente de Egipto, según está escrito: y contarás en dicho
día a tu hijo diciéndole: esto es por lo que el Señor hizo por mí cuando salí de Egipto. Por ello,
debemos agradecer, alabar, glorificar, enaltecer, respetar, ensalzar, bendecir,
exaltar y adorar a Aquel que por nuestros antepasados y por nosotros obró todos
estos milagros, a Aquel que nos sacó de la esclavitud a la libertad, de la
desgracia a la alegría, del duelo a la fiesta, de la oscuridad a la gran luz,
de la servidumbre a la liberación.
(Pesajim X, 4 [en 116a‑b] Ex 12, 22) II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
·
El Bautista manifiesta que
Jesucristo preexiste, que es el Hijo de Dios, el Ungido por el Espíritu, el que
bautiza con el Espíritu. Proclama, sobre todo, que es “el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo”, clara alusión a la Pasión (4.o Poema del Siervo de
Yahvé: Is 52,4). ·
El Siervo de Yahvé, al que Dios
hace luz de las naciones para salvarlas, (1.a Lect.) es Jesucristo. ·
La Iglesia se dirige hoy “a los
santificados en Cristo-Jesús, llamados a ser santos”. (2.a Lect.) y nos invita
a predicar, como S. Pablo, a Jesucristo y éste crucificado, que salva al hombre
liberándolo del pecado. III. SITUACIÓN HUMANA
·
Para anunciarle a Jesucristo al
hombre de nuestros días, a quien nada dicen ni las verdades abstractas ni los
sucedáneos que puedan acompañar a la vida, han de estudiarse muy a fondo las
necesidades y expectativas, los ideales y carencias de esta sociedad y las
exigencias de nuestro mundo. ·
En medio de este mundo, los
cristianos hemos de presentarnos limpios de pecado, llenos de Espíritu, servidores
humildes de todos, para que la salvación alcance hasta el confín de la tierra. IV. LA FE DE LA IGLESIA
* La fe
_ La
Iglesia, comunión con Jesús. La Iglesia es el sacramento de Jesucristo, por la
comunicación de su Espíritu a los hombres reunidos de todos los pueblos, los
constituye místicamente en su Cuerpo: “A ellos
les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de
una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: “Permaneced en mí
como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos”. Anuncia una
comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: “Quien come mi
carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,56)” (789; cf. 798). * La respuesta
_ Cristo,
Cabeza del Cuerpo de la Iglesia: “Él nos
une a su Pascua: Todos los miembros tienen que esforzarse en asemejarse a él
“hasta que Cristo esté formado en ellos” “Por eso somos integrados en los
misterios de su vida... nos unimos a
sus sufrimientos como el cuerpo a su cabeza. Sufrimos con él para ser
glorificados con él” (LG 7)” (793). _ Él
provee a nuestro crecimiento: “Para
hacernos crecer hacia Él, nuestra Cabeza, Cristo distribuye los bienes y
servicios...”: 794. * El testimonio cristiano
_ ““Ay de
mí si no anuncio el Evangelio” Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Debo
predicar su nombre. Jesucristo
es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.... Él como nosotros y más que nosotros fue
pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente... Él
instituyó el nuevo Reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la
paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los
que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre y sed
de justicia son saciados, en el que todos somos hermanos” (Pablo VI, Homilía en
Manila, 29.10.70). En
comunión con la Iglesia, abrazados a la Cruz de Cristo y haciéndonos entender
por el mundo de hoy, hemos de proclamar, como el Bautista, que Jesucristo es el
Salvador. |