Domingo 27 Tiempo Ordinario C - 'Si tuvieran Fe como un granito de mostaza' - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Falta un dedo: Celebrarla
Las lecturas del domingo
Primera Lectura: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
Ciertamente es difícil mantener la confianza en Dios cuando estábamos pasando tribulaciones, problemas y sufrimientos. Aunque dicen que muchos se acuerdan de Dios sólo cuando tienen problemas. ¿Qué respuesta puede darte Dios cuando reclamas una solución inmediata para que termine tu sufrimiento? Hay un problema: ¿Quien sabe más y mejor lo que te conviene - tú o Dios? A Dios no le queda otra cosa que animarte a que tengas confianza. Dios te ha dado la prueba más contundente de que te ama: ha entregado a su único hijo por ti. Y entonces Dios tiene todo el derecho de invitarte a que tengas confianza también en medio de grandes sufrimientos. Por eso la Iglesia después de la segunda lectura te viene al encuentro con el salmo 94 donde dice: "No endurezcan su corazón…"
La fe es un regalo de Dios. ¿Alguna vez le has dado gracias a Dios por este maravilloso e inmerecido don? ¿Qué es la fe? Para decirlo de alguna manera: Poder conocer a Dios, poder encontrarse personalmente con su infinito amor. Cuando se tiene esta experiencia maravillosa entonces debería surgir en nosotros el anhelo de compartir esta fe con otros: eso es lo que sugiere San Pablo a su discípulo de San Timoteo. Y compartir la fe entraña vivirla en testimonio.
También nosotros deberíamos acercarnos al Señor pidiéndole que aumente nuestra fe. Y, a veces, tenemos la intención de regatear con El. Queremos recordarle lo buenos que hemos sido, todo lo bueno que hemos hecho. A veces nos ha costado mucho esfuerzo. Sin embargo, todo es gracia, todo es regalo de Dios.
Reflexionemos los padres
En los evangelios de los domingos pasados Jesús ha querido animarnos a que entremos por la puerta estrecha, aunque cueste esfuerzo y trabajo; que nos liberemos de la esclavitud de querer poner nuestra seguridad en nuestros bienes materiales o en el dinero; que de nuestra reacción depende si vamos entrar al cielo como Lázaro o ir al infierno como el rico epulón. Puede parecernos imposible aplicar sus palabras tales cuales a nuestra vida porque el hacerlo supera nuestras fuerzas. En el Evangelio de hoy el Señor nos recuerda que nada es imposible para Dios. Lo único que necesitamos realmente es la fe, la fe en su amor, la fe en su providencia, la fe como motor de nuestra vida. Si no hemos podido responder concretamente a los evangelios de los domingos pasados, es un signo que necesitamos pedirle fe al Señor. Si es verdadera fe, aunque sea pequeña como un grano de mostaza, nos capacitará a hacer cosas que nos parecen superar nuestras fuerzas.
Reflexionemos con los hijos
Todos queremos aplicar la palabra de que Jesús a nuestra vida. Sabemos que esto nos hace verdaderamente felices. Pero muchas veces descubrimos que somos débiles. Verdaderamente quisiéramos aplicar la palabra de Jesús a nuestra vida pero nos vemos limitados y frágiles, nos vemos débiles. Tengamos confianza. Pidámosle siempre de nuevo a Jesús lo que le han pedido los apóstoles: “Señor, auméntanos la fe”. Vamos a conversar ahora un poco sobre las cosas que se nos hacen difíciles en la vida diaria. (Los padres son los primeros que comentan las situaciones y las cosas donde encuentran dificultades para vivir la fe).
Conexión eucarística
En cada eucaristía en la que participamos Jesús renueva su misterio pascual, su muerte y su resurrección. El desea que nos unamos a éste su misterio, que muramos al pecado y resucitemos a la vida eterna. Dejemos que su fuerza nos invada pidámosle que aumente nuestra fe.
Nos habla la Iglesia
¿Cómo podemos
responder a Dios cuando él se dirige a
nosotros?
Responder a Dios es creer en él. [142149] Quien quiera creer necesita "un corazón atento" (1 Re 3,9). Dios busca de muchas maneras establecer contacto con nosotros. En cada encuentro humano, en cada experiencia conmovedora en la naturaleza, en cada aparente casualidad, en cada reto, en cada dolor, está escondido un mensaje de Dios para nosotros. De manera más clara aún nos habla cuando se dirige a nosotros en su palabra o en la voz de la conciencia.
Nos habla como a amigos. Por ello debemos responderle también como amigos y creer en él, creer totalmente en él, aprender a comprenderle cada vez mejor ya aceptar sin reservas su voluntad.
¿Qué es la
fe?
La fe es saber y confiar. Tiene siete rasgos:
1 La fe es un puro don de Dios, que recibimos, si lo pedimos ardientemente.
2 La fe es la fuerza sobrenatural que nos es necesaria para obtener la salvación.
3 La fe exige la voluntad libre y el entendimiento lúcido del hombre cuando acepta la invitación divina.
4 La fe es absolutamente cierta, porque tiene la garantía de Jesús.
5 La fe es incompleta mientras no sea efectiva en el amor.
6 La fe aumenta si escuchamos con más atención la voz de Dios y mediante la oración estamos en un intercambio vivo con él.
7 La fe nos permite ya ahora gustar por adelantado la alegría del cielo.
Muchos dicen que creer les parece poco, que quieren saber. Pero la palabra "creer" tiene dos significados diferentes: cuando un paracaidista pregunta al empleado del aeropuerto: "¿Está bien preparado el paracaídas?", y aquél le responde, indiferente: "Creo que sí", no será suficiente para él; esto quiere saberlo seguro. Pero si ha pedido a un amigo que le prepare el paracaídas, éste le contestará a la misma pregunta: "Sí, lo he hecho personalmente. ¡Puedes confiar en mí!". Y el paracaidista replicará: "Te creo". Esta fe es mucho más que saber: es certeza. Y ésta es la fe que hizo partir a Abraham a la tierra prometida, ésta es la fe que hizo que los MÁRTIRES perseveraran hasta la muerte, ésta es la fe que aún hoy mantiene en pie a los cristianos perseguidos. Una fe que afecta a todo el hombre.
¿Cómo
funciona la fe?
Quien cree busca una relación personal con Dios y está dispuesto a creer todo lo que Dios muestra (revela) de sí mismo.
Al comienzo del acto de fe hay con frecuencia una conmoción o una inquietud. El hombre experimenta que el mundo visible y el transcurso normal de las cosas no pueden ser todo. Se siente tocado por un misterio. Sigue las pistas que le señalan la existencia de Dios y paulatinamente logra la confianza de dirigirse a Dios y finalmente de adherirse a él libremente. En el evangelio de san Juan leemos: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer" (Jn 1,18). Por eso debemos creer en Jesús, el Hijo de Dios, si queremos saber qué nos quiere comunicar Dios. Por eso creer es acoger a Jesús y jugarse toda la vida por él. (Youcat 20-22).
Vivencia familiar
Prepararnos los miembros de la familia juntos para poder acoger y entender profundamente la palabra de Dios en la celebración eucarística dominical es un medio maravilloso para crecer en la fe todos juntos. Algunas familias aprovechan el Youcat, un catecismo en lenguaje de jóvenes, para leer y discutir juntos algunos números, progresando así en la transmisión de la fe.
Leamos la Biblia con la Iglesia
(Primera lectura años impares, segunda lectura años pares)
Lunes: Jonás 1, 1-2, 1. 11; Gál 1, 6-12; Lc 10, 28-37
Martes: Jonás 3, 1-10; Gál 1, 13-24; Lc 10, 38-42
Miércoles: Jonás 4, 1-11; Gál 2, 1-2. 7-14; Lc 11, 1-4
Jueves: Mal 3, 13-20; Gál 3, 1-5; Lc 11, 5-13
Viernes: Joel 1, 13-15; 2, 1-2; Gál 3, 7-14; Lc 11, 15-26
Sábado: Joel 4, 12-20; Gál 3, 22-29; Lc 11, 27-28
Oraciones
Oración para
pedir la fe (Pablo VI)
Yo creo, Señor; yo quiero creer en ti.
Señor, haz que mi fe sea plena,
sin reservas,
y que penetre mi pensamiento
y mi manera de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.
Señor, haz que mi fe sea libre,
que tenga el concurso personal de mi adhesión,
que acepte las renuncias y los deberes que comporta
y que sea fina expresión del estilo de mi personalidad;
yo creo en ti, Señor.
Señor, que mi fe sea cierta,
cierta por una coherencia entre las pruebas exteriores y los testimonios interiores del Espíritu Santo.
Cierta por su luz que asegure,
por sus conclusiones que tranquilicen,
por su asimilación que descanse.
Señor, haz que mi fe sea fuerte,
que no se asuste ante la contradicción de los problemas que llenan la experiencia de nuestra vida, ávida de luz;
que no tema la oposición de quienes la discuten, la impugnan, la rechazan, la niegan, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continua y remonte las dificultades dialécticas y espirituales, en medio de las cuales discurre nuestra existencia temporal.
Señor, haz que mi fe sea alegre,
que dé paz y sosiego a mi espíritu
y que lo disponga a la oración con Dios
y a la conversación con los hombres,
para que irradie en estas relaciones sagrada y profana la felicidad interior de tu presencia.
Señor, haz que mi fe sea activa
y que ella dé a la caridad un motivo de su expansión moral
de modo que ella constituya una verdadera amistad contigo,
y que en las obras, en el sufrimiento, en la espera de la revelación final, suponga una continua búsqueda de ti,
un testimonio continuado,
un alimento ininterrumpido de la esperanza.
Señor, haz que mi fe sea humilde
y que no tenga la presunción de fundarse sobre la experiencia
de mi pensamiento y de mi sentimiento,
sino que más bien se rinda al testimonio del Espíritu Santo
y que no tenga otra ni mejor garantía
que la docilidad de la tradición
y a la autoridad del magisterio de la Santa Iglesia.
Amén.